Salgo de trabajar a las dos y tiro corriendo para Pequod (Navona es la editorial del mes a partir de mañana. Ueh!). Entro, hablo con Consu, veo un libro que tenía fichado, me lo compro, salgo y decido bajar caminando por Paseo de Gràcia. Son las 2.45, no he comido nada desde el cruasán de esta mañana y aquí al lado, la puerta de la exposición de Perejaume está abierta. Decido que el arte se ve mejor con el estómago vacío. Entro. Estoy sola. Yo, sola, delante de los Pirineos de tiza que pintan la pared, las montañas coronadas por ojos, las butacas en las laderas, la bandera blanca ondeante y el cuadrito con la pregunta:
No arribarem mai a cap imatge on ens sigui possible descansar? (Perejaume, 2004).
Yo, sola, con el estómago vacío, la libreta en la mano y saltándome todo el orden del recorrido. Entro en una sala, hago un barrido de las paredes con los ojos y voy corriendo hacia la obra que más me llama la atención. Pienso 'ah', 'oh' y apunto cosas. Yo, sola. La exposición acaba y bajo a casa. Hago una parada en el Tandoori Nights para comprar tabaco. Dos parroquianos, uno magrebí y el otro borracho, al lado de la máquina. Meto la primera moneda.
El borracho: ¿Sabes cuál es el problema del Islam?
El magrebí: El petróleo.
(¡Quieto! Busco monedas pequeñas en la cartera para alargar lo más posible el momento).
El borracho: La geometría.
El magrebí: ¿La geometría?
El borracho: Sí: Hoy en el mundo todo se mide con la geometría, con las estrellas.
No puede ser que haya días en los que todo esté tan a mano; en los que las preguntas del arte sean de tan fácil respuesta.
dimarts, 31 de gener del 2012
dilluns, 30 de gener del 2012
Jordi Savall recrea esta tarde, en Santa Maria del Mar, el último concierto de Montserrat Figueras.
Y yo no me conformaré nunca con menos de este tipo de amor. A menor escala, claro -yo ni soy soprano ni voy cantando por balcones góticos-, y con altibajos, seguramente -como todo el mundo-; pero ese respeto, esa admiración que le lleva a Savall a meter la orquesta en el templo para volver a oir la voz de su mujer donde mejor sonaba... Eso es lo que quiero que me den y lo que quiero llegar a querer dar yo.
Admiración y respeto: llámenme ilusa pero es que por menos no me enamoro; es que por menos no sería amor, sería conformismo, desesperación, conveninencia, costumbre...
Y yo no me conformaré nunca con menos de este tipo de amor. A menor escala, claro -yo ni soy soprano ni voy cantando por balcones góticos-, y con altibajos, seguramente -como todo el mundo-; pero ese respeto, esa admiración que le lleva a Savall a meter la orquesta en el templo para volver a oir la voz de su mujer donde mejor sonaba... Eso es lo que quiero que me den y lo que quiero llegar a querer dar yo.
Admiración y respeto: llámenme ilusa pero es que por menos no me enamoro; es que por menos no sería amor, sería conformismo, desesperación, conveninencia, costumbre...
Hace casi tres años que no tenía vecinos al otro lado de la calle.
Ahora que de nuevo los tengo, debo volver a hacerme a la idea de que están, más que nada para que no piensen que soy peligrosa o así cuando me oigan exclamar a las 7.30h. de la mañana, en pijama, leyendo el periódico:
"¡Qué pesadez! ¡Claro que Dios existe: se lo inventaron los hombres!"
Si no reaprendo a contenerme, los nuevos vecinos se llevarán una imagen equivocada de mí: se quedarán con el pronto, sin saber que luego, camino del trabajo, voy pensando que claro que si no se hablara de este tema -aunque los diarios de información general definitivamente NO son el sitio adecuado para hacerlo-, Dios hace mucho que habría dejado de existir.
Ahora que de nuevo los tengo, debo volver a hacerme a la idea de que están, más que nada para que no piensen que soy peligrosa o así cuando me oigan exclamar a las 7.30h. de la mañana, en pijama, leyendo el periódico:
"¡Qué pesadez! ¡Claro que Dios existe: se lo inventaron los hombres!"
Si no reaprendo a contenerme, los nuevos vecinos se llevarán una imagen equivocada de mí: se quedarán con el pronto, sin saber que luego, camino del trabajo, voy pensando que claro que si no se hablara de este tema -aunque los diarios de información general definitivamente NO son el sitio adecuado para hacerlo-, Dios hace mucho que habría dejado de existir.
diumenge, 29 de gener del 2012
El cel està a punt d'esclatar... Les cadires, la taula i el trinxant em faran com de resclosa... Cap dubte no m'enlluerna... Tinc a l'abast, just a la vora, els Llibres... Ja no cobejo un casament impossible, que em dugués a la fortuna o a dirigir la factoria que encara explota la truita d'aigua i que disposa d'un casalici de pedra viva, tota importada, car a l'indret, tot és argila...
L'escarcellera. Miquel Bauçà.
L'escarcellera. Miquel Bauçà.
dissabte, 28 de gener del 2012
(De la amistad)
(En un bar).
Yo: He cambiado los muebles de sitio: antes la cama estaba así (dibujo con el dedo en la barra cómo estaba la cama) y ahora está así.
Antonio: ¿Y el armario?
Yo: Aquí (hago una raya con el dedo).
Los dos: Every time I see you falling, I get down on my knees and pray.
Yo: Y los gatos se han vuelto locos: la pared no hace un ángulo recto...
A.: Ya.
Yo: ... y queda un hueco en la esquina de la cama y la Kika no para de meterse debajo de la cama y salir por el hueco. Alucina. Lo que he descubierto también es que tengo que pintar ya.
Los dos: Every time I see you falling, I get down on my knees and pray.
A.: ¿De qué hablábamos? Ah, de pintar. Pues pinta. Bueno, igual espérate mejor a que haga un poco de menos frío.
Yo: Sí, pintaré...
Sonaba esto, claro:
(En un bar).
Yo: He cambiado los muebles de sitio: antes la cama estaba así (dibujo con el dedo en la barra cómo estaba la cama) y ahora está así.
Antonio: ¿Y el armario?
Yo: Aquí (hago una raya con el dedo).
Los dos: Every time I see you falling, I get down on my knees and pray.
Yo: Y los gatos se han vuelto locos: la pared no hace un ángulo recto...
A.: Ya.
Yo: ... y queda un hueco en la esquina de la cama y la Kika no para de meterse debajo de la cama y salir por el hueco. Alucina. Lo que he descubierto también es que tengo que pintar ya.
Los dos: Every time I see you falling, I get down on my knees and pray.
A.: ¿De qué hablábamos? Ah, de pintar. Pues pinta. Bueno, igual espérate mejor a que haga un poco de menos frío.
Yo: Sí, pintaré...
Sonaba esto, claro:
Estoy leyendo muchas chorradas al respecto. Voy a decir unas cuantas más.
Puede que en tu casa se hable libremente de sexo, les hayas dado a tus hijas una educación transparente al respecto, las hayas acompañado al ginecólogo, hayas conocido a sus novios... Puede que sepas en qué punto están de su vida sexual: si ya follan y con quién o simplemente si ya follan a secas; si llevan preservativos en la cartera, si hablan con sus amigas de estas cosas, si son tirando a chocholocos o no...
Puede, por otro lado, que la educación sexual en tu casa brille por su ausencia normalmente y se haga presente solo en momentos realmente incómodos en los que las únicas palabras que salgan de tu boca sean: SEXO, NO y punto. Es malo, es de cualquieras y, encima, es pecado.
En el primer caso, no sé de qué te preocupas. ¿Que tu hija tiene un desliz? Poco probablemente lo primero que hará será llamarte llorando a su habitación y contártelo todo. Será un soponcio que pasaréis juntas: lloraréis las dos, tú te pondrás en tu papel de somos una familia y vamos a arreglar esto juntas, te mostrarás autoritaria, que para algo eres su madre, pero flexible, la acompañarás al médico y le tendrás cogida la mano a lo largo de todo el trance. Más probable será que se piense mil veces si contártelo o no: encima de embarazada estará preocupada porque te ha fallado. Cuando las madres son tremendamente comprensivas y amorosas, da más cosa aún fallarles. Así que se lo pensará mil veces, pasarán unos días, se dará cuenta de que no pueden pasar muchos más, hablará con su amiga del alma, su amiga del alma le dirá tía, tía, qué hacemos, irá o llamará a una clínica (la amiga, no tu hija, que para eso están las amigas del alma), explicará que a una amiga suya blablablá, en la clínica le darán toda la información, precio incluído y, seguramente, le preguntarán si su amiga puede contar con sus padres, o sea, contigo. La amiga entonces, solo entonces, pensará en ti, y entonces, solo entonces, le dirá a tu hija: tía, se lo tienes que decir a tu madre. ¿Por qué? ¿Porque eres su madre y tiene que confiar en ti y esto es una cosa de familia que tenéis que arreglar juntas? No. Porque en la clínica le han dicho que eso vale tanto y ellas, que tienen dieciséis años, no tienen dinero. Irán las dos a tu casa, tu hija con los ojos de haber llorado más que la amiga, y probablemente la amiga sea la que te cuente qué pasa mientras tu hija, lagrimones abajo, mira al suelo. Tú acabarás igualmente cogiéndole la mano a lo largo de todo el trance. ¿ves? No sé de qué te preocupas.
En el segundo caso, mira cómo cambia el panorama: te has pasado la vida, desde que tu hija tiene uso de razón, diciéndole que el sexo es malo. Le has montado una bronca de tres pares a la primera pista de que ha dormido con alguien que no era su osito de peluche o su amiga del alma. Le has revisado el bolso en busca de condones y, si los has encontrado, la has castigado sin salir y sin móvil durante un mes. Ahora está embarazada, tiene dieciséis años y no tiene un duro. Sabe que si te lo cuenta, van a salir de tu boca sapos, culebras, ya verás cuando se entere tu padre, ya verás como se entere la vecina (la vecina hace media hora que se ha enterado porque está en la cocina, que da al patio de luces, igual que tú y tú estás desgañitándote ahora sí, ahora que piensas que te están oyendo no). Le vas a decir que es la vergüenza de la familia, que es joven, que ha jodido su vida y la de toda la familia, que cómo va a mantener el crío, ¡el crío!, habrá un crío, claro, la vecina se va a enterar sí o sí y el colegio y la cuñada y todo el pueblo. No la cogerás de la mano porque no habrá trance: habrá un bombo, habrá un crío, babearás con el crío porque no tiene culpa de nada, angelico, el pobre, y tú, a fin de cuentas, serás la abuela. O no pasará nada de esto: tu hija, embarazada, hablará con su amiga del alma que es con quien ha hablado siempre de estas cosas porque en casa no se podía. Su amiga del alma le dirá tía, tía, tía, qué hacemos; llamará o irá a una clínica, en la clínica le darán toda la información, le preguntarán si su amiga puede contar con sus padres, como te conoce, les responderá que no pero se dará cuenta de que con alguien tienen que contar porque tienen dieciséis años y no tienen dinero. Con un poco de suerte, con los padres de la amiga del alma sí podrán contar, o con un amigo que ya trabaja o con la tía moderna o con la psicóloga de aquella asociación que un día vino al cole y les dio la charla que tú nunca supiste dar en casa. También puede que no pase esto último: puede que la cosa vaya mucho peor, claro, pero esa es una cosa que no se puede evitar a golpe de ley, al contrario: Si eres del segundo tipo de madres, ¿tú crees que tu hija, a los dieciséis años, embarazada, sabiendo que si va a abortar a un sitio donde, por ley, están obligados a llamarte, va a ir a abortar a un sitio donde, por ley, están obligados a llamarte?
Vamos, hombre.
Puede que en tu casa se hable libremente de sexo, les hayas dado a tus hijas una educación transparente al respecto, las hayas acompañado al ginecólogo, hayas conocido a sus novios... Puede que sepas en qué punto están de su vida sexual: si ya follan y con quién o simplemente si ya follan a secas; si llevan preservativos en la cartera, si hablan con sus amigas de estas cosas, si son tirando a chocholocos o no...
Puede, por otro lado, que la educación sexual en tu casa brille por su ausencia normalmente y se haga presente solo en momentos realmente incómodos en los que las únicas palabras que salgan de tu boca sean: SEXO, NO y punto. Es malo, es de cualquieras y, encima, es pecado.
En el primer caso, no sé de qué te preocupas. ¿Que tu hija tiene un desliz? Poco probablemente lo primero que hará será llamarte llorando a su habitación y contártelo todo. Será un soponcio que pasaréis juntas: lloraréis las dos, tú te pondrás en tu papel de somos una familia y vamos a arreglar esto juntas, te mostrarás autoritaria, que para algo eres su madre, pero flexible, la acompañarás al médico y le tendrás cogida la mano a lo largo de todo el trance. Más probable será que se piense mil veces si contártelo o no: encima de embarazada estará preocupada porque te ha fallado. Cuando las madres son tremendamente comprensivas y amorosas, da más cosa aún fallarles. Así que se lo pensará mil veces, pasarán unos días, se dará cuenta de que no pueden pasar muchos más, hablará con su amiga del alma, su amiga del alma le dirá tía, tía, qué hacemos, irá o llamará a una clínica (la amiga, no tu hija, que para eso están las amigas del alma), explicará que a una amiga suya blablablá, en la clínica le darán toda la información, precio incluído y, seguramente, le preguntarán si su amiga puede contar con sus padres, o sea, contigo. La amiga entonces, solo entonces, pensará en ti, y entonces, solo entonces, le dirá a tu hija: tía, se lo tienes que decir a tu madre. ¿Por qué? ¿Porque eres su madre y tiene que confiar en ti y esto es una cosa de familia que tenéis que arreglar juntas? No. Porque en la clínica le han dicho que eso vale tanto y ellas, que tienen dieciséis años, no tienen dinero. Irán las dos a tu casa, tu hija con los ojos de haber llorado más que la amiga, y probablemente la amiga sea la que te cuente qué pasa mientras tu hija, lagrimones abajo, mira al suelo. Tú acabarás igualmente cogiéndole la mano a lo largo de todo el trance. ¿ves? No sé de qué te preocupas.
En el segundo caso, mira cómo cambia el panorama: te has pasado la vida, desde que tu hija tiene uso de razón, diciéndole que el sexo es malo. Le has montado una bronca de tres pares a la primera pista de que ha dormido con alguien que no era su osito de peluche o su amiga del alma. Le has revisado el bolso en busca de condones y, si los has encontrado, la has castigado sin salir y sin móvil durante un mes. Ahora está embarazada, tiene dieciséis años y no tiene un duro. Sabe que si te lo cuenta, van a salir de tu boca sapos, culebras, ya verás cuando se entere tu padre, ya verás como se entere la vecina (la vecina hace media hora que se ha enterado porque está en la cocina, que da al patio de luces, igual que tú y tú estás desgañitándote ahora sí, ahora que piensas que te están oyendo no). Le vas a decir que es la vergüenza de la familia, que es joven, que ha jodido su vida y la de toda la familia, que cómo va a mantener el crío, ¡el crío!, habrá un crío, claro, la vecina se va a enterar sí o sí y el colegio y la cuñada y todo el pueblo. No la cogerás de la mano porque no habrá trance: habrá un bombo, habrá un crío, babearás con el crío porque no tiene culpa de nada, angelico, el pobre, y tú, a fin de cuentas, serás la abuela. O no pasará nada de esto: tu hija, embarazada, hablará con su amiga del alma que es con quien ha hablado siempre de estas cosas porque en casa no se podía. Su amiga del alma le dirá tía, tía, tía, qué hacemos; llamará o irá a una clínica, en la clínica le darán toda la información, le preguntarán si su amiga puede contar con sus padres, como te conoce, les responderá que no pero se dará cuenta de que con alguien tienen que contar porque tienen dieciséis años y no tienen dinero. Con un poco de suerte, con los padres de la amiga del alma sí podrán contar, o con un amigo que ya trabaja o con la tía moderna o con la psicóloga de aquella asociación que un día vino al cole y les dio la charla que tú nunca supiste dar en casa. También puede que no pase esto último: puede que la cosa vaya mucho peor, claro, pero esa es una cosa que no se puede evitar a golpe de ley, al contrario: Si eres del segundo tipo de madres, ¿tú crees que tu hija, a los dieciséis años, embarazada, sabiendo que si va a abortar a un sitio donde, por ley, están obligados a llamarte, va a ir a abortar a un sitio donde, por ley, están obligados a llamarte?
Vamos, hombre.
Claro, este sabe que puede montar el desaguisado muñeiril de cuenca minera que montó ayer en el escenario del Palau porque un segundo después, va a echar a todo el mundo del escenario, se va a quedar solo, va a cantar esto
y se lo vamos a perdonar todo en seguida.
Qué mamón.
(Ayer me pilló un steandalazo ahí sentada en la butaca, que pensé que hoy no podría escribir nada al respecto. Y no, no puedo. Y eso que las muñeiras se las podía haber ahorrao).
y se lo vamos a perdonar todo en seguida.
Qué mamón.
(Ayer me pilló un steandalazo ahí sentada en la butaca, que pensé que hoy no podría escribir nada al respecto. Y no, no puedo. Y eso que las muñeiras se las podía haber ahorrao).
divendres, 27 de gener del 2012
dijous, 26 de gener del 2012
Me llama mi madre muy asustada:
-Isabel, hay una carta certificada para ti del juzgado número nosécuántos de Barcelona.
-Oh.
Pasa ante mis ojos todo mi historial probablemente delictivo, me pregunto si no será solamente eso y no la vida entera, realmente lo que pasa ante los ojos de uno un segundo antes de morirse y le digo a mi madre: ábrela.
-Pone 'citación'.
Vuelve a pasar ante mis ojos todo mi historial blablablá.
-Pone jurado popular.
-¿Qué?
-Que tienes que pasarte tal día porque has sido elegida para formar parte del jurado popular que se encargará del caso nosécuántos con fulanito y menganito de acusados por el delito número nosécuántos y blablablá.
-¿Qué delito?
-Uno que se cometió con fecha tal.
-¿Pero qué delito es?
-No lo pone.
-Voy a comer mañana.
-Hombre, ya era hora, no vienes nunca.
-¡Pero si estuve antesdeayer!
-...
Me presento en el juzgado el día en el que me han citado. Espero en el pasillo. Me llaman. Entro.
-¿Es usted Sucunza Alfonso, Isabel?
-Sí.
-Soy el juez blablablá, estos son tal y cual de la acusación particular, tal y cual del ajuntament de Barcelona, tal y cual del hospital de la Vall d'Hebró, tal y cual de la defensa particular... Le vamos a hacer unas preguntas.
-Vale.
-Usted es de Pamplona.
-Sí.
-Le deben de gustar los sanfermines.
-Bueno, más de joven que ahora.
-¿Qué hace usted los sábados por la noche?
-Jajaja!
-...
-Perdón, no me esperaba que me preguntara eso.
-¿Qué hace usted los sábados por la noche? y apriete el botón cuando hable que si no el micro no se oye.
-Salgo por ahí, a veces, otras no.
-¿Conoce usted el caso en el que SUPUESTAMENTE un skin SUPUESTAMENTE apuñaló a un SUPUESTAMENTE okupa SUPUESTAMENTE la noche del 17 de agosto SUPUESTAMENTE en plenas fiestas de Gràcia?
Pienso que la noche del 17 de agosto no son SUPUESTAMENTE fiestas de Gràcia, son fiestas de Gràcia y punto, que le ha perdido el papel, al abogado, que probablemente ha visto demasiadas películas... Aprieto el botón y contesto:
-Algo me suena.
-Si usted pudiera elegir ahora, ¿sería antes okupa o skin?
-Ninguna de las dos cosas. (Pienso: qué asco. Pienso: uy, ¿lo he dicho en voz alta? Pienso: Bueno, no tenía apretado el botón. Sonrío para disimular).
-Puede retirarse.
Me retiro al pasillo. Sigue entrando y saliendo gente en la sala. Cuando acaban con todos, salen y dicen:
-Que vuelvan a entral tal, tal y pascual, el resto puede retirarse, gracias por venir.
Entramos tal, tal y pascual y nos dicen que somos el jurado popular que se encargará de dar el veredicto del caso del skin que se SUPUESTAMENTE se cargó al okupa la noche tal de fiestas de Gràcia. Ya no es SUPUESTA la fiesta, se han dado cuenta, menos mal.
En realidad son dos acusados: el que clavó la cosa y el que la compró, la llevaba encima y se la pasó al otro un segundo antes de que la clavara.
Se juzga si el acusado A realmente clavó la cosa, si, en el caso de haberla clavado, lo hizo a propósito y queriendo hacer pupa, y si el acusado B realmente fue quien se la pasó también con intenciones perversas.
Nos pasamos una semana entera yendo por las mañanas al juzgado a oír la misma historia desde distintos puntos de vista: los amigos de los acusados, los amigos de la víctima, la gente que la atendió en el hospital, la gente que pasaba en ese momento por la calle, la policía que llegó al lugar de los hechos y detuvo a los acusados...
Se supone que los profesionales que intervinieron en el caso (policía y médicos sobre todo) están bajo juramento y tienen que decir la verdad. El resto (los amigotes y la familia) no están obligados a decir nada que pueda perjudicar a esos dos. Es la parte más divertida, la de las declaraciones de esta gente. Es como un diálogo delirante entre abogados y testigos, en el que a preguntas como: ¿usted llevaba una cazadora tipo bomber esa noche? Se responde, sobreactuando la cara de nosédequémehabla, así: Una cazadora tipo ¿quééé? ¿Usted llevaba el pelo rapado al cero esa noche? Puede ser, pero ahora lo llevo más largo.
Pienso que los abogados de la defensa son coachers de escuela de teatro y pienso que se lo podían haber currado más, la verdad. También pienso que menudos zotes los amigos de los acusados, ahí, todos repeinados y con chapitas encima de los logos Fred Perry de los polos que me llevan.
Por fin acaban las vistas y nos retiran al jurado popular a un hotel a deliberar. Voy para allá en un coche furgón de la policía, pensando que la mitad de los que estábamos allí no habían utilizado en su vida la palabra deliberar. En una primera votación, que lo mató el acusado A está claro. El acusado B, acusado de pasarle el arma, sale inocente por dos votos. Deliberamos un rato. En una seguna votación, sale inocente por un voto. Volvemos a deliberar. La gran duda (para los que votan inocente) se plantea porque, entre todos los testigos, ninguno vio materialmente cómo le pasaba el cuchillo: todos vieron que el acusado B tenía el cuchillo en la mano y, un segundo después, lo tenía el acusado A, pero nadie vio que el acusado B dijera 'eh, toma, un cuchillo para que se lo claves' ni que se lo pasara en un gran momento dramático con una spotlight siguiendo el recorrido del cuchillo de su mano a la mano ejecutora. Los cinco que votan inocente al acusado B, apelan al 'si no lo he visto, no ha pasado' y se creen personas superíntegras (aunque con muy poca capacidad de deducción, quiero decir: el cuchillo estaba en la mano de B, luego estaba en la mano de A, el mismo cuchillo que luego estaba en la garganta del okupa...).
Pues que no, que no y que no.
Son las cinco de la mañana, dos miembros del jurado casi se pegan porque uno le ha llamado tonto a otro y yo estoy dando cabezadas a pesar de los termos de café que una funcionaria del juzgado, que no abre la boca en toda la noche, nos va poniendo delante. Por puro cansancio y viendo lo duras que son las cabezas de algunos y que nos vienen a buscar en tres horas, decidimos irnos a dormir.
Resultado: acusado A-homicida, acusado B-a la calle. ¿Por qué? Porque tenemos sueño y porque el mundo está lleno de santotomases a los que, por muchas pistas que les des, si no lo ven, no lo creen. Santotomases que piensan que son incorruptibles, firmes en sus convicciones absurdas y ciegos, ciegos, ciegos como la justicia.
Luego leí en los periódicos que el caso se había reabierto, que estos dos volvieron a ser juzgados solo por profesionales y que los dos salieron culpables. Y pensé: fíjate, la de termos de café que se podrían haber ahorrado.
El jurado popular, qué cosa más popular, sí.
-Isabel, hay una carta certificada para ti del juzgado número nosécuántos de Barcelona.
-Oh.
Pasa ante mis ojos todo mi historial probablemente delictivo, me pregunto si no será solamente eso y no la vida entera, realmente lo que pasa ante los ojos de uno un segundo antes de morirse y le digo a mi madre: ábrela.
-Pone 'citación'.
Vuelve a pasar ante mis ojos todo mi historial blablablá.
-Pone jurado popular.
-¿Qué?
-Que tienes que pasarte tal día porque has sido elegida para formar parte del jurado popular que se encargará del caso nosécuántos con fulanito y menganito de acusados por el delito número nosécuántos y blablablá.
-¿Qué delito?
-Uno que se cometió con fecha tal.
-¿Pero qué delito es?
-No lo pone.
-Voy a comer mañana.
-Hombre, ya era hora, no vienes nunca.
-¡Pero si estuve antesdeayer!
-...
Me presento en el juzgado el día en el que me han citado. Espero en el pasillo. Me llaman. Entro.
-¿Es usted Sucunza Alfonso, Isabel?
-Sí.
-Soy el juez blablablá, estos son tal y cual de la acusación particular, tal y cual del ajuntament de Barcelona, tal y cual del hospital de la Vall d'Hebró, tal y cual de la defensa particular... Le vamos a hacer unas preguntas.
-Vale.
-Usted es de Pamplona.
-Sí.
-Le deben de gustar los sanfermines.
-Bueno, más de joven que ahora.
-¿Qué hace usted los sábados por la noche?
-Jajaja!
-...
-Perdón, no me esperaba que me preguntara eso.
-¿Qué hace usted los sábados por la noche? y apriete el botón cuando hable que si no el micro no se oye.
-Salgo por ahí, a veces, otras no.
-¿Conoce usted el caso en el que SUPUESTAMENTE un skin SUPUESTAMENTE apuñaló a un SUPUESTAMENTE okupa SUPUESTAMENTE la noche del 17 de agosto SUPUESTAMENTE en plenas fiestas de Gràcia?
Pienso que la noche del 17 de agosto no son SUPUESTAMENTE fiestas de Gràcia, son fiestas de Gràcia y punto, que le ha perdido el papel, al abogado, que probablemente ha visto demasiadas películas... Aprieto el botón y contesto:
-Algo me suena.
-Si usted pudiera elegir ahora, ¿sería antes okupa o skin?
-Ninguna de las dos cosas. (Pienso: qué asco. Pienso: uy, ¿lo he dicho en voz alta? Pienso: Bueno, no tenía apretado el botón. Sonrío para disimular).
-Puede retirarse.
Me retiro al pasillo. Sigue entrando y saliendo gente en la sala. Cuando acaban con todos, salen y dicen:
-Que vuelvan a entral tal, tal y pascual, el resto puede retirarse, gracias por venir.
Entramos tal, tal y pascual y nos dicen que somos el jurado popular que se encargará de dar el veredicto del caso del skin que se SUPUESTAMENTE se cargó al okupa la noche tal de fiestas de Gràcia. Ya no es SUPUESTA la fiesta, se han dado cuenta, menos mal.
En realidad son dos acusados: el que clavó la cosa y el que la compró, la llevaba encima y se la pasó al otro un segundo antes de que la clavara.
Se juzga si el acusado A realmente clavó la cosa, si, en el caso de haberla clavado, lo hizo a propósito y queriendo hacer pupa, y si el acusado B realmente fue quien se la pasó también con intenciones perversas.
Nos pasamos una semana entera yendo por las mañanas al juzgado a oír la misma historia desde distintos puntos de vista: los amigos de los acusados, los amigos de la víctima, la gente que la atendió en el hospital, la gente que pasaba en ese momento por la calle, la policía que llegó al lugar de los hechos y detuvo a los acusados...
Se supone que los profesionales que intervinieron en el caso (policía y médicos sobre todo) están bajo juramento y tienen que decir la verdad. El resto (los amigotes y la familia) no están obligados a decir nada que pueda perjudicar a esos dos. Es la parte más divertida, la de las declaraciones de esta gente. Es como un diálogo delirante entre abogados y testigos, en el que a preguntas como: ¿usted llevaba una cazadora tipo bomber esa noche? Se responde, sobreactuando la cara de nosédequémehabla, así: Una cazadora tipo ¿quééé? ¿Usted llevaba el pelo rapado al cero esa noche? Puede ser, pero ahora lo llevo más largo.
Pienso que los abogados de la defensa son coachers de escuela de teatro y pienso que se lo podían haber currado más, la verdad. También pienso que menudos zotes los amigos de los acusados, ahí, todos repeinados y con chapitas encima de los logos Fred Perry de los polos que me llevan.
Por fin acaban las vistas y nos retiran al jurado popular a un hotel a deliberar. Voy para allá en un coche furgón de la policía, pensando que la mitad de los que estábamos allí no habían utilizado en su vida la palabra deliberar. En una primera votación, que lo mató el acusado A está claro. El acusado B, acusado de pasarle el arma, sale inocente por dos votos. Deliberamos un rato. En una seguna votación, sale inocente por un voto. Volvemos a deliberar. La gran duda (para los que votan inocente) se plantea porque, entre todos los testigos, ninguno vio materialmente cómo le pasaba el cuchillo: todos vieron que el acusado B tenía el cuchillo en la mano y, un segundo después, lo tenía el acusado A, pero nadie vio que el acusado B dijera 'eh, toma, un cuchillo para que se lo claves' ni que se lo pasara en un gran momento dramático con una spotlight siguiendo el recorrido del cuchillo de su mano a la mano ejecutora. Los cinco que votan inocente al acusado B, apelan al 'si no lo he visto, no ha pasado' y se creen personas superíntegras (aunque con muy poca capacidad de deducción, quiero decir: el cuchillo estaba en la mano de B, luego estaba en la mano de A, el mismo cuchillo que luego estaba en la garganta del okupa...).
Pues que no, que no y que no.
Son las cinco de la mañana, dos miembros del jurado casi se pegan porque uno le ha llamado tonto a otro y yo estoy dando cabezadas a pesar de los termos de café que una funcionaria del juzgado, que no abre la boca en toda la noche, nos va poniendo delante. Por puro cansancio y viendo lo duras que son las cabezas de algunos y que nos vienen a buscar en tres horas, decidimos irnos a dormir.
Resultado: acusado A-homicida, acusado B-a la calle. ¿Por qué? Porque tenemos sueño y porque el mundo está lleno de santotomases a los que, por muchas pistas que les des, si no lo ven, no lo creen. Santotomases que piensan que son incorruptibles, firmes en sus convicciones absurdas y ciegos, ciegos, ciegos como la justicia.
Luego leí en los periódicos que el caso se había reabierto, que estos dos volvieron a ser juzgados solo por profesionales y que los dos salieron culpables. Y pensé: fíjate, la de termos de café que se podrían haber ahorrado.
El jurado popular, qué cosa más popular, sí.
dimarts, 24 de gener del 2012
Pero hay que debutar en la vida. No queda más remedio. Y la vida acaba por mandarle a uno sus reclutadores. (...).
Lo más curioso de los chicos como yo es que igual pueden acabar enterrados en el Panthéon que en el cementerio de Thiais, en la división de fusilados. De ellos pueden sacarse héroes o sinvergüenzas. Nadie sabrá que los metieron en malos pasos en contra de su voluntad. A ellos lo que les importaba era su colección de sellos y quedarse tan tranquilos en la plaza de Les Acacias, respirando a bocanadas breves y precisas.
La ronda nocturna. Trilogía de la ocupación. Patrick Modiano.
Lo más curioso de los chicos como yo es que igual pueden acabar enterrados en el Panthéon que en el cementerio de Thiais, en la división de fusilados. De ellos pueden sacarse héroes o sinvergüenzas. Nadie sabrá que los metieron en malos pasos en contra de su voluntad. A ellos lo que les importaba era su colección de sellos y quedarse tan tranquilos en la plaza de Les Acacias, respirando a bocanadas breves y precisas.
La ronda nocturna. Trilogía de la ocupación. Patrick Modiano.
dilluns, 23 de gener del 2012
Pillo un tuit del CCCB que dice que Joanna Bourke ha dicho en la conferencia que está dando ahora mismo:
"La gente que sufre es muy creativa para superar la adversidad".
Yo soy más de pensar que cuando sufres de verdad, todo se vuelve tan absurdo que si consigues llegar a ser creativo en ese momento es porque todo te importa una mierda.
Pero bueno, yo no sé nada.
Otro tuit posterior dice que Bourke después ha dicho esto:
"El dolor físico destierra a las personas a un mundo solitario, fuera del lenguaje."
Y entonces pienso que la conferencia que está dando ahora mismo Joanna Bourke en el CCCB, no tiene ningún sentido.
Y unos tuits después me doy cuenta de que estoy juzgando el todo a base de tomar la parte cuando leo que también ha dicho:
"La fortaleza en el dolor hacía que los pacientes generaran un espacio para construir sentido".
Y me doy cuenta de que las conferencias tuiteadas generan un espacio que exige fortaleza en el dolor si quien las sigue quiere conseguir cosntruir algún sentido.
Voy a hacerme la cena.
diumenge, 22 de gener del 2012
Parlo per telèfon amb l'A., quedem en veure'ns al vespre i em diu que quan era gilipolles em va comprar un regal i que me'l portarà. Arriba l'hora i el regal resulta ser un Rusiñol, "El poble gris" duu de nom. Quan ens acomiadem li dic que el llegiré. Home, ja és per això que te'l regalo, diu. Que hi tinc moltes ganes, vull dir, dic jo. (En tinc moltes ganes o hi tinc moltes ganes?, penso en un d'aquells incisos mentals provocats per l'autoconsciència de la neocatalanitat que tinc unes tres o quatre vegades per conversa habitualment). I ens acomiadem.
Com que allò de les ganes era veritat i com que porto la bossa petita i els llibres, que no m'hi caben, els porto a la mà, faig tot el camí a casa à la Pau Clua, llegint i caminant, caminant però llegint. Obro el Rusiñol a l'atzar i vaig a parar a la pàgina 61. L'AMOR, diu. Ric (ja m'ha dit l'A. que riuria).
Llegeixo:
-I doncs, Josep, de qui porteu dol?
-Que no ho sap? Fa dos mesos que es va morir la de casa. (...)".
En Josep explica que l'última voluntat de la difunta era que ell es tornés a casar de seguida i que ja ho ha fet. Li pregunten si ja s'estimava a la nova. Respon que què es té d'estimar per a casar-se.
Segueixo llegint:
-Però, que no us enamoreu aquí en el poble?
-Vol dir si tenim relacions?
-No sé com dir-vos-ho. Vui dir si abans de casar-vos no us dieu que us estimeu...
-Això ve després!
-Què tan després! Tot ve després en aquest poble! Vui dir si no feu algun petó a la promesa, si no li dieu coses a l'orella, si no l'abraceu, si no li doneu conversa...
-Prou! Ho fem a les que no són per a casar, per aprenentatge. An aquestes ja els en fem de vegades d'això, de petons i abraçades; però no convé fer-ne masses.
-I per què?
-Perquè molts cops ens hi hem de casar per força, i això de casar-se ha de ser una cosa que ha de venir de bon grat. (...) Que ella porti un passament, que si pot dur terres, mellor: que hi hagi bons capítols; que sigui estalviadora; que tingui salut i que no tingui massa gana.
Pujo les escales de casa pensant que jo sempre ho he volgut tot: els petons, les abraçades, dur les terres, els bons capítols. Però també és veritat que sempre tinc molta gana, gana de tot; que l'aprenentatge no acabi mai, que em diguin coses a l'orella, els petons i les abraçades un altre cop, masses, segurament, a més a més.
Entro a casa concloent que com que no només ho vull tot sinò que també acostumo a donar-ho tot, la meva oferta i demanda han estat sempre tremendament coherents. I pensar això em fa sentir bé.
En fi, ja tinc llibre per a després del Modiano. I un bon consell que m'has donat també, A. I això també em fa sentir de meravella perquè era justament això el que em sabia greu perdre'm quan eres gilipolles. Gràcies.
Com que allò de les ganes era veritat i com que porto la bossa petita i els llibres, que no m'hi caben, els porto a la mà, faig tot el camí a casa à la Pau Clua, llegint i caminant, caminant però llegint. Obro el Rusiñol a l'atzar i vaig a parar a la pàgina 61. L'AMOR, diu. Ric (ja m'ha dit l'A. que riuria).
Llegeixo:
-I doncs, Josep, de qui porteu dol?
-Que no ho sap? Fa dos mesos que es va morir la de casa. (...)".
En Josep explica que l'última voluntat de la difunta era que ell es tornés a casar de seguida i que ja ho ha fet. Li pregunten si ja s'estimava a la nova. Respon que què es té d'estimar per a casar-se.
Segueixo llegint:
-Però, que no us enamoreu aquí en el poble?
-Vol dir si tenim relacions?
-No sé com dir-vos-ho. Vui dir si abans de casar-vos no us dieu que us estimeu...
-Això ve després!
-Què tan després! Tot ve després en aquest poble! Vui dir si no feu algun petó a la promesa, si no li dieu coses a l'orella, si no l'abraceu, si no li doneu conversa...
-Prou! Ho fem a les que no són per a casar, per aprenentatge. An aquestes ja els en fem de vegades d'això, de petons i abraçades; però no convé fer-ne masses.
-I per què?
-Perquè molts cops ens hi hem de casar per força, i això de casar-se ha de ser una cosa que ha de venir de bon grat. (...) Que ella porti un passament, que si pot dur terres, mellor: que hi hagi bons capítols; que sigui estalviadora; que tingui salut i que no tingui massa gana.
Pujo les escales de casa pensant que jo sempre ho he volgut tot: els petons, les abraçades, dur les terres, els bons capítols. Però també és veritat que sempre tinc molta gana, gana de tot; que l'aprenentatge no acabi mai, que em diguin coses a l'orella, els petons i les abraçades un altre cop, masses, segurament, a més a més.
Entro a casa concloent que com que no només ho vull tot sinò que també acostumo a donar-ho tot, la meva oferta i demanda han estat sempre tremendament coherents. I pensar això em fa sentir bé.
En fi, ja tinc llibre per a després del Modiano. I un bon consell que m'has donat també, A. I això també em fa sentir de meravella perquè era justament això el que em sabia greu perdre'm quan eres gilipolles. Gràcies.
Con los libros de Modiano me pasa como con esos amigos a los que ves de ciento a viento y, entre medias, tampoco demasiado a menudo, vas hablando por teléfono con ellos. Sale Calle de las tiendas oscuras y me pongo a leerlo y ahí están su voz y sus cosas y sus recuerdos, sobre todo sus recuerdos. Acaba el libro, Modiano se va, y, de vez en cuando, tampoco demasiado a menudo, lo vuelvo a coger de la estantería: llamo por teléfono a Modiano, leo unas páginas, oigo un ratito su voz y reconozco sus cosas y sus recuerdos sobre todo, sí. Al tiempo, sale El café de la juventud perdida, vuelve Modiano, está aquí de visita y su voz suena mucho más fuerte durante unos días. Y aparecen, llegan a materializarse, sus cosas y, sobre todo, sus recuerdos. Modiano vuelve a irse en la última página. Lo llamaré por teléfono tres o cuatro veces más hasta que salga Un pedigrí, previo aviso mediante la nota de prensa de Anagrama que siempre me hace prepararle el sofá porque se quedará a dormir, con su voz, con sus cosas, con sus recuerdos sobre todo, unas cuantas noches, hasta que vuelva a irse para volver, unas cuantas llamadas telefónicas después, con la Trilogía de la ocupación. Y esta vez vuelve más joven. Vuelve como una cuarta parte de la guerra de las galaxias, que es la primera, pero escrita antes de lo que vino después, que tiene mucho más mérito y es mucho más difícil. Y el anuncio de Anagrama me hace pensar si Modiano, su voz, sus cosas y sobre todo, mucho más sobre todo, sus recuerdos ya estarían allí entonces. Y resulta que sí, ¡están! Resulta que Modiano ya había llegado entonces, mucho antes de llegar a mi casa, como acaba de hacer hace un rato para ir directo a estirarse en el sofá. (Le voy a decir que se venga conmigo a la radio este martes).
Caigo en la cuenta, espantado, de que estoy tuberculoso. Tengo que ocultar esta enfermedad intempestiva que me haría aún más popular en todas las chozas de Europa. Las arias jovencitas hallarían en sí una vocación de santa Blandina al verse ante un hombre joven, rico , desesperado, guapo y tuberculoso. Para desalentar a personas de buena voluntad les repito a los periodistas que soy JUDÍO. Por lo tanto, solo me interesan el dinero y la lujuria. A la gente le parezco muy fotogénico: haré muecas infames, me pondré caretas de orangután y me propongo ser ese arquetipo de judío que los arios acudían a ver, allá por 1941 a la exposición zoológica del palacio Berlitz. Les traigo recuerdos a Rabatête y a Bardamu. Sus artículos lujuriosos me compensan de las molestias que me tomo. Por desgracia, ya no lee nadie a esos dos autores. Las revistas de la buena sociedad y la prensa del corazón se empeñan en elogiarme: soy un joven heredero encantador y original. ¿Judío? Como Jesucristo y Albert Einstein. ¿Pasa algo? Sin saber ya a qué recurrir, compro un yate, El Sanedrín, y lo convierto en burdel de lujo. Lo anclo en Montecarlo, en Cannes, en La Baule, en Deauville. Tres altavoces en cada mástil difinden los textos del doctor Bardamu y de Rabatête, mis relaciones públicas favoritos: sí, estoy al frente del contubernio mundial judío a golpe de orgías y de millones. Sí, la guerra de 1939 la declararon por mi culpa. Sí, soy algo así como un Barba Azul, un antropófago que se come a las arias jovencitas después de violarlas. Sí, sueño con arruinar a todos los labriegos franceses y que se vuelva judía toda la comarca del Cantal.
No tardo en cansarme de tanta gesticulación. Me retiro, en compañía del fiel Des Essarts, al Hotel Trianon de Versalles para leer a Saint-Simon. Mi madre se preocupa porque tengo muy mala cara. Le prometo que escribiré una tragicomedia en la que tendrá el papel principal. Luego, la tuberculosis me consumirá tranquilamente. También podría suicidarme. Me lo pienso bien y decido que no tendré un final airoso. Me compararían con el Aguilucho o con Werther.
El lugar de la estrella. Trilogía de la ocupación. Patrick Modiano (Anagrama).
No tardo en cansarme de tanta gesticulación. Me retiro, en compañía del fiel Des Essarts, al Hotel Trianon de Versalles para leer a Saint-Simon. Mi madre se preocupa porque tengo muy mala cara. Le prometo que escribiré una tragicomedia en la que tendrá el papel principal. Luego, la tuberculosis me consumirá tranquilamente. También podría suicidarme. Me lo pienso bien y decido que no tendré un final airoso. Me compararían con el Aguilucho o con Werther.
