Hace un par de días, con A., delirábamos con una idea absurda que, al final, parece que no lo es tanto y que, como siempre, alguien ya la ha tenido antes.
Os cuento:
El jueves recibí una llamada totalmente inesperada de una emisora de radio. Me decían que necesitaban a alguien para trabajar en informativos en julio y en agosto, que tenían mi currículum y que, si me interesaba, me pasara el martes para hacer una prueba de locución. Les dije que sí.
Desde entonces, hablo vocalizando mucho más, me pongo delante del ordenador a leer los periódicos en voz alta y me paro a reflexionar cada vez que digo una s, una ss, una ll, una è, una é, una ò y una ó. Las digo todas mal o eso me parece. (Me espera un fin de semana muy largo con este asunto).
El delirio con A. venía de antes.
La última vez que estuve en Pamplona, mis amigos O. y T., me contaron que en Caja Navarra tenían parte de la plantilla contratada de una de esas agencias de colocación de gente con minusvalías psíquicas o físicas. Por lo visto, últimamente, contrataron a cinco personas: un par o tres, no me acuerdo, con síndrome de down y un par o tres sordas. En una reunión alguien, hablando de estas cinco personas, comentó que el problema con los sordos era que eran capaces de leer los labios y cuando atendían al cliente, el cliente muchas veces no se daba cuenta de que eran sordos. En fin que, al contrario de cuando trataban con los síndrome de down, el cliente, al tratar con sordos, no salía de la entidad pensando: "Hostia, qué majos y qué buenos los de Caja Navarra, que contratan a chavales con problemas!", y claro, así, los sordos no aportaban nada a la imagen solidaria de Caja Navarra.
En la reunión se propuso acudir a la agencia de colocación para pedir que les cambiaran los sordos por downs.
Con esta historia en la cabeza, A. me decía que igual en la radio les interesaba tenerme a micro abierto, haciendo las s, las ss, las è y las é todas mal, para mejorar su imagen solidaria con esa parte de la población que tiene problemas para pronunciar bien el catalán. Bromeamos con la idea de que cada vez que saliera yo en antena, pusieran unas ráfagas que dijeran, por ejemplo: "La locutora tiene problemas de dicción", que eso despertaría la simpatía del oyente hacia mí y de rebote hacia la emisora. Aquí se nos empezó a ir la cabeza y creamos toda una estrategia de marketing radiofónico: como la gente no ve a los locutores, se podría ir insertando cuñas en los programas que dijeran, aunque fuera mentira: "Las noticias con fulanito de tal, manco"; o "Los deportes con menganito, que va en silla de ruedas".
Nos reímos un rato y la cosa quedó ahí.
Ayer estaba yo en el estanco, esperando mi turno, mirando una de esas pantallas publicitarias que ponen a veces en el mostrador, en las que van pasando anuncios. De repente, leo: "Este anuncio ha sido pensado por un grupo de disminuídos psíquicos", a continuación empieza un anuncio de lo más normal y soso que podría haber hecho absolutamente cualquier persona.
Compré lo que tenía que comprar y me fui, perpleja.
Voy pensando cuñas.
-La locutora es de Pamplona
-La locutora es katalanoberri
-El cerebro de la locutora no da para más
-La locutora lo intenta