Aquí, servidora, después de ver los precios de las buenas localidades
del Liceu, dándose de cabezazos por no haber comprado la entrada para
'El holandés errante' cuando, leyendo 'El gos cosmopolita', pensó en
hacerlo, y planteándose muy seriamente si empezar ya a dejarse de amor y
de hostias para ponerse a buscar un sugar daddy que se ocupe de pagar estas cosas.
Mientras, me consuelo con esto:
¿Quién iba a decir que ese ataque de tos registrado durante la obertura, iba a ayudar tanto, a dar tanto realismo, a la creación de esta pequeña ilusión?