Situación: noche, exterior de un bar, servidora, el amigo A, que está a punto de irse a vivir con su novia, el amigo B, que lo dejó con la suya en el momento en que se plantearon tener un crío (ella quería, él no) y yo. Los tres a punto de cumplir los cuarenta.
Amigo B: ¿Y qué? ¿Habláis de tener críos?
Amigo A: Sí, pero yo creo que es pronto.
Amigo B: ¿Y ella quiere ya?
Amigo A: Bueno, mejor antes que después.
Yo: Bueno, eso ya lo decidiréis vosotros...
Escucho y miro, veo que el amigo B pone cara de buf, vaya agobio, y que el amigo A le quita importancia al asunto y casi parece que quiere hablar de otra cosa.
Yo pienso en la época en la que tuve una relación estable, les cuento que me lo planteé entonces pero que era, más que una cosa que me muriera de ganas por hacer, una cosa que estaba segura de que acabaría pasando si seguía con aquella persona: como un proceso lógico, como uno más en la secuencia de actos que forman una relación (irse a vivir juntos, quedarse embarazada, preparar la habitación, tener un crío, pintarle el número de teléfono en el brazo, colgárselo del cuello y llevárselo a la siguiente manifestación masiva a favor de l'Estatut... Esas cosas).
Pienso en lo habituales que son este tipo de conversaciones en la puerta de un bar, cuando estás a punto de cumplir los cuarenta; pienso también que si la cosa se vuelve más intensa en un momento determinado por la edad, que es algo que pasa más que que se hace, no habrá un fuerte componente social en esto de decidir si tener hijos o no. Vale, que sí: hay el instinto de perpetuar la especie, animalicos somos, pero no me nieguen que el componente social, el 'a una cierta edad se supone que hay que hacer una cosa' (y más si una vez pasada esa edad ya no se podrá hacer esa cosa), también está ahí. Si no, ya me dirán por qué entre ellos, entre los hombres, que tienen un margen de años más amplio para tomar esta decisión, existe la tendencia generalizada a ir posponiendo la fecha; si no, ya me dirán por qué yo estoy viviendo esto de acercarme a la cuarentena ergo a la imposibilidad de tener críos, como una especie de liberación. Porque señores, el año pasado, con 38, un día pensé: o me pongo a reproducirme ya o no lo haré nunca. E, inmediatamente, me sorprendí pensado también: De aquí a poco, ya nadie esperará de mí que tenga un crío. Y sentí como si me quitara un peso de encima.
Si no, ya me dirán por qué pensar esto último que les he contado me hace sentir como una mujer un poco 'mala', una especie de traidora al género entero que ahora va por la vida con más libertad que otras, sin tener que tirarme de cabeza a la primera posibilidad de relación que me pase por delante y respondiendo cuando me preguntan, como me preguntaron una vez en la cama: ¿Tienes prisa por tener una relación estable? (subtítulos: ¿Vas a pedirme que te deje embarazada a la de ya?) Respondiendo, digo: ¿Cuanto suele vivir la gente? ¿Ochenta años? Si esto prospera, nos quedan cuarenta de relación. ¿De qué prisa hablas?