Pasa que una llega a Catalunya ya de mayor y se pone a estudiar catalán. Pasa que cuando empieza a soltarse un poquito hablándolo -pongan, no sé, un año después de haber empezado a estudiarlo-, la gente alucina y responde con caras de asombro y comentarios de oooh, ¡pero si eres de Pamplona!. Cuando han pasado cinco años y una ha superado ya los sudores de pensar cada frase antes de decirla y los dolores de cabeza a la hora de ir a dormir después de una cena íntegramente en un idioma que no es el suyo, aún, cuando conoce a gente nueva y les dice que es de Pamplona, se encuentra con el inevitable (por lo visto) 'ooooh, pero si hablas catalán'. Pasan diez años. Una ya tiene amigos y un círculo más o menos próximo con los que habla exclusivamente en catalán; aún así, el primer comentario de gente que se acaba de enterar de que se apellida Sucunza y pregunta de dónde es el nombre, responde con 'ah, pues hablas muy bien catalán', a lo que ella contesta: 'es que llevo diez años aquí', a lo que invariablemente obtiene como respuesta: '¿y qué? Hay gente que lleva toda la vida y no lo habla'.
Luego viene la esquizofrenia: una se pone a escribir un blog o lo que sea, y se encuentra con que la gente que alucinaba porque era de Pamplona y hablaba catalán le pregunta: '¿por qué no escribes en catalán? Y es entonces cuando una, acordándose de todo lo que les he contado antes, piensa: '¿en catalán? pero si no os lo creéis ni vosotros...'; pero, por no dar demasiadas explicaciones ni quedar como una petulante de manual entrando a decir cosas como 'el lenguaje literario' -porque además, en realidad, no está demasiado convencida de que lo suyo sea literatura-, responde siguiendo el juego: 'es que soy de Pamplona'.
Entre medio de todo este proceso, una ha empezado a leer a Sales, Torres, Rodoreda, Pla y hasta a Eugeni d'Ors. Y no se crean que ha sido fácil: se ha pasado años preguntando de vez en cuando: 'Literatura catalana, ¿por dónde empiezo? ¿qué me recomendáis?' y obteniendo solo como respuesta: 'por Quim Monzó, por Empar Moliner...'. Por fin alguien, pone en sus manos un Calders, diciendo: 'mira, me lo leí en el cole y me encantó: son cuentos', así como no creyéndose que una, siendo de Pamplona, realmente vaya a leer catalán; y otro alguien le pone en las manos un Josep Pla pero ojo: un Josep Pla en castellano: 'Viaje en autobús'. Una, casi sin acabar el 'Viaje en autobús', va a La Central y se compra el 'Quadern gris'. Y es a partir de leer el 'Quadern gris' que sigue con todo lo demás mientras piensa: 'me ha costado ONCE AÑOS llegar hasta los buenos, ¿por qué los tienen tan escondidos?' Y va leyendo y va viendo el desencanto que ya había en la época de Sales y Torres con todo esto de Catalunya: aquellas cartas en las que no paran de repetir: 'después de la guerra, Catalunya será así; después de la guerra, cuando ganen los nuestros, Catalunya será asá; después de la guerra, en definitiva, Catalunya SERÁ'.
No ganaron los nuestros, de hecho, estaría bien ir asumiendo que esa guerra ya nunca la van a ganar los nuestros, si no pasarán setenta años más y seguiremos con la misma cantinela: no ganaron los nuestros, lee a Quim Monzó, a Empar Moliner, ya verás qué risa si lo entiendes, claro, que eres de Pamplona y, como no ganaron los nuestros, nos parece raríiiisimo que hables catalán. Además, si lees otra cosa, igual descubres el pastel: igual te enteras de que, como no ganaron los nuestros, no hemos hecho nada desde entonces. Oye, ¿por qué no escribes tú en catalán? (¿Yo, en catalán? Pero si no os lo creéis ni vosotros...). Porque soy de Pamplona.