Tengo una tomatera en casa. Es una superviviente.
Yo planté medio tomate cherry el año pasado, en primavera, en un tiesto del balcón. No llegó a salir planta entonces pero, hace unos meses, Joana se quedó a dormir un día y por la mañana, mirando mis plantas, me dijo señalando a un brote: esto es una tomatera, y sí, lo era.
Hoy, cuando he llegado de trabajar, he dejado mis cosas encima de la mesa y me he ido directa al balcón a ver la tomatera: tiene (bien, tenía) un tomatito. He visto que un gusano se lo estaba comiendo. Era la típica imagen de la manzana pero con tomate cherry. He pensado: joder, qué día; primero cojo una bici y la tengo que devolver porque iba frenada todo el rato. La aparco y el chivato se queda intermitente. Llamo para avisar y, después de cinco minutos esperando a que me cojan el teléfono, el chivato se vuelve rojo. Les digo que nada, que es igual, que pensaba que había devuelto mal la bici pero que se ha arreglado solo. Voy a otra estación y la pantalla está en negro: toda la estación está desconectada. Consigo coger una bici en pza. Universitat. Llego a casa en dos minutos sintiéndome un poco idiota por la cabezonería que me ha entrado de tener que volver a casa en bici sí o sí. Camino desde la parada más próxima hasta casa más rato que el que he estado encima de la bici. Llego a casa y me encuentro un gusano comiéndose mi tomate. Me quedo mirando al gusano y veo que además de comer está cagando una cosa verde. Yo no sé qué cagan los gusanos pero, viendo ese color, pienso: este gusano no está bien. Lo arranco de la planta con tomate y todo y lo tiro a la basura.
Pues eso: vaya día.
Han empezado las vacaciones.