Eso que hace Baroja de, de repente, resumirte en una página exactamente qué te lleva diciendo durante las doscientas anteriores.
Muchos de aquellos hombres sin haber repensado teoría alguna política o social, tenían no sólo la certidumbre de su realidad, sino el dogmatismo, el fanatismo y hasta la sed de martirio. ¿Quién podrá afirmar con más fuerza una cosa que el que no la comprende?
Estos hombres se dejaban llevar por la corriente sentimental del momento y eran capaces de hacer por ella el sacrificio de su vida.
En nuestro tiempo, más que en ningún otro, después de la Reforma y de la Revolución se da el caso de los pueblos y de los individuos que viven con un sentimentalismo distinto y a veces antagónico a sus ideas.
Las generaciones han ido moldeando nuestros instintos, lo consciente y lo inconsciente, les han dado una forma, un sentido; pero en este conglomerado de nuestra personalidad, la inteligencia se ha separado de sus viejos compañeros y ha empezado a marchar sola.
Así, nuestra época ha dado, más que ninguna otra, santos sin ideas religiosas, ateos místicos, mujeres honradas con alma de cortesanas y cortesanas con aspiraciones de monja.
Ante esta disociación de su personalidad, el hombre, que antes que nada quiere creer y poner un pie firme sobre la tierra, mira a su alrededor y cuando encuentra una ruta la va siguiendo.
Sus antepasados no escogían, se dejaban llevar, los hombres actuales escogen, de ahí su desgracia.
Y, a partir de aquí, todos los personajes que ha ido describiendo de uno en uno, por separado, y todas las líneas de acción de 'La veleta de Gastizar', coinciden, se complementan, se dan sentido unas a otras y van juntas hasta el final.
Yo ya no quiero leer nunca más nada que no sea tan redondo como esto.