dissabte, 31 de desembre del 2011
El ultimo sueño del año:
Estoy en un hotel en Lisboa. En diferentes habitaciones están mi hermano, mi hermana y un par de personas con las que acabo de coincidir en el avión. A las pocas horas de llegar, miro por la ventana y veo que se está incendiando la montaña de enfrente. Le digo a mi hermano: igual nos hacen irnos de aquí. Coge el teléfono, habla con alguien, cuelga y me dice: dicen que nos desalojarán a las cinco de la mañana. Pienso que me tengo que llevar a los gatos, no tengo los transportines, pienso que cogeré a la Kika a pelo y que a Koldo lo envolveré en una manta. Mientras no llegan las cinco, nos vamos a la habitación de una de las personas a las que conocimos en el avión. Le cuento lo de los gatos. Me dice que sí que tengo los transportines. Mi hermano dice que no, que me los dejé en Lisboa. Resulta que ya no estamos en Lisboa, que aquello es un pueblo. Mi hermano dice que seguramente nos harán pasar a Portugal. Ni si quiera estamos en Portugal. Discutimos sobre si el fuego puede pasar de un país a otro. Yo veo superclaro que sí; mi hermano dice que no.
Me despierto.
¿?
divendres, 30 de desembre del 2011
dijous, 29 de desembre del 2011
Si acompaño al día a una media de tres señores (y a sus señoras, que van al ladito a modo de consejerasasesoras con voz y voto y hasta posesión de la última palabra) a probarse pantalones, de los tres, no exagero si digo que dos salen con la bragueta abierta.
La pose de salir del probador con los pantalones con la etiqueta aún colgando varía entre:
a) (los pantalones son de su talla) jersey arremangao por delante, manos agarrándose el culo por detrás, mirada fija en la señora. La señora inmediatamente mete dos dedos por la cinturilla, a la altura del botón, y da dos tironcitos mientras pronuncia las palabras 'son de tu talla, date la vuelta'.
b) (los pantalones les van grandes) jersey arremangao por delante, pulgares tirando de la cintura, evidenciando lo que les sobra de perímetro de pantalón, mirada fija en la señora. La señora, sin meter los dedos en ninguna parte, me mira y yo cooooorro a buscar una talla menos.
Si los pantalones son pequeños, no hay pose: desde dentro del vestidor se oye al señor decir 'son pequeños'. La señora me mira y yo coooorro a buscar una talla más.
Pero volvamos al tema de la bragueta. El 100% de los señores que salen del probador, salen con la mirada fija en la señora. El 66,6666% de estos, llevan la bragueta abierta. La señora, lo primero que hace es verlo y susurrar 'la bragueta', ellos se la miran, se la suben y vuelven a mirar a la señora esperando el veredicto.
Ahora podría soltar aquí una perorata sobre esposas-madre (la bragueta, ponte bien el cuello, no te lo ates hasta arriba, este para el pantalón beige, te hace bolsas, tienes que adelgazar...), pero me da pereza. Usen esta entrada como complemento de la de ayer: ellas, chantaje emocional, dime que me quieres o me pongo de morros; ellos, acaba tú de vestirme, dime que soy un desastre, piensa qué sería de mí sin ti, que no sé ni combinar unos pantalones con unos zapatos.
Tiene que haber otro mundo. Y si no, hay que inventárselo, pero rapidito, por aquello de luchar contra la imbecilidad (especialmente la de base), en serio.
La pose de salir del probador con los pantalones con la etiqueta aún colgando varía entre:
a) (los pantalones son de su talla) jersey arremangao por delante, manos agarrándose el culo por detrás, mirada fija en la señora. La señora inmediatamente mete dos dedos por la cinturilla, a la altura del botón, y da dos tironcitos mientras pronuncia las palabras 'son de tu talla, date la vuelta'.
b) (los pantalones les van grandes) jersey arremangao por delante, pulgares tirando de la cintura, evidenciando lo que les sobra de perímetro de pantalón, mirada fija en la señora. La señora, sin meter los dedos en ninguna parte, me mira y yo cooooorro a buscar una talla menos.
Si los pantalones son pequeños, no hay pose: desde dentro del vestidor se oye al señor decir 'son pequeños'. La señora me mira y yo coooorro a buscar una talla más.
Pero volvamos al tema de la bragueta. El 100% de los señores que salen del probador, salen con la mirada fija en la señora. El 66,6666% de estos, llevan la bragueta abierta. La señora, lo primero que hace es verlo y susurrar 'la bragueta', ellos se la miran, se la suben y vuelven a mirar a la señora esperando el veredicto.
Ahora podría soltar aquí una perorata sobre esposas-madre (la bragueta, ponte bien el cuello, no te lo ates hasta arriba, este para el pantalón beige, te hace bolsas, tienes que adelgazar...), pero me da pereza. Usen esta entrada como complemento de la de ayer: ellas, chantaje emocional, dime que me quieres o me pongo de morros; ellos, acaba tú de vestirme, dime que soy un desastre, piensa qué sería de mí sin ti, que no sé ni combinar unos pantalones con unos zapatos.
Tiene que haber otro mundo. Y si no, hay que inventárselo, pero rapidito, por aquello de luchar contra la imbecilidad (especialmente la de base), en serio.
dimecres, 28 de desembre del 2011
Mi madre le echa la bronca a mi sobrina porque está tirada en el sofá y le pone los pies encima del periódico. Mi sobrina aparta los pies, mi madre sigue leyendo, mi sobrina la mira muy seria, mi madre pasa una página, pasa dos, mi sobrina la mira con la cabeza baja y los ojos de lado, más que mirarla, mira si mi madre la mira. No la mira. Se pone a llorar. ¿Qué te ha pasado? Dice mi madre, que leía el periódico y no se ha dado cuenta de toda la maniobra de indignación infantil. Mi sobrina sigue llorando. ¿Te has hecho daño? pregunta mi madre. Es porque la has reñido por lo del periódico, aclaro yo desde el otro sofá. Ay, noooo, Ainaaa, dice mi madre abrazándola, si solo era porque no me dejabas leer, si la abuela te quiere mucho... Mi sobrina se tranquiliza mientras mi madre la mece y le canta una canción.
Y yo me quedo mirando la escena, reconociendo protocomportamientos adultos de ahora no me quieres, ahora sí, ahora juego a la indignación para que tú me digas cuánto me quieres y si no me lo dices me enfado y me siento frustrada, creyendo que el mundo es injusto y que tú eres muy mala.
Y pienso que si eso es lo que luego, de mayores, llamamos amor; que si de ya crecidos seguimos jugando al me enfado, te perdono; me haces una putada, me abrazas y me pides perdón; es que no maduramos nada de nada desde los tres años.
Y descubro lo que ya sabía: que este juego me da una pereza horrorosa. Y descubro también una cosa que me cuesta más aceptar: si todos hemos sido educados así (porque a ver quién es el guapo de no abrazar a su nieta de tres años cuando llora), si todos esperamos este tipo de respuesta a nuestro comportamiento infantil, ¿a dónde voy yo empeñándome en no entrar en este juego?
Y yo me quedo mirando la escena, reconociendo protocomportamientos adultos de ahora no me quieres, ahora sí, ahora juego a la indignación para que tú me digas cuánto me quieres y si no me lo dices me enfado y me siento frustrada, creyendo que el mundo es injusto y que tú eres muy mala.
Y pienso que si eso es lo que luego, de mayores, llamamos amor; que si de ya crecidos seguimos jugando al me enfado, te perdono; me haces una putada, me abrazas y me pides perdón; es que no maduramos nada de nada desde los tres años.
Y descubro lo que ya sabía: que este juego me da una pereza horrorosa. Y descubro también una cosa que me cuesta más aceptar: si todos hemos sido educados así (porque a ver quién es el guapo de no abrazar a su nieta de tres años cuando llora), si todos esperamos este tipo de respuesta a nuestro comportamiento infantil, ¿a dónde voy yo empeñándome en no entrar en este juego?
dimarts, 27 de desembre del 2011
Dice el jefe mirando esta foto: "Yo me acuerdo de este de pequeño. Los críos nos poníamos como locos cuando los veíamos llegar. Nos habríamos quedado mirando al cielo todo el día".
Es un Supermarine Spitfire: escupía fuego, ya lo dice, y dejaba a los niños con la boca abierta, eso no lo dice, pero uno puede imaginarlo, igual que lo imaginaba Ballard porque igual lo había visto, porque igual él también quería quedarse mirándolos pero su madre le estiraba de la manga del abrigo hacia el refugio antiaéreo.
Y yo pienso en los aviones de Ballard, primero vistos, pasados por el tamiz de Spielberg, y luego leídos. Y me tengo que quedar en casa trabajando porque en el despacho no aguantarían el This is Hardcore que llevo encima desde que el jefe me a puesto a mí también mirando al cielo.
Soy un poco Jamie, estos días.
dilluns, 26 de desembre del 2011
Paseo el día de San Esteban, en plena hora de la comida, desde el Poble Sec hasta mi casa. En la plaza de la Bella Dorita hay camas eslásticas, un tiovivo y una señora con parkinson que vende muérdago. Le compro un ramo -que es más bien manojo- y, cuando me lo tiende, las sacudidas de su mano hacen que unas cuantas bolitas caigan y rueden por el suelo. En las camas elásticas saltan niños centroamericanos que, igual que no sabrían ubicar San Esteban en un calendario, no deben de tener ni idea de ubicar América ni mucho menos su centro en un mapamundi. El tiovivo está tan parado como la comida de San Esteban, como la Navidad, en esa plaza.
En días como este, quien no está llevando dentro la tradición, está saltando en una cama elástica o, echándole dos cojones al parkinson, vendiendo muérdago en una esquina. Y no vengan con que saltar y echarle cojones no son más sinónimos de libertad que cualquier otra cosa.
