dijous, 6 d’octubre del 2011

Claro, la solución, como siempre, habría sido no estar: si no se está, no se acaba cobrando. Pero es que no estar es de cobardes que por no tener lo malo se pierden todo lo bueno. Y ¿quién quiere perderse lo bueno?

No me tachen de críptica aún: hablo de algo concreto.

Aquí viene una versión de una cosa que ha pasado: la de mi yo condescendiente y justificador (pobrecica):

(Aviso: Mientras vayan leyendo, pensaran que soy idiota: les perdono y, para que no se asusten demasiado, al final les pongo la versión más realista del asunto).

Tengo un amigo (o tenía, yo qué sé) que está convencido de que puede hacer que todo aparezca y desaparezca según a él le venga bien. Está tan convencido de ello que lleva tiempo HACIENDO que todo aparezca o desaparezca según a él le viene bien. Y cuando digo todo, digo cosas como digo personas, ciudades o lo que sea.

Hacer desaparecer una cosa o hacer desaparecer una ciudad es fácil: basta con llevar la cosa o irse uno a otro lado. Hacer desaparecer a una persona suele requerir, sin embargo, algo más: una patada bien dada, una pérdida de respeto, una situación desagradable... Todo esto conlleva un cierto dolor para la persona a desaparecer en cuestión, esto es así, se lo digo yo, que soy la persona a desaparecer en este caso: duele. Y duele más si no es la primera vez y más aún si se pensaba que este tema estaba ya solucionado y todavía muchísimo más si conociéndonos como nos conocemos mi amigo y yo, veo que él no se da cuenta de que todo esto no era necesario: que cuando está en este plan, yo soy la primera en desaparecer. Es algo así como mi forma de protegerme de él: no quedarme a mirar.

No creo que mi amigo haga esto porque sea mala persona o porque lleve mala intención: es su manera de avanzar hacia algo en lo que lleva muchísimo tiempo trabajando. Hace un par de días, por mail, le dije que todo esto suyo me suena a un gran 'el fin justifica los medios' y que me parecía muy bien pero que estaba convencida de que él era mucho más inteligente que todo eso -sí, creo que lo que más me duele es que pensaba que era más inteligente: jode mucho ver que alguien a quien quieres se equivoca-, que debería haber aprendido ya a seguir avanzando conservando algunas cosas que valían la pena. Fui un poco chulita aquí, claro, lo dije pensando que una de las cosas que valía la pena era yo, y lo pienso, ¿qué pasa? a fin de cuentas, yo sé qué nos hemos dado el uno al otro mi amigo y yo.

Además esto de 'el fin justifica los medios' es una cosa que siempre me ha hecho sufrir: ¿y si tú piensas que sí pero resulta que no? ¿Y si llegas al fin y te encuentras con que has sacrificado demasiado, con que te tienes que apañar con lo que ha sobrevivido a todo el camino, que resulta que es poco y para nada suficiente? Pero bueno, no es asunto mío, al final, cada uno se salva a sí mismo y bastante tengo yo y blablabá.

No sé en qué acabará esto. No sé en qué punto nos encontraremos si nos volvemos a encontrar. No tengo ni idea, pero seremos otros seguro, como ya éramos otros esta última vez, aunque él parece que ni siquiera se había dado cuenta, aunque él diga que mejor nos distanciamos porque estábamos volviendo a ser los mismos, que es una manera -decir esto- como otra cualquiera de justificar aquella última patada bien dada, como si hiciera falta justificación, como si no fuera cierto aquello que dice siempre otro amigo: cuando alguien te deja, ya puede darte todas las explicaciones que quiera: la única verdad es que en ese momento ya no te quiere. Y ya está.

Cada uno hace lo que puede.

Ahora prefiero no ver a mi amigo en una temporada: yo también he aprendido a hacerlo desaparecer cuando no me va bien que esté, ya lo he hecho otras veces.

Sí, cada uno hace lo que puede.

La otra versión, mucho más sencilla, sería esta otra: la de mi yo realista:
Tengo un amigo (o tenía, yo qué sé) a quien una noche le cogió un calentón, vio que lo último que que le interesaba en ese momento era tenerme a su lado, actuó de la forma más bestia y, una vez hubo acabado, decidió que lo que sobraba no eran ni sus calentones ni su manera ruin de actuar, claro, eso sería como decidir que quien sobraba era él cuando era mucho más fácil decidir que era yo: yo sobraba. Y ahí quedó ventilada y desaprovechada o, en el mejor de los casos, aplazada una oportunidad de haberse convertido en una persona mejor. ¡Plop!

Mi conclusión, que al final es lo que a mí me importa, sigue siendo la misma:

Yo también he decidido que lo último que me interesa en este momento es tenerlo a mi lado y, no es mi estilo, pero él mismo me ha enseñado a hacerlo desaparecer: ahora prefiero no verlo en una temporada.

Cada uno hace lo que puede.

Y con el rato que he tardado escribiendo esto más el rato que empleé el otro día en salvar un poco la situación a base de mails, creo que ya he perdido más tiempo del que me hubiera gustado perder. Ya hace unos años que aprendí lo inútil y frustrante que puede resultar intentar arreglar las cosas con alguien cuando este alguien no tiene ni puta intención de arreglarlas.

Ya nos volveremos a encontrar si nos volvemos a encontrar. Y seremos otros otra vez. Seguro. Ya lo somos, otros.

FIN