Esta tarde he tenido que interrumpir el interrogatorio de McNulty a D'Angelo, lo he dejado en stand by un momento, para salir al balcón justo a tiempo para ver cómo un coche patrulla y cinco motos de policía paraban a la puerta del bar de enfrente de casa y uno de los polis ponía cara a la pared a un tipo para cachearle, mientras otro pedía documentación y los cinco restantes se repartían por las esquinas de Sant Pacià con Carretes e iban haciendo circular a los mirones. Para mirones todos los gitanos que en ese momento salían a la puerta de la iglesia evangelista que hay un bloque más abajo y los vecinos de mi bloque y del de enfrente, yo incluída, mirando en ropa de estar por casa en verano -esas camisetas imperio y calzoncillos viejos- desde los balcones.
La poli se ha ido, los gitanos han vuelto a entrar en la iglesia, que es una bajera, y los vecinos hemos vuelto a nuestros McNulties y Dees de ficción, que nos estaban salvando el día, que nos andaban elevando la épica de los asuntillos del barrio. Si no es por ellos, todo sería solo camisetas imperio y calzoncillos viejos, y eso, niggas, sería horroroso, horroroso incluso en verano.