dimecres, 13 de juny del 2012

Creía que 'restaurante-teatro' significaba que pagabas una cantidad que incluía la cena y luego el teatro, pero no se me había ocurrido que pudiera hacerse simultáneamente. Yo había supuesto que cenaríamos en una sala y que después entraríamos en el teatro, por lo que me sorprendió ver que las mesas estaban dispuestas en la platea. Creía que eso solo ocurría en Las Vegas, donde era correcto comer mientras veías la actuación de tigres y coristas, pero no me imaginaba comiendo con los actores delante. Me parecía de lo más grosero. Por mucho que bajaran la potencia de las luces, seguiría oyéndose el ruido del público masticando.
(...)
La descarriada obra teatral que se representaba era la versión femenina de 'La extraña pareja' interpretada por dos actrices de mediana edad que tuvieron unas carreras respetables en el cine, seguidas por unas carreras menos respetables haciendo de mamás en telecomedias y que luego desaparecieron por una temporada. Me pregunté si aquello no era más que otra etapa en su descenso a la oscuridad o habían ya tocado fondo y su presencia en una producción de 'La extraña pareja' que tenía lugar en un teatro donde el público cenaba era el comienzo de su recuperación. También me pregunté si sería su necesidad de dinero o su deseo de fama lo que les hacía actuar allí.


Algún día este dolor te será útil. Peter Cameron (Libros del Asteroide, 2012).

¿Ven? Si uno lee solo la prensa (esto, por ejemplo), no le sirve más que para saber qué pasa ahora (para saberlo mal, además, seguramente), pero si uno lee también libros y es capaz de deducir algo de ellos, puede ver un poco hacia dónde va a ir el futuro: cómo podría ser la jubilación de Joel Joan y el Lòpes, por ejemplo. O incluso la de esa alternativa a la literatura en la que se acaba de convertir la Ballbè.
¿Saben que lo de Uganda es una tontería, no? Ahora, de repente, nos hemos vuelto todos el colmo de la diplomacia: ya nadie trabaja como un negro, ya nadie hace un trabajo de chinos, ya nadie contará el chiste de ¡estás gordo! sí, como una tapia, ya nadie se despide a la francesa: oh, sí, todo es muy ofensivo para los negros, los chinos, los gordos, las tapias y las francesas.

A mí me encantan estas filtraciones porque me encanta imaginarme las conversaciones y situaciones que llevan al gran discurso final, al gran fasto en que termina todo: hablará, no hablará, qué dirá... patapum, discurso perfectamente articulado construido a base de llamadas que seguramente iban así:

-Y de esto ¿qué digo?
-Tú, lo que sea, pero con convicción y ponte derecha la corbata.
-Joder, qué coñazo, es que me quedaría en casa, te lo juro.
-Va, que son cinco minutillos y listo- Y ven que te peine las cejas.

Es ese momento Pepe Gotera y Otilio (-Es que me hundo en el sofá. -Ponte unos libros debajo. -¿Cuáles? -Estos mismos, grabamos en cinco, cuatro, tres...), la chapucilla que no se ve, el ajustito para salir del paso y, después, el cuadro perfecto, el que borra la posible cara de disimulo, el gran 'si ellos supieran...'. Es Homer -todos somos Homer- comiéndose un donut en la sala de control de la radioactividad de la central nuclear; es Proust montándole el pollo a la chacha porque el té está frío, ah, el lirismo de la magdalena mojada en la taza seguido de la mala leche por no poder pescar con la cucharilla la miga entera que ha caído dentro; el escribir sin ducharse, con el pijama sudado después de una noche de agosto y levantándose a media frase a por la fregona porque el gato acaba de vomitar en medio del salón; el estar redactando una carta a la madre preciooooosa cuando le acabas de colgar el teléfono al grito de ¡joder, mamá, que estoy trabajando!

De eso es de lo que están hechas las cosas bonitas, los discursos manipuladores de los malvados, la literatura entera.

Ha sido Uganda, porque ese es el mensaje filtrado, podía haber sido cualquier otra cosa.

Díselo tú, Falete, que de esto también sabes un rato: