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Tengan la paciencia de adaptarse al ritmo del habla de Espriu; si lo consiguen, se notarán ansiosos por saber cómo acaba cada frase, si va a soltar una broma, si va hacer un apunte sorprendente, o si simplemente va a dar un dato, una fecha, un nombre sin mayor transcendencia. A partir de cierto momento, no podrán parar de mirarle a las manos; a la derecha, en concreto. En otro punto de la presentación, serán testigos de una defensa del catalán tan sutil como aplastante, a partir de una sola palabra: encallar. También escucharán cómo explica que a veces, por una cuestión motora, le cuesta decir Barcelona, le cuesta decir Espriu.
Ahora piensen que a Cultura también le ha costado decir Espriu: entre 1.000.000 y 1.500.000 euros, concretamente, está pagando Cultura por decir Espriu durante solo un año, a una media de tres actitos por semana, mal repartidos, poco originales, absolutamente intranscendentes. Piensen que Bru de Sala ha cobrado en un año, por decir Espriu, lo que a un mileurista -y somos legión- le cuesta ganar, si todo va bien, una década. Piensen que Soler Serrano, por mucho menos y en pesetas, dijo Espriu durante una hora y cuarto que, si tienen la paciencia de seguir hasta el final, les dará la oportunidad de conocer a Espriu mucho mejor que si asistieran a todos los actos que dicen Espriu durante este 2013. Y piensen en qué haría Maria Bohigas, Quim Torra o cualquiera de aquellos editores que sí saben lo que se hacen cuando se ponen a recuperar escritores, si dispusieran de la mitad de este presupuesto durante también sólo un año.
Bueno, ahora, si han pensado todo esto, ya saben qué está haciendo Mascarell, qué está haciendo Bru de Sala: lo mal que están diciendo Espriu en éste, el año que corre.