Teníamos quince y dieciséis años y salíamos todos los recreos a Pío XII, la avenida, una de las pocas que hay en Pamplona, que pasa por delante del colegio, y nos sentábamos en el suelo para cortar el tráfico pidiendo la supresión de la mili.
Había corrupción, en aquella época en Pamplona, y opresión también: había gente que no podía estudiar en su idioma materno. También había mucho paro, eran los ochenta. El fantasma de la Otan flotaba por ahí. Y droga había también. Y ETA, había mucha ETA, en aquella época. Pero nosotros salíamos a cortar Pío XII por la mili, porque teníamos quince y dieciséis años y eso quería decir que en un par o tres de años más, los chicos iban a tener que dejar todo lo que estaban haciendo y se iban a tener que ir a un sitio, raparse la cabeza y pasar frío, dormir poco y aguantar las órdenes de un sargento chusquero empeñado en enseñarles disciplina porque sí, en beneficio de nadie, sumisión por la mera sumisión.
Se esgrimían en los medios los motivos políticos de estas protestas: que si oposición al estado, que si nacionalismos, que si manipulación de la juventud por parte de grupos radicales. No me jodáis: teníamos quince y dieciséis años y lo que queríamos era no tener que pasar un año fuera de casa, en una especie del internado del horror. Y los barracones. Y el frío y los madrugones.
Mira que hay motivos hoy para montarla gorda y los chicos de Valencia han acabado saliendo a la calle por el frío, que hace que el colegio, que siempre ha sido madrugón, acabe teniendo pinta de barracón. Y veo que hay columnistas que claman en nombre de la historia porque la protesta ha empezado por ahí y no por lo gordo. ¿Qué esperaban? Una revolución empieza por el pájaro en mano, por el sufrimiento en la propia carne, y no por los cientos de noticias volando; por los diez euros que me han robado del bolsillo y no por los cientos de miles volando en maletines más o menos discretos. ¿Qué se creen? Que Franco, por decir uno, no sabía que era ahí, en lo privado, donde precisamente no podía fallar para que, décadas después, hubiera gente que aún dijera 'pues nosotros con Franco no vivíamos mal'?
Es el principio, lo privado, lo que afecta directamente a la persona, lo que finalmente acaba haciendo saltar lo público, que es en lo que hasta ahora nos estábamos entreteniendo.
Ahí, no lo busquen en los grandes titulares, tienen lo que marca el peso de la historia.