dimarts, 7 de febrer del 2012

Hoy he pasado cuatro veces por delante de la Fundació Tàpies. Cada vez había una o dos cámaras de televisión y dos o tres fotógrafos de diferentes medios. La última vez, había dos unidades móviles de televisión aparcadas delante. ¿Ustedes saben lo que cuesta en euros sacar una unidad móvil del garaje de la tele? Ni se molesten en hacer el cálculo que aún les daría más rabia cuando lean ahora que las cuatro veces que he pasado por al lado de los periodistas, que, alcachofa en mano, hacían la crónica delante de cada cámara, he oído cuatro veces la palabra 'universal', tres la palabra 'contemporáneo', seis o siete la pabra 'arte' y una 'desde su adolescencia'.

No he escuchado el guioncito entero de ninguno de estos periodistas pero me juego lo que quieran a que la escueta nota que hay colgada en la puerta de cristal de la fundación da mil veces más información que cualquiera de estos. He hecho el camino desde el trabajo hasta la Casa del Libro (pasando por delante de la Tàpies) pensando si no sería mucho más informativo y, desde luego, más barato, hacer leer dicha nota de la puerta a los presentadores de los telediarios de cualquiera o todas las cadenas que han decidido enviar a alguien con su alcachofa a la puerta de can Tàpies.

Llego a la Casa del Libro y veo en el escaparate un anuncio de una marca de e-readers. Dice: "Compre y lea de inmediato". Vaya novedad. Superado el ataque de reír por no llorar inicial, he pensado que un libro electrónico vale cien euros, que la gente lo va a comprar y lo va a llenar de mierda que ni siquiera va a leer porque, para empezar, ya no se ha leído los posibles libros buenos que tienen en casa (todo el mundo tiene o ha tenido un padre lector o un hermano lector o un tío lector o la biblioteca del abuelo), y que en el hipotético caso de que metan en el cacharro un buen libro o dos, nunca, nunca, llegarán a amortizarlo antes de que el cacharro muera de viejo o se les caiga a un charco (¿un par de años?). Hagan las cuentas si no: el Pickwick de Dickens en edición de bolsillo tiene casi mil páginas y no cuesta ni diez euros. ¿Comprarse un e-lector (fíjense que se llama elector cuando en realidad el ejercicio de elección empieza a ser el que hacen  quienes optan por el libro-no-electrónico...) para no acabarse nunca un libro de diez euros? Pues eso.

¿Jugamos fuerte? Pues juguemos fuerte: nota de prensa de quien sabe para todos, e-readers protegidos con solo las grandes obras de la literatura dentro para todos. Estoy muy en plan café solo del bueno para todos, pueden llamarme totalitaria si quieren pero no me lo tengan en cuenta: últimamente esta tontería se me pasa cuando leo la carta que Màrius Torres envió a su familia desde el sanatorio, el 31 de mayo de 1941, cuyo final traduzco aquí chapuceramente:

Numerosos o escasos, los que tienen sed de libertad y los que solo necesitan de panem et circenses coexisten en todas las naciones. Hic incipit tragoedia. La unión de estas dos variedades humanas es lo que hace que sea tan complicada la invención de un sistema político perfecto. La democracia y el liberalismo tal como se entendía en el siglo XIX ignoraban la masa acéfala y querían gobernar a los pueblos como si solo estuvieran hechos de seres excepcionales. Los regímenes modernos, al contrario, no tienen para nada en cuenta a las excepciones. Parecen olvidar que el pensamiento humano es lo más precioso que hay en el mundo, y que no puede ser más que la obra de inteligencias superiores y libres.

Una política perfecta miraría de conciliar las dos necesidades y de asegurar los dos bienestares. ¿Será eso posible algún día?

Les coses tal com són. Màrius Torres. Editorial Acontravent, 2011