El lugar de la estrella. Trilogía de la ocupación. Patrick Modiano (Anagrama).
dissabte, 21 de gener del 2012
Veo en este vídeo a los niños de Doble Pletina
y la imagen de ellos con sus guitarras se me junta en el bancal que es mi cabeza con otra calabaza que crece ahí últimamente: la imagen de los guerreros con sus escudos que aparecen en el álbum para colorear de uniformes militares históricos para el cual estoy escribiendo los textos.
Y todo, como siempre, acaba en súplica: por Dios, que no me cierren youtube, que no me cierren wikipedia ahora.
y la imagen de ellos con sus guitarras se me junta en el bancal que es mi cabeza con otra calabaza que crece ahí últimamente: la imagen de los guerreros con sus escudos que aparecen en el álbum para colorear de uniformes militares históricos para el cual estoy escribiendo los textos.
Y todo, como siempre, acaba en súplica: por Dios, que no me cierren youtube, que no me cierren wikipedia ahora.
divendres, 20 de gener del 2012
Me acaban de contar una de esas historias de parejas que se separan después de que uno de ellos descubriera todo el tinglado que el otro tenía montado a sus espaldas.
La gente hace unas cosas tan complicadas...
El tío, sin que ella lo supiera -o precisamente porque ella no lo supiera-, se había metido en un follón de tres pares de narices de esos que, si se le plantean a uno en frío, no escogería nunca. Al hipotético planteamiento de 'mira, puedes llevar tu vida por aquí o la puedes llevar por allí', cualquier persona en su sano juicio respondería: 'por aquí, por aquí.. Por allí, ni loco', pero la cosa es que, sin planteamientos a priori, sin pararse a pensar y haciendo día a día, uno acaba metido hasta las cejas en el por allí (y loco, claro).
No es difícil acabar pensando que, si sin pensar y en muchísimas ocasiones uno acaba en semejantes berenjenales, debe de ser que la naturaleza humana tira para la berenjena. La siguiente pregunta lógica es: ¿por qué nos empeñamos entonces en hacer como que no y en creernos lo contrario para acabar casi invariablemente llevándonos tales soponcios cuando se descubre el pastel?
Y es justo en el momento de preguntarme eso cuando me creo muy lista y magnánima: lista por haber descubierto el verdadero carácter humano, tan bien enterrado bajo tantas capas de cine y de canción romántica; y magnánima porque habiéndolo descubierto, me siento capaz de perdonarlo todo a la voz de 'animalicos...'.
Pero en seguida vuelvo en mí y pienso que ahí está la cosa, que ya basta de animalicos, que alguien con dos dedos de frente y con la cabeza más o menos en su sitio no haría todo el camino hasta el berenjenal: o cortaría por lo sano o intentaría dejarse por un momentito de pasiones y echarle cerebro -¡y pasión también!- a lo que tiene en casa.
Qué harta estoy de estas historias. Desde que vi claro que no quería una parecida para mí, casi no soporto ni que me las cuenten.
La gente hace unas cosas tan complicadas...
El tío, sin que ella lo supiera -o precisamente porque ella no lo supiera-, se había metido en un follón de tres pares de narices de esos que, si se le plantean a uno en frío, no escogería nunca. Al hipotético planteamiento de 'mira, puedes llevar tu vida por aquí o la puedes llevar por allí', cualquier persona en su sano juicio respondería: 'por aquí, por aquí.. Por allí, ni loco', pero la cosa es que, sin planteamientos a priori, sin pararse a pensar y haciendo día a día, uno acaba metido hasta las cejas en el por allí (y loco, claro).
No es difícil acabar pensando que, si sin pensar y en muchísimas ocasiones uno acaba en semejantes berenjenales, debe de ser que la naturaleza humana tira para la berenjena. La siguiente pregunta lógica es: ¿por qué nos empeñamos entonces en hacer como que no y en creernos lo contrario para acabar casi invariablemente llevándonos tales soponcios cuando se descubre el pastel?
Y es justo en el momento de preguntarme eso cuando me creo muy lista y magnánima: lista por haber descubierto el verdadero carácter humano, tan bien enterrado bajo tantas capas de cine y de canción romántica; y magnánima porque habiéndolo descubierto, me siento capaz de perdonarlo todo a la voz de 'animalicos...'.
Pero en seguida vuelvo en mí y pienso que ahí está la cosa, que ya basta de animalicos, que alguien con dos dedos de frente y con la cabeza más o menos en su sitio no haría todo el camino hasta el berenjenal: o cortaría por lo sano o intentaría dejarse por un momentito de pasiones y echarle cerebro -¡y pasión también!- a lo que tiene en casa.
Qué harta estoy de estas historias. Desde que vi claro que no quería una parecida para mí, casi no soporto ni que me las cuenten.
dijous, 19 de gener del 2012
¿Saben el día en que, inesperadamente, dejas de procrastinar y, cuando acabas, piensas 'pues no era para tanto'? Suele acabar siendo un día feliz cuando en realidad simplemente estás recuperando el tiempo perdido de manera vanal y cuando, además, hay un paso previo al meterse en faena: el de darse uno cuenta de que está solo.
Vamos llorando por los rincones por la cosa esta de la soledad, cuando, desde bien pequeños aprendemos a decir 'yo solita, yo solita'. Mis sobrinas de uno para dos y tres para cuatro lo hacen: la de uno para dos, estas Navidades se empeñaba, después de cenar, en ayudarme a llevar los cubiertos de la mesa del salón al fregadero de la cocina.
El fregadero de la cocina cae dos palmos por encima de su cabeza. Si ella estira los brazos, le llegan como mucho un palmo por debajo del fregadero. Pero 'yo solita', decía repitiendo el estribillo que mi hermana le va soltando cuando tiene que subir un escalón, cuando le pide que la coja en brazos y ella va cargada con las bolsas de la compra.
Y mi sobrina estiraba el brazo, estiraba el cuello también, hacía nyyyyy y yo lo hacía también para arrancarle un segundo después el tenedor de la mano, dejarlo sobre la encimera y ponerme a aplaudir al grito de ¡bieeeeen!
Y ella aplaudía también su momento de solo con tenedor y gran esfuerzo de puntillas, pero daba un par de palmas nada más y salía corriendo hacia el salón a por otro tenedor.
Y así hasta ocho.
Y luego las cucharas- Los cuchillos -que eran los de carne, que tienen punta- no.
Dieciséis viajes -los críos son inagotables- y acabó aplaudiendo toda la familia. Toda la familia diciendo ¡bieeeeen! porque María está cada vez más preparada, le falta solo crecer unos cuantos palmos, para estar sola y empezar a preocuparse porque está sola y empezar a procrastinar e invertir el orden del ritual: acabar un día teniendo todos los tenedores sucios encima de la mesa, sentarse en el sofá, leer un rato, fumarse un cigarro, ir a tomar una cerveza con un amigo que te ha dicho que está en el bar de abajo, volver a casa, ponerse el pijama, volver al sofá, leer un rato más, lavarse los dientes, llevar los tenedores al fregadero, fregarlos y dejarlos en el escurridor para, finalmente y solo finalmente, como conclusión y no como condición, soltar: Yo solita. Y no era para tanto. Bien.
Vamos llorando por los rincones por la cosa esta de la soledad, cuando, desde bien pequeños aprendemos a decir 'yo solita, yo solita'. Mis sobrinas de uno para dos y tres para cuatro lo hacen: la de uno para dos, estas Navidades se empeñaba, después de cenar, en ayudarme a llevar los cubiertos de la mesa del salón al fregadero de la cocina.
El fregadero de la cocina cae dos palmos por encima de su cabeza. Si ella estira los brazos, le llegan como mucho un palmo por debajo del fregadero. Pero 'yo solita', decía repitiendo el estribillo que mi hermana le va soltando cuando tiene que subir un escalón, cuando le pide que la coja en brazos y ella va cargada con las bolsas de la compra.
Y mi sobrina estiraba el brazo, estiraba el cuello también, hacía nyyyyy y yo lo hacía también para arrancarle un segundo después el tenedor de la mano, dejarlo sobre la encimera y ponerme a aplaudir al grito de ¡bieeeeen!
Y ella aplaudía también su momento de solo con tenedor y gran esfuerzo de puntillas, pero daba un par de palmas nada más y salía corriendo hacia el salón a por otro tenedor.
Y así hasta ocho.
Y luego las cucharas- Los cuchillos -que eran los de carne, que tienen punta- no.
Dieciséis viajes -los críos son inagotables- y acabó aplaudiendo toda la familia. Toda la familia diciendo ¡bieeeeen! porque María está cada vez más preparada, le falta solo crecer unos cuantos palmos, para estar sola y empezar a preocuparse porque está sola y empezar a procrastinar e invertir el orden del ritual: acabar un día teniendo todos los tenedores sucios encima de la mesa, sentarse en el sofá, leer un rato, fumarse un cigarro, ir a tomar una cerveza con un amigo que te ha dicho que está en el bar de abajo, volver a casa, ponerse el pijama, volver al sofá, leer un rato más, lavarse los dientes, llevar los tenedores al fregadero, fregarlos y dejarlos en el escurridor para, finalmente y solo finalmente, como conclusión y no como condición, soltar: Yo solita. Y no era para tanto. Bien.
Mientras unos van y vienen por el pasillo, coquetean con la política, buscan espejos europeos o de ultramar, y se van a vivir a sitios de plazas enormes, con árboles asegurados por el Ajuntament, a ver si encuentran la ciudad que buscan, sin darse cuenta de que se han ido precisamente a donde la ciudad acaba y que esa ciudad que acaba es un quiero y no puedo que no será nunca y no solo no existe sino que se la han inventado..., va Javier y escribe el libro de Barcelona.
Ayer Tina Gil le decía a Isabel Andújar: los Einstürzende Neubauten son unos tíos alemanes que cogían un martillo se ponían a dar golpes en un bidón y te grababan un disco. E Isabel Andújar pasaba del disco, se quedaba con lo del martillo y, después de hacer un chiste con la hoz, contestaba: Yo toco la zambomba y mis nietos, tantos juguetes que tienen, son felices chocando dos tapas de cacerola
Paseos con mi madre es la memoria en futuro -porque tiempo es lo último que tiene la memoria- del chocar constante de las tapas de cacerola.
Yo ayer estuve hablando un rato con Tina Gil e Isabel Andújar, dos de las zambombas que más y mejor ruido hacen en el libro de Javier.
Tener suerte en la vida era esto. He dormido planchada.
Ayer Tina Gil le decía a Isabel Andújar: los Einstürzende Neubauten son unos tíos alemanes que cogían un martillo se ponían a dar golpes en un bidón y te grababan un disco. E Isabel Andújar pasaba del disco, se quedaba con lo del martillo y, después de hacer un chiste con la hoz, contestaba: Yo toco la zambomba y mis nietos, tantos juguetes que tienen, son felices chocando dos tapas de cacerola
Paseos con mi madre es la memoria en futuro -porque tiempo es lo último que tiene la memoria- del chocar constante de las tapas de cacerola.
Yo ayer estuve hablando un rato con Tina Gil e Isabel Andújar, dos de las zambombas que más y mejor ruido hacen en el libro de Javier.
Tener suerte en la vida era esto. He dormido planchada.
dimarts, 17 de gener del 2012
Esto es como broma, ¿no?
Dos empresas piden voluntarios para trabajar para ellos 'de gratis', que es lo que hacen los voluntarios.
Pero a ver, ¿qué pasa aquí? ¿Qué son estas pobrecitas empresas de telecomunciaciones? ¿Entidades sin ánimo de lucro que han venido para salvarnos a nosotros, pobrecitos catalanoparlantes, de no tener a nadie, persona o cosa, que nos hable en nuestro idioma?
He recuperado la sensación que tuve aquel año que hice de voluntaria por la lengua, que quedaba con mi catalanoberri asignada en la Ovella Negra del Raval, una hora a la semana y las birras nos las pagábamos nosotras. Me pasé el año pensando 'manda huevos que haya tenido que venir yo desde Pamplona a salvar el idioma hablando un ratito cada jueves de lo lejos que está Soria con esta otra señora que acaba de llegar de allá'. Pero ya ven, yo era joven y eixerida y me hacía ilu sentirme un poco parte del plan, me hacía sentir que había entrado un paso más allá de la habitación de invitados, por la que Pérez Andújar dice que pasamos todos los que venimos de fuera. Pero ¿volver a estas alturas -en las que se va diciendo por ahí que no tenemos el aeropuerto más importante de Europa porque no nos dejan, que, si nos dejaran, seríamos algo así como una especie de potencia mundial, que, ahora que nos dejan, vamos a hablar en català en el Parlament Europeu-, volver a estas alturas, digo, a los tiempos de la ikastola en la bajera de la Rotxa pero peor, engañándonos a nostros mismos a golpe de 'yo, por mi Catalunya en català, mato' sabiendo que en realidad lo estamos haciendo en beneficio de dos compañías de teléfono? Vamos, hombre: ¿no hay traductores y locutores profesionales en tot l'Estat? A mi no em donis 'té dos missatges nous' grabado con la alegría ilusa de quien se piensa que le está haciendo un servicio a la Patria; dame un 'el mòbil està apagat o fora de cobertura' de alguien que se está ganando la vida y cobrando a fin de mes.
Hace unos días, en el mismo Ara, Eva Piquer alertaba (y muy bien alertado) de la desaparición del periodismo como oficio por la tendencia esta fantástica y tan de moda ahora a no pagar a quien escribe con la excusa de 'te harás un nombre, ¿te parece poca renumeración?'. Pasa lo mismo con diseñadores, ilutradores y artistas de todo pelo. ¿No hay gente haciendo negocio detrás de todo arte? ¿No hay un comprador potencial detrás de todo smartphone en catalán? Pues que paguen, que se dejen de voluntarios.
Joder, y aquí estoy yo siendo otra vez más papista que el Papa. Manda huevos que haya tenido que venir desde Pamplona para esto.
Dos empresas piden voluntarios para trabajar para ellos 'de gratis', que es lo que hacen los voluntarios.
Pero a ver, ¿qué pasa aquí? ¿Qué son estas pobrecitas empresas de telecomunciaciones? ¿Entidades sin ánimo de lucro que han venido para salvarnos a nosotros, pobrecitos catalanoparlantes, de no tener a nadie, persona o cosa, que nos hable en nuestro idioma?
