(De cuando, sin querer, me emociono)
Va V. y me regala el "Blood on the tracks" en vinilo, así, como quien no quiere la cosa: lo ha encontrado en la deixalleria de Molins, entre un lote de discos de alguna tienda que ha cerrado. Me dice: "Toma, para ti". Y yo lo cojo, lo miro, le miro a él, vuelvo a mirar el disco y le vuelvo a mirar a él. Le digo: "Pero, ¿para mí? ¿Seguro? Es un disco muy bueno...". Y me dice: "Sí". Y yo miro el disco otra vez, veo dónde estamos y cómo hemos llegado hasta aquí y pienso que ese es el momento del fundido a negro final, de una película que, qui ho anava a dir, ha acabado bien.