Ayer en el metro, camino de Sant Andreu, metí la mano en el bolso y no había libro. Lo que sí había era mi libreta, la de las cosas sueltas: un caos de apuntes de trabajo, agenda, parrafadas anotadas tal cual me pasaban por la cabeza... Y me puse a leer.
Joder. No intenten hacerlo en sus casas.