dissabte, 28 de gener del 2012

Porque, eso sí, pienso en ti cada día.





(De la amistad)

(En un bar).
Yo: He cambiado los muebles de sitio: antes la cama estaba así (dibujo con el dedo en la barra cómo estaba la cama) y ahora está así.
Antonio: ¿Y el armario?
Yo: Aquí (hago una raya con el dedo).
Los dos: Every time I see you falling, I get down on my knees and pray.
Yo: Y los gatos se han vuelto locos: la pared no hace un ángulo recto...
A.: Ya.
Yo: ... y queda un hueco  en la esquina de la cama y la Kika no para de meterse debajo de la cama y salir por el hueco. Alucina. Lo que he descubierto también es que tengo que pintar ya.
Los dos: Every time I see you falling, I get down on my knees and pray.
A.: ¿De qué hablábamos? Ah, de pintar. Pues pinta. Bueno, igual espérate mejor a que haga un poco de menos frío.
Yo: Sí, pintaré...



Sonaba esto, claro:




Estoy leyendo muchas chorradas al respecto. Voy a decir unas cuantas más.

Puede que en tu casa se hable libremente de sexo, les hayas dado a tus hijas una educación transparente al respecto, las hayas acompañado al ginecólogo, hayas conocido a sus novios... Puede que sepas en qué punto están de su vida sexual: si ya follan y con quién o simplemente si ya follan a secas; si llevan preservativos en la cartera, si hablan con sus amigas de estas cosas, si son tirando a chocholocos o no...

Puede, por otro lado, que la educación sexual en tu casa brille por su ausencia normalmente y se haga presente solo en momentos realmente incómodos en los que las únicas palabras que salgan de tu boca sean: SEXO, NO y punto. Es malo, es de cualquieras y, encima, es pecado.

En el primer caso, no sé de qué te preocupas. ¿Que tu hija tiene un desliz? Poco probablemente lo primero que hará será llamarte llorando a su habitación y contártelo todo. Será un soponcio que pasaréis juntas: lloraréis las dos, tú te pondrás en tu papel de somos una familia y vamos a arreglar esto juntas, te mostrarás autoritaria, que para algo eres su madre, pero flexible, la acompañarás al médico y le tendrás cogida la mano a lo largo de todo el trance. Más probable será que se piense mil veces si contártelo o no: encima de embarazada estará preocupada porque te ha fallado. Cuando las madres son tremendamente comprensivas y amorosas, da más cosa aún fallarles. Así que se lo pensará mil veces, pasarán unos días, se dará cuenta de que no pueden pasar muchos más, hablará con su amiga del alma, su amiga del alma le dirá tía, tía, qué hacemos, irá o llamará a una clínica (la amiga, no tu hija, que para eso están las amigas del alma), explicará que a una amiga suya blablablá, en la clínica le darán toda la información, precio incluído y, seguramente, le preguntarán si su amiga puede contar con sus padres, o sea, contigo. La amiga entonces, solo entonces, pensará en ti, y entonces, solo entonces, le dirá a tu hija: tía, se lo tienes que decir a tu madre. ¿Por qué? ¿Porque eres su madre y tiene que confiar en ti y esto es una cosa de familia que tenéis que arreglar juntas? No. Porque en la clínica le han dicho que eso vale tanto y ellas, que tienen dieciséis años, no tienen dinero. Irán las dos a tu casa, tu hija con los ojos de haber llorado más que la amiga, y probablemente la amiga sea la que te cuente qué pasa mientras tu hija, lagrimones abajo, mira al suelo. Tú acabarás igualmente cogiéndole la mano a lo largo de todo el trance. ¿ves? No sé de qué te preocupas.

En el segundo caso, mira cómo cambia el panorama: te has pasado la vida, desde que tu hija tiene uso de razón, diciéndole que el sexo es malo. Le has montado una bronca de tres pares a la primera pista de que ha dormido con alguien que no era su osito de peluche o su amiga del alma. Le has revisado el bolso en busca de condones y, si los has encontrado, la has castigado sin salir y sin móvil durante un mes. Ahora está embarazada, tiene dieciséis años y no tiene un duro. Sabe que si te lo cuenta, van a salir de tu boca sapos, culebras, ya verás cuando se entere tu padre, ya verás como se entere la vecina (la vecina hace media hora que se ha enterado porque está en la cocina, que da al patio de luces, igual que tú y tú estás desgañitándote ahora sí, ahora que piensas que te están oyendo no). Le vas a decir que es la vergüenza de la familia, que es joven, que ha jodido su vida y la de toda la familia, que cómo va a mantener el crío, ¡el crío!, habrá un crío, claro, la vecina se va a enterar sí o sí y el colegio y la cuñada y todo el pueblo. No la cogerás de la mano porque no habrá trance: habrá un bombo, habrá un crío, babearás con el crío porque no tiene culpa de nada, angelico, el pobre, y tú, a fin de cuentas, serás la abuela. O no pasará nada de esto: tu hija, embarazada, hablará con su amiga del alma que es con quien ha hablado siempre de estas cosas porque en casa no se podía. Su amiga del alma le dirá tía, tía, tía, qué hacemos; llamará o irá a una clínica, en la clínica le darán toda la información, le preguntarán si su amiga puede contar con sus padres, como te conoce, les responderá que no pero se dará cuenta de que con alguien tienen que contar porque tienen dieciséis años y no tienen dinero. Con un poco de suerte, con los padres de la amiga del alma sí podrán contar, o con un amigo que ya trabaja o con la tía moderna o con la psicóloga de aquella asociación que un día vino al cole y les dio la charla que tú nunca supiste dar en casa. También puede que no pase esto último: puede que la cosa vaya mucho peor, claro, pero esa es una cosa que no se puede evitar a golpe de ley, al contrario: Si eres del segundo tipo de madres, ¿tú crees que tu hija, a los dieciséis años, embarazada, sabiendo que si va a abortar a un sitio donde, por ley, están obligados a llamarte, va a ir a abortar a un sitio donde, por ley, están obligados a llamarte?

Vamos, hombre.
Claro, este sabe que puede montar el desaguisado muñeiril de cuenca minera que montó ayer en el escenario del Palau porque un segundo después, va a echar a todo el mundo del escenario, se va a quedar solo, va a cantar esto



y se lo vamos a perdonar todo en seguida.
Qué mamón.

(Ayer me pilló un steandalazo ahí sentada en la butaca, que pensé que hoy no podría escribir nada al respecto. Y no, no puedo. Y eso que las muñeiras se las podía haber ahorrao).