LA inquietud de partir es algo que a los poetas los pone al papel, mientras que para el común que no tiene la suerte de habitar mundos invisibles, es como una garra que le coge en frío el garganchón y parece le ahoga. Tiene que ver con el aliento a podre de Sanchito Muerto, ese fantasma que te sigue y te avisa que ya empieza a ser demasiado tarde para casi todo, y que sin embargo, antes de que tu mismo empieces a oler a rencor muy seriamente, te empuja a echarte al camino para terminar metiendo los pies en las aguas heladas del estrecho de Magallanes, allí por Punta Arenas, y decirte: "¡Oye, pero qué bien, qué a gusto, qué paz!". Y encima estás ahí de propia mano, no pagado por quien con el halago y la prebenda política compra tu aplauso o tu silencio.
(de aquí)
Creo que llevo semanas, meses, intentando explicar (-me) exactamente esto. Qué bien que Miguel Sánchez-Ostiz me haya sacado del bucle.