Acabemos con el discurso del sofá,
libro y manta en los días de lluvia. Si llueve, es el día de ir a
la librería, porque si llueve, a la librería sólo vienen los
buenos; los que salen de casa buscando el sitio para estar tranquilos
dando vueltas mirando y remirando libros, preguntándole al librero
si este o mejor este otro y por qué. Y vienen a discutir y a
explicar que ese autor como que no, por esto y esto y lo de más
allá, en cambio aquel otro sí, y que si tienes más. Y que ojalá
tuvieran más tiempo para leerse aquel de allá también, te cuentan,
pero que, bueno, que se lo van a llevar igual que ya verán cómo se
lo montan.
No hay día que se venda mejor que un
día de lluvia en la librería. No que se venda más, decir eso sería
mentira, pero mejor sí: mejor pensado en el momento de la compra y
mejor leído seguramente después también.
Ha sido un fin de semana fantástico en
la librería. Sólo he tenido que fregar un charco que me dejaron
cuatro pedorras que sólo habían salido a pasear y que se tomaron la
librería como un sitio de paseo también; el resto del tiempo hemos
tenido el sitio lleno de gente que entraba corriendo porque llovía y
luego no se querían ir porque llovía también; que se habían
metido aquí como refugio, pero no porque les hubiera sorprendido la
lluvia sino porque habían salido de casa pensando que aquí iban a
estar mejor porque iban a poder comprar libros que debajo de la
manta, en el sofá, no habrían encontrado.
Los libros son para los valientes, para
los que saben que llegar hasta ellos les va a costar mojarse, pero
que luego, tras leerlos, se van a quedar más limpios y con ganas de
mojarse otra vez para poder limpiarse aún más.
Los libros son, por ejemplo, también
para los valientes que hoy se han ido hasta Bolonia para defender esa
cosa tan aparentemente extraña que es la literatura infantil y
juvenil. ¿Extraña? Todo el mundo leía de pequeño, hasta los que
de mayores ya no leen; porque ¿por qué nos hemos tenido que
inventar el género infantil y juvenil cuando lo que molaba cuando
este prácticamente no existía o no se practicaba tanto era ver
todos esos libros que leían tus padres e imaginarte el día en que
tú pudieras leerlos también? Era entonces cuando tú, pequeño, por
impaciente (todos los niños lo son), te ponías de puntillas y
alcanzabas hasta el estante en el que encontrabas un Delibes, ¡un
Delibes!, y empezabas a leer y alucinabas porque el protagonista era
un niño como tú. Y no entendías nada porque ese niño como tú
vivía en una guerra, pero a la vez lo entendías todo y, sobre todo,
lo que entendías, sorpresa, era que en los libros los niños eran
importantes también, así que ¿por qué no iban a ser importantes
los libros para ti por muy arriba que estuvieran en la biblioteca? Y
es que al final lo importante era crecer.
La etiqueta de infantil y juvenil se ha
tenido que inventar porque muchos padres ya no leen, y hasta que no
se solucione eso va a hacer mucha falta que existan cosas como la
feria de Bolonia, la librería La Petita, la Caixa de Eines y la
biblioteca móvil de El Culturista también.
Hoy ha venido una familia a la
librería: padre, madre, hijo e hija. Los padres han entrado hasta el
fondo y se han puesto a mirar las estanterías. Los hijos se han
quedado sentados en las escaleras, mirándolos, hasta que han
acabado; han salido los dos, los padres, con un par de libros en las
manos y les han dicho: "¿no vais a buscar uno vosotros?".
El niño en seguida ha cogido un "Super Patata", la niña
miraba las mesas y ha dicho "es que no sé", a lo que la
madre le ha respondido míratelos bien y tranquila ahí, hasta que
encuentres uno", y los tres, padre, madre e hijo, se han quedado
esperando mientras ella cogía uno, lo hojeaba, lo dejaba, cogía
otro... Al final la niña, diciendo "este", le ha tendido
un "Marcelín" su madre mientras le explicaba que lo quería
porque le gustaban mucho los dibujos y porque los dos niños
protagonistas eran muy amigos; se lo había mirado de cabo a rabo
antes de decidir que se lo quería llevar.
A la librería, los días de lluvia,
sólo vienen los buenos, los que leen sin manta, los que leen hasta
sin sofá e incluso bajo el sol.
Vamos a currarnos mucho Bolonia hasta
que lo de los libros sea normal, para los padres también.