Llego a casa, leo cómo Siri Hustvedt se quita de encima a la periodista que le hace la entrevista por chat que este mes viene en la última página del Marie Claire. La periodista es gabriela wiener; en Marie Claire escriben en minúscula los nombres de su gente. Estoy comiendo helado, le dice la wiener a la Hustvedt. Yo tengo la mesa llena de libros, responde la Hustvedt. ¿Tú qué llevas puesto?, le pregunta la wiener. Un jersey, tengo que volver a trabajar, le responde la Hustvedt. En mi ordenador suena The Wi(e)nner Takes it All: me he puesto el Abba Gold para escribir sobre aviones.
No sé qué deben de estar haciendo los suecos ahora mismo; probablemente, trabajar calentitos. The Winner Takes it All.
En días como este, quien no está llevando dentro la tradición, está saltando en una cama elástica o, echándole dos cojones al parkinson, vendiendo muérdago en una esquina. Y no vengan con que saltar y echarle cojones no son más sinónimos de libertad que cualquier otra cosa.
Llego a casa, leo cómo Siri Hustvedt se quita de encima a la periodista que le hace la entrevista por chat que este mes viene en la última página del Marie Claire. La periodista es gabriela wiener; en Marie Claire escriben en minúscula los nombres de su gente. Estoy comiendo helado, le dice la wiener a la Hustvedt. Yo tengo la mesa llena de libros, responde la Hustvedt. ¿Tú qué llevas puesto?, le pregunta la wiener. Un jersey, tengo que volver a trabajar, le responde la Hustvedt. En mi ordenador suena The Wi(e)nner Takes it All: me he puesto el Abba Gold para escribir sobre aviones.
No sé qué deben de estar haciendo los suecos ahora mismo; probablemente, trabajar calentitos. The Winner Takes it All.
diumenge, 25 de desembre del 2011
Mi cara de pasarme el día de Navidad pensando 'seguro que toda esta información me sirve de algo algún día' mientras completo los textos que me han encargado del libro de modelos para colorear de aviones de guerra y para el transporte de pasaje.
Quiero decir, saber que un Boeing E-3A Sentry es un modelo de avión de alerta temprana y control aerotransportado hace que uno sea más fuerte en algún sentido, ¿no? No sé, igual un día quiero invadir algún sitio de Oriente Medio o así.
Quiero decir, saber que un Boeing E-3A Sentry es un modelo de avión de alerta temprana y control aerotransportado hace que uno sea más fuerte en algún sentido, ¿no? No sé, igual un día quiero invadir algún sitio de Oriente Medio o así.
divendres, 23 de desembre del 2011
El Govern és humà.
(Ay, nos hemos confundido, pero ya lo hemos arreglao).
A Mas&co. se les ha ido la tijera. Es que es vicioso, yo lo entiendo, que se lo pregunten a las peluqueras; córtame las puntas, y ¡toma! los sueldos de los funcionarios al suelo de la peluquería, pero bueno, no pasa nada, que esto vuelve a crecer, sí pero es que yo lo quería llevar recogido estas Navidades y ahora no me da para la coleta, bueno, pues ponte un gorro que hace frío y ya está. ¿Te echo producto, que te dará mucho más volumen y te quedará un peinado espectacular y de paso yo no pierdo mi credibilidad como peluquero? Pero, a ver, ¿cómo me vas a echar producto para darme volumen y luego ponerme un gorro encima para taparlo sin perder credibilidad? Mejor echa, pero a la calle, a la peluquera en prácticas, que ha sido quien me lo ha cortado y, de paso, dimite tú, que le has dicho que sí, que adelante, cuando ha metido la tijera. Y el gorro, me lo regaláis entre los dos.
Además, ¿qué quiere decir que os habéis confundido? ¿Que os pensábais que había más pelo del que realmente hay y me lo podíais dejar largo? ¿Que habéis cortado por cortar a ver si colaba? ¿Que estáis cortando, en fin, sin necesidad?
Mira, ¿sabes qué? cierra la peluquería entera, esto es una tomadura de pelo como una catedral.
(Ay, nos hemos confundido, pero ya lo hemos arreglao).
A Mas&co. se les ha ido la tijera. Es que es vicioso, yo lo entiendo, que se lo pregunten a las peluqueras; córtame las puntas, y ¡toma! los sueldos de los funcionarios al suelo de la peluquería, pero bueno, no pasa nada, que esto vuelve a crecer, sí pero es que yo lo quería llevar recogido estas Navidades y ahora no me da para la coleta, bueno, pues ponte un gorro que hace frío y ya está. ¿Te echo producto, que te dará mucho más volumen y te quedará un peinado espectacular y de paso yo no pierdo mi credibilidad como peluquero? Pero, a ver, ¿cómo me vas a echar producto para darme volumen y luego ponerme un gorro encima para taparlo sin perder credibilidad? Mejor echa, pero a la calle, a la peluquera en prácticas, que ha sido quien me lo ha cortado y, de paso, dimite tú, que le has dicho que sí, que adelante, cuando ha metido la tijera. Y el gorro, me lo regaláis entre los dos.
Además, ¿qué quiere decir que os habéis confundido? ¿Que os pensábais que había más pelo del que realmente hay y me lo podíais dejar largo? ¿Que habéis cortado por cortar a ver si colaba? ¿Que estáis cortando, en fin, sin necesidad?
Mira, ¿sabes qué? cierra la peluquería entera, esto es una tomadura de pelo como una catedral.
dijous, 22 de desembre del 2011
Dietario de la tienda. Día 7.
He trabajado muchos más días que siete en la tienda, a mis pies pongo por testigo. Lo que pasa es que he llegado al punto ese tan guay en el que escribo cuando me da la gana, cuando me provoca hacerlo y por gusto, que es básicamente en lo que consiste la libertad del escritor -no hay yugo más pesado que el tener que entregar algo para el viernes- y el motivo por el que un escritor no puede, repito, no puede vivir de escribir, Lucía, no puede, ¿entiendes, Lucía? Esto no es una fábrica de salchichas, esto no se paga por horas, esto no tiene horario ni fecha en el calendario, que es como el amor esto. Búscate un trabajo para pagarte el alquiler, que decías que tenías que hacerlo como si fuera un castigo, tía, y después escribe. O pide una subvención, si no te importa vivir del Estado como si fueras una minusválida o una familia numerosa toda en ti misma. Y para de lloriquear porque no has nacido de una saga de ricos, coño, que lo siguiente que vas a decir es que qué fácil que lo tiene el Cayetanito para meterse con los jornaleros andaluces.
Cada vez me parezco más a Sostres pero sin pasta.
Dietario de la tienda. Día 7, decía: de los regalos.
Fíjense que en su momento no me hizo demasiada gracia pero ahora digo bien alto: el mejor regalo que me han hecho nunca ha sido un cursillo de reparación de bicicletas. ¿Por qué? Pues primero: porque quien me lo regaló se había fijado en que yo acababa de comprarme una bicicleta y sabía que yo era una manitas que no me asustaba de un destornillador así como así. Segundo, porque quien me lo regaló, vino a buscarme al trabajo e hizo el cursillo conmigo. Y tercero, porque luego me llevó a cenar, bien, no me llevó: fuimos los dos en bici hasta un restaurante, en el que acabamos la velada entre risas, hablando de bicis y de mil cosas, como siempre hacemos, y, como siempre, seguramente, hablé yo más que él (ya suele pasarme esto), y él se rió y él probablemente me dijera, no me acuerdo, o pensara 'piensas demasiado', y yo probablemente, no me acuerdo, le dijera 'pues habla tú, cuénta algo, cuéntame de tu trabajo, por ejemplo, que no me cuentas nunca de tu trabajo', y él: 'es que es aburrido', y yo: '¿estás de broma? ¡Pero si te dedicas a salvar el mundo!. Y cosas así.Y por eso y porque ahora sé poner parches en ruedas pinchadas y equilibrar los frenos de una bici, es el mejor regalo de mi historia.
Y no crean que es que haya gente que sea mejor que otra haciendo regalos, es porque hay gente que quiere de una manera, fijándose, y gente que más que querer, va con el calendario, igual que los escritores que no quieren buscarse un trabajo si hace falta, Lucía, ¿ves?
Entra una chica en la tienda. Viene a pagar dos bufandas que ni siquiera ha desdoblado. Me dice: mira, he decidido que, a mis hermanos, lo mismo para los dos, si no les gusta, que lo cambien. Ahora me faltan mis hermanas, ¿se te ocurre algo?
Esta tiene entrega el sábado. Esta no tiene ni idea de que sus hermanos, a lo mejor, se acaban de comprar una bicicleta ni que sus hermanas, igual, están a punto de regalarles un cursillo de reparación.
¿Les he dicho que ha entrado en la tienda a las 20: 40? Cerramos a las 20.30. A las 20:40, ha entrado la tía.
He trabajado muchos más días que siete en la tienda, a mis pies pongo por testigo. Lo que pasa es que he llegado al punto ese tan guay en el que escribo cuando me da la gana, cuando me provoca hacerlo y por gusto, que es básicamente en lo que consiste la libertad del escritor -no hay yugo más pesado que el tener que entregar algo para el viernes- y el motivo por el que un escritor no puede, repito, no puede vivir de escribir, Lucía, no puede, ¿entiendes, Lucía? Esto no es una fábrica de salchichas, esto no se paga por horas, esto no tiene horario ni fecha en el calendario, que es como el amor esto. Búscate un trabajo para pagarte el alquiler, que decías que tenías que hacerlo como si fuera un castigo, tía, y después escribe. O pide una subvención, si no te importa vivir del Estado como si fueras una minusválida o una familia numerosa toda en ti misma. Y para de lloriquear porque no has nacido de una saga de ricos, coño, que lo siguiente que vas a decir es que qué fácil que lo tiene el Cayetanito para meterse con los jornaleros andaluces.
Cada vez me parezco más a Sostres pero sin pasta.
Dietario de la tienda. Día 7, decía: de los regalos.