He recuperado la sensación que tuve aquel año que hice de voluntaria por la lengua, que quedaba con mi catalanoberri asignada en la Ovella Negra del Raval, una hora a la semana y las birras nos las pagábamos nosotras. Me pasé el año pensando 'manda huevos que haya tenido que venir yo desde Pamplona a salvar el idioma hablando un ratito cada jueves de lo lejos que está Soria con esta otra señora que acaba de llegar de allá'. Pero ya ven, yo era joven y eixerida y me hacía ilu sentirme un poco parte del plan, me hacía sentir que había entrado un paso más allá de la habitación de invitados, por la que Pérez Andújar dice que pasamos todos los que venimos de fuera. Pero ¿volver a estas alturas -en las que se va diciendo por ahí que no tenemos el aeropuerto más importante de Europa porque no nos dejan, que, si nos dejaran, seríamos algo así como una especie de potencia mundial, que, ahora que nos dejan, vamos a hablar en català en el Parlament Europeu-, volver a estas alturas, digo, a los tiempos de la ikastola en la bajera de la Rotxa pero peor, engañándonos a nostros mismos a golpe de 'yo, por mi Catalunya en català, mato' sabiendo que en realidad lo estamos haciendo en beneficio de dos compañías de teléfono? Vamos, hombre: ¿no hay traductores y locutores profesionales en tot l'Estat? A mi no em donis 'té dos missatges nous' grabado con la alegría ilusa de quien se piensa que le está haciendo un servicio a la Patria; dame un 'el mòbil està apagat o fora de cobertura' de alguien que se está ganando la vida y cobrando a fin de mes.
Hace unos días, en el mismo Ara, Eva Piquer alertaba (y muy bien alertado) de la desaparición del periodismo como oficio por la tendencia esta fantástica y tan de moda ahora a no pagar a quien escribe con la excusa de 'te harás un nombre, ¿te parece poca renumeración?'. Pasa lo mismo con diseñadores, ilutradores y artistas de todo pelo. ¿No hay gente haciendo negocio detrás de todo arte? ¿No hay un comprador potencial detrás de todo smartphone en catalán? Pues que paguen, que se dejen de voluntarios.
Joder, y aquí estoy yo siendo otra vez más papista que el Papa. Manda huevos que haya tenido que venir desde Pamplona para esto.
dilluns, 16 de gener del 2012
diumenge, 15 de gener del 2012
Joel Joan: "Si el Madrid decidís el pressupost del Barça, seria a Tercera Regional, com el país".
Y meten esta foto para ilustrar el artículo:
Y dicen que además habla de la Acadèmia de Cinema Català, de la independencia, de la televisión actual y de las redes sociales. En realidad habla solo de sí mismo, aunque disimula. Por ejemplo: suelta perlas como esta:
"És el primer projecte que no faig per a benefici propi, és una feina que fas per a uns altres, i això ho necessitava." ("Es el primer proyecto que no hago en beneficio propio y eso, yo lo necesitaba", ¿ven?).
Miren, yo no conozco a Joel Joan, pero un día lo tuve delante en un restaurante: yo intentaba mirar a mi acompañante, que me estaba hablando, pero él estaba justo detrás de él y gesticulaba tanto con el tenedor en la mano, que no podía quitarle los ojos de encima. A la cuarta vez que mi pareja me preguntó ¿me estás escuchando?, no pude disimular más y le dije: es que tienes detrás a Joel Joan mode histriónico: ON, y si yo, como tú tan amorosamente me dices, soy luz, él y está siendo mi agujero negro.
Nos dio la cena.
No sé si es cosa de actores o qué pero yo una vez tuve un novio que lo era y que siempre parecía más concentrado en poner cara de concentración que en lo que yo decía. A veces, cuando acababa de hablar (yo) me tenía que contener las ganas de aplaudirle apasionadamente por su gran interpretación, ahí, con el ceño fruncido, los deditos acariciándose la barbilla y diciendo uhum, uhum, uhum, por la nariz todo el rato. Yo sabía que no había escuchado ni una sola palabra de las que habían salido por mi boca, pero, muy en mi papel de señora tipo Sostres, no me enfadaba nunca, porque él era así y yo lo respetaba en su actoralidad.
Lo dejamos un día, poco después de que, una madrugada, yo me despertara con un dolor de barriga insoportable y él insistiera en seguir con su interpretación de 'estoy profundamente dormido' en vez de hacerme el favor de ir a buscar una farmacia de guardia. De hecho me dejó él porque vio que si no era capaz de ir a buscarme unas aspirinas, debía de ser porque la relación no iba bien. Ya saben: no es que yo sea egoísta, es que algo falla entre nosotros. Y tal.
La gente se pierde en sí misma. Se pierde en sí misma y no solo ya no vuelve sino que piensan 'que me sigan los buenos' y los que no los seguimos, es que no lo somos.
Se me ha ido la olla. Lo que quiero decir es que siempre tengo la impresión de que Joel Joan, más que estar pendiente de lo que pasa con Catalunya, de lo que pasa con el cine en català y de lo que pasa con la televisión actual, está pendiente de hacer la croqueta en un sofá negro justo en el momento en el que le van a hacer la foto.
Si el medio (el medium) es parte del mensaje, el mensaje de Joel Joan es resultón pero pierde peso a cada giro de cabeza, a cada caída de ojos, a cada manotazo en el aire, a cada croqueta espontaneísima, vividísima, intepretadísima, estudiadísima y de perfectísima ejecución que nos regala.
Y meten esta foto para ilustrar el artículo:
Y dicen que además habla de la Acadèmia de Cinema Català, de la independencia, de la televisión actual y de las redes sociales. En realidad habla solo de sí mismo, aunque disimula. Por ejemplo: suelta perlas como esta:
"És el primer projecte que no faig per a benefici propi, és una feina que fas per a uns altres, i això ho necessitava." ("Es el primer proyecto que no hago en beneficio propio y eso, yo lo necesitaba", ¿ven?).
Miren, yo no conozco a Joel Joan, pero un día lo tuve delante en un restaurante: yo intentaba mirar a mi acompañante, que me estaba hablando, pero él estaba justo detrás de él y gesticulaba tanto con el tenedor en la mano, que no podía quitarle los ojos de encima. A la cuarta vez que mi pareja me preguntó ¿me estás escuchando?, no pude disimular más y le dije: es que tienes detrás a Joel Joan mode histriónico: ON, y si yo, como tú tan amorosamente me dices, soy luz, él y está siendo mi agujero negro.
Nos dio la cena.
No sé si es cosa de actores o qué pero yo una vez tuve un novio que lo era y que siempre parecía más concentrado en poner cara de concentración que en lo que yo decía. A veces, cuando acababa de hablar (yo) me tenía que contener las ganas de aplaudirle apasionadamente por su gran interpretación, ahí, con el ceño fruncido, los deditos acariciándose la barbilla y diciendo uhum, uhum, uhum, por la nariz todo el rato. Yo sabía que no había escuchado ni una sola palabra de las que habían salido por mi boca, pero, muy en mi papel de señora tipo Sostres, no me enfadaba nunca, porque él era así y yo lo respetaba en su actoralidad.
Lo dejamos un día, poco después de que, una madrugada, yo me despertara con un dolor de barriga insoportable y él insistiera en seguir con su interpretación de 'estoy profundamente dormido' en vez de hacerme el favor de ir a buscar una farmacia de guardia. De hecho me dejó él porque vio que si no era capaz de ir a buscarme unas aspirinas, debía de ser porque la relación no iba bien. Ya saben: no es que yo sea egoísta, es que algo falla entre nosotros. Y tal.
La gente se pierde en sí misma. Se pierde en sí misma y no solo ya no vuelve sino que piensan 'que me sigan los buenos' y los que no los seguimos, es que no lo somos.
Se me ha ido la olla. Lo que quiero decir es que siempre tengo la impresión de que Joel Joan, más que estar pendiente de lo que pasa con Catalunya, de lo que pasa con el cine en català y de lo que pasa con la televisión actual, está pendiente de hacer la croqueta en un sofá negro justo en el momento en el que le van a hacer la foto.
Si el medio (el medium) es parte del mensaje, el mensaje de Joel Joan es resultón pero pierde peso a cada giro de cabeza, a cada caída de ojos, a cada manotazo en el aire, a cada croqueta espontaneísima, vividísima, intepretadísima, estudiadísima y de perfectísima ejecución que nos regala.
dissabte, 14 de gener del 2012
Una sabe que la cosa está funcionando cuando lee la última entrada del Sostres, piensa vaya gilipollas y, ese día, no llega tarde a trabajar por quedarse en casa escribiendo una entrada en el blog explicando cómo y cuánto de gilipollas es Sostres por pensar eso que piensa.
Creo que estoy consiguiendo dejar de creerme Juana de Arco.
(Martí, no te pongo link trampa hoy. Profilaxis).
Creo que estoy consiguiendo dejar de creerme Juana de Arco.
(Martí, no te pongo link trampa hoy. Profilaxis).
divendres, 13 de gener del 2012
dijous, 12 de gener del 2012
Mearse en el enemigo muerto.
Hola, soldadito americano:
Te vamos a mandar en misión humanitaria a Afganistán. Misión humanitaria, hemos dicho; tendrás que matar talibanes pero con cariño, porque no te queda otro remedio que hacerlo y porque son muy malos. Cuando los mates, nada de alegrarte porque lo has conseguido ni de ponerte muy contento porque el muerto no eres tú. Nada de hacerte una foto haciendo el signo de la victoria con el pie encima del trofeo y nada de fardar con los amigotes por la noche en la cantina, brindando y pavoneándote porque esa tarde hayas matado un talibán así de grande (sobre todo no exageres, que son humanos de tamaño normal tirando a bajito, allí). Nada de inventarte mitos, nada de escribir leyendas: no eres Homero y aunque lo fueras, no te necesitamos para escribir la historia de la Patria, que ya se escribe sola desde el ala oeste de la Casablanca e igual, quién sabe, resulta que eres tú la cara elegida para salir mirando al infinito sobre una bandera de barras y estrellas ondeante, de cortinilla en el próximo film de concienciación del pueblo americano towards its troops, igual eres la cara de todos esos valientes y valientas dispuestos a dejarse la vida allende los mares, aunque no te la hayas acabado de dejar allí y encima te hayas traído contigo en la memoria unas cuantas vidas que ya son muertes de allá. En la memoria, hemos dicho: nada de traértela en fotos del móvil ni en muescas en la culata de la machinegun, que eso es muy peliculero y muy del lejano Oeste y anda que América no ha evolucionado desde entonces para acabar convirtiéndose en los Buenos y, recuerda, los Buenos no nos meamos en los malos, que eso, además de ser de muy mala educación, queda muy feo en los vídeos. Mear queda muy feo, los Buenos no mean; los Buenos matamos pero meamos, no. Matar sí, mear no. Defender al país con gusto sí, pero celebrar los goles no. Tú piensa que mearte en un talibán muerto y luego colgar el víedo por ahí es como meterle los cuernos a tu mujer y luego mandarle una foto del mismo momento en el que la churri te la está mamando, de tu cara sonriente, con los dedicos detrás, haciendo el signo de la victoria. Feo, feo. Que encima luego estas cosas nos cuestan una millonada en La Haya, y hacer que tu país se gaste una millonada en La Haya, eso, no es nada patriótico. Tú tienes que ser un patriota de los que matan pero no mean después. A ver ahora si nos vamos a jugar el heroísmo patrio porque al señorito le haya dado un apretón de vegiga.
Hala, al avión. Buen viaje.
Hola, soldadito americano:
Te vamos a mandar en misión humanitaria a Afganistán. Misión humanitaria, hemos dicho; tendrás que matar talibanes pero con cariño, porque no te queda otro remedio que hacerlo y porque son muy malos. Cuando los mates, nada de alegrarte porque lo has conseguido ni de ponerte muy contento porque el muerto no eres tú. Nada de hacerte una foto haciendo el signo de la victoria con el pie encima del trofeo y nada de fardar con los amigotes por la noche en la cantina, brindando y pavoneándote porque esa tarde hayas matado un talibán así de grande (sobre todo no exageres, que son humanos de tamaño normal tirando a bajito, allí). Nada de inventarte mitos, nada de escribir leyendas: no eres Homero y aunque lo fueras, no te necesitamos para escribir la historia de la Patria, que ya se escribe sola desde el ala oeste de la Casablanca e igual, quién sabe, resulta que eres tú la cara elegida para salir mirando al infinito sobre una bandera de barras y estrellas ondeante, de cortinilla en el próximo film de concienciación del pueblo americano towards its troops, igual eres la cara de todos esos valientes y valientas dispuestos a dejarse la vida allende los mares, aunque no te la hayas acabado de dejar allí y encima te hayas traído contigo en la memoria unas cuantas vidas que ya son muertes de allá. En la memoria, hemos dicho: nada de traértela en fotos del móvil ni en muescas en la culata de la machinegun, que eso es muy peliculero y muy del lejano Oeste y anda que América no ha evolucionado desde entonces para acabar convirtiéndose en los Buenos y, recuerda, los Buenos no nos meamos en los malos, que eso, además de ser de muy mala educación, queda muy feo en los vídeos. Mear queda muy feo, los Buenos no mean; los Buenos matamos pero meamos, no. Matar sí, mear no. Defender al país con gusto sí, pero celebrar los goles no. Tú piensa que mearte en un talibán muerto y luego colgar el víedo por ahí es como meterle los cuernos a tu mujer y luego mandarle una foto del mismo momento en el que la churri te la está mamando, de tu cara sonriente, con los dedicos detrás, haciendo el signo de la victoria. Feo, feo. Que encima luego estas cosas nos cuestan una millonada en La Haya, y hacer que tu país se gaste una millonada en La Haya, eso, no es nada patriótico. Tú tienes que ser un patriota de los que matan pero no mean después. A ver ahora si nos vamos a jugar el heroísmo patrio porque al señorito le haya dado un apretón de vegiga.
Hala, al avión. Buen viaje.
dilluns, 9 de gener del 2012
Dos más el que firma, tres estimats meus junts!
Un lugar llamado Besòs.
Ja està: ja ha estat un gran dia!
Un lugar llamado Besòs.
Ja està: ja ha estat un gran dia!
dijous, 5 de gener del 2012
Estaba yo esta tarde, mientras pasaba la cabalgata por delante de la puerta de la tienda, pensando que mi hermano, Manoli, Antonio y yo somos a los Reyes Magos lo que a Joan Barril son sus negros.
