dilluns, 20 de desembre del 2010

Miren, esta cancion no me gusta nada, pero hay un momento en el que Kiko Veneno va andando por la calle y se para justo delante de mi portal:



Y me hace tanta gracia que me he visto el vídeo ya unas cuantas veces y, cuando Kiko Veneno llega a mi puerta y la mira, me hace igual de ilusión que la primera vez que lo vi.

Pues esta conexión así de simple fue la que intenté hacer una vez que, con Ferran y Oriol, estuvimos trabajando para el Ajuntament de Barcelona. El Ajuntament abría una sala del edificio de la plaça de Sant Jaume al público. Una sala de exposiciones querían hacer, una sala que, además de albergar cultura y blablabá, representaba la apertura de las puertas a todos los ciudadanos, porque aquella era la casa del pueblo y porque el Ayuntamiento eres tú y demás sandeces similares que nos tuvimos que tragar en aquellas eternas reuniones con el departamento de comunicación y el de marketing y la madre que los parió.

Yo era la encargada de escribir el guión de la exposición y de decidir más o menos el contenido. El tema me venía dado, eso sí: tenían que ser fotografías, películas y libros en los que se viera, saliera o se hablara de Barcelona. Con las fotografías y las películas, no hubo problema: Barcelona se apreciaba a simple vista. Con los libros vino la cosa peliaguda: tenían que ser fragmentos de texto ergo tenían que leerse y, a partir de ahí, a evocar.

Evocar, según los parámetros convencionales del léxico, es una palabra difícil, así que la gente del Ayuntamiento tenía muy claro que la gente de a pie sería incapaz de hacerlo. Me lo intentaron explicar por activa y por pasiva y yo les juro que les entendía, entendía sus explicaciones, pero pensaba que estaban muy equivocados, así que me pasé una reunión entera intentando hacerles entender también por activa y por pasiva todo lo contrario: que evocar era fácil y que lo hacía todo el mundo de manera muy natural. Recuerdo una reunión en la que, cuando vi que no iba a conseguir absolutamente nada, me puse supertonta y pensé "de perdidos al río": acabé apelando directamente al coraçao. "Mirad, yo no sé si alguna vez habéis estado enamorados", les dije muy seria y con cierto tono desesperado, "pero si sí, pensad en qué os llevó a enamoraros de aquella persona: ¿no encontrasteis con ella de repente un montón de territorios comunes y simplemente os hacía flipar tan bestia conexión? Pues eso es nada menos que una evocación compartida. Si somos capaces hasta de compartir evocaciones, ¿cómo no vamos a ser capaces de evocar en solitario?"

"Sí, pero la gente no lee", obtuve por toda respuesta.

Tiré la toalla. Puse a Marsé y el fragmento de La plaça del Diamant en el que la Colometa describe con pelos y señales cómo baja desde la plaza hasta Torrent de l'Olla. Puse hasta el trocito del final de El Quijote en el que se cuenta con todo lujo de detalles el recorrido por los aledaños de la catedral del loco a punto de volver a ser Alonso Quijano. Evocación cero. Callejero puro y duro. Emoción nula.

Pero bueno, me apunto el tanto: yo hablé de amor durante un cuarto de hora en una sala de reuniones del Ajuntament. Y Kiko Veneno se para delante de mi puerta y se mira con interés el portal de mi casa en el vídeo de su último single de horrorosa melodía.

Por lo que sé, las siguientes exposiciones que se hicieron en aquella sala fueron sobre temas tan poco evocadores como la famosa consulta de la Diagonal. Para aquellas, ya no contaron con nosotros, ese tanto me lo apunto también.