¿Y si cuando, por fin, para cuando la tuneladora llegue a la galería, los mineros han decidido que están mejor allá abajo, que no quieren salir?
"Es que, mire usted, aquí vemos películas todos los días, nos vamos a dormir y nos levantamos a la hora que nos da la gana, nuestras mujeres no se enfadan porque llevamos meses fuera y no tenemos que aguantar a los niños berreando". Hay quien se ha librado de ir a ver a los suegros todos los fines de semana, quien tenía pendiente un juicio por la custodia del crío y quien estaba a punto de jubilarse y no sabía cómo iba a vivir los próximos años. Por no hablar de aquellos dos que estaban enamorados e iban escondiéndose por los agujeros en la pared, cuando pensaban que nadie miraba. Ahora no se ocultan: un hombre en la mina es un hombre en la mina; tienen sus necesidades y han conseguido que el resto se lo esté pensando también: hay que matar el tiempo de alguna manera y no se puede ir por la galería con esta presión en la entrepierna.
Les llegan noticias del mundo exterior: el rescate se retrasa un mes, gran fiesta bajo tierra. Les conectan el teléfono porque la señora de uno de ellos tiene algo importante que decirle; ssssht, bajad el volumen, alguien que llore desesperadamente, la banda de percusionistas de pico y pala, que pare un momento. Todos se han desnudado, han atado los monos de trabajo unos con otros y se han hecho unas estupendas hamacas que han colgado de pared a pared en las que duermen unas siestas de antología. Sus ojos se han acostumbrado a la oscuridad, lo ven todo pero hacen como si no vieran nada, así pueden jugar a decir que han visto sólo lo que les interesa haber visto.
No se hace nunca de día ni de noche así que están intentando buscar la manera de inventar un calendario lleno de fiestas nacionales de la galería: de momento tienen el día de los pioneros, que coincide con el día en que se quedaron enterrados. El día de la proclamación de independencia coincidirá con el día en el que el gobierno del país de la superficie reconozca que nunca los podrá sacar de ahí. Ya verán cómo se las apañan para medir el tiempo después para poder celebrar periódicamente el acontecimiento; quizás la solución sea celebrarlo cuando les dé la gana, sin ningún tipo de periodicidad, consiguiendo así dar el paso definitivo en la evolución de la humanidad: el del reconocimiento de una relatividad temporal absoluta.
Ya deben de haber comenzado a crearse un idioma; es una especie de español adaptado a las cosas que tienen allá abajo. Han dado nombres a las cosas (generalmente piedras) según la utilidad que les han asignado. La palabra "puerta" sirve para designar el hueco tapado que hace unas semanas era la entrada a la galería, así que ya ha perdido el significado que tiene la palabra "puerta" (un hueco por el que se entra y se sale) en la superficie. No, su español no se parece en nada al español que se habla allá arriba, aunque reales academias y enemigos del desmembramiento de ciertas naciones estén intentado apuntarse el tanto de haber conseguido que la lengua de la madre patria sea la única en el mundo que se habla oficialmente sobre y bajo tierra.
Han montado un ejército cuya única misión es detener los intentos de rescate, previendo que un día lleguen con nuevos métodos desde arriba. De momento no hay peligro pero el Ministerio de Información (integrado por un grupo de mineros que reciben y leen los diarios que ingenuamente les envían desde arriba) está muy atento y ha recomendado montar guardia permanente ante la "puerta". También han organizado un cuerpo especial de técnicos dotado de utensilios con los que cortar cables, destrozar máquinas a golpes y poner más piedras a modo de pared en el caso de que alguno de los nuevos inventos de la superficie consiguiera atravesar la "puerta".
Han ido también un paso más allá en el terreno económico: no tienen que producir para sobrevivir. Tienen a la superficie engañada para que los mantenga sin rechistar. Esto crea división de opiniones entre los mineros: unos se sienten mal por pensar que su sistema económico se basa en una especie de parasitismo en el que ellos serían los piojos, las garrapatas, las tenias de la sociedad; otros, los que han conseguido borrar de su cabeza la idea de pertenecer a esa sociedad, los que han superado el estadio de creerse sólo hombres y ahora se creen dioses, ven totalmente lógico que esos seres inferiores de allá arriba les muestren pleitesía llenándoles la galería de ofrendas.
Sólo les queda encontrar una solución para la supervivencia de la especie -muchos de ellos están convencidos de que son una especie nueva-: la idea de tener los días contados a veces no les deja dormir.