diumenge, 9 d’octubre del 2011

Hay una cosa con la que no puedo: que alguien que va de superintelectual un día vaya y haga un comentario supertontito y lo apuntille con una coletilla, un tag, un guiño de ojo, de aquellos que suelen querer decir 'qué normal soy, ¿eh?'

Me chirría porque me parece de una autoconciencia desproporcionada, de un 'puedo ser como vosotros también en cuanto a que soy capaz de reconocer los comentarios tontitos que vosotros sabéis hacer y no tengo problema en hacerlos yo también, aunque yo sea capaz de hablar muy por encima de lo que vosotros nunca seréis capaces de hablar.

Me toca las pelotas que la gente que va de superintelectual tenga Twitter, eso es.
Hay un episodio de Los Soprano demoledor pero feliz, que es lo que son las cosas cuando son Verdad.

Es el episodio en el que Tony Soprano hace con su hija Mead la ruta de las universidades para decidir en cuál estudiará ella a partir del curso próximo. El episodio comienza con otra línea argumental: Tony Junior, el hijo pequeño, ha quedado con otro chaval para pegarse después de clase. Tony Junior espera a que llegue el otro, quien, cuando llega, se mete la mano en el bolsillo, saca cuarenta dólares(entre otras cosas, Tony Junior le reclamaba los cuarenta dólares que costaba la camisa que le había destrozado en otra pelea), se los da y se va. Tony se queda de piedra, con el dinero en la mano, preguntándose por qué no quiere pelearse con él (el otro chaval le saca la cabeza). Un mirón dice 'es porque te tiene miedo'.

Cuando Tony llega a casa, le cuenta la historia a su hermana Mead. Su hermana le dice 'claro que te tiene miedo, ¿no sabes qué hace papá?' y le enseña en internet una web dedicada a la mafia. Tony Junior vuelve a quedarse de piedra.

Tony padre y Mead cogen por fin el coche y se van a hacer la ruta de las universidades. Entre una y otra, los dos solos en el coche, Mead, le pregunta a bocajarro si está metido en la mafia, nunca ha hablado con él de esto. Él intenta darle largas, le dice que la mafia no existe, que él gana el dinero de forma honrada, que le enfada que le pregunte eso... pero cede y acaba reconociendo que sí que hay algo -a lo que no llama mafia en ningún momento- que hace para ganarse un dinero extra. '¿Tony Junior lo sabe?', pregunta Tony Soprano, 'creo que sí', responde Mead, silencio y 'te quiero', añade Mead.

Mientras están fuera, Carmela Soprano reconoce en confesión que sabe que su marido hace cosas horribles y que ella lo ha permitido durante todo este tiempo porque sabe que, a pesar de todo, es un buen hombre.

Al final del episodio, que acaba en un entierro de un tío que no es tío de verdad sino, como dice Mead, 'le llamamos tío porque es de la otra 'familia' de papá', toda la familia intercambia miradas de complicidad. El espectador acaba sabiendo que todo el mundo lo sabe todo y todo el mundo sabe que todos lo saben todo y que están dispuestos a guardarse el secreto y a seguir respetándose y queriéndose igual.

Hay un momento en el episodio en el que Tony Soprano está en el pasillo de una universidad, esperando a que su hija salga de la oficina de admisiones, y ve una cita del escritor Nathaniel Hawthorne grabada en la pared. Dice:

Ningún hombre puede usar un rostro para sí mismo y otro para la multitud sin acabar confundido respecto a cuál es el verdadero.

Ahí está la verdad que viene a completar este episodio de Los Soprano. Ahí deberían empezar todas las inquisiciones del porqué de ciertos lazos que parecen indisolubles con la familia o con ciertos amigos. Miren, la familia y ciertos amigos les han visto como eran desde antes incluso de que ustedes fueran conscientes de cómo eran, sin máscaras, y no es que les hayan seguido queriendo a pesar de todo, es que les quieren precisamente por eso: no porque ustedes sean más guapos sin máscara sino porque ante ellos, a veces, se la quitan, así que ellos, aunque la lleven puesta, conocen bien la cara que hay detrás.

Piensen en cómo ustedes, como reza la cita que Tony Soprano lee en la universidad, de tanto utilizar la máscara, corren el peligro de hacerse un lío y olvidarse de la cara que hay detrás, la suya propia. Piensen en cómo la familia y esos pocos amigos nunca la olvidarán y estarán ahí para recordarles el gran descanso que es a veces quitarse un ratito la careta.

Si no pueden pensar esto último, es que ustedes se han olvidado ya de quienes son. Es igual, su familia y amigos no lo han hecho. Solo les queda ahora soprenderse, flipar, incluso enfadarse porque esos idiotas aún les siguen queriendo. Yo lo hago cada día: alucino pepinillos.