Fíjense que en su momento no me hizo demasiada gracia pero ahora digo bien alto: el mejor regalo que me han hecho nunca ha sido un cursillo de reparación de bicicletas. ¿Por qué? Pues primero: porque quien me lo regaló se había fijado en que yo acababa de comprarme una bicicleta y sabía que yo era una manitas que no me asustaba de un destornillador así como así. Segundo, porque quien me lo regaló, vino a buscarme al trabajo e hizo el cursillo conmigo. Y tercero, porque luego me llevó a cenar, bien, no me llevó: fuimos los dos en bici hasta un restaurante, en el que acabamos la velada entre risas, hablando de bicis y de mil cosas, como siempre hacemos, y, como siempre, seguramente, hablé yo más que él (ya suele pasarme esto), y él se rió y él probablemente me dijera, no me acuerdo, o pensara 'piensas demasiado', y yo probablemente, no me acuerdo, le dijera 'pues habla tú, cuénta algo, cuéntame de tu trabajo, por ejemplo, que no me cuentas nunca de tu trabajo', y él: 'es que es aburrido', y yo: '¿estás de broma? ¡Pero si te dedicas a salvar el mundo!. Y cosas así.Y por eso y porque ahora sé poner parches en ruedas pinchadas y equilibrar los frenos de una bici, es el mejor regalo de mi historia.
Y no crean que es que haya gente que sea mejor que otra haciendo regalos, es porque hay gente que quiere de una manera, fijándose, y gente que más que querer, va con el calendario, igual que los escritores que no quieren buscarse un trabajo si hace falta, Lucía, ¿ves?
Entra una chica en la tienda. Viene a pagar dos bufandas que ni siquiera ha desdoblado. Me dice: mira, he decidido que, a mis hermanos, lo mismo para los dos, si no les gusta, que lo cambien. Ahora me faltan mis hermanas, ¿se te ocurre algo?
Esta tiene entrega el sábado. Esta no tiene ni idea de que sus hermanos, a lo mejor, se acaban de comprar una bicicleta ni que sus hermanas, igual, están a punto de regalarles un cursillo de reparación.
¿Les he dicho que ha entrado en la tienda a las 20: 40? Cerramos a las 20.30. A las 20:40, ha entrado la tía.
Miren, estamos en un impass parecido, pero a gran escala, mucho más bestia y mucho más salvaje, del que debió producirse con la popularización del teléfono y con la de la televisión.
A gran escala, porque tanto uno (el teléfono) como la otra (la televisión), en un primer estadio estuvieron reservados a gente de alto poder adquisitivo, o sea, a gente en el poder, o sea, pasaron primero por la manos de quienes podían controlarlos, luego controlar la información que por ellos se difundía. El teléfono, además, no era tan peligroso: establecía una comunicación interpersonas conocidas, así que tenía algo de no validez oficial lo que por este se decía: algo de cotilleo que viaja más rápido, pero cotilleo al fin y al cabo. La tele, en cambio, y antes la radio, aun en su calidad de transmisoras de información de masas, tenían restringido el emisor a unos pocos con posibles, a unos pocos que podían tener la información, más más que menos, controlada.
Ahora, con internet, los móviles inteligentes y la cosa esta de llevar cada uno una camarita encima (dios, qué anticuados han quedado el zapatófono del Superagente 86 o de Mortadelo y la camarita escondida en el boli de Bond, James Bond), todo el mundo puede ser emisor de información. No estoy diciendo nada nuevo, creo que en el CCCB se han inventado una cátedra sobre esto.
¿A quién ha dejado turulato esto, en pleno impass de por dónde tiramos ahora? Al poder, claro, que se encuentra con que saca una lista de ministros y al día siguiente todo el mundo sabe que el de medio ambiente dijo hace un tiempo que el plan hidrológico se aplicaba por sus cojones, que el de economía estaba en Lehman, que la de sanidad se apellida Mato y que ha puesto a una andaluza en trabajo, justo después de la entrevista con Cayetanito, que también llegó al inmenso receptor por banda ancha, casi en tiempo real.
¿Que hace el poder mientras no encuentra la manera de controlar todo esto? Mirar para otro lado, hacer como que la cosa no existe, meter a los mossos en la universidad y confiar en que, a mayor información y mayor rapidez en la propagación de sus infamias de otro tiempo (que ahora se conocen y antes no), la gente vaya de cabreo en cabreo pero, al cuarto cabreo, ya no se acuerde del primero ni del segundo y el tercero esté en vías de ser olvidado también.
Ahora metemos a los indignados en la cárcel (y la gente: OOOH!!!), ahora montamos una pista de patinaje en pça. Catalunya (y la gente: ARG!!!), ahora metemos a los Mossos en la universidad (y la gente: NOOO!!!) y ahora montamos una ministrada como de tebeo (y la gente: HALA!!!). ¿Os acordáis de que metimos a los indignados en la cárcel? (y la gente: sí, sí, pero no despistes el tema: Arias Cañete estuvo con Fraga en Alianza Popular: qué bestia!!!!). Y así. Y como si nada. Y ellos con sus métodos de siempre y nosotros cada vez más cabreados por todo y por nada y sin acabar de saber muy bien por qué, bueno sí: por todo, que es como si no fuera por nada y que es como no saber muy bien por qué.
Y así. Nada ha cambiado y la turulatez del poder ante esto se queda en el sustito de que todo el mundo te mire un rato hasta que en seguida empiece a mirar para otro lado. Yo soy un poco pesimista: yo no veo la manera de encauzar toda esta información hacia una práctica efectiva de cambio provechoso para la sociedad. Somos muchos y cada uno de una madre, a ver quién es el guapo que organiza todo esto cuando la capacidad de organizar siempre queda restringida también a los pocos que andan en el poder.
Estem venuts, nois.
A gran escala, porque tanto uno (el teléfono) como la otra (la televisión), en un primer estadio estuvieron reservados a gente de alto poder adquisitivo, o sea, a gente en el poder, o sea, pasaron primero por la manos de quienes podían controlarlos, luego controlar la información que por ellos se difundía. El teléfono, además, no era tan peligroso: establecía una comunicación interpersonas conocidas, así que tenía algo de no validez oficial lo que por este se decía: algo de cotilleo que viaja más rápido, pero cotilleo al fin y al cabo. La tele, en cambio, y antes la radio, aun en su calidad de transmisoras de información de masas, tenían restringido el emisor a unos pocos con posibles, a unos pocos que podían tener la información, más más que menos, controlada.
Ahora, con internet, los móviles inteligentes y la cosa esta de llevar cada uno una camarita encima (dios, qué anticuados han quedado el zapatófono del Superagente 86 o de Mortadelo y la camarita escondida en el boli de Bond, James Bond), todo el mundo puede ser emisor de información. No estoy diciendo nada nuevo, creo que en el CCCB se han inventado una cátedra sobre esto.
¿A quién ha dejado turulato esto, en pleno impass de por dónde tiramos ahora? Al poder, claro, que se encuentra con que saca una lista de ministros y al día siguiente todo el mundo sabe que el de medio ambiente dijo hace un tiempo que el plan hidrológico se aplicaba por sus cojones, que el de economía estaba en Lehman, que la de sanidad se apellida Mato y que ha puesto a una andaluza en trabajo, justo después de la entrevista con Cayetanito, que también llegó al inmenso receptor por banda ancha, casi en tiempo real.
¿Que hace el poder mientras no encuentra la manera de controlar todo esto? Mirar para otro lado, hacer como que la cosa no existe, meter a los mossos en la universidad y confiar en que, a mayor información y mayor rapidez en la propagación de sus infamias de otro tiempo (que ahora se conocen y antes no), la gente vaya de cabreo en cabreo pero, al cuarto cabreo, ya no se acuerde del primero ni del segundo y el tercero esté en vías de ser olvidado también.
Ahora metemos a los indignados en la cárcel (y la gente: OOOH!!!), ahora montamos una pista de patinaje en pça. Catalunya (y la gente: ARG!!!), ahora metemos a los Mossos en la universidad (y la gente: NOOO!!!) y ahora montamos una ministrada como de tebeo (y la gente: HALA!!!). ¿Os acordáis de que metimos a los indignados en la cárcel? (y la gente: sí, sí, pero no despistes el tema: Arias Cañete estuvo con Fraga en Alianza Popular: qué bestia!!!!). Y así. Y como si nada. Y ellos con sus métodos de siempre y nosotros cada vez más cabreados por todo y por nada y sin acabar de saber muy bien por qué, bueno sí: por todo, que es como si no fuera por nada y que es como no saber muy bien por qué.
Y así. Nada ha cambiado y la turulatez del poder ante esto se queda en el sustito de que todo el mundo te mire un rato hasta que en seguida empiece a mirar para otro lado. Yo soy un poco pesimista: yo no veo la manera de encauzar toda esta información hacia una práctica efectiva de cambio provechoso para la sociedad. Somos muchos y cada uno de una madre, a ver quién es el guapo que organiza todo esto cuando la capacidad de organizar siempre queda restringida también a los pocos que andan en el poder.
Estem venuts, nois.
dimecres, 21 de desembre del 2011
Miren al Salao:
¿Ustedes se creen que a esto se llega pensándose a sí mismo? ¿pensando en la gente que está mirando?
A esto se llega dando toda la vuelta: habiéndose metido dentro muuuuuchos años de mundo y habiendo ido un paso más allá, habiendo creado el concepto que no existía después de haberse quitado todo lo demás de encima, hasta al Puchero, que se queda mirando, se lo sacude de encima cuando canta.
Si el Salao, mientras canta, por un momento se mirara a sí mismo, se desmoronaría y tendría que volver a empezar. Pero no se mira. Cierra los ojos, frunce el ceño y tensa los brazos para que solo salga lo que tiene que salir. Ese es el arte del Salao: el olvidarse de sí mismo mientras todos los demás no nos podemos quitar de la cabeza lo que hace pero nos olvidamos también de él mientras lo hace. Luego calla, se levanta, le vuelve al rostro su miedo y nos entra a todos también un poco de miedo -el miedo de la admiración- porque ese chico callado, tímido, haya sido capaz de hacer lo que acaba de hacer, haya sido capaz de salirse así. Y cuanto más amplio el decalage, cuanto más se haya salido el cantaor de la persona para entrarse en esa cosa sobrehumana que es su arte, más entiendo yo el aura de chamán que Javier cuenta que desprendía Morente, más entiendo yo la felicidad que me produce ir del bracito del Carrete por el Raval.
