Ayer, en el sofá, con un gato a cada lado, muy metida en mi papel de calefacción central, me distraje un momento de la lectura al comprobar divertida que soltaba una mano del libro, apretaba un dedo contra el lomo de Koldo y Koldo ronroneaba. Volvía a coger con la mano el libro y Koldo dejaba de ronronear. Soltaba la otra mano del libro, apretaba un dedo contra el lomo de Kika, y Kika ronroneaba. Retiraba la mano y Kika dejaba de ronronear. Estuvimos haciendo esto unos cinco minutos al cabo de los cuales, me puse el libro en las pantorrillas, llevé una mano a cada gato y agitándolas -agitándolos a ellos enteros- dije: gateteeeees; los dos se estiraron, cambiaron de postura y siguieron durmiendo. Volví a coger el libro e intenté seguir leyendo, pero me puse a pensar en Etxauri. Pensar en Etxauri es pensar también en su contrario, y el contrario que más a mano tengo, el que me viene a la cabeza siempre que pienso en los animalicos, es aquella persona que conocí una vez, que trataba a los gatos de mi casa, y a todos, supongo, como si fueran cosas: ni los veía y, si los veía, era para apartarlos porque le molestaban. Me decía que eso que hacía yo de tratar a los bichos "como a personas" era porque no era de pueblo. Yo pensaba: pues igual tiene razón pero, como no soy de pueblo, no podía entenderlo del todo.
Luego conocí a alguien de pueblo. Oyó ronronear a Koldo, oyó ronronear a Kika, y me hizo alucinar cuando me dijo todo lo contrario de lo que me habían explicado antes; me dijo: ostras, cómo se nota que estos gatos no son de pueblo. Zas. Ahí estaba la clave. El asunto no era la persona, el asunto no era el pueblo. El asunto era el gato: El gato para el cual la vida es el pueblo o la vida es la persona.
La cosa se complica para el gato cuya vida es la persona, cuando se encuentra con que, si bien todos los pueblos son iguales, con las personas, en cambio, pasa que las hay que lo son, persona, aunque vivan en el pueblo más perdido; y las hay que no lo son, por mucho que hayan dejado de vivir en el pueblo y ahora vivan en una ciudad de tres millones de habitantes.
Etxauri está lleno de animales cuya vida ha sido la persona, no el pueblo. Lo que no está, no puede estarlo, es lleno de personas que sean personas; debe de haber sólo cuatro o cinco, que bastante hacen, pero no tienen manos suficientes para hacerles ronronear, estirarse y cambiar de postura a todos. Y hace frío. Y si llueve, las pasan canutas, pero pasarlas canutas de morirse, no de ay, qué susto me he dado.
Como Etxauri, hay unos cuantos -demasiados- sitios más, pero Etxauri es lo que tengo a mano, lo primero que también me viene a la cabeza, para compensar la idea de aquella persona que se creía que el pueblo, no la gente, es el problema para los gatos. Así que os pongo aquí su dirección de facebook, la de Etxauri, ahí encontraréis todos sus contactos y, de paso, la oportunidad de ser un poco más personas.