Esto no es una crítica a un libro
Empecé a leer "Jo confeso", de Jaume Cabré, hace cuatro días. Al segundo, en la página 200, se me caía de las manos.
200 páginas en dos días; no es que yo lea rápido, es que "Jo confesso" se lee rápido. Miren, una editorial hoy día no puede estar tan convencida de que un tocho de 1.000 páginas va a llegar al gran público si ese tocho no es de los que se leen rápido. La cosa es así. No tenemos paciencia ni tiempo, de hecho, conocedor seguramente de esta falta de paciencia, Cabré ha hecho un libro lleno de zappings -no olviden que es experto en el tema tele- y, precisamente por la falta de tiempo, yo lo he abandonado al segundo día. Si lo hubiera cogido otra semana, aún, pero es que esta no podía permitírmelo: ya se me habían ido dos horas al garete con la peli de Almodóvar.
"Jo confesso" enchancha rápido: empieza con un niño traumatizado por su padre y con un seminarista enamorado de una moza.
"Jo confesso" toca temas que resuenan a actualidad polemiquilla. Sentencias del tipo "Els homes no habiten un país, habiten una llengua" (p. 30) o "ja no ens creiem els que diuen que salvaran el país" (p.125) o una primera aparición en escena del Barça (p.113) aseguran la empatia del lector con uno u otro personaje. Perfecto.
"Jo confesso" es un libro para pasar un buen rato, sí, pero ¿elevarlo a la categoría de buena literatura? A mí se me cayeron un poco los cojones al suelo (oops) cuando oí aquello de Cabré para Nobel. ¿De qué estamos hablando aquí? ¿De literatura o de fer país? Si hablamos de literatura, permítanme decirles que en la academia sueca se van a pegar una hartada de reírse si un día de estos se les pasa por la cabeza tener a Cabré en consideración para el premio. Si la cuestión es que en la academia sueca, aunque sea por la risa que da, suene un par de veces por los pasillos la palabra Catalunya, muy bien hecho, tú, endavant les atxes, ya lo dicen que, bien o mal, lo importante es que hablen de uno. No sé, igual les funciona: un amigo tiene la teoría de que Woody Allen siempre ha sido tan malo como con "Vicky, Cristina, Barcelona"; la prueba es que nadie lo tragaba en Nueva York cuando hacía pelis en Manhattan igual que nadie lo tragó en Barcelona cuando hizo la peli en el Parc Güell, pero en el primer caso todo el mundo hablaba de Manhattan y en el segundo todo el mundo hablaba de Barcelona. ¿Se trata de eso lo de Cabré Nobel? Porque de literatura no se trata, ya se lo digo.
Creo que en Catalunya, en cuanto a ser o no una nación, hemos llegado a un punto en el que nos creemos que lo tenemos tan cerca que cualquier cosa nos bastaria. Y no. A mí no me da la gana de conformarme con un loquesea heredero de todos los vicios y mamoneos políticos, económicos y culturales (y está habiendo mucho mamoneo cultural con Cabré) de los vecinos. Para eso, me quedo como estoy. Yo soy nouvinguda y no tengo interiorizado el sentimiento del expolio que parece que guía a muchos, así que no me basta con la forma ni con el nombre. Si Catalunya acaba siendo un país, a mí me gustaría que fuera un país que mejorara lo presente.
Mi amigo, ya se lo he contado otras veces, me llama ilusa, sí.