dilluns, 25 de juny del 2012

Eurovegas, mon amour. Perdón: Eurovegas, baby. (¿Ven la diferencia?).

(De cómo si yo fuera puta, me habría faltado tiempo para enterarme dónde van a cenar esta noche los Adelson Boys, grabarme un videobook en un cedé y plantarme en la puerta del restaurante esperando a que llegaran para dárselo en mano, que hay que espabilar, chicas. ¿No habéis visto Showgirls?)

Hola.
Que venía yo a hablarles de Eurovegas pero, primero, voy a dar un pequeño rodeo.

Suiza.
Suiza es un país neutral (dicen, por si acaso tienen búnkers camuflados en las colinitas, pero bueno) y muy nacionalista (yo no he visto mayor despliegue ondeante de banderas propias en los jardines de cada casa ni en Estados Unidos). Si un ciudadano europeo decide solicitar la nacionalidad suiza porque, pongamos como ejemplo, se ha casado con un señor de Ginebra, por ejemplo también, una de las cosas que tiene que hacer es escribir una carta explicando el por qué de su amor hacia todo lo suizo. Si no se queda solo en el queso, que también, sino que además mete en la carta datos históricos y la escribe, pongamos, en alemán o en francés, mejor que mejor.

Suiza está orgullosa de Suiza y solo quiere entre sus habitantes a gente que también esté orgullosa de Suiza. Supongo que en Austria pasa algo parecido, de ahí esas fantásticas perturbaciones extremas de la regla que son Bernhard, Jelinek y Haneke. (Me voy por los cerros de Úbeda).

Suiza es perfecta. Y su trabajo les cuesta que así sea: cualquier ciudadano es policía. Cualquier ciudadano suizo tiene la obligación de denunciar a su vecino si le ve tirando el vidrio en el contenedor del papel. Tiene esa obligación literalmente, porque si otro vecino ve que el vecino ve al vecino tirando el vidrio en el contenedor azul y que no lo denuncia, este tiene la obligación de denunciar al primero y al segundo. Por que si otro vecino ve que el vecino ve que el vecino ve que el vecino tira el vidrio al contenedor blablablablabla.

En Ginebra hay el barrio de las putas. Está al lado de la estación de tren. En el barrio de las putas de Ginebra se habla español. Son putas latinas, la mayoría. Yo me di un garbeo por allí cuando bajé del tren que me traía directa de París y me encontré con que tenía que hacer tiempo hasta que llegara un amigo. Cuando llegó le dije: ay qué gracia, me bajo del tren en Ginebra y lo primero que oigo es español dominicano. Son putas, me dijo él. Yo, que sabía toda esta historia de la carta y la de los contenedores, le pregunté cómo era posible, estando la inmigración tan controlada, existiendo la obligación de denunciar a tu propio vecino cuando este hacía algo tan tontuelo como confundirse de contenedor, que existiera en el mismo centro de Ginebra, un barrio lleno de inmigrantes -ilegales, supuse-, ejerciendo semejante oficio -ilegal también, supuse-. Me dijo que el oficio no era ilegal en Suiza, que la inmigración sí podía serlo porque era imposible que no se colara nadie y una manera de tener la cosa controlada, era que parte de esa inmigración (y de no inmigración supongo también, aunque yo no vi a ninguna señora con apariencia de suiza por allí) tuviera trabajo, un trabajo, además, que cubriera unas necesidades que, de otra manera, serían más difíciles de cubrir. Me dijo que, en Ginebra, turismo, poco o al menos no tan masivo como en Barcelona; que la mayor afluencia de gente de visita venía dada por convenciones, ferias... Y que gran parte de los visitantes, llegaba a la estación de tren, al lado de la calle más comercial de Ginebra (tiendas de souvenirs y de relojes por todos lados), al lado del barrio de la prostitución (dominicanas y rusas por todos lados). Hay otra zona de prostitución en Ginebra; siguiendo esta misma lógica, está al lado del aeropuerto.

Así me lo dijo.
Efectivamente, Suiza es un país perfecto.

Es un país tan perfecto, que se lo han montado para sacar la máxima tajada de la inmigración que se les cuela y de la prostitución. Y lo saben. Lo sabe y así te lo explica cualquier ciudadano.

Eurovegas se parece mucho al barrio de las putas de Ginebra. El drama es que ni Barcelona ni Madrid se parecen en nada a Ginebra. Ni Catalunya ni España a Suiza.

El problema es que cuando Ginebra acepta una cierta cuota de inmigración ilegal, aprueba una cierta legislación permisiva en cuanto a llámenlo prostitución, llámenlo ventajas fiscales, llámenlo ley del tabaco... es Suiza quien le está haciendo el favor a la madamme; es Suiza quien sigue teniendo la sartén por el mango. Cuando Catalunya en cambio le acepta las condiciones a Madamme Adelson, no está siendo permisiva con Madamme Adelson: le está lamiendo el culo. Y todo el mundo sabe que si las prostitutas simplemente te hacen dejar primero la pasta en la mesilla, las madammes te la hacen dejar igual y además te tratan como si tú fueras la puta; la puta y la pobre.

Ahora veo que el mayor argumento para defender la instalación de Eurovegas en Catalunya es la cantidad de puestos de trabajo que creará: aceptamos Eurovegas porque estamos en la miseria. ¿Cómo Adelson no se iba a hacer el interesante? ¿Dónde se ha visto a una puta haciéndose la remolona? ¿Dónde se ha visto a dos clientes peleándose por seducir a una puta? Seducir a una puta, ¿ven la absurdidad? A una puta se la lleva quien tenga la cartera más gorda y quien tiene aquí la cartera más gorda es Adelson.

En Ginebra tienen muy claro quiénes son las putas. ¿A ver si nosotros nos estamos equivocando señalandola? ¿A ver si, aunque lo fuera ella, la puta, Adelson, vamos a acabar encima debiéndole un favor.