Pues yo, será que he tenido suerte pero, hasta la fecha, no me he sentido marginada por mi cosa mujer ni en el trabajo ni en lo de escribir ni a la hora de alquilar un piso ni al sacarme el carnet de conducir; igual es que tampoco he querido jugar al fútbol ni entrar en la sociedad gastronómica de mi padre ni pilotar coches de fórmula uno ni tener un hijo y seguir queriendo llegar a todo ni ser cura ni dejarme barba.
Cuando sí que me he sentido discriminada ha sido en las relaciones de tú a tú. Me he encontrado con tipos que han preferido poner a otra persona de por medio antes que ser sinceros conmigo; que me han tachado de exagerada cuando les he dicho que tenía mucho trabajo; que han intentado impresionarme invitándome a todo y me han dicho que con ellos al lado, no tendría que preocuparme más por el dinero; que se han sorprendido cuando han visto que no me enfadaba por cosas por las que ellos daban por sentado que me enfadaría y que luego, por no enfadarme, han desconfiado y me han acusado de hacerles chantaje emocional.
Así que en mi caso, la discriminación por sexo que he podido experimentar se parece bastante a la discriminación que el idiota gasta ante algo que se sale del cliché que tiene en la cabeza. El problema es el cliché, claro, ¿cómo ha llegado hasta ahí?
Pero bueno, ya les digo: será que he tenido suerte.