divendres, 30 de setembre del 2011

Recuerdo que, en la universidad, teníamos un profe de cine (Narrativa audiovisual, creo que se llamaba la asignatura), que durante un trimestre se empeñó en enseñarnos a escribir una película a base de explicarnos su estructura: igual que quien dice introducción-desarrollo-desenlace cuando habla de una novela, él decía noséqué-nosécuántos-conclusión y que tenía que haber un héroe y un mentor y personajes secundarios y un momento en el que el héroe entraba en un sitio así como muy complicado y tenía que resolver no sé qué y ganar, al final.

Bullshit.

Vulcano, de Max Besora, es todo sitio complicado y nada de personajes secundarios. Tampoco hay mentor ni puta falta que hace. Ni noséqué ni nosécuántos ni cosas resueltas... No sé por qué les he empezado contando esto del profe de Narrativa audiovisual. Puede que, después de acabar de leerlo, me haya dado por buscar una mesa de mimbre bajo la que todo sea un poco menos explosivo, un poco menos subjetivo, un poco menos... bah, cobarde que es una.

Nada de personajes secundarios: Besora se las apaña para que desaparezcan a la primera de cambio. Hay un pueblo, hay una montaña que resulta que es un volcán, hay la policía y la radio diciéndole a todo el mundo que se vaya porque eso está a punto de petar. Y todo el mundo se va. Y el prota se queda: no le van a sacar de casa ahora que por fin ha encontrado un rato para releer "Sota el volcà", de Lowry, eso dice. Yo no he leído "Sota el volcà", de Lowry, pero dicen por ahí que va de un descenso a los infiernos en medio de un delirio alcohólico. El descenso del prota de Besora pasa en un delirio de lentejas y garbanzos en conserva y cigarrillos Almogàvers (muchos) que enciende con las chispas que el volcán ha escupido a su balcón. Está también el perro -por lo visto, en "Sota el volcà" también hay un perro-; un Mefistófeles que aquí se llama Petaner y que acaba por largase también.

Y ya está. No les parecerá poco, ¿no? Porque resulta que el volcán que está fuera, pasa a estar dentro y va petando cuando le da la gana y cada vez que peta lo deja todo un poco más arrasado. Y solo al final final final pasa que hay un momento que es pura epifanía al estilo Malick (referencia fácil estos días), para en seguida, al final final final final, acabar convertiéndose todo en conclusión, un poco, sí, pero de aquellas conclusiones que a nadie le gustan: ... un dia t'encastaran una pedra a la cara i cauràs i ja no t'aixecaràs. Els veïns de Sant Pancraci et criticaran tot passant l'escombra perquè un dia cauràs i ja no t'aixecaràs, la impaciència es tornarà resignació i els gossos devoraran el teu cadàver al mig d'una avinguda deserta perquè un dia cauràs i ja no t'aixecaràs, el món sensible serà guillotinat i l'esperit deixarà de ser un suport quan totes les artèries es coagulen dins el teu cos i les venes rebenten en minúscules explosions dins teu mentre proves de curar-te les ferides com si tinguessis un do de déu prô aquí no hi ha ni déu ni do perquè un dia cauràs i ja no t'aixecaràs, els déus domèstics et faran adéu amb la mà i buscaràs la meta sense que existeixi un camí, perquè un dia cauràs corglaçat i ja no t'aixecaràs, palmaràs esclafat, bufetejat, aniquilat en solitud.

Ah, Besora está por todas partes en esta novela. Por ejemplo, para que se hagan una idea, todo pasa a este ritmo:



Joder, que ahora, releyendo, no sé si ha quedado lo suficientemente claro: ¡es un novelón! Te deja pensando en monstruos propios y ajenos; te deja queriendo meterte en la cama a intentar dormir abrazándote las rodillas; te deja un VULCANO VULCANO VULCANO VULCANO VULCANO a modo de pitido en los oídos; te deja, te abandona a tu suerte, ahí te quedas con tus Almogàvers, esperando a ver si esta es, por fin, la vez en la que ya no puedes levantarte.