Nada como ir a la fuente para entender el concepto, para que el concepto pierda las máscaras. Ayer, el presidente Mas, en el primer minuto de su entrevista en el Àgora (¡Oh! ¡Qué sentido acaba de coger aquí esto de ágora!), soltó el término 'transversalitat'; que al pacto fiscal no se le podía negar su transversalidad, dijo.
Ustedes probablemente no lo saben pero en los medios de comunicación públicos, 'transversalidad' es últimamente la palabra de moda (igual que, cuando el tripartit, 'sinergias' lo era). Nos la soltaban en cualquier reunión y a cualquier hora, en la tele, y a nosotros nos sonaba a patraña de marketing. Bien, la cosa parece que va más allá: más que de marketing es una cosa de política (oh, wait!) y vendría a querer decir nada más y nada menos que el famoso 'café para todos'.
Teníamos que hacer un programa 'transversal' porque toda la tele pública tenía que serlo. No voy a decirles qué es un programa transversal; pongan la tele a cualquier hora y lo verán. Voy a decirles qué no era transversal. Un programa no transversal era, por ejemplo, hacerle una entrevista de una hora a un editor ruso en ruso. Eso era tangencial, digamos, siendo el círculo la masa y el programa la recta que lo tocaba solo por un punto; el punto de los cuatro espectadores interesados en la literatura rusa... en ruso. Mínimo impacto, mínima audiencia. No servía. Para servir, en el mismo programa debía salir un abuelo, una niña, un músico y un ruso, vale, pero que hablara catalán, que el catalán sí que valía (o tenía que valer) como transversal. ¿Lo van pillando?
No era cosa exclusiva de la tele, esta. Unos meses después de acabar el programa, presentamos un proyecto de un programa también de libros a una emisora de radio. Lo intentamos, al menos: el director de la emisora nos dijo que no creía en los programas de radio antes de empezar con la presentación. ¿Por qué? Porque los libros no son transversales, que son tangenciales. Lo que sí que era transversal era tener muchos programas en los que hubiera un momentico de nada dedicado a los libros (y otro a la política y otro al fútbol y otro a los videojuegos y a la salud natural, por ejemplo). Conseguir la transversalidad a base de tangentes y usar el catalán para impactar de lleno (tenía que impactar de lleno, el catalán) en la masa de la audiencia.
Mas quiere ser transversal, impactar en la masa. Tiene un arma transversal: el pacte fiscal, si no, de qué se iba a aferrar a él cuando ya no tenía ni medio sentido emperrarse. A partir del impacto pleno del pacte (todo el mundo se preocupa por la pasta, claro), uno puede dibujar las tangentes que quiera: la independencia, por ejemplo, porque, no nos engañemos, la independencia no hará de Mas un político transversal por mucho que últimamente parezca que sí; que si no hubiera más en juego que eso, a ver qué masa seguía a Mas.
Así que viva la transversalidad. Bueno, la democracia funciona a base de masas.