En el hueco entre quien uno parece que se es y lo que uno hace está parte de la clave del arte, de la clave de la genialidad. Qué idiotas aquellos que se empeñan en llevar escrito 'genio' en la frente hasta cuando van a comprar el pan. Qué falsos ante la vida, qué derroche de energía, qué esclavos de la televisión y del pop.
¿Qué coño de necesidad hay en anunciar chocolate? ¿No ven que el arte, si lo hay, se sostiene solo, que todo lo demás es impostura, es imagen pensada?
Dalí empeñándose en ser Dalí fulltime. Qué pesao.
Intenten ser artistas fulltime. Piénsense todo el rato. Vivan porque los otros les reconozcan. Lloren a los treinta porque nadie les hace caso por mucho que vayan diciendo en su facebook 'estoy escribiendo' cada diez minutos. Lloren a los cuarenta porque la gente piratea sus libros, para después llorar un poco más porque la gente se ríe de ustedes cuando amenazan con que van a dejar de escribir o de cantar. ¿No ven que no cuela? ¿No ven que no tienen otro sitio a donde ir? ¿No ven que esta cosa de la genialidad que se habían montado era absolutamente falsa?
¿Ustedes se creen que a esto se llega pensándose a sí mismo? ¿pensando en la gente que está mirando?
A esto se llega dando toda la vuelta: habiéndose metido dentro muuuuuchos años de mundo y habiendo ido un paso más allá, habiendo creado el concepto que no existía después de haberse quitado todo lo demás de encima, hasta al Puchero, que se queda mirando, se lo sacude de encima cuando canta.
Si el Salao, mientras canta, por un momento se mirara a sí mismo, se desmoronaría y tendría que volver a empezar. Pero no se mira. Cierra los ojos, frunce el ceño y tensa los brazos para que solo salga lo que tiene que salir. Ese es el arte del Salao: el olvidarse de sí mismo mientras todos los demás no nos podemos quitar de la cabeza lo que hace pero nos olvidamos también de él mientras lo hace. Luego calla, se levanta, le vuelve al rostro su miedo y nos entra a todos también un poco de miedo -el miedo de la admiración- porque ese chico callado, tímido, haya sido capaz de hacer lo que acaba de hacer, haya sido capaz de salirse así. Y cuanto más amplio el decalage, cuanto más se haya salido el cantaor de la persona para entrarse en esa cosa sobrehumana que es su arte, más entiendo yo el aura de chamán que Javier cuenta que desprendía Morente, más entiendo yo la felicidad que me produce ir del bracito del Carrete por el Raval.
En el hueco entre quien uno parece que se es y lo que uno hace está parte de la clave del arte, de la clave de la genialidad. Qué idiotas aquellos que se empeñan en llevar escrito 'genio' en la frente hasta cuando van a comprar el pan. Qué falsos ante la vida, qué derroche de energía, qué esclavos de la televisión y del pop.
¿Qué coño de necesidad hay en anunciar chocolate? ¿No ven que el arte, si lo hay, se sostiene solo, que todo lo demás es impostura, es imagen pensada?
Dalí empeñándose en ser Dalí fulltime. Qué pesao.
Intenten ser artistas fulltime. Piénsense todo el rato. Vivan porque los otros les reconozcan. Lloren a los treinta porque nadie les hace caso por mucho que vayan diciendo en su facebook 'estoy escribiendo' cada diez minutos. Lloren a los cuarenta porque la gente piratea sus libros, para después llorar un poco más porque la gente se ríe de ustedes cuando amenazan con que van a dejar de escribir o de cantar. ¿No ven que no cuela? ¿No ven que no tienen otro sitio a donde ir? ¿No ven que esta cosa de la genialidad que se habían montado era absolutamente falsa?
dimarts, 20 de desembre del 2011
Hay una manchita en la pantalla de mi ordenador que, cada vez que entro en la página de estadísticas del blog, queda, en el mapamundi de ubicación de los visitantes, justo encima del Tíbet haciendo parecer que todos los tibetanos están enganchadísimos al firstswimming. No la limpio porque me produce una cosa así como de internacionalidad bastante graciosa.
dilluns, 19 de desembre del 2011
Dietario de la tienda. Día 6.
La música es mala, mala de maldad: no solo es como los olores, que por desagradables que sean, al cabo de un rato de olerlos una se acostumbra a ellos, sino que además de eso se te mete en la cabeza aunque tú no quieras y se queda ahí agazapada para salir cuando menos te lo esperas. Díganme si no por qué vuelvo de la tienda todos los días en el tren tarareando "The One You Love" -de Paulina Rubio-, no estando yo enamorada ni nada de eso, o "Let it Rain Down on Me" -de Pitbull ft. Marc Anthony- no teniendo yo preferencia especial por este tipo de prácticas-.
Hoy han pasado dos cosas: (primero) Ha entrado un chico con muchas prisas, ha ido hasta la balda de los jerseys de pico, ha cogido uno marrón, ha mirado la talla y, sin desdoblarlo, ha venido hasta la caja y me lo ha dado junto con su visa. Mientras le cobraba me ha dicho: perdona las prisas pero no soporto la música de las tiendas. Le he dicho que yo tampoco, me ha respondido que qué tortura, le he dicho que sí, me ha arrancado la bolsa de las manos y se ha ido como alma que lleva el diablo. Me he quedado en babia pensando simultáneamente qué simpático/llévame contigo, por favor.
Entonces Manoli, que lo estaba oyendo todo, ha dicho: qué raro, si era joven... pues que no se le ocurra ir a una discoteca... Y a mí me ha pasado algo que me pasa a menudo y que me inquieta bastante: pienso que hay otro mundo. Que hay otro mundo que es mucho más grande que el mío, del que no tengo ni idea. Que la rara soy yo por oír
Perdona mi ángel
el daño que te he hecho,
sabes mejor que nadie
lo mucho que te quiero.
El teléfono no suena, no.
Seguro que eres tú.
(de Melendi)
y pensar mientras pongo pantalones en perchas (y obvio la cuestión de que, si le ha hecho tanto daño, ella tenga que saber que la quiere mucho): ¿cómo va a ser ella, si el teléfono no suena? Ni es ella ni es nadie. Es absurdo esto que está cantando este tío, y quedarme esperando a que dé toda la vuelta el loop de canciones hasta que vuelva a sonar esta para fijarme bien, porque no puede ser que alguien se casque estribillo semejante y cuele entre los miles de personas que van a las discotecas porque son jóvenes y les gusta esta música. Y vuelve a sonar y, sí, he oído bien: el teléfono no suena, seguro que eres tú. Y pregunto: Manoli, ¿a ti te gusta esta canción? Y me responde: Sííí, es romántica, ¿no? Pero Manoli, ¿cómo va a NO sonar el teléfono y ser ella? si no suena, no será nadie, ¿no? Y, ah, ¿dice eso?, me pregunta Manoli, pues no me había fijado. Pero ¿no dices que te gusta? Sí, porque es lenta y así...
(Segundo) Ha llamado el de merchandising y escaparatismo (el de merchand, vaya). He contestado yo. ¿Está Javier? No, soy su hermana. Ah, soy Álex, el de merchand, llamaba para felicitarle las fiestas. Pues no está, está resfriado y tiene fiebre, ya le diré que has llamado. No, le volveré a llamar, que yo soy un tío educao, jaja, bueno, felices fiestas. Fel... espera, tú eres el que manda la música. Sí. Oye, ¿esa de Melendi...? ¿De quién? Nada, es igual, hasta luego.
Un rato más tarde, ha llamado mi hermano. Le he dicho: Javier, mira qué me ha dicho un tío que se ha llevado un jersey, y le he explicado lo del horror que pueden llegar a producir las músicas de las tiendas, de la suya, en concreto. Se ha reído. No, no, le he dicho yo, esto es serio, ¿alguna vez te ha felicitado alguien por la música? No. Pues ahí lo tienes: nadie te ha felicitado en cambio ya ha habido una queja y, con la mía, dos.
Jaja, mira, ya has encontrado a otro raro como tú, jajaja.
...
Jajaja.
... y que me pongas una estufa al lado de la caja.
La música es mala, mala de maldad: no solo es como los olores, que por desagradables que sean, al cabo de un rato de olerlos una se acostumbra a ellos, sino que además de eso se te mete en la cabeza aunque tú no quieras y se queda ahí agazapada para salir cuando menos te lo esperas. Díganme si no por qué vuelvo de la tienda todos los días en el tren tarareando "The One You Love" -de Paulina Rubio-, no estando yo enamorada ni nada de eso, o "Let it Rain Down on Me" -de Pitbull ft. Marc Anthony- no teniendo yo preferencia especial por este tipo de prácticas-.
Hoy han pasado dos cosas: (primero) Ha entrado un chico con muchas prisas, ha ido hasta la balda de los jerseys de pico, ha cogido uno marrón, ha mirado la talla y, sin desdoblarlo, ha venido hasta la caja y me lo ha dado junto con su visa. Mientras le cobraba me ha dicho: perdona las prisas pero no soporto la música de las tiendas. Le he dicho que yo tampoco, me ha respondido que qué tortura, le he dicho que sí, me ha arrancado la bolsa de las manos y se ha ido como alma que lleva el diablo. Me he quedado en babia pensando simultáneamente qué simpático/llévame contigo, por favor.
Entonces Manoli, que lo estaba oyendo todo, ha dicho: qué raro, si era joven... pues que no se le ocurra ir a una discoteca... Y a mí me ha pasado algo que me pasa a menudo y que me inquieta bastante: pienso que hay otro mundo. Que hay otro mundo que es mucho más grande que el mío, del que no tengo ni idea. Que la rara soy yo por oír
Perdona mi ángel
el daño que te he hecho,
sabes mejor que nadie
lo mucho que te quiero.
El teléfono no suena, no.
Seguro que eres tú.
