Con su permiso, les voy a poner un momento mirando para Venezuela.
Venezuela.
Ya está.
Chávez. mmmmm, estoy convencida de que también está un poco enamorado de la Rice, esa madonna -igual que todo el mundo está, aunque nunca lo reconozca, enamorado de su oponente-, y este tipo de cosas del enamoramiento, sumadas a la cosa tener petróleo, deben de unir una barbaridad.
También debe de unir bastante compartir batallitas de cirugías plásticas, dice Boris Izaguirre que a Chávez le descubrieron el cáncer cuando se recuparaba de una liposucción y que lo que más ofendió a la oposición era que se hubiera operado en otro régimen que no fuera Venezuela, fábrica de misses. Cuando he leído esto aquí, he trazado inmediatamente la línea que une a Chávez con Gadafi y con Berlusconi. Cada vez estoy más convencida que Berlusconi es el típico caso de dictador que se equivocó al elegir el país a dictar (¿cómo no tuvo en cuenta lo de tener o no tener petróleo?). Pero esa es otra historia.
Lo que quería decirles es que hay parte de este juego que se está jugando en al otro lado del Atlántico o del Pacífico, según se mire. Que Estados Unidos se quedó corto al dibujar el eje del Eje del Mal y que ahora, el pobre Chávez, entre viaje y viaje radioterapéutico en chándal a Cuba (#otraquetal) debe de arrastrar el pobrecito un síndrome del procrastinado de agárrate y no te menees, que le obliga a formular amenazas (pobres de ellos como nos vengan con la misma historia que en Libia) que no son sino recordatorios al más puro estilo eh, que también estamos aquí con nuestras fueltowers; al más puro estilo semospeligrosos, vaya.
Chávez está enfermo. Además, Chávez tiene al enemigo despistado, mirando para otro lado, ahora mismo: debe de llevar un ataque de cuernos que no puede con él, el pobre Chávez. Yo creo que de aquí a 5, 4, 3... vamos a empezar a oír hablar de Chavez bastante. Ya verán.