Me ha despistado de este silogismo, que me tenía embobada, Manoli pidiéndole a una clienta el nombre al que le debía reservar unas camisas, haciéndole decir otra vez el nombre que ella le repetía porque no la entendía y sacando por fin la libreta para apuntar el nombre porque si no se le iba a olvidar.
El nombre era Àlex Corretja y la clienta era Martina Klein.
Imagínense la escena: una lluvia de caramelos cayendo de manera intermitente por el hueco de la puerta al interior de la tienda, la música típica (?!) de las cabalgatas de los últimos años, o sea, la batucada, a todo trapo y Martina Klein gritando Àlex Corretja, ÀLEX CORRETJA, À-LEX-CO-RRE-TJA!!, todo a la vez.
La vida es maravillosa.
Luego, he hecho el helicóptero:
2012 Colibrí Macson IS-1, dotado con dos rotores -uno sobre la cabina y el otro en la cola- de una sola pala, tipo percha.
(Si no eres lo que trabajas, estás perdido, que dijo el diablo).
(Foto: Antonio Dorado)
Me ha despistado de este silogismo, que me tenía embobada, Manoli pidiéndole a una clienta el nombre al que le debía reservar unas camisas, haciéndole decir otra vez el nombre que ella le repetía porque no la entendía y sacando por fin la libreta para apuntar el nombre porque si no se le iba a olvidar.
El nombre era Àlex Corretja y la clienta era Martina Klein.
Imagínense la escena: una lluvia de caramelos cayendo de manera intermitente por el hueco de la puerta al interior de la tienda, la música típica (?!) de las cabalgatas de los últimos años, o sea, la batucada, a todo trapo y Martina Klein gritando Àlex Corretja, ÀLEX CORRETJA, À-LEX-CO-RRE-TJA!!, todo a la vez.
La vida es maravillosa.
Luego, he hecho el helicóptero:
2012 Colibrí Macson IS-1, dotado con dos rotores -uno sobre la cabina y el otro en la cola- de una sola pala, tipo percha.
(Si no eres lo que trabajas, estás perdido, que dijo el diablo).
(Foto: Antonio Dorado)
dimecres, 4 de gener del 2012
Empate en Iowa:
Joder, pues claro: son la misma persona.
Borges tenía razón y la prueba más rotunda de ello es que el pueblo -el norteamericano, que es de los más tontitos- se la acaba dando sin tener ni idea de que se la está dando.
De hecho, si el pueblo americano leyera esto de aquí abajo, pensaría que es Dios quien tenía razón, sin pensar que es Borges -igual que Romney y Santorum en América, igual que la Punsoda y Sánchez Piñol aquí- quien se inventa a Dios cada día.
Arrasado el jardín, profanados los cálices y las aras, entraron a caballo los hunos en la biblioteca monástica y rompieron los libros incomprensibles y los vituperaron y los quemaron, acaso temerosos de que las letras encubrieran blasfemias contra su dios, que era una cimitarra de hierro. Ardieron palimpsestos y códices, pero en el corazón de la hoguera, entre la ceniza, perduró casi intacto el libro duodécimo de la Civitas Dei, que narra que Platón enseñó en Atenas que, al cabo de los siglos, todas las cosas recuperarán su estado anterior, y él, en Atenas, ante el mismo auditorio, de nuevo enseñará esa doctrina. El texto que las llamas perdonaron gozó de una veneración especial y quienes lo leyeron y releyeron en esa remota provincia dieron en olvidar que el autor sólo declaró esa doctrina para poder mejor confutarla.Un siglo después, Aureliano, coadjutor de Aquilea, supo que a orillas del Danubio la novísima secta de los monótonos (llamados también anulares) profesaba que la historia es un círculo y que nada es que no haya sido y que no será. En las montañas, la Rueda y la Serpiente habían desplazado a la Cruz. Todos temían, pero todos se confortaban con el rumor de que Juan de Panonia, que se había distinguido por un tratado sobre el séptimo atributo de dios, iba a impugnar tan abominable herejía.
Aureliano deploró esas nuevas, sobre todo la última. Sabía que en materia teológica no hay novedad sin riesgo: luego reflexionó que la tesis de un tiempo circular era demasiado disímil, demasiado asombrosa, para que el riesgo fuera grave. (Las herejías que debemos temer son las que pueden confundirse con la ortodoxia.) Más le dolió la intervención - la intrusión - de Juan de Panonia. Hace dos años, éste había usurpado con su verboso De septima affectiones dei sive de aeternitate un asunto de la especialidad de Aureliano; ahora, como si el problema del tiempo le perteneciera, iba a rectificar, tal vez con argumentos de Procusto, con triacas más temibles que la Serpiente, a los anulares... Esa noche, Aureliano pasó las hojas del antiguo diálogo de Plutarco sobre la cesación de los oráculos; en el párrafo veintinueve, leyó una burla contra los estoicos que defienden un infinito ciclo de mundos, con infinitos soles, lunas, Apolos, Dianas y Poseidones. El hallazgo le pareció un pronóstico favorable; resolvió adelantarse a Juan de Panonia y refutar a los heréticos de la Rueda.
Hay quien busca el amor de una mujer para olvidarse de ella, para no pensar más en ella; Aureliano, parejamente, quería superar a Juan de Panonia para curarse del rencor que éste le infundía, no para hacerle mal. Atemperado por el mero trabajo, por la fabricación de silogismos y la invención de injurias, por los nego y los autem y los nequaquam, pudo olvidar ese rencor. Erigió vastos y casi inextricables períodos, estorbados de incisos, donde la negligencia y el solecismo parecían formas del desdén. De la cacofonía hizo un instrumento. Previó que Juan fulminaría a los anulares con gravedad profética; optó, para no coincidir con él, por el escarnio. Agustín había escrito que Jesús es la vía recta que nos salva del laberinto circular en que andan los impíos; Aureliano, laboriosamente trivial, los equiparó con Ixión, con el hígado de Prometeo; con Sísifo, con aquel rey de Tebas que vio dos soles; con la tartamudez, con loros, con espejos, con ecos, con mulas de noria y con silogismos bicornutos. (Las fábulas gentílicas perduraban, rebajadas a adornos.) Como todo poseedor de una biblioteca, Aureliano se sabía culpable de no conocerla hasta el fin; esa controversia le permitió cumplir con muchos libros que parecían reprocharle su incuria. Así pudo engastar un pasaje de la obra De principiis de Orígenes, donde se niega que Judas Iscariote volverá a vender al Señor, y otro de los Academica priora de Cicerón, en el que éste se burla de quienes sueñan mientras él conversa con Lúculo, otros Lúculos y otros Cicerones, en número infinito, dicen puntualmente lo mismo, en infinitos mundos iguales. Además esgrimió contra los monótonos el texto de Plutarco y denunció lo escandaloso de que a un idólatra le valiera más el lumen naturae que a ellos la palabra de Dios. Nueve días le tomó ese trabajo; el décimo, le fue remitido un traslado de la refutación de Juan de Panonia.
Era casi irrisoriamente breve; Aureliano la miró con desdén y luego con temor. La primera parte glosaba los versículos terminales del noveno capítulo de la Epístola a los Hebreos, donde se dice que Jesús no fue sacrificado muchas veces desde el principio del mundo, sino ahora una vez en la consumación de los siglos. La segunda alegaba el precepto bíblico sobre las vanas repeticiones de los gentiles (Mateo 6:7) y aquel pasaje del séptimo libro de Plinio, que pondera que en el dilatado universo no hay dos caras iguales. Juan de Panonia declaraba que tampoco hay dos almas y que el pecador más vil es precioso como la sangre que por él vertió Jesucristo. El acto de un solo hombre (afirmó) pesa más que los nueve cielos concentricos y trasoñar que puede perderse y volver es una aparatosa frivolidad. El tiempo no rehace lo que perdemos; la eternidad lo guarda para la gloria y también para el fuego. El tratado era límpido, universal; no parecía redactado por una persona concreta, sino por cualquier hombre o, quizá, por todos los hombres.
Aureliano sintió una humillación casi física. Pensó destruir o reformar su propio trabajo; luego, con rencorosa probidad, lo mandó a Roma sin modificar una letra. Meses después, cuando se juntó con el concilio de Pérgamo, el teólogo encargado de impugnar los errores de los monótonos fue (previsiblemente) Juan de Panonia; su docta y mesurada refutación bastó para que Euforbo, heresiarca, fuera condenado a la hoguera. Esto ha ocurrido y volverá a ocurrir, dijo Euforbo. No encendéis una pira, encendéis un laberinto de fuego. Si aquí se unieran toda las hogueras que he sido, no cabrían en la Tierra y quedarían ciegos los ángeles. Esto lo dije muchas veces. Después gritó, porque lo alcanzaron las llamas.
Cayó la Rueda ante la Cruz (1), pero Aureliano y Juan prosiguieron su batalla secreta. Militaban los dos en el mismo ejército, anhelaban el mismo galardón, guerreaban con el mismo Enemigo, pero Aureliano no escribió una palabra que inconfesablemente no propendiera a superar a Juan. Su duelo fue invisible; si los copiosos índices no me engañan, no figura una sola vez el nombre del otro en los muchos volúmenes de Aureliano que atesora la Patrología de Migne. (De las obras de Juan, sólo han perdurado veinte palabras.) Los dos desaprobaron los anatemas del segundo concilio de Constantinopla; los dos persiguieron a los arrianos, que negaban la generación eterna del Hijo; los dos atestiguaron la ortodoxia de la Topographia christiana de Cosmas, que enseña que la Tierra es cuadrangular, como el tabernáculo hebreo. Desgraciadamente, por los cuatro ángulos de la tierra cundió otra tempestuosa herejía. Oriunda del Egipto o del Asia (porque los testimonios difieren y Bousset no quiere admitir las razones de Harnack), infestó las provincias orientales y erigió santuarios en Macedonia, en Cartago y en Tréveris. Pareció estar en todas partes; se dijo que en la diócesis de Britania habían sido invertidos los crucifijos y que a la imagen del señor, en Cesárea, la había suplantado un espejo. El espejo y el óbolo eran emblemas de los nuevos cismáticos.
La historia los conoce por muchos nombres (especulares, abismales, cainitas), pero de todos el más recibido es histriones, que Aureliano les dio y que ellos con atrevimiento adoptaron. En Frigia les dijeron simulacros, y también en Dardania. Juan Damasceno los llamó formas; justo es advertir que el pasaje ha sido rechazado por Erfjord. No hay heresiólogo que con estupor no refiera sus desaforadas costumbres. Muchos histriones profesaron el ascetismo; alguno se mutiló, como Orígenes; otros moraron bajo tierra, en las cloacas; otros se arrancaron los ojos; otros (los nabucodonosores de Nitria) "pacían como los bueyes y su pelo crecía como de águila". De la mortificación y el rigor pasaban, muchas veces, al crimen; ciertas comunidades toleraban el robo; otras, el homicidio; otras, la sodomía, el incesto y la bestialidad. Todas eran blasfemas; no sólo maldecían del Dios cristiano, sino de las arcanas divinidades de su propio panteón. Maquinaron libros sagrados, cuya desaparición deploraban los doctos. Sir Thomas Browne, hacia 1658, escribió "El tiempo ha aniquilado los ambiciosos Evangelios Histriónicos, no las Injurias con que se fustigó su Impiedad"; Erfjord ha sugerido que esas "injurias"(que preserva un códice griego) son los evangelios perdidos. Ello es incomprensible, si ignoramos la cosmología de los histriones.
En los libros herméticos está escrito que lo que hay abajo es igual a lo que hay arriba, y lo que hay arriba, igual a lo que hay abajo; en el Zohar, que el mundo inferior es reflejo del superior. Los histriones fundaron su doctrina sobre una perversión de esa idea. Invocaron a Mateo 6:12 ("perdónanos nuestras deudas, como nosotros perdonamos a nuestros deudores") y 11:12 ("el reino de los cielos padece fuerza") para demostrar que la Tierra influye en el cielo, y a I Corintios 13:12 ("vemos ahora por espejo, en oscuridad") para demostrar que todo lo que vemos es falso. Quizá contaminados por los monótonos, imaginaron que todo hombre es dos hombres y que el verdadero es el otro, el que está en el cielo. También imaginaron que nuestros actos proyectan en reflejo invertido, de suerte que si velamos, el otro duerme; si fornicamos, el otro es casto; si robamos, el otro es generoso. Muertos, nos uniremos a él y seremos él. (Algún eco de esas doctrinas perduró en Bloy.) Otros histriones discurrieron que el mundo concluiría cuando se agotara la cifra de sus posibilidades: ya que no puede haber repeticiones, el justo debe eliminar (cometer) los actos más infames, para que éstos no manchen el porvenir y para acelerar el advenimiento del reino de Jesús. Ese artículo fue negado por otras sectas, que defendieron que la historia del mundo debe cumplirse en cada hombre. Los más, como Pitágoras, deberán transmigrar por muchos cuerpos antes de obtener su liberación; algunos, los proteicos, "en el término de una sola vida, son leones, son dragones, son jabalíes, son agua y son un árbol". Demóstenes refiere la purificación por el fango a que eran sometidos los iniciados en los misterios órficos; los proteicos, analógicamente, buscaron la purificación por el mal. Entendieron, como Carpócrates, que nadie saldrá de la cárcel hasta pagar el último óbolo (Lucas 12:59), y solían embaucar a los penitentes con este otro versículo: "Yo he venido para que tenga vida los hombres y para que la tengan en abundancia"(Juan 10:10). También decían que no ser un malvado es una soberbia satánica... Muchas y divergentes mitologías urdieron los histriones; unos predicaron el ascetismo; otros la licencia, todos la confusión. Teopompo, histrión de Berenice, negó todas las fábulas: dijo que cada hombre es un órgano que proyecta la divinidad para sentir el mundo.