(de Melendi)
y pensar mientras pongo pantalones en perchas (y obvio la cuestión de que, si le ha hecho tanto daño, ella tenga que saber que la quiere mucho): ¿cómo va a ser ella, si el teléfono no suena? Ni es ella ni es nadie. Es absurdo esto que está cantando este tío, y quedarme esperando a que dé toda la vuelta el loop de canciones hasta que vuelva a sonar esta para fijarme bien, porque no puede ser que alguien se casque estribillo semejante y cuele entre los miles de personas que van a las discotecas porque son jóvenes y les gusta esta música. Y vuelve a sonar y, sí, he oído bien: el teléfono no suena, seguro que eres tú. Y pregunto: Manoli, ¿a ti te gusta esta canción? Y me responde: Sííí, es romántica, ¿no? Pero Manoli, ¿cómo va a NO sonar el teléfono y ser ella? si no suena, no será nadie, ¿no? Y, ah, ¿dice eso?, me pregunta Manoli, pues no me había fijado. Pero ¿no dices que te gusta? Sí, porque es lenta y así...
(Segundo) Ha llamado el de merchandising y escaparatismo (el de merchand, vaya). He contestado yo. ¿Está Javier? No, soy su hermana. Ah, soy Álex, el de merchand, llamaba para felicitarle las fiestas. Pues no está, está resfriado y tiene fiebre, ya le diré que has llamado. No, le volveré a llamar, que yo soy un tío educao, jaja, bueno, felices fiestas. Fel... espera, tú eres el que manda la música. Sí. Oye, ¿esa de Melendi...? ¿De quién? Nada, es igual, hasta luego.
Un rato más tarde, ha llamado mi hermano. Le he dicho: Javier, mira qué me ha dicho un tío que se ha llevado un jersey, y le he explicado lo del horror que pueden llegar a producir las músicas de las tiendas, de la suya, en concreto. Se ha reído. No, no, le he dicho yo, esto es serio, ¿alguna vez te ha felicitado alguien por la música? No. Pues ahí lo tienes: nadie te ha felicitado en cambio ya ha habido una queja y, con la mía, dos.
Jaja, mira, ya has encontrado a otro raro como tú, jajaja.
...
Jajaja.
... y que me pongas una estufa al lado de la caja.
diumenge, 18 de desembre del 2011
Dietario de la tienda. Día 5.
Veo que un señor alto, delgado, atractivote de estos de quien tuvo retuvo, acompañado de una montaña de ropa que avanza a su lado, viene hacia la caja, en la que estoy acabando de cobrarle un polo a una señora que me acaba de comentar lo mal que está la cosa, así en general (es uno de los comentarios a los que más recurre la gente que sí quiere conversación mientras se activa el datáfono, la que no me mira con cara de qué me estás contando cuando soy yo quien rompe el silencio que precede al pip, pip, pip, rrrrrrrrr, de la maquinita conectando y sacando el papel).
Le digo que la cosa mejorará. me dice que no está tan segura, le digo que felices fiestas, a la señora, me dice que igualmente. Se va y la montaña de ropa que acompañaba al señor se desploma sobre el mostrador dejando al descubierto a una Manoli con una sonrisa de oreja a oreja que dice: todo esto para este señor. Sin arreglos. El señor me mira. Qué planta, qué planta que me tiene.
Hola. ¿Algo para regalo?
No.
Perfecto. No arreglos, no regalos.
Empiezo por las camisas.
-¿Sabe cuánto vale una camisa en plas?
-¿En dónde?
-En zlas. (No le entiendo el nombre). 90.000 pesetas. ¿Cuánto es en euros?
-Casi 600.
-Las hacen a medida, claro.
-Bueno, las nuestras son un poco más económicas.
-Y no están mal.
-Gracias.
-Yo dejé de encargarlas allí cuando subieron los precios a más de 30.000 pesetas.
-Hombre, seguro que estaban muy bien, pero es un poco un abuso...
-Sí.
Sigo con los polos.
-¿Notan ustedes la crisis?
-Bueno, hay mucha gente que se va sin comprar nada, diciendo que volverá en rebajas. Pero no crea, con los regalos no se miran demasiado los precios.
-Ya. Ahora van a empezar a arreglar las cosas, ya lo verá. Después de este país que nos han dejado esa panda de ladrones después de ocho años, por fin tenemos a gente capacitada para arreglarlo.
-Ahá...
Ahora los trajes.
-Rajoy es un buen político. Conociendo su carrera y conociéndolo personalmente...
-¿Lo conoce personalmente?
-Sí. Y está preparado para esto y más. Dicen que es tal y que es cual...
-Ya, bueno, lo que digan... pero si usted lo conoce personalmente...
-Sí, desde hace años. Lo que pasa es que ahora le toca una etapa difícil por la panda de inútiles que ha habido antes. Va a tener que hacer recortes y eso a la gente no le gusta, pero está perfectamente capacitado y está muy tranquilo y sabe lo que hace.
El abrigo.
-La cosa empezará a ir mejor enseguida, ya lo verá.
-Son 590,80 euros. Pip, pip, pip. rrrrrrr. Voy a acordarme de esta conversación cuando se empiece a hablar de que la cosa mejora. Pensaré en usted.
-Ya lo verá.
-Gracias.
-Buenas tardes.
-Buenas tardes.
De 30.000 pesetas por una camisa a 590,80 euros por dos camisas, dos polos, dos trajes y un abrigo.
Ser pobre tiene distintos significados.
Decir la cosa mejorará, como le he dicho a la primera señora; o decir la cosa mejorará, como me ha dicho este señor.
La cosa mejorará tiene distintos significados.
Hay el tipo "pobre", con el armario lleno de camisas, que cree tener claro quién es el enemigo y piensa ahora han ganado los suyos. Ese mantiene la esperanza. Para él es un poco más fácil, la cosa.
Veo que un señor alto, delgado, atractivote de estos de quien tuvo retuvo, acompañado de una montaña de ropa que avanza a su lado, viene hacia la caja, en la que estoy acabando de cobrarle un polo a una señora que me acaba de comentar lo mal que está la cosa, así en general (es uno de los comentarios a los que más recurre la gente que sí quiere conversación mientras se activa el datáfono, la que no me mira con cara de qué me estás contando cuando soy yo quien rompe el silencio que precede al pip, pip, pip, rrrrrrrrr, de la maquinita conectando y sacando el papel).
Le digo que la cosa mejorará. me dice que no está tan segura, le digo que felices fiestas, a la señora, me dice que igualmente. Se va y la montaña de ropa que acompañaba al señor se desploma sobre el mostrador dejando al descubierto a una Manoli con una sonrisa de oreja a oreja que dice: todo esto para este señor. Sin arreglos. El señor me mira. Qué planta, qué planta que me tiene.
Hola. ¿Algo para regalo?
No.
Perfecto. No arreglos, no regalos.
Empiezo por las camisas.
-¿Sabe cuánto vale una camisa en plas?
-¿En dónde?
-En zlas. (No le entiendo el nombre). 90.000 pesetas. ¿Cuánto es en euros?
-Casi 600.
-Las hacen a medida, claro.
-Bueno, las nuestras son un poco más económicas.
-Y no están mal.
-Gracias.
-Yo dejé de encargarlas allí cuando subieron los precios a más de 30.000 pesetas.
-Hombre, seguro que estaban muy bien, pero es un poco un abuso...
-Sí.
Sigo con los polos.
-¿Notan ustedes la crisis?
-Bueno, hay mucha gente que se va sin comprar nada, diciendo que volverá en rebajas. Pero no crea, con los regalos no se miran demasiado los precios.
-Ya. Ahora van a empezar a arreglar las cosas, ya lo verá. Después de este país que nos han dejado esa panda de ladrones después de ocho años, por fin tenemos a gente capacitada para arreglarlo.
-Ahá...
Ahora los trajes.
-Rajoy es un buen político. Conociendo su carrera y conociéndolo personalmente...
-¿Lo conoce personalmente?
-Sí. Y está preparado para esto y más. Dicen que es tal y que es cual...
-Ya, bueno, lo que digan... pero si usted lo conoce personalmente...
-Sí, desde hace años. Lo que pasa es que ahora le toca una etapa difícil por la panda de inútiles que ha habido antes. Va a tener que hacer recortes y eso a la gente no le gusta, pero está perfectamente capacitado y está muy tranquilo y sabe lo que hace.
El abrigo.
-La cosa empezará a ir mejor enseguida, ya lo verá.
-Son 590,80 euros. Pip, pip, pip. rrrrrrr. Voy a acordarme de esta conversación cuando se empiece a hablar de que la cosa mejora. Pensaré en usted.
-Ya lo verá.
-Gracias.
-Buenas tardes.
-Buenas tardes.
De 30.000 pesetas por una camisa a 590,80 euros por dos camisas, dos polos, dos trajes y un abrigo.
Ser pobre tiene distintos significados.
Decir la cosa mejorará, como le he dicho a la primera señora; o decir la cosa mejorará, como me ha dicho este señor.
La cosa mejorará tiene distintos significados.
Hay el tipo "pobre", con el armario lleno de camisas, que cree tener claro quién es el enemigo y piensa ahora han ganado los suyos. Ese mantiene la esperanza. Para él es un poco más fácil, la cosa.
dijous, 15 de desembre del 2011
Dietario de la tienda. Día 4.
Hoy acababamos de abrir, eran las cinco de la tarde y aún no había entrado nadie. En ese momento, Manoli y yo todos los días nos paseamos por la tienda como quien pasea por sus dominios: mirando aquí y allá, enderezando con el dedo una columna de jerseys, agachándonos así como sin pensar a recoger una diminuta pelusilla del suelo, quitando con la esquina de un trapo una huella de dedo en un espejo... Mientras, yo le pregunto cómo ha ido la mañana y ella me cuenta que tal ha dicho esto o tal se ha llevado esto otro, todo sin dejar de pasear y casi sin mirarnos. En esas estábamos cuando ha entrado un señor. Ha mirado los jerseys del estante que hay justo al lado de la puerta. Manoli, acercándose a él, ha dicho buenas tardes. Él no la ha mirado y ha seguido a lo suyo. Unos segundos más tarde, Manoli ha vuelto a repetir buenas tardes. Él ha dicho hola aún sin mirarla. Manoli ha añadido: ¿le puedo ayudar en algo? Él ha avanzado hacia el fondo de la tienda sin responder. Ha dado una vuelta, ha pasado por mi lado, ha llegado hasta la puerta y se ha marchado. He mirado a Manoli. Ella me ha mirado a mí y ha dicho muy bajito:
No tenía corazón.
