Mearse en el enemigo muerto.
Hola, soldadito americano:
Te vamos a mandar en misión humanitaria a Afganistán.
Misión humanitaria, hemos dicho; tendrás que matar talibanes pero con cariño, porque no te queda otro remedio que hacerlo y porque son muy malos. Cuando los mates, nada de alegrarte porque lo has conseguido ni de ponerte muy contento porque el muerto no eres tú. Nada de hacerte una foto haciendo el signo de la victoria con el pie encima del trofeo y nada de fardar con los amigotes por la noche en la cantina, brindando y pavoneándote porque esa tarde hayas matado un talibán así de grande (sobre todo no exageres, que son humanos de tamaño normal tirando a bajito, allí). Nada de inventarte mitos, nada de escribir leyendas: no eres Homero y aunque lo fueras, no te necesitamos para escribir la historia de la Patria, que ya se escribe sola desde el ala oeste de la Casablanca e igual, quién sabe, resulta que eres tú la cara elegida para salir mirando al infinito sobre una bandera de barras y estrellas ondeante, de cortinilla en el próximo film de concienciación del pueblo americano towards its troops, igual eres la cara de todos esos valientes y valientas dispuestos a dejarse la vida allende los mares, aunque no te la hayas acabado de dejar allí y encima te hayas traído contigo en la memoria unas cuantas vidas que ya son muertes de allá. En la memoria, hemos dicho: nada de traértela en fotos del móvil ni en muescas en la culata de la machinegun, que eso es muy peliculero y muy del lejano Oeste y anda que América no ha evolucionado desde entonces para acabar convirtiéndose en los Buenos y, recuerda, los Buenos no nos meamos en los malos, que eso, además de ser de muy mala educación, queda muy feo en los vídeos. Mear queda muy feo, los Buenos no mean; los Buenos matamos pero meamos, no. Matar sí, mear no. Defender al país con gusto sí, pero celebrar los goles no. Tú piensa que mearte en un talibán muerto y luego colgar el víedo por ahí es como meterle los cuernos a tu mujer y luego mandarle una foto del mismo momento en el que la churri te la está mamando, de tu cara sonriente, con los dedicos detrás, haciendo el signo de la victoria. Feo, feo. Que encima luego estas cosas nos cuestan una millonada en La Haya, y hacer que tu país se gaste una millonada en La Haya, eso, no es nada patriótico. Tú tienes que ser un patriota de los que matan pero no mean después. A ver ahora si nos vamos a jugar el heroísmo patrio porque al señorito le haya dado un apretón de vegiga.
Hala, al avión. Buen viaje.
Si le entiendo bien, ironiza usted sobre que el escándalo haya sido a raiz de los orines y no de las muertes previas. En mi caso, lo aplacaría en ambos casos.
ResponEliminaYa que cita usted a Homero, en la Ilíada nos
cuenta cómo Aquiles, después de matar en combate a Héctor, arrastra su cuerpo atado a su caballo, para dejarlo después tirado, sin permitir que se le aplique ningún tipo de honra, con la intención de que sea devorado por los perros. ('Entonces Zeus permitió a sus enemigos que profanaran su cuerpo en su propia tierra' 22.403-4). Sólo la intervención de Afrodita, que mantiene los animales a distancia, lo impide. Pasan doce días, en los que el cuerpo es paseado de nuevo por Aquiles alrededor de la tumba de Patroclo, antes de que Príamo, de nuevo con ayuda de los dioses, pueda recuperarlo. Y se trata de Aquiles, un héroe, hijo de una diosa, el que se comportaba así.
Posiblemente, los griegos lectores de Homero siglos después de los hechos de Troya, entendían cómo en las condiciones de la guerra es fácil olvidar la virtud de la piedad y comportarse honorablemente con alguien que, hasta unos momentos antes, estaba intentando matarte. Al fin y al cabo, cuando estallaban lo que ahora llamamos pasteurizadamente conflictos, eran los mismos ciudadanos los que acudían al combate, con lo que no carecían de experiencia al respecto. Al punto de que, si no recierdo mal, Esquilo prefería ser recordado antes como un participante en Marathón, que por sus obras. También sabían que hay cosas peores que matar y que la guerra.
Tal vez, aquí en este rincón del mundo que llamamos Europa, y en el que nos consideramos demasiado buenos y listos como para hacer nuestras guerras nosotros mismos, hemos perdido no sé si el derecho a criticar, pero posiblemente sí la perpectiva, de lo que representa ser un soldado.
Y no que ciertas conductas no sean merecedoras de castigo. Al fin y al cabo, en verlas como merecedoras del mismo está la diferencia. Con los talibanes, como con otros totalitarios que nos pillan más cerca, lo que criticamos de los nuestros es lo que a menudo le vale medallas al enemigo, y esa línea debería ser la que separase los campos del combate.
PS: Lo de misión humanitaria es un zapaterismo. En USA, hasta un Obama lo llama guerra. Y es que aún hay países.