Jaume inmortalizó el momento en el que Javier acababa de echar cuentas de cuántas horas seguidas llevaba Antonio hablando y servidora comprobaba que, efectivamente, habían sido tantas que se había hecho de noche, primero, y de nuevo de día, después.
(Segundos más tarde, tras acordar que seguiríamos queriendo a Antonio igual o más, continuamos bailando como si nada).