dimarts, 1 de novembre del 2011

Servidora es de Pamplona, sitio entre montañas, tierra adentro. Servidora de pequeña odiaba el momento del año en el que empezaba a hacer buen tiempo y sus padres decidían que había llegado la temporada de fines de semana de playa. Ir a la playa en Pamplona quería decir ir a San Sebastián (era San Sebastián, entonces: Donosti volvió luego del mismo tiempo pasado del que volvió Iruña también). Ir a San Sebastián era pasar el puerto de Belate, pasar Belate era vomitar el colacao del desayuno. Mi padre calculaba la hora a la que llegaríamos a San Sebastián así: salimos a las nueve, hora y cuarto de viaje, un cuarto de hora para que vomite Isabel... a las diez y media estamos allá.

Así pasaron viernes tras viernes de irme a dormir rezando porque lloviera al día siguiente; así pasaron fines de semana tras fines de semana de dar gracias a Dios por vivir en el Pamplona y no en el Huelva, por ejemplo, si llovía, o de ir perdiendo la fe si hacía sol. Ya ven: si fue la lluvia de fin de semana la que me hizo amar el Norte, fue el sol de fin de semana el que me hizo atea desengañada.

Entraba por Intxaurrondo destrozada y solo recuperaba el color un rato después de bajar del coche, al poner un pie en La Concha. La conclusión de mi madre era rotunda: a Isabel el mar le sienta bien. No te jode.

Es una idea muy extendida, esta de que el mar sienta bien. Es una chorrada como una casa, también. Claro que el mar sienta bien si eres de un sitio de costa, si llevas una temporada lejos y si vuelves unos días allí. Pero se llama morriña curada, no mar, lo que te hace sentir bien. Claro que el mar sienta bien si eres de Cuenca, llevas todo el año trabajando y te escapas unos días a Benidorm -fíjense lo que digo: ¡Benidorm!-. Pero se llama vacaciones, no mar, eso que hace sentir bien.

Así que déjense de campañas de publicidad sobre los efectos curativos del mar. Si Belate hubiera estado entre Pamplona y un merendero al lado de una estación de servicio Repsol al que mis padres les hubiera entrado unas ansias irreprimibles de ir cada semana, ¿hubiera dictaminado mi madre: a Isabel le sientan bien las áreas de servicio Repsol? Es pura fama muy conseguida pero nada merecida la del mar.

Por eso esta mañana, cuando me ha pasado por la cabeza, por pura inercia, que igual acercarme hasta la playa me hubiera ido bien, he pensado bah, he cogido un libro, me he sentado en el sofá y me he puesto a leer. Tampoco me he sentido mucho mejor pero, por lo menos, me he ahorrado las ganas de vomitar a medio camino.