Los herejes de la diócesis de Aureliano eran de los que afirmaban que el tiempo no tolera repeticiones, no de los que afirmaban que todo acto se refleja en el cielo. Esa circunstancia era rara; en un informe a las autoridades romanas, Aureliano la mencionó. El prelado que recibiría el informe era confesor de la emperatriz; nadie ignoraba que ese ministerio exigente le vedaba las íntimas delicias de la teología especulativa. Su secretario - antiguo colaborador de Juan de Panonia, ahora enemistado con él - gozaba de renombre de puntualísimo inquisidor de heterodoxias; Aureliano agregó una exposición de la herejía histriónica, tal como ésta se daba en los conventículos de Genua y de Aquilea. Redactó unos párrafos: cuando quiso escribir la tesis atroz de que no hay dos instantes iguales, su pluma se detuvo. No dio con la fórmula necesaria: las admoniciones de la nueva doctrina ("¿Quieres ver lo que no vieron ojos humanos? Mira la luna ¿Quieres oír lo que los oídos no oyeron? Oye el grito del pájaro. ¿Quieres tocar lo que no tocaron las manos? Toca la tierra. Verdaderamente digo que Dios está por crear el mundo") eran harto afectadas y metafóricas para la transcripción. De pronto, una oración de veinte palabras se presentó a su espíritu. La escribió, gozoso; inmediatamente después, lo inquietó la sospecha de que era ajena. Al día siguiente, recordó que la había leído hacía muchos años en el Adversus annulares que compuso Juan de Panonia. Verificó la cita; ahí estaba. La incertidumbre lo atormentó. Variar o suprimir esas palabras era debilitar la expresión; dejarlas, era plagiar a un hombre que aborrecía; indicar la fuente, era denunciarlo. Imploró el socorro divino. Hacia el principio del segundo crepúsculo, el ángel de su guarda le dictó una solución intermedia. Aureliano conservó las palabras, pero les antepuso este aviso: Lo que ladran ahora los heresiarcas para confusión de la fe, lo dijo en este siglo un varón doctísimo, con más ligereza que culpa. Después, ocurrió lo temido, lo esperado, lo inevitable. Aureliano tuvo que declarar quién era ese varón; Juan de Panonia fue acusado de profesar opiniones heréticas.
Cuatro meses después, un herrero del Aventino, alucinado por los engaños de los histriones, cargó sobre los hombros de su hijito una gran esfera de hierro, para que su doble volara. El niño murió; el horror engendrado por ese crimen impuso una intachable severidad a los jueces de Juan. Éste no quiso retractarse; repitió que negar su proposición era incurrir en la pestilencial herejía de los monótonos. No entendió (No quiso entender) que hablar de los monótonos era hablar de los ya olvidado. Con insistencia algo senil, prodigó los períodos más brillantes de sus viejas polémicas; los jueces ni siquiera oían lo que los arrebató alguna vez. En lugar de tratar de purificarse de la más leve mácula de histrionismo, se esforzó en demostrar que la proposición de que lo acusaban era rigurosamente heterodoxa. Discutió con los hombres cuyo fallo dependía su suerte y cometió la máxima torpeza de hacerlo con ingenio y con ironía. El 26 de octubre, al cabo de una discusión que duró tres días y tres noches, lo sentenciaron a morir en la hoguera.
Aureliano presenció la ejecución, porque no hacerlo era confesarse culpable. El lugar del suplicio era una colina, en cuya verde cumbre había un palo, hincado profundamente en el suelo, y en torno muchos haces de leña. Un ministro leyó la sentencia del tribunal. Bajo el sol de las doce, Juan de Panonia yacía con la cara en el polvo, lanzando bestiales aullidos. Arañaba la tierra, pero los verdugos lo arrancaron, lo desnudaron y por fin lo amarraron a la picota. En la cabeza le pusieron una corona de paja untada en azufre; al lado, un ejemplar del pestilente Adversus annulares. Había llovido la noche anterior y la leña ardía mal. Juan de Panonia rezó en griego y luego en un idioma desconocido. La hoguera iba a llevárselo, cuando Aureliano se atrevió a alzar los ojos. Ls ráfagas ardientes se detuvieron; Aureliano vio por primera y última vez el rostro del odiado: Le recordó el de alguien, pero no pudo precisar el de quién. Después, las llamas lo perdieron; después gritó y fue como si un incendio gritara.
Plutarco ha referido que Julio César lloró la muerte de Pompeyo; Aureliano no lloró la de Juan, pero sintió lo que sentía un hombre curado de una enfermedad incurable, que ya fuera una parte de su vida. En Aquilea, en Éfeso, en Macedonia dejó que sobre él pasaran los años. Buscó los arduos límites del Imperio, las torpes ciénagas y los contemplativos desiertos, para que lo ayudara la soledad a entender su destino. En una celda mauritana, en la noche cargada de leones, repensó la compleja acusación contra Juan de Panonia y justificó, por enésima vez, el dictamen. Más le costó justificar su tortuosa denuncia. En Rusaddir predicó el anacrónico sermón Luz de las luces encendida en la carne de un réprobo. En Hibernia, en una de las chozas de un monasterio cercado por la selva, lo sorprendió una noche, hacia el alba, el rumor de la lluvia. Recordó una noche romana en que lo había sorprendido, también, ese minucioso rumor. Un rayo, al mediodía, incendió los árboles y Aureliano pudo morir como había muerto Juan.
El final de la historia sólo es referible en metáfora, ya que pasa en el reino de los cielos, donde no hay tiempo. Tal vez cabría decir que Aureliano conversó con Dios y que Éste se interesa tan poco en diferencias religiosas que lo tomó por Juan de Panonia. Ello, sin embargo, insinuaría una confusión de la mente divina. Más correcto es decir que en el paraíso, Aureliano supo que para la insondable divinidad, él y Juan de Panonia ( el ortodoxo y el hereje, el aborrecedor y el aborrecido, el acusador y la víctima) formaban una sola persona.
Los teólogos, cuento de Jorge Luis Borges
Joder, pues claro: son la misma persona.
Borges tenía razón y la prueba más rotunda de ello es que el pueblo -el norteamericano, que es de los más tontitos- se la acaba dando sin tener ni idea de que se la está dando.
De hecho, si el pueblo americano leyera esto de aquí abajo, pensaría que es Dios quien tenía razón, sin pensar que es Borges -igual que Romney y Santorum en América, igual que la Punsoda y Sánchez Piñol aquí- quien se inventa a Dios cada día.
Arrasado el jardín, profanados los cálices y las aras, entraron a caballo los hunos en la biblioteca monástica y rompieron los libros incomprensibles y los vituperaron y los quemaron, acaso temerosos de que las letras encubrieran blasfemias contra su dios, que era una cimitarra de hierro. Ardieron palimpsestos y códices, pero en el corazón de la hoguera, entre la ceniza, perduró casi intacto el libro duodécimo de la Civitas Dei, que narra que Platón enseñó en Atenas que, al cabo de los siglos, todas las cosas recuperarán su estado anterior, y él, en Atenas, ante el mismo auditorio, de nuevo enseñará esa doctrina. El texto que las llamas perdonaron gozó de una veneración especial y quienes lo leyeron y releyeron en esa remota provincia dieron en olvidar que el autor sólo declaró esa doctrina para poder mejor confutarla.Un siglo después, Aureliano, coadjutor de Aquilea, supo que a orillas del Danubio la novísima secta de los monótonos (llamados también anulares) profesaba que la historia es un círculo y que nada es que no haya sido y que no será. En las montañas, la Rueda y la Serpiente habían desplazado a la Cruz. Todos temían, pero todos se confortaban con el rumor de que Juan de Panonia, que se había distinguido por un tratado sobre el séptimo atributo de dios, iba a impugnar tan abominable herejía.
Aureliano deploró esas nuevas, sobre todo la última. Sabía que en materia teológica no hay novedad sin riesgo: luego reflexionó que la tesis de un tiempo circular era demasiado disímil, demasiado asombrosa, para que el riesgo fuera grave. (Las herejías que debemos temer son las que pueden confundirse con la ortodoxia.) Más le dolió la intervención - la intrusión - de Juan de Panonia. Hace dos años, éste había usurpado con su verboso De septima affectiones dei sive de aeternitate un asunto de la especialidad de Aureliano; ahora, como si el problema del tiempo le perteneciera, iba a rectificar, tal vez con argumentos de Procusto, con triacas más temibles que la Serpiente, a los anulares... Esa noche, Aureliano pasó las hojas del antiguo diálogo de Plutarco sobre la cesación de los oráculos; en el párrafo veintinueve, leyó una burla contra los estoicos que defienden un infinito ciclo de mundos, con infinitos soles, lunas, Apolos, Dianas y Poseidones. El hallazgo le pareció un pronóstico favorable; resolvió adelantarse a Juan de Panonia y refutar a los heréticos de la Rueda.
Hay quien busca el amor de una mujer para olvidarse de ella, para no pensar más en ella; Aureliano, parejamente, quería superar a Juan de Panonia para curarse del rencor que éste le infundía, no para hacerle mal. Atemperado por el mero trabajo, por la fabricación de silogismos y la invención de injurias, por los nego y los autem y los nequaquam, pudo olvidar ese rencor. Erigió vastos y casi inextricables períodos, estorbados de incisos, donde la negligencia y el solecismo parecían formas del desdén. De la cacofonía hizo un instrumento. Previó que Juan fulminaría a los anulares con gravedad profética; optó, para no coincidir con él, por el escarnio. Agustín había escrito que Jesús es la vía recta que nos salva del laberinto circular en que andan los impíos; Aureliano, laboriosamente trivial, los equiparó con Ixión, con el hígado de Prometeo; con Sísifo, con aquel rey de Tebas que vio dos soles; con la tartamudez, con loros, con espejos, con ecos, con mulas de noria y con silogismos bicornutos. (Las fábulas gentílicas perduraban, rebajadas a adornos.) Como todo poseedor de una biblioteca, Aureliano se sabía culpable de no conocerla hasta el fin; esa controversia le permitió cumplir con muchos libros que parecían reprocharle su incuria. Así pudo engastar un pasaje de la obra De principiis de Orígenes, donde se niega que Judas Iscariote volverá a vender al Señor, y otro de los Academica priora de Cicerón, en el que éste se burla de quienes sueñan mientras él conversa con Lúculo, otros Lúculos y otros Cicerones, en número infinito, dicen puntualmente lo mismo, en infinitos mundos iguales. Además esgrimió contra los monótonos el texto de Plutarco y denunció lo escandaloso de que a un idólatra le valiera más el lumen naturae que a ellos la palabra de Dios. Nueve días le tomó ese trabajo; el décimo, le fue remitido un traslado de la refutación de Juan de Panonia.
Era casi irrisoriamente breve; Aureliano la miró con desdén y luego con temor. La primera parte glosaba los versículos terminales del noveno capítulo de la Epístola a los Hebreos, donde se dice que Jesús no fue sacrificado muchas veces desde el principio del mundo, sino ahora una vez en la consumación de los siglos. La segunda alegaba el precepto bíblico sobre las vanas repeticiones de los gentiles (Mateo 6:7) y aquel pasaje del séptimo libro de Plinio, que pondera que en el dilatado universo no hay dos caras iguales. Juan de Panonia declaraba que tampoco hay dos almas y que el pecador más vil es precioso como la sangre que por él vertió Jesucristo. El acto de un solo hombre (afirmó) pesa más que los nueve cielos concentricos y trasoñar que puede perderse y volver es una aparatosa frivolidad. El tiempo no rehace lo que perdemos; la eternidad lo guarda para la gloria y también para el fuego. El tratado era límpido, universal; no parecía redactado por una persona concreta, sino por cualquier hombre o, quizá, por todos los hombres.
Aureliano sintió una humillación casi física. Pensó destruir o reformar su propio trabajo; luego, con rencorosa probidad, lo mandó a Roma sin modificar una letra. Meses después, cuando se juntó con el concilio de Pérgamo, el teólogo encargado de impugnar los errores de los monótonos fue (previsiblemente) Juan de Panonia; su docta y mesurada refutación bastó para que Euforbo, heresiarca, fuera condenado a la hoguera. Esto ha ocurrido y volverá a ocurrir, dijo Euforbo. No encendéis una pira, encendéis un laberinto de fuego. Si aquí se unieran toda las hogueras que he sido, no cabrían en la Tierra y quedarían ciegos los ángeles. Esto lo dije muchas veces. Después gritó, porque lo alcanzaron las llamas.
Cayó la Rueda ante la Cruz (1), pero Aureliano y Juan prosiguieron su batalla secreta. Militaban los dos en el mismo ejército, anhelaban el mismo galardón, guerreaban con el mismo Enemigo, pero Aureliano no escribió una palabra que inconfesablemente no propendiera a superar a Juan. Su duelo fue invisible; si los copiosos índices no me engañan, no figura una sola vez el nombre del otro en los muchos volúmenes de Aureliano que atesora la Patrología de Migne. (De las obras de Juan, sólo han perdurado veinte palabras.) Los dos desaprobaron los anatemas del segundo concilio de Constantinopla; los dos persiguieron a los arrianos, que negaban la generación eterna del Hijo; los dos atestiguaron la ortodoxia de la Topographia christiana de Cosmas, que enseña que la Tierra es cuadrangular, como el tabernáculo hebreo. Desgraciadamente, por los cuatro ángulos de la tierra cundió otra tempestuosa herejía. Oriunda del Egipto o del Asia (porque los testimonios difieren y Bousset no quiere admitir las razones de Harnack), infestó las provincias orientales y erigió santuarios en Macedonia, en Cartago y en Tréveris. Pareció estar en todas partes; se dijo que en la diócesis de Britania habían sido invertidos los crucifijos y que a la imagen del señor, en Cesárea, la había suplantado un espejo. El espejo y el óbolo eran emblemas de los nuevos cismáticos.
La historia los conoce por muchos nombres (especulares, abismales, cainitas), pero de todos el más recibido es histriones, que Aureliano les dio y que ellos con atrevimiento adoptaron. En Frigia les dijeron simulacros, y también en Dardania. Juan Damasceno los llamó formas; justo es advertir que el pasaje ha sido rechazado por Erfjord. No hay heresiólogo que con estupor no refiera sus desaforadas costumbres. Muchos histriones profesaron el ascetismo; alguno se mutiló, como Orígenes; otros moraron bajo tierra, en las cloacas; otros se arrancaron los ojos; otros (los nabucodonosores de Nitria) "pacían como los bueyes y su pelo crecía como de águila". De la mortificación y el rigor pasaban, muchas veces, al crimen; ciertas comunidades toleraban el robo; otras, el homicidio; otras, la sodomía, el incesto y la bestialidad. Todas eran blasfemas; no sólo maldecían del Dios cristiano, sino de las arcanas divinidades de su propio panteón. Maquinaron libros sagrados, cuya desaparición deploraban los doctos. Sir Thomas Browne, hacia 1658, escribió "El tiempo ha aniquilado los ambiciosos Evangelios Histriónicos, no las Injurias con que se fustigó su Impiedad"; Erfjord ha sugerido que esas "injurias"(que preserva un códice griego) son los evangelios perdidos. Ello es incomprensible, si ignoramos la cosmología de los histriones.
