dilluns, 29 d’abril del 2013

Yo me estoy dando cuenta de que uno, con los años, acaba repitiéndose. También, uno con los años acaba encontrando justificaciones a dicho repetirse; se dice cosas como que, bueno, que lo que pasa es que hay temas que son los verdaderamente importantes y que si van saliendo y saliendo y saliendo calcados, si la mente tira de ellos a la primera de cambio, es porque uno es coherente y maduro y hay preocupaciones que trascienden al momento porque son las verdaderamente importantes y blablá.

Que me voy a repetir, vaya,

Uno de los mayores berrinches de mi vida me lo cogí cuando me enteré de que aquello que me habían enseñado de que si hacías las cosas bien, las cosas te salían bien era mentira; fallllllso como un duro de cuatro pesetas; uno de los engaños mejor montados, más protegidos, de la historia de la humanidad (o igual no de hace tanto tiempo, que luego ya me enteré que era una cosa más bien judía, católica igual también; que iba muy así de la mano con lo de ir o no al cielo); uno de aquellos engaños que si funcionan te hacen pensar que claro, que con lo bueno que eres, te mereces todo lo mejor; pero que si no te lo acabas llevando -lo mejor-, en el caso de que te lo hayas creído, te hace un desgraciado total y absoluto, un cenizo, acabas siendo un tipo de cabeza gacha cuando no te queda ninguna de las fases psiquiátricas -shock, negación, caída en picado... ya saben- por quemar.

Miren si estoy traumatizada -que no es coherencia, que es trauma- por todo aquello que me ha vuelto a venir a la cabeza la cosa cuando me he enterado de la enésima trampa: en el borrador de la declaración de la renta, viene por defecto marcada la casilla que indica que renuncias a la devolución.

Pero es que imagínense: se pasan ustedes el año trabajando, haciendo números cada vez que les sale un trabajito nuevo para ver si les compensa o no cogerlo, que a veces son pan para hoy y collejón para mañana estos trabajos, porque de repente te has pasado de franja resulta que por ganar 50 euros más o menos, luego te reclaman unos cientos más y te los reclaman todos juntos además y ya la has liao, que resulta que, en neto, ganas menos, y que ese menos era lo que te servía para pagar el teléfono, por ejemplo, o el agua o el gas o el comedor del cole; y que, trabajando más al mes, te ves llegando menos a fin de mes; o que acostumbrado a que, con la renta, te cayeran al año doscientos euricos por sorpresa, porque nunca sabías cuándo te iban a caer, sin en junio o en diciembre con los langostinos congelados ya comprados; de repente te los quitaran el mismo día cero de hacer la declaración o la mitad el día cero y el día treinta la otra mitad.

Imagínense que han trabajado, les han retenido todo el año un tanto por ciento más que el año anterior, o sea, el tanto por ciento con el que pagaban el teléfono o el agua o el gas o el comedor del cole, llegan un día cansados a casa, se encuentran el borrador en el buzón, ven que les devuelven los doscientos euricos y llaman inmediatamente para confirmarlo, que más vale pájaro en mano, y dicen sí, sí, sí a todo. Y luego, esperando, esperando, llaman un día antes de comprar los langostinos congelados a ver qué hay de lo suyo, y les dicen que de lo suyo no hay nada pendiente, que les consta que usted renunció a la devolución, que mire los papeles. Y los mira y ve que sí, que la casilla está marcada de imprenta y que, eso en concreto, se les olvidó preguntar para que usted dijera si sí o si no.

Entonces es cuando ustedes se cagan en lo de hacer las cosas bien; en lo de pagar el IRPF que toca, hacer facturas con IVA y mirar de no pasarse de la franja para ahorrarse unos euricos. Entonces es cuando ustedes deciden que igual entendieron las cosas mal cuando se las explicaron y que a ver por qué tenían que estar ustedes en el lado de los que hacían las cosas bien o mal y no en el lado de los premiadores o castigadores, que a lo mejor podían decidir ustedes quién se llevaba el castigo, porque no paran de ver a gente haciendo las cosas mal.

Entonces es cuando deciden ser el justiciero y, hartos de todo lo que está pasando, salen a la calle y se lían a pedradas con los cristales de la administración de hacienda de su barrio, del banco de la vuelta de la esquina y, recogiendo a su vecinos, que están también en la calle como usted, se plantan en la delegación del Gobierno y acaban con todo también.

Puede que luego vengan a castigarles porque ellos son más y están mejor armados y organizados. Entonces entenderán que así, tal como están montadas las cosas, no gana quien se empeña en hacerlo bien sino, precisamente, quien lo hace todo mal y está mejor armado y organizado porque de alguna manera tiene que protegerse de ustedes, claro.

Creo que de esto último es un poco de lo que nos estamos dando cuenta. Creo que por eso no acabamos de salir a la calle.

(Que rule lo de la renta: si no desmarcas la casilla, no te devuelven la pasta que te corresponde y se la queda el Estado. Me parece como la ultimísima canallada).