Cuando una es curiosa y goza o padece de una cierta tendencia a la fascinación, una de las reacciones ante el inmenso campo que se abre ante sus ojos al visitar por primera vez una exposición de Tàpies, por ejemplo, por meter algo de triste actualidad aquí, es la de llevarse las manos a la cabeza pensando: joder, la vida es corta; no me da tiempo a asimilar todo esto. Cuando pasa eso, una se va a casa entre alucinada y feliz y con mucha prisa. En un primer momento de ímpetu, euforia e inconsciencia de la propia humanidad, se pondrá a enredar en todos los libros que tenga a mano, buscando información, referencias, datos. La información, las refererencias y los datos la llevarán a más información, más referencias y más datos que le abrirán más campos inmensos por aquí y por allá, tantos que a la felicidad, a la alucinación y a la prisa, les seguirá inevitablemente un momento de rendición ante el descubrimiento del verdadero significado de aquello que ya había pensado en un principio pero que, por puro autoengaño, había creído circunstancia feliz: 'la vida es corta, corre a los libros' se transforma en 'la vida es corta, te vas a morir antes de saber nada'.
Por suerte, una crece y va acumulando momentos en los que ha descubierto que sí, se va a morir y no le va a dar tiempo a nada, pero en los que también ha descubierto la existencia de todos esos campos inacabables. Y la certeza de que existen todos esos campos inacabables a los que una solo ha llegado a asomar la nariz, sumada a la convicción de que nunca es tarde para entrar -no da tiempo a más- en ellos, es lo que conforma el colchón sobre el que sabe que podrá dejarse caer cuando crea haber llegado a un callejón sin salida.
Antoni Tàpies, gracias por el campo abierto.