Dietario de la tienda
Día 11. Viernes
Esta mañana, me he metido en la ducha con las gafas puestas.
Estaba yo toda encantada sopesando muy seriamente si la sensación "estar a gustito" podría ser incorporada al limbo de los conceptos filosóficos en calidad de factor que incide directamente en la percepción del tiempo cuando, de repente, se me ha nublado la vista (por lo de las gafas y la ducha que les explicaba).
Mis reflexiones venían motivadas por una conversación de casi cinco horas que mantuve ayer con mi amigo Víctor. Mano a mano. Nosotros, algunas cervezas, Boris Vian, el machismo de los hombres griegos y las mentes calenturientas de nuestros amigos. Un total de cinco horas de parloteo que a mí me cundieron como media, o sea, poco, o sea, que habría seguido. Pero no: llegué a casa, miré al reloj y pensé: ¿este ratito de nada ha durado una hora más que las cuatro horas que me paso en la tienda todas las mañanas? Pues sí.
Así que he desayunado café con iburprofeno y he cogido el metro pensando en Bergson, en Deleuze (otra vez) y en Cortázar, claro, porque pensar todo eso, aunque parece que dura muchísimo más que un viaje en metro, pasa sólo durante un viaje en metro.
Llego a la tienda. Quito cerrojos, enciendo luces, hola maniquíes, enciendo caja, perfilo y aparece un nuevo personaje en escena: el de merchan y escaparatismo.
M&E: Hola, soy el de merchan y escaparatismo.
Yo: Yo soy Isabel.
M&E: Vengo a cambiarte el orden de toda la tienda y a colocarte lo de la nueva temporada.
Yo: ¿Mi jefe sabe que vienes?
M&E: No, pero da igual.
Yo: Pues adelante, yo te dejo que vayas haciendo
M&E: Hombre, espero que me ayudes.
Yo: (Mierda) Claro, aquí estoy.
M&E: Hay que cambiar escaparates, mover todo eso de allí a allá y lo de allá a allí, volver a doblar todas las camisetas y colgar los pantalones en perfecta alineación.
¿No tienes musiquita?
Yo: No, la que hay en el ordenador no me gusta.
M&E: ¿Qué hay?
Yo: Shakira y así.
M&E: ...
Yo: Si quieres la pongo.
M&E: No, no...
Me pongo a doblar camisetas y acabo de despejar cualquier rastro de buena imagen sobre mí que pudiera quedar a esas alturas en la mente de M&E de la siguiente manera:
Yo: ¿Sabes Futurama?
M&E: No.
Yo: Es una serie. En la serie hay un robot que se llama Bender.
M&E: ¿Un qué?
Yo: Un robot.
M&E: ...
Yo: Es igual. Bender trabaja en una fábrica doblando vigas de acero. Jajaja!
M&E: ...
Yo: Bend quiere decir doblar, en inglés.
M&E: Ah.
Yo: Tengo una amiga que también trabaja en una tienda de ropa y cuando le toca pasarse el día doblando camisetas, si le preguntas qué tal, ella contesta: "Tooooodo el día haciendo el Bender".
M&E: Hum.
Yo: ...
Luego se ha ido a fumar un cigarro. Yo me he puesto un jersey y cuando ha vuelto me ha pillado haciendo posturitas delante de un espejo, colocándome el jersey bien por aquí y bien por allá. Luego se ha ido al lavabo y ha tardado muchísimo en volver y cuando ha vuelto me ha dado un susto de muerte: yo estaba mirando el mail en el ordenador en vez de estar asegurándome de que los pantalones colgaban de las perchas justo por la línea que marca la exacta mitad aritmética de la longitud de las perneras. Y me he agobiado mucho y he cerrado todas las ventanas del navegador y me he puesto colorada y, con la cabeza gacha, he vuelto a los pantalones. Luego, pensando yo que él estaba en el escaparate, se me ha acercado por detrás justo en el momento en el que yo estaba despistada mirando la estantería de los polos, y me ha pescado en flagrante incongruencia con mi anterior comentario sobre la música, esto es, canturreando en voz alta el waka-waka. Y me he vuelto a poner colorada. Me ha preguntado dónde estaban mil cosas que yo no sabía dónde estaban y me ha preguntado también mil veces que cuándo llegaba el jefe. Yo también me preguntaba que cuándo iba a llegar el jefe de una vez. Le he dicho que a las dos. Me ha preguntado si yo me iba a las dos. Le he dicho que sí. Me ha dicho que ah, que no me quedaba nada entonces. He mirado el reloj y eran las 11.30h. Y me he puesto a pensar otra vez, más que en el concepto "a gustito", en el concepto "pero qué horror" y en su factor de incidencia en la percepción del concepto tiempo.
Hasta que ha entrado mi jefe en la tienda a la voz de "¿Pero no habéis puesto la música?" Y he salido huyendo de allí. Antes, eso sí, le he dado las gracias a M&E y le he dicho que pensaría en él cada vez que, en mi casa, recogiera la colada.
No me he quedado tranquila hasta que me he dado cuenta de que me había bajado del metro en la parada equivocada. Entonces ya sí, por fin, he vuelto a ser la pánfila de las gafas mojadas de esta mañana.