En la toma de conciencia de los propios actos, a veces, hay dos pasos.
El primero, suele ser un espejismo inducido: Uno, si cree tener la suficiente confianza con el otro como para ser graciosamente espontáneo, hace de manera bastante inconsciente, tal como sale; al otro le sienta mal eso que uno hace, lo dice, protesta, con lo que el sujeto agente, una vez superado el estupor por la exagerada reacción del otro, obtiene de esta primera toma de conciencia a la que le obligan la idea inicial de que ha hecho algo malo. Luego viene el segundo: El sujeto agente piensa de nuevo, pasada la tormenta, qué ha hecho; analiza sus intenciones y ve lo que ya sabía desde el principio: que en ellas no había nada de lo que le ha acaba de reprochar el otro.
Llegados a este punto, hay dos caminos: uno, sentirse mal por el daño inconsciente que le haya podido hacer a la otra persona; dos, quedarse tranquilo porque no ha sido él en realidad el responsable del daño que el otro cree haber recibido.
Habría un tercer camino: pensar que el otro ha utilizado cualquier excusa para poner tierra de por medio, que su daño es fingido. Pero este, especialmente en verano, con este calor, y más siendo una situación que tiende a repetirse con ya cansina frecuencia, es un verdadero incordio: mejor ignorarlo.
Capital y Estival #2: La Luxure
Saber qué y cómo, que el cuándo, en cambio, parezca que llegue de manera espontánea. Que se vayan sucediéndo caras, voces y hasta frases en procesión perfectamente coordinada; acudiendo sin llamada justo en el momento en el que les toca.
Es rápido porque es exacto. Es perfecto porque es imaginado.
Las siestas, luego -y más en verano- suelen ser de campeonato.
Capital y Estival #3: La Gourmandise
Hora de comer. A punto de acabarse Idiot Wind, de Dylan, en el tocadiscos. Hambre. Comida preparada en la nevera. Me levanto para calentarla, abro la nevera, se acaba la canción. Me he perdido el final; ni lo he escuchado. Cojo una cerveza, cierro la nevera, vuelvo a poner la canción desde el principio. Bebo, voy cantando. A ver si está en el Tube. No; en el Tube no hay Dylan. Hay un par de covers, eso sí, que no avisan de que no son Dylan. He parado el tocadiscos para empezar a escuchar las dos. He cerrado el tube, casi con rabia, y he vuelto a poner Idiot Wind desde el principio, en el disco. A ver si está en el Grooveshark y la cuelgo en Twitter. Sí. La escucho entera antes de colgarla, la cuelgo, la vuelvo a escuchar una vez en el Grooveshark y otra en el tocadiscos. Acabo la cerveza. La canción a la mitad. Espero sentada a que acabe. Voy a echarme una siesta. La vuelvo a escuchar desde el principio mientras me quedo dormida.
Agosto, Dylan. I can't even feed myself.
Capital y Estival #4: La Colère
(aka. Tú no eres mi amo)
-Hola, Gamera.
-Bufido.
-¿Tienes hambre?
-Bufido.
-A ver, vamos a buscar el plato.
-Bufido.
-Espera, que te lo lleno.
-Bufido.
-Vamos, al cuarto.
-Bufido.
-Mira, ¡sube!
-Bufido.
-¡Muy bien!
-Maullido rabioso.
-Hasta mañana, nena.
Capital y Estival #5: L'Orgueil
París, 5 de agosto.
Pierdo la cartera.
Pierdo la cartera en pleno Le Marais.
Por suerte, he dejado el pasaporte y la reserva del vuelo en el hotel, y estoy a tres calles de donde vive mi ex.
La última vez que mi ex estuvo en Barcelona, perdió la cartera y me llamó. Le dije que cómo tenía la jeta de llamarme después de cuatro años para pedirme pasta.
Eso no es nada. Le dije también que veía que seguía siendo el inútil de siempre: perder la cartera... igual que no ser capaz de mantener la nevera mínimamente surtida ni el lavabo mínimamente no asqueroso.
París, 5 de agosto.
Es mediodía, hace 35º a la sombra y el hotel está a unos diez kilómetros de donde yo he perdido la cartera.
Llego tres horas más tarde con el orgullo intacto pero deshidratada. A lo largo del camino he pasado por todos los sitios que mi ex me había ido enseñando en mi tiempo en París: la ópera, la sorbona, el barco en el que vivió su padre, aún amarrado en el Sena, les Halles, el mercado de flores...
París, 5 de agosto, 7pm.
He caminado diez kilómetros. La cabeza bien alta. Me siento miserable; debe de ser que estoy deshidratada.
Capital y Estival #6: L'Envie
(aka. La del escritor peninsular ante Xesca Ensenyat)
Peixatera, punyetera,
m'has venut el peix pudent
si no em tornes la pesseta ho diré a tota la gent.
Aquelles tripes d'en Pasqual -a l'endemig de les cames- havien espantat na Laida.
L'altre dia sa criada
va pixar dins un tassó
i li va dir, an es senyor
vat aquí sa llimonada.
Jo tenc un revolver d'or
que tira pòlvora blanca
si te l'atrac devers s'anca
se dispara i no fa tro
Capital y Estival #7: L'Avarice
He soñado con la presentación del libro. Se hacía en un teatro enorme. Estaba llenísimo de gente y a mí me ponían en la concha del apuntador, escondida. Protestaba. Decía que todo el mundo me había venido a ver a mí y no a ese tío que estaba en el escenario y que me miraba de reojo para que yo le fuera cantando qué tenía que decir. Eso cuando me miraba: la mayor parte del tiempo soltaba su rollo, que no tenía nada que ver conmigo.
Todo el mundo tenía ya el libro; yo me removía pensando 'han venido a verme a mí, quiero que me vean, quiero que me aplaudan'.
Tienen que saber dos cosas: Esto ha sido una pesadilla no tan referida al afán de protagonismo como a pavorcete que me da que llegue el día de la presentación.
Y: las pesadillas, en agosto, tienen más de pesadilla de despertarse sudando: realmente uno duerme ya sudando directamente.