Yo estaba a punto de decir qué maleducado cuando ella ha dicho no tenía corazón y, claro, ya no lo he dicho porque qué maleducado al lado de no tenía corazón no es nada, y no tenía corazón se parecía mucho más a lo que yo estaba pensando. Si el señor hubiera entrado y se hubiera tirado un pedo, sí habría sido adecuado decir qué maleducado, pero ¿ignorar así a alguien que te está hablando? Eso es no tener corazón.
Me ha afectado mucho la anecdotilla: a las ocho y media de la tarde, envolviendo de uno en uno los diez fulares que una señora se ha llevado para sus diez sobrinos sin casi mirarlos (ponme diez fulares, uno de cada, para mis diez sobrinos, si eso, luego, ya los vendrán a cambiar. Tenía poco corazón también esta), mientras suspiraba de alivio porque ya nos han llegado los sobres de regalo, aún pensaba en ello. Y ahora que son casi las once, sigo pensando en ello pero ampliado a más gente sin corazón en general o sin corazón dependiendo para con quién.
Y como a estas horas se me mezcla un poco todo y me van viniendo a la cabeza cosas distintas que he oído o leído o pensado a lo largo del día, he pensado que no tener corazón, aunque solo sea en un momento puntual, con alguien concreto, es un poco fracasar, y se me han acabado encontrando en la cabeza esta imagen de alguien sin corazón con esta descripción que da hoy (y me odio por citar a este ahora) Sostres en el blog. Dice: "... la fe en tot allò que fracassà per justificar l’absurda fe en tu mateix, encara, després de tant de fracàs, de tanta renúnica i de tant no saber estar a l’alçada de les circumstàncies".
Hoy acababamos de abrir, eran las cinco de la tarde y aún no había entrado nadie. En ese momento, Manoli y yo todos los días nos paseamos por la tienda como quien pasea por sus dominios: mirando aquí y allá, enderezando con el dedo una columna de jerseys, agachándonos así como sin pensar a recoger una diminuta pelusilla del suelo, quitando con la esquina de un trapo una huella de dedo en un espejo... Mientras, yo le pregunto cómo ha ido la mañana y ella me cuenta que tal ha dicho esto o tal se ha llevado esto otro, todo sin dejar de pasear y casi sin mirarnos. En esas estábamos cuando ha entrado un señor. Ha mirado los jerseys del estante que hay justo al lado de la puerta. Manoli, acercándose a él, ha dicho buenas tardes. Él no la ha mirado y ha seguido a lo suyo. Unos segundos más tarde, Manoli ha vuelto a repetir buenas tardes. Él ha dicho hola aún sin mirarla. Manoli ha añadido: ¿le puedo ayudar en algo? Él ha avanzado hacia el fondo de la tienda sin responder. Ha dado una vuelta, ha pasado por mi lado, ha llegado hasta la puerta y se ha marchado. He mirado a Manoli. Ella me ha mirado a mí y ha dicho muy bajito:
No tenía corazón.
Yo estaba a punto de decir qué maleducado cuando ella ha dicho no tenía corazón y, claro, ya no lo he dicho porque qué maleducado al lado de no tenía corazón no es nada, y no tenía corazón se parecía mucho más a lo que yo estaba pensando. Si el señor hubiera entrado y se hubiera tirado un pedo, sí habría sido adecuado decir qué maleducado, pero ¿ignorar así a alguien que te está hablando? Eso es no tener corazón.
Me ha afectado mucho la anecdotilla: a las ocho y media de la tarde, envolviendo de uno en uno los diez fulares que una señora se ha llevado para sus diez sobrinos sin casi mirarlos (ponme diez fulares, uno de cada, para mis diez sobrinos, si eso, luego, ya los vendrán a cambiar. Tenía poco corazón también esta), mientras suspiraba de alivio porque ya nos han llegado los sobres de regalo, aún pensaba en ello. Y ahora que son casi las once, sigo pensando en ello pero ampliado a más gente sin corazón en general o sin corazón dependiendo para con quién.
Y como a estas horas se me mezcla un poco todo y me van viniendo a la cabeza cosas distintas que he oído o leído o pensado a lo largo del día, he pensado que no tener corazón, aunque solo sea en un momento puntual, con alguien concreto, es un poco fracasar, y se me han acabado encontrando en la cabeza esta imagen de alguien sin corazón con esta descripción que da hoy (y me odio por citar a este ahora) Sostres en el blog. Dice: "... la fe en tot allò que fracassà per justificar l’absurda fe en tu mateix, encara, després de tant de fracàs, de tanta renúnica i de tant no saber estar a l’alçada de les circumstàncies".
Por lo visto, han hecho una encuesta entre moribundos de cuyas respuestas ahora presentan las cinco más habituales. Son estas:
1.- "Me gustaría haber tenido el valor de vivir una vida fiel a mís conceptos y no la vida que otros esperaban de mí"
2.- "Me hubiese gustado no haber trabajado tan duro"
3.- "Me gustaría haber tenido el valor suficiente para manifestar mis sentimientos"
4.- "Me hubiese gustado mantenerme en más contacto con mis amigos"
5.- "Me gustaría haber sido más feliz"
A ver, ya sé que se están muriendo ustedes, ya sé que lo saben y que quieren llegar en paz al momento, que está a la vuelta de la esquina, pero párense a pensar en la especie de monstruo que saldría de la combinación de, ya no las cinco, simplemente un par de estos buenos postpósitos (post- porque ya no les da tiempo, porque ya son a toro pasao).
Cojan, por ejemplo, la tres y la cuatro y léanlas aisladas. ¿Las ven compatibles? Bien, si cogen la cuatro, "Me hubiese gustado mantenerme más en contacto con mis amigos", y la completan con "para discutir con ellos al menos una vez por semana", entonces sí, podría ser compatible con "Me gustaría haber tenido el valor suficiente para manifestar mis sentimientos".
Cojan la uno y la dos. Incluyan en la uno, "Me gustaría haber tenido una vida fiel a mis conceptos y no la vida que otros esperaban de mí", el concepto "jefe" como parte del "otros"; ¿es compatible con la dos, "Me hubiese gustado no trabajar tan duro", entonces?
Combinen ahora las cinco en una sola persona: les saldrá un tipo esquizofrénico que quiere quedar bien con todo el mundo, sin trabajar demasiado para ello y manteniéndose a la vez perfectamente fiel a sus principios, porque todo el mundo piensa que sus principios son el colmo de la ponderancia y de la bondad que hace falta para que el mundo vaya bien, claro.
Aún así, este tipo moriría repitiendo: 5.-"Me gustaría haber sido más feliz", 5.-"Me gustaría haber sido más feliz", 5.-"Me gustaría haber sido más feliz". Así que no hay caso. Filosofía barata. Moralina de catecismo precomunión.
Hala, a hacer lo que se pueda de aquí a la muerte. Intenten no hacer demasiado daño por el camino. Suerte.
1.- "Me gustaría haber tenido el valor de vivir una vida fiel a mís conceptos y no la vida que otros esperaban de mí"
2.- "Me hubiese gustado no haber trabajado tan duro"
3.- "Me gustaría haber tenido el valor suficiente para manifestar mis sentimientos"
4.- "Me hubiese gustado mantenerme en más contacto con mis amigos"
5.- "Me gustaría haber sido más feliz"
A ver, ya sé que se están muriendo ustedes, ya sé que lo saben y que quieren llegar en paz al momento, que está a la vuelta de la esquina, pero párense a pensar en la especie de monstruo que saldría de la combinación de, ya no las cinco, simplemente un par de estos buenos postpósitos (post- porque ya no les da tiempo, porque ya son a toro pasao).
Cojan, por ejemplo, la tres y la cuatro y léanlas aisladas. ¿Las ven compatibles? Bien, si cogen la cuatro, "Me hubiese gustado mantenerme más en contacto con mis amigos", y la completan con "para discutir con ellos al menos una vez por semana", entonces sí, podría ser compatible con "Me gustaría haber tenido el valor suficiente para manifestar mis sentimientos".
Cojan la uno y la dos. Incluyan en la uno, "Me gustaría haber tenido una vida fiel a mis conceptos y no la vida que otros esperaban de mí", el concepto "jefe" como parte del "otros"; ¿es compatible con la dos, "Me hubiese gustado no trabajar tan duro", entonces?
Combinen ahora las cinco en una sola persona: les saldrá un tipo esquizofrénico que quiere quedar bien con todo el mundo, sin trabajar demasiado para ello y manteniéndose a la vez perfectamente fiel a sus principios, porque todo el mundo piensa que sus principios son el colmo de la ponderancia y de la bondad que hace falta para que el mundo vaya bien, claro.
Aún así, este tipo moriría repitiendo: 5.-"Me gustaría haber sido más feliz", 5.-"Me gustaría haber sido más feliz", 5.-"Me gustaría haber sido más feliz". Así que no hay caso. Filosofía barata. Moralina de catecismo precomunión.
Hala, a hacer lo que se pueda de aquí a la muerte. Intenten no hacer demasiado daño por el camino. Suerte.
dimecres, 14 de desembre del 2011
Dietario de la tienda. Día 3
Se nos han acabado los sobres de regalo, pero si viene mañana, que ya tendremos, le damos uno. Ha sido la frase del día. Hay gente que se va tan contenta y otros que ponen mala cara. Los hay incluso que te dicen que hombre, que cómo puede ser eso en Navidad. A ver, piensen un poco: si eso es, es precisamente en Navidad, que es cuando se gastan más sobres regalo, porque todo el mundo, como ustedes, los quieren porque todo el mundo, como ustedes, hace regalos en Navidad. Ya, lo siento, pero mañana mismo los tenemos aquí, es que estos días ya se sabe... respondo no diciendo para nada lo que pienso.
