Salgo del trabajo, que no de trabajar, y, de camino hacia el Centro Comercial La Maquinista, entro en la librería Bertrand -ahora Casa del Libro- para comprarme los cuentos completos de Unamuno.
Ese, te, uuuu... subo los ojos por la estantería... ¡U!, arriba del todo. Miro a un lado. Miro al otro. Ningún librero a la vista. Miro a un rincón. Veo una banqueta de plástico con ruedas. Da miedo subirse a una banqueta de plástico con ruedas para alcanzar un libro del último estante pero, como es de Unamuno, pienso mira, si me la pego, será la experiencia completa: darse de morros con la realidad -en forma de estante en el que dejarse los dientes primero (antes de abrir el libro) en forma de literatura después (una vez abierto)-. No me la pego, de hecho, cumplo el objetivo de alcanzar y bajar el tocho con una cierta gracia (hey, ¡aún soy joven!) y sigo mi camino hacia La Maquinista pensando que la lección de dura realidad que no me ha dado el estante, aún me la puede dar el entorno antes que Unamuno. Qué festival.
La Maquinista, la realidad, está en Sant Andreu después de cruzar las vías. Uno entra allá y ve pasar la vida con todas sus etapas y por orden cronológico ante sus ojos:
-Nacer: tiendas para embarazadas.
-Crecer: jugueterías, tiendas de ropa de niños.
-Reproducirse o no: Sensualone.
-Pasar el rato: Fnac, cafeterías.
- y ¿morir? Morir no está. Falta morir, en los centros comerciales. No cabe aquí esa idea disuasoria del consumo. Pongan una tienda de mármoles en un centro comercial, y adiós al negocio. Es bastante lógico si lo piensan.
He venido al centro comercial de los inmortales a organizar una sesión dedicada a la autoestima. La tentación de darle carpetazo al asunto cogiendo el micro y diciendo: ¿quieren un consejo? Ya que están aquí, vayan a comprarse un par de buenos zapatos, crece conforme me acerco al forum de la fnac.
También voy preguntándome por el camino cómo es posible que no haya más literatura de centros comerciales. ¿La hay pero no la conozco? Lo más parecido que se me ocurre es aquel libro de Miqui Otero que pasa en un parque de atracciones. Digo lo más parecido pero no lo es: estamos hablando de todas las etapas de la vida frente a una sola, que no es ni etapa, que es solo ilusión de congelar una de ellas, la de crecer, en un momento eterno; y lo de eterno también es ilusión, que eso de la muerte a veces se cuela, en los parques de atracciones.
Y todo eso voy pensando hasta que llego a la Fnac. Y a partir de aquí, el resto es trabajo. No voy a aburrirles. Sólo diré que en Fnac La Maquinista, la desorganización impera. Bueno, ya va de eso la etapa vital del crecimiento, la inmadurez. Salimos de allí de todo menos más adultos. Aún nos quedan tres días. Ya les contaré en qué acaba todo esto.