Lo de Hereu de ayer fue bochornoso pero no importa nada, ya veréis.
Por un lado, están los que ni se fijaron en la gravedad del asunto. Entre los cientos de comentarios de lectores del artículo que he linkado a la primera línea de este texto, hay unos cuantos que dicen algo así como: "Pero, ¿es tan importante que Hereu vote o no vote?" Este tipo de apostilla me ha hecho pensar en una anécdota que, hablando sobre la comprensión lectora de chavales de colegio, contaba el otro día un compañero de trabajo: Después de acabar de leer un texto, le pide a un alumno que explique qué ha entendido. Lo explica todo mal y él le dice: "No, lo que quiere decir realmente es esto otro", a lo que el alumno responde: "¡Pues haber avisado antes de que empezara a leerlo!".
Por otro lado, están los que piden la dimisión inmediata del alcalde. Esto no pasará nunca; sería fatal para el prestigio tanto para el propio alcalde como para el del partido político al que representa. Alguien que dimite está reconociendo que ha metido la pata estrepitosamente. Es casi una cuestión de honor japonesa, un no merezco seguir viviendo. Si no lo hace, de aquí a las elecciones aún queda tiempo y pasarán otras cosas, y tal como se plantean ahora las campañas electorales, si a la oposición se le ocurre recordarlo, el tema quedará como una mera pataleta de otro grupo que lo único que quiere es hacerse con el poder para ser ellos quienes gobiernen, o sea, quienes metan la pata los siguientes cuatro años.
De momento ya hay medios y tertulianos, supongo, más afines al partido que ahora mismo se está cubriendo de gloria, que están empezando a hacer hincapié en que lo importante es la iniciativa que ha tenido el Ajuntament de abrir ciertas decisiones a la participación del pueblo llano. Os acordáis de aquellas perogrulladas tipo "la ciudad de las personas" que de vez en cuando se va inventando el consisorio para que todos estemos contentitos? Pues de nuevo, de eso va la cosa, ni más ni menos.