Esta camisa es mucho más de verano que esta, ¿no? Me dice una clienta levantando primero la camisa que tiene en su mano derecha, de cuadros rojos y negros, y después la que tiene en su izquierda, idéntica a la primera pero de cuadros azules y negros. Esas dos camisas son exactamente iguales: del mismo tejido, con la misma forma, las mismas mangas largas y el cuello cerrado. Son de otoño si las lleva con un jersey encima, de invierno si las lleva con un abrigo encima y más de invierno todavía si las lleva con una camiseta de cuello alto debajo, un jersey encima y un abrigo encima del jersey; el tiempo no va a cambiar si su marido se pone o no la camisa; el tiempo va haciendo y la camisa permanece; diría que, en cuanto a estabilidad, la camisa le gana al tiempo; que por derechos adquiridos por méritos en cuanto a impasibilidad, el invierno debería ser más de la camisa que la camisa del invierno, fíjese. Claro, es por el color: el rojo es más de verano, contesto no diciendo para nada eso que acabo de pensar.
¿Tienen pantalones de pinzas? No, no tenemos pantalones de pinzas. Son una horterada, los pantalones de pinzas: hacen que parezca que usted tiene caderas, los pantalones de pinzas. Las pinzas son un invento de alguien que no tenía barriga, ¿quién con una hermosa barriga como la suya estaría tan ciego como para pensar que las pinzas -que hacen que los pantalones sean más estrechos arriba, caigan abriéndose un poco en las pantorrillas y vuelvan a la estrechez de la pierna por que se ha robado tela por la parte de las costuras, no porque hayan puesto otra pinza abajo, que sería lo que al menos podría darle un cierto sentido simétrico a esa absurdidad fea, fea, fea que son los pantalones de pinzas- le favorecen? No, este año no nos han traído; no sé por qué, porque salen muy bien..., declaro encogiéndome de hombros no diciendo para nada todo esto que acabo de pensar.
Y así, las tardes.
Se nos han acabado los sobres de regalo, pero si viene mañana, que ya tendremos, le damos uno. Ha sido la frase del día. Hay gente que se va tan contenta y otros que ponen mala cara. Los hay incluso que te dicen que hombre, que cómo puede ser eso en Navidad. A ver, piensen un poco: si eso es, es precisamente en Navidad, que es cuando se gastan más sobres regalo, porque todo el mundo, como ustedes, los quieren porque todo el mundo, como ustedes, hace regalos en Navidad. Ya, lo siento, pero mañana mismo los tenemos aquí, es que estos días ya se sabe... respondo no diciendo para nada lo que pienso.
Esta camisa es mucho más de verano que esta, ¿no? Me dice una clienta levantando primero la camisa que tiene en su mano derecha, de cuadros rojos y negros, y después la que tiene en su izquierda, idéntica a la primera pero de cuadros azules y negros. Esas dos camisas son exactamente iguales: del mismo tejido, con la misma forma, las mismas mangas largas y el cuello cerrado. Son de otoño si las lleva con un jersey encima, de invierno si las lleva con un abrigo encima y más de invierno todavía si las lleva con una camiseta de cuello alto debajo, un jersey encima y un abrigo encima del jersey; el tiempo no va a cambiar si su marido se pone o no la camisa; el tiempo va haciendo y la camisa permanece; diría que, en cuanto a estabilidad, la camisa le gana al tiempo; que por derechos adquiridos por méritos en cuanto a impasibilidad, el invierno debería ser más de la camisa que la camisa del invierno, fíjese. Claro, es por el color: el rojo es más de verano, contesto no diciendo para nada eso que acabo de pensar.
¿Tienen pantalones de pinzas? No, no tenemos pantalones de pinzas. Son una horterada, los pantalones de pinzas: hacen que parezca que usted tiene caderas, los pantalones de pinzas. Las pinzas son un invento de alguien que no tenía barriga, ¿quién con una hermosa barriga como la suya estaría tan ciego como para pensar que las pinzas -que hacen que los pantalones sean más estrechos arriba, caigan abriéndose un poco en las pantorrillas y vuelvan a la estrechez de la pierna por que se ha robado tela por la parte de las costuras, no porque hayan puesto otra pinza abajo, que sería lo que al menos podría darle un cierto sentido simétrico a esa absurdidad fea, fea, fea que son los pantalones de pinzas- le favorecen? No, este año no nos han traído; no sé por qué, porque salen muy bien..., declaro encogiéndome de hombros no diciendo para nada todo esto que acabo de pensar.
Y así, las tardes.
dimarts, 13 de desembre del 2011
Se me ha ocurrido una forma de terrorismo intelectual fantástica: alguien que se dedica a comprar biografías en cuanto salen al mercado, o que tenga la manera de conseguirlas antes incluso de que lleguen a las librerías, que copie párrafos enteros y los vaya colgando en la Wikipedia, que luego corra la voz de que tal o cual biógrafo, en su último libro, ha copiado casi todo de allí. Seguro que hay una manera de detectar la trampa; seguro que puede comprobarse cuándo se ha añadido qué a la enciclopedia virtual y ver así si es de antes o de después de que el libro fuera escrito, eximiendo así en todos los casos de toda culpa al autor. Pero el daño ya estaría hecho, la difamación viaja rápido y ahí quedaría la manchita en el honor y la tocada de pelotas que la cosa supondría.
Todo eso se me ha ocurrido volviendo a casa hace media hora después de un día delirante de trabajo a destajo, en el momento de más soledad, justo después de la petite mort que supone pasar por la radio, hola, siéntate, habla, ahora no, ahora, después de la música, gracias por venir, adiós.
La soledad del corredor de fondo. Suerte que el camino de Francesc Macià a Carretes hace bajada. No sabría decir ni si las luces de Navidad estaban encendidas.
Póngame uno de Los Soprano y a dormir.
Todo eso se me ha ocurrido volviendo a casa hace media hora después de un día delirante de trabajo a destajo, en el momento de más soledad, justo después de la petite mort que supone pasar por la radio, hola, siéntate, habla, ahora no, ahora, después de la música, gracias por venir, adiós.
La soledad del corredor de fondo. Suerte que el camino de Francesc Macià a Carretes hace bajada. No sabría decir ni si las luces de Navidad estaban encendidas.
Póngame uno de Los Soprano y a dormir.
Una cosa: con todo esto de Urdangarín, ¿alguien está mirando a otro lado? No sé, me preocupa porque por ejemplo, del asuntillo de Mas en Suiza no se ha vuelto a hablar y, claro, yo no es que sea descofiada (DESCOFIADA, he escrito; descofiada. Me encanta.) pero la vida se ha empeñado en hacerme un poco tal y sé por experiencia que cuando el río suena, uno tiende a olvidarse de la fuente; que cuando un novio está raro con la novia, igual es que no está tan raro con alguna otra cosa o alguna otra individua. No sé, no sé; tonterías... Pero, otro ejemplo, al Rey: ¿alguien está mirando al Rey? Porque esta gente en la spotlight y su prole, hace ya años que se fueron a Washington y no fue precisamente para que los niños estudiaran inglés y valores americanos (qué grandes, los valores americanos). Cristina, por ejemplo, ¿no tenía trabajo que hacer aquí como Infantita que era? Era, qué gracia, ya no es. Quiero decir, si no hubiera sido por causa mayor, no le habrían dejado irse, ¿no?
Que de la misa, la mitad nos enteramos; que la verdad es lo que sabemos más lo que no queremos saber más lo que no nos cuentan.
En todo esto estaba pensando hace un momento en la ducha.
Joder, me roba hasta el tiempo de enjabonado esta gentuza.
Que de la misa, la mitad nos enteramos; que la verdad es lo que sabemos más lo que no queremos saber más lo que no nos cuentan.
En todo esto estaba pensando hace un momento en la ducha.
Joder, me roba hasta el tiempo de enjabonado esta gentuza.
dilluns, 12 de desembre del 2011
Dietario de la tienda. Día 2
Instrucciones del jefe: Manoli y él atienden a los clientes. Yo me quedo en la caja.
La tienda es estrecha y a la que estamos tres atendiendo nos molestamos. Si hay dos clientes, los atienden ellos; si hay tres, yo puedo atender; si hay más de tres, yo a la caja, ellos los van ventilando y yo les voy cobrando entre sonrisas y ¿espararregalos? varios. Un día de mogollón en rebajas de verano, atendíamos y cobrábamos todos: fue el caos (reina), también un poco porque nadie doblaba nada de lo que había desdoblado y aquello parecía el contenedor del Raval el día que toca vaciar los pisos de las abuelas, que Dios las tenga en su gloria.
Así que yo me quedo en la caja.
Quedarse en la caja tiene un pro y un contra:
El contra: hace un frío que pela. La caja está al lado de la puerta (del hueco donde debería ir la puerta, que no hay, que es solo la persiana). La máquina de aire caliente está encima de la puerta, enfocada hacia el interior de la tienda. La caja, o sea, yo, está justo en el punto ciego de la máquina de aire caliente que está encima de la puerta, en su culo, vaya, sí: no llega el aire caliente. Sí llega el aire frío que entra por el hueco en el que debería haber una puerta.
El pro, que es interesantísimo a la par que perturbador: oigo las conversaciones de la gente que viene a acompañar a la gente que viene a comprar. A veces (la mayoría) viene el señor con su señora; estos, nada, entran juntos. Pero otras veces (no tantas) vienen el señor, la señora y los hijos (entonces los hijos se quedan al lado de la caja, esperando); otras, el señor, la señora y un hijo o una hija (eso pasó una vez y la señora le dijo a la cría: quédate con esta chica. La niña, de unos 8 años, y yo nos miramos en plan ¿y yo qué hago ahora contigo? un rato, hasta que la puse a doblar camisetas, en serio, la puse a doblar camisetas que luego tuve que volver a doblar yo porque ella se pasaba la perfilación por el forro, pero bueno, por lo menos dejó de mirarme con esa cara de lo que era: una niña abandonada); otras veces, como ha pasado hoy, vienen el señor, la señora, la amiga de la señora y dos bebés en sendos cochecitos.
