dimecres, 25 de novembre del 2015

Nuestra educación ha sido tan, tan retorcida que estoy harta de ver a chicas que aun poniendo ellas el piso, la decisión y hasta la organización de la cosa doméstica, trabajando además fuera de casa tantas horas o más que sus parejas, aún siguen jugando al ay, ay, ay, soy más delicada que tú con sus respectivos.

Cada dos por tres soy testigo de cómo mujeres afinan la voz hasta tonos ridículos cuando su interlocutor es su compañero, le piden por favor que les lleven el bolso -diminuto, el bolso- o le ponen morritos y arrugan la frente antes que decirles que no, que el plan que les están proponiendo no les convence y que prefieren hacer otra cosa.

También estoy bastante cansada de ver a hombres que entran en el juego: que aun siendo el piso, la decisión y la organización de la casa de sus parejas, las miran realmente como si ellas fueran más frágiles y se sienten en su papel cuando ellas les hacen sentir que son fuertes y que les necesitan casi a un nivel de supervivencia.

No hace falta que os explique tampoco que aún hay mucha gente que mira mal a una mujer que va de autosuficiente, por mucho que lo sea.

Tanto unas como otros hemos recibido una educación de mierda en este sentido.
Todos tenemos un trabajón que hacer para arreglar esto.