En los libros herméticos está escrito que lo que hay abajo es igual a lo que hay arriba, y lo que hay arriba, igual a lo que hay abajo; en el Zohar, que el mundo inferior es reflejo del superior. Los histriones fundaron su doctrina sobre una perversión de esa idea. Invocaron a Mateo 6:12 ("perdónanos nuestras deudas, como nosotros perdonamos a nuestros deudores") y 11:12 ("el reino de los cielos padece fuerza") para demostrar que la Tierra influye en el cielo, y a I Corintios 13:12 ("vemos ahora por espejo, en oscuridad") para demostrar que todo lo que vemos es falso. Quizá contaminados por los monótonos, imaginaron que todo hombre es dos hombres y que el verdadero es el otro, el que está en el cielo. También imaginaron que nuestros actos proyectan en reflejo invertido, de suerte que si velamos, el otro duerme; si fornicamos, el otro es casto; si robamos, el otro es generoso. Muertos, nos uniremos a él y seremos él. (Algún eco de esas doctrinas perduró en Bloy.) Otros histriones discurrieron que el mundo concluiría cuando se agotara la cifra de sus posibilidades: ya que no puede haber repeticiones, el justo debe eliminar (cometer) los actos más infames, para que éstos no manchen el porvenir y para acelerar el advenimiento del reino de Jesús. Ese artículo fue negado por otras sectas, que defendieron que la historia del mundo debe cumplirse en cada hombre. Los más, como Pitágoras, deberán transmigrar por muchos cuerpos antes de obtener su liberación; algunos, los proteicos, "en el término de una sola vida, son leones, son dragones, son jabalíes, son agua y son un árbol". Demóstenes refiere la purificación por el fango a que eran sometidos los iniciados en los misterios órficos; los proteicos, analógicamente, buscaron la purificación por el mal. Entendieron, como Carpócrates, que nadie saldrá de la cárcel hasta pagar el último óbolo (Lucas 12:59), y solían embaucar a los penitentes con este otro versículo: "Yo he venido para que tenga vida los hombres y para que la tengan en abundancia"(Juan 10:10). También decían que no ser un malvado es una soberbia satánica... Muchas y divergentes mitologías urdieron los histriones; unos predicaron el ascetismo; otros la licencia, todos la confusión. Teopompo, histrión de Berenice, negó todas las fábulas: dijo que cada hombre es un órgano que proyecta la divinidad para sentir el mundo.
Los herejes de la diócesis de Aureliano eran de los que afirmaban que el tiempo no tolera repeticiones, no de los que afirmaban que todo acto se refleja en el cielo. Esa circunstancia era rara; en un informe a las autoridades romanas, Aureliano la mencionó. El prelado que recibiría el informe era confesor de la emperatriz; nadie ignoraba que ese ministerio exigente le vedaba las íntimas delicias de la teología especulativa. Su secretario - antiguo colaborador de Juan de Panonia, ahora enemistado con él - gozaba de renombre de puntualísimo inquisidor de heterodoxias; Aureliano agregó una exposición de la herejía histriónica, tal como ésta se daba en los conventículos de Genua y de Aquilea. Redactó unos párrafos: cuando quiso escribir la tesis atroz de que no hay dos instantes iguales, su pluma se detuvo. No dio con la fórmula necesaria: las admoniciones de la nueva doctrina ("¿Quieres ver lo que no vieron ojos humanos? Mira la luna ¿Quieres oír lo que los oídos no oyeron? Oye el grito del pájaro. ¿Quieres tocar lo que no tocaron las manos? Toca la tierra. Verdaderamente digo que Dios está por crear el mundo") eran harto afectadas y metafóricas para la transcripción. De pronto, una oración de veinte palabras se presentó a su espíritu. La escribió, gozoso; inmediatamente después, lo inquietó la sospecha de que era ajena. Al día siguiente, recordó que la había leído hacía muchos años en el Adversus annulares que compuso Juan de Panonia. Verificó la cita; ahí estaba. La incertidumbre lo atormentó. Variar o suprimir esas palabras era debilitar la expresión; dejarlas, era plagiar a un hombre que aborrecía; indicar la fuente, era denunciarlo. Imploró el socorro divino. Hacia el principio del segundo crepúsculo, el ángel de su guarda le dictó una solución intermedia. Aureliano conservó las palabras, pero les antepuso este aviso: Lo que ladran ahora los heresiarcas para confusión de la fe, lo dijo en este siglo un varón doctísimo, con más ligereza que culpa. Después, ocurrió lo temido, lo esperado, lo inevitable. Aureliano tuvo que declarar quién era ese varón; Juan de Panonia fue acusado de profesar opiniones heréticas.
Cuatro meses después, un herrero del Aventino, alucinado por los engaños de los histriones, cargó sobre los hombros de su hijito una gran esfera de hierro, para que su doble volara. El niño murió; el horror engendrado por ese crimen impuso una intachable severidad a los jueces de Juan. Éste no quiso retractarse; repitió que negar su proposición era incurrir en la pestilencial herejía de los monótonos. No entendió (No quiso entender) que hablar de los monótonos era hablar de los ya olvidado. Con insistencia algo senil, prodigó los períodos más brillantes de sus viejas polémicas; los jueces ni siquiera oían lo que los arrebató alguna vez. En lugar de tratar de purificarse de la más leve mácula de histrionismo, se esforzó en demostrar que la proposición de que lo acusaban era rigurosamente heterodoxa. Discutió con los hombres cuyo fallo dependía su suerte y cometió la máxima torpeza de hacerlo con ingenio y con ironía. El 26 de octubre, al cabo de una discusión que duró tres días y tres noches, lo sentenciaron a morir en la hoguera.
Aureliano presenció la ejecución, porque no hacerlo era confesarse culpable. El lugar del suplicio era una colina, en cuya verde cumbre había un palo, hincado profundamente en el suelo, y en torno muchos haces de leña. Un ministro leyó la sentencia del tribunal. Bajo el sol de las doce, Juan de Panonia yacía con la cara en el polvo, lanzando bestiales aullidos. Arañaba la tierra, pero los verdugos lo arrancaron, lo desnudaron y por fin lo amarraron a la picota. En la cabeza le pusieron una corona de paja untada en azufre; al lado, un ejemplar del pestilente Adversus annulares. Había llovido la noche anterior y la leña ardía mal. Juan de Panonia rezó en griego y luego en un idioma desconocido. La hoguera iba a llevárselo, cuando Aureliano se atrevió a alzar los ojos. Ls ráfagas ardientes se detuvieron; Aureliano vio por primera y última vez el rostro del odiado: Le recordó el de alguien, pero no pudo precisar el de quién. Después, las llamas lo perdieron; después gritó y fue como si un incendio gritara.
Plutarco ha referido que Julio César lloró la muerte de Pompeyo; Aureliano no lloró la de Juan, pero sintió lo que sentía un hombre curado de una enfermedad incurable, que ya fuera una parte de su vida. En Aquilea, en Éfeso, en Macedonia dejó que sobre él pasaran los años. Buscó los arduos límites del Imperio, las torpes ciénagas y los contemplativos desiertos, para que lo ayudara la soledad a entender su destino. En una celda mauritana, en la noche cargada de leones, repensó la compleja acusación contra Juan de Panonia y justificó, por enésima vez, el dictamen. Más le costó justificar su tortuosa denuncia. En Rusaddir predicó el anacrónico sermón Luz de las luces encendida en la carne de un réprobo. En Hibernia, en una de las chozas de un monasterio cercado por la selva, lo sorprendió una noche, hacia el alba, el rumor de la lluvia. Recordó una noche romana en que lo había sorprendido, también, ese minucioso rumor. Un rayo, al mediodía, incendió los árboles y Aureliano pudo morir como había muerto Juan.
El final de la historia sólo es referible en metáfora, ya que pasa en el reino de los cielos, donde no hay tiempo. Tal vez cabría decir que Aureliano conversó con Dios y que Éste se interesa tan poco en diferencias religiosas que lo tomó por Juan de Panonia. Ello, sin embargo, insinuaría una confusión de la mente divina. Más correcto es decir que en el paraíso, Aureliano supo que para la insondable divinidad, él y Juan de Panonia ( el ortodoxo y el hereje, el aborrecedor y el aborrecido, el acusador y la víctima) formaban una sola persona.
Los teólogos, cuento de Jorge Luis Borges
dilluns, 2 de gener del 2012
Sean malos con criterio, malos selectivos, malos de maldad inteligente.
Yo digo que se mueran los malos indiscriminados, los de no he podido evitarlo porque soy así, los escorpiones de esto de aquí abajo era una rana y yo ahora me estoy ahogando en mi propia mierda; los malos de me ha cogido el punto, se me ha escapado la rabia y no he podido evitar darte una bofetada.
Que se vayan a al cuerno los de maldad de daño colateral, que es como mear sin apuntar, salpicar fuera del váter y que te sepa muy mal porque estás en casa de un amigo, se ha acabado el papel higiénico, no sabes dónde está la fregona y te da mucha vergüenza preguntárselo.
Que se pudran también los de maldad inconsciente, esos que van creyendo que todo se hace por algo y, si alguien cae por el camino, siempre les queda la excusa del lo he hecho por un fin superior, y eso si llegan a enterarse del muerto que han dejado atrás. Con lo bonita que es la maldad del donde pongo el ojo, y lo he puesto ahí porque el objetivo llevaba una camiseta que decía dispárame y lo decía cada vez más fuerte, pongo la bala; con lo bien que sienta esa venganza de casi hacer justicia bíblica: con la sensación de haber hecho justicia en general que te deja la cosa.
Hoy he sido mala y estoy orgullosa de haberlo sido; no me encontrarán esta noche lamentándome porque se me haya ido la mano, no me encontrarán lamentado haber hecho nada mal: malo, sí, pero mal, no.
Señora, usted, la que me ha perseguido por toda la tienda al grito de nena, ¿esto cuanto vale?, nena, ¿me buscas una talla L?, nena, ¿esto no lo tienes en azul?, mientras yo atendía a tres clientes a la vez y luego (nena, ¿no me vas a cobrar a mí antes, que solo llevo un jersey?) mientras cobraba a tres más; Señora, escuche: la mañana de Reyes, cuando su marido abra el primoroso paquetito de Macson con su pegatina dorada de felices fiestas, lo primero que verá justo a la altura del cuello de pico del jersey que usted le ha regalado, será una etiqueta cara arriba con el 35,90 € en rojo, bien clarito. Piense en mí en ese momento porque he sido yo, que no la he tachado, que he tenido el rotulador en la mano, dispuesta a hacerlo, pero he visto que miraba usted para otro lado y he pensado esta es la mía, pero sobre todo piense en usted, que me ha dado la tarde, hostia.
Ay, qué gusto irse a dormir con esta sensación de haber sido por un momento la vengadora del proletariado del sector terciario. Ser mala así, sí.
Viva yo.
Yo digo que se mueran los malos indiscriminados, los de no he podido evitarlo porque soy así, los escorpiones de esto de aquí abajo era una rana y yo ahora me estoy ahogando en mi propia mierda; los malos de me ha cogido el punto, se me ha escapado la rabia y no he podido evitar darte una bofetada.
Que se vayan a al cuerno los de maldad de daño colateral, que es como mear sin apuntar, salpicar fuera del váter y que te sepa muy mal porque estás en casa de un amigo, se ha acabado el papel higiénico, no sabes dónde está la fregona y te da mucha vergüenza preguntárselo.
Que se pudran también los de maldad inconsciente, esos que van creyendo que todo se hace por algo y, si alguien cae por el camino, siempre les queda la excusa del lo he hecho por un fin superior, y eso si llegan a enterarse del muerto que han dejado atrás. Con lo bonita que es la maldad del donde pongo el ojo, y lo he puesto ahí porque el objetivo llevaba una camiseta que decía dispárame y lo decía cada vez más fuerte, pongo la bala; con lo bien que sienta esa venganza de casi hacer justicia bíblica: con la sensación de haber hecho justicia en general que te deja la cosa.
Hoy he sido mala y estoy orgullosa de haberlo sido; no me encontrarán esta noche lamentándome porque se me haya ido la mano, no me encontrarán lamentado haber hecho nada mal: malo, sí, pero mal, no.
Señora, usted, la que me ha perseguido por toda la tienda al grito de nena, ¿esto cuanto vale?, nena, ¿me buscas una talla L?, nena, ¿esto no lo tienes en azul?, mientras yo atendía a tres clientes a la vez y luego (nena, ¿no me vas a cobrar a mí antes, que solo llevo un jersey?) mientras cobraba a tres más; Señora, escuche: la mañana de Reyes, cuando su marido abra el primoroso paquetito de Macson con su pegatina dorada de felices fiestas, lo primero que verá justo a la altura del cuello de pico del jersey que usted le ha regalado, será una etiqueta cara arriba con el 35,90 € en rojo, bien clarito. Piense en mí en ese momento porque he sido yo, que no la he tachado, que he tenido el rotulador en la mano, dispuesta a hacerlo, pero he visto que miraba usted para otro lado y he pensado esta es la mía, pero sobre todo piense en usted, que me ha dado la tarde, hostia.
Ay, qué gusto irse a dormir con esta sensación de haber sido por un momento la vengadora del proletariado del sector terciario. Ser mala así, sí.
Viva yo.
diumenge, 1 de gener del 2012
¿Sabéis las cenas en Carretes, las sobremesas eternas en el Poblenou, los aperitivos en el Esterri, los quedamos para tomar algo aunque parezca que algunos se empeñan en que no, las rebajas mortales en la tienda, los miércoles de l'Horiginal, los igual no es tan delirante que sigamos siendo amigos y los despierta a las niñas que solo tengo una hora para verlas?
Pues va ayer y, en una sola noche, todos, TODOS, hacemos por coincidir y coincidimos, y me encuentro de repente con que todos, TODOS, estáis ahí, porque hasta quien no acabó de estar, apareció en algún momento vía móvil.
Y eso -que estemos- es, por si alguien aún no se había enterado, la única cosa que, en lo que llevo de vida, he sacado en claro que me importa.
Algunos son contingentes, vosotros sois necesarios, ya lo sabéis.
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