El señor era del tipo presumido y rico: ha pasado al fondo de la tienda, se ha probado pantalones, camisas, jerseys y americanas y lo quería todo; se lo ha llevado casi todo, de hecho. La señora, que debía de conocerlo a fondo, si no no me explico cuánto se parecía al señor ese bebé al que ella le llamaba cariño y que a ella le llamaba mami, le ha recordado a su amiga que tenía que ir a la farmacia. ¿Tú no tenías que ir a la farmacia?, le ha dicho. La amiga ha dicho que sí. Papá, ha gritado ella hacia el señor y Manoli, confirmando mi teoría de que lo conocía a fondo, que tenemos que ir a la farmacia. Él ha dicho un momento o algo así. Ella ha empezado a pegar golpecitos en el suelo con el zapato y a levantar las cejas y a hacer caídas de ojos mirando a su amiga. Bueno, tampoco tengo prisa, ha dicho la amiga. Entonces ella, la señora, ha hecho dos cosas, lo juro, que lo he visto: primero, le ha encasquetado el gorro al bebé hasta las orejas, luego ha vuelto a gritar papá y cuando el señor ha mirado le ha dicho señalando al bebé: nos vamos que este está muerto de calor y se está agobiando. Te esperamos en la farmacia. Vale, ha dicho el señor. Y se han ido. Y el señor se ha quedado en la tienda con Manoli.
Yo me he quedado en la caja pensando que qué fuerte y a la vez qué normal utilizar así al niño como argumento indiscutible, me he acordado de una vez que puse como excusa que mi abuela estaba mal para saltarme un examen de francés para el que no había estudiado nada. Mi abuela tenía alzheimer: estar fatal era su estar normal: yo sí que estuve fatal hasta que no me quité el examen de encima, joder, qué cargo de conciencia, no volví a hacerlo nunca más (suspendí francés), claro que mi abuela duró poco más (la profesora de francés se sintió fatal por mí cuando murió), claro que yo estaba jugando con el alzheimer, que son así como palabras mayores. La señora de esta tarde simplemente se ha asegurado de agobiar al niño antes de decirle a su marido que el niño se estaba agobiando: claro que se estaba agobiando (ellos sí estaban a tiro de la máquina de aire caliente), pero es que les quedan por delante muchos años de niño a estos dos, muchos años de no decir la verdad, de no decirle ella a él que, siendo del tipo presumido y rico, casi que prefiere quedarse en casa mientras él va a comprar ropa...
A ver si al final va a resultar que no se conocían tan a fondo.
A ver si al final va a resultar que el niño, cuando tenga los brazos lo suficientemente largos para quitarse y ponerse el gorro él solito, los mandará a la mierda y los dejará solos, el uno con el otro, tendrán que empezar, entonces sí, a conocerse a fondo y descubrirán que no se soportan ni cuando no van juntos a comprar ropa.
Instrucciones del jefe: Manoli y él atienden a los clientes. Yo me quedo en la caja.
La tienda es estrecha y a la que estamos tres atendiendo nos molestamos. Si hay dos clientes, los atienden ellos; si hay tres, yo puedo atender; si hay más de tres, yo a la caja, ellos los van ventilando y yo les voy cobrando entre sonrisas y ¿espararregalos? varios. Un día de mogollón en rebajas de verano, atendíamos y cobrábamos todos: fue el caos (reina), también un poco porque nadie doblaba nada de lo que había desdoblado y aquello parecía el contenedor del Raval el día que toca vaciar los pisos de las abuelas, que Dios las tenga en su gloria.
Así que yo me quedo en la caja.
Quedarse en la caja tiene un pro y un contra:
El contra: hace un frío que pela. La caja está al lado de la puerta (del hueco donde debería ir la puerta, que no hay, que es solo la persiana). La máquina de aire caliente está encima de la puerta, enfocada hacia el interior de la tienda. La caja, o sea, yo, está justo en el punto ciego de la máquina de aire caliente que está encima de la puerta, en su culo, vaya, sí: no llega el aire caliente. Sí llega el aire frío que entra por el hueco en el que debería haber una puerta.
El pro, que es interesantísimo a la par que perturbador: oigo las conversaciones de la gente que viene a acompañar a la gente que viene a comprar. A veces (la mayoría) viene el señor con su señora; estos, nada, entran juntos. Pero otras veces (no tantas) vienen el señor, la señora y los hijos (entonces los hijos se quedan al lado de la caja, esperando); otras, el señor, la señora y un hijo o una hija (eso pasó una vez y la señora le dijo a la cría: quédate con esta chica. La niña, de unos 8 años, y yo nos miramos en plan ¿y yo qué hago ahora contigo? un rato, hasta que la puse a doblar camisetas, en serio, la puse a doblar camisetas que luego tuve que volver a doblar yo porque ella se pasaba la perfilación por el forro, pero bueno, por lo menos dejó de mirarme con esa cara de lo que era: una niña abandonada); otras veces, como ha pasado hoy, vienen el señor, la señora, la amiga de la señora y dos bebés en sendos cochecitos.
El señor era del tipo presumido y rico: ha pasado al fondo de la tienda, se ha probado pantalones, camisas, jerseys y americanas y lo quería todo; se lo ha llevado casi todo, de hecho. La señora, que debía de conocerlo a fondo, si no no me explico cuánto se parecía al señor ese bebé al que ella le llamaba cariño y que a ella le llamaba mami, le ha recordado a su amiga que tenía que ir a la farmacia. ¿Tú no tenías que ir a la farmacia?, le ha dicho. La amiga ha dicho que sí. Papá, ha gritado ella hacia el señor y Manoli, confirmando mi teoría de que lo conocía a fondo, que tenemos que ir a la farmacia. Él ha dicho un momento o algo así. Ella ha empezado a pegar golpecitos en el suelo con el zapato y a levantar las cejas y a hacer caídas de ojos mirando a su amiga. Bueno, tampoco tengo prisa, ha dicho la amiga. Entonces ella, la señora, ha hecho dos cosas, lo juro, que lo he visto: primero, le ha encasquetado el gorro al bebé hasta las orejas, luego ha vuelto a gritar papá y cuando el señor ha mirado le ha dicho señalando al bebé: nos vamos que este está muerto de calor y se está agobiando. Te esperamos en la farmacia. Vale, ha dicho el señor. Y se han ido. Y el señor se ha quedado en la tienda con Manoli.
Yo me he quedado en la caja pensando que qué fuerte y a la vez qué normal utilizar así al niño como argumento indiscutible, me he acordado de una vez que puse como excusa que mi abuela estaba mal para saltarme un examen de francés para el que no había estudiado nada. Mi abuela tenía alzheimer: estar fatal era su estar normal: yo sí que estuve fatal hasta que no me quité el examen de encima, joder, qué cargo de conciencia, no volví a hacerlo nunca más (suspendí francés), claro que mi abuela duró poco más (la profesora de francés se sintió fatal por mí cuando murió), claro que yo estaba jugando con el alzheimer, que son así como palabras mayores. La señora de esta tarde simplemente se ha asegurado de agobiar al niño antes de decirle a su marido que el niño se estaba agobiando: claro que se estaba agobiando (ellos sí estaban a tiro de la máquina de aire caliente), pero es que les quedan por delante muchos años de niño a estos dos, muchos años de no decir la verdad, de no decirle ella a él que, siendo del tipo presumido y rico, casi que prefiere quedarse en casa mientras él va a comprar ropa...
A ver si al final va a resultar que no se conocían tan a fondo.
A ver si al final va a resultar que el niño, cuando tenga los brazos lo suficientemente largos para quitarse y ponerse el gorro él solito, los mandará a la mierda y los dejará solos, el uno con el otro, tendrán que empezar, entonces sí, a conocerse a fondo y descubrirán que no se soportan ni cuando no van juntos a comprar ropa.
diumenge, 11 de desembre del 2011
Dietario de la tienda. Día 1
Hay un señor en la calle que toca el clarinete -la flauta, según mi hermano, que está de él hasta las narices-. Es Navidad y repite sin parar un villancico. Yo tengo en la cabeza todo el día el Welcome to the Jungle, de Guns and Roses; Martí lo puso ayer por la noche en casa y gritamos toda la letra de pe a pa, como si no hubiera pasado nada en los últimos 20 años, como si nadie hubiera abierto ese cajón del cerebro en todo este tiempo.
Enredando, enredando, se adulteran los recuerdos. Olvidándolos, se mantiene su literalidad.
Había olvidado cómo se hacían los tíquets-regalo, cómo se metían los arreglos en caja y cómo se marcaban las devoluciones. He acertado a hacerlo todo de nuevo a la primera. La gente, en cambio, los clientes, me han parecido más grises que nunca porque los recordaba mucho más interesantes. A la que pasen unos cuantos días de contacto con ellos, volveré a olvidarlos y me los podré volver a mirar con fascinación.
A mi hermano -mi jefe estos días-, en cambio, lo tengo tan asimilado que no lo pienso desde que nació, así que sea en la tienda, sea en casa, sea comiendo llom rostit en el restaurante de la calle que sube del Monestir, nunca, nunca, me decepciona.
Ha cogido una pila de jerseys del fondo de la tienda, los ha puesto en la mesa, los ha desdoblado todos y ha comenzado a doblarlos de uno en uno mientras me habla de algo que no tiene nada que ver ni con los jerseys ni con la tienda ni con nada de lo que me hubiera hablado antes. Dice que, haciendo el mismo movimiento e imprimiendo la misma fuerza en el golpe, con un hierro del siete mandas la bola a una determinada distancia, con uno del seis la mandas un poco más lejos y con uno del cinco más lejos aún. Que si quieres mandarla a tomar por el culo, hay que coger una madera. Mi hermano se ha apuntado a un curso de golf y va todas las semