dimarts, 31 de gener del 2012

Salgo de trabajar a las dos y tiro corriendo para Pequod (Navona es la editorial del mes a partir de mañana. Ueh!). Entro, hablo con Consu, veo un libro que tenía fichado, me lo compro, salgo y decido bajar caminando por Paseo de Gràcia. Son las 2.45, no he comido nada desde el cruasán de esta mañana y aquí al lado, la puerta de la exposición de Perejaume está abierta. Decido que el arte se ve mejor con el estómago vacío. Entro. Estoy sola. Yo, sola, delante de los Pirineos de tiza que pintan la pared, las montañas coronadas por ojos, las butacas en las laderas, la bandera blanca ondeante y el cuadrito con la pregunta:

No arribarem mai a cap imatge on ens sigui possible descansar? (Perejaume, 2004).


Yo, sola, con el estómago vacío, la libreta en la mano y saltándome todo el orden del recorrido. Entro en una sala, hago un barrido de las paredes con los ojos y voy corriendo hacia la obra que más me llama la atención. Pienso  'ah', 'oh' y apunto cosas. Yo, sola. La exposición acaba y bajo a casa. Hago una parada en el Tandoori Nights para comprar tabaco. Dos parroquianos, uno magrebí y el otro borracho, al lado de la máquina. Meto la primera moneda.

El borracho: ¿Sabes cuál es el problema del Islam?
El magrebí: El petróleo.

(¡Quieto! Busco monedas pequeñas en la cartera para alargar lo más posible el momento).

El borracho: La geometría.
El magrebí: ¿La geometría?
El borracho: Sí: Hoy en el mundo todo se mide con la geometría, con las estrellas.

No puede ser que haya días en los que todo esté tan a mano; en los que las preguntas del arte sean de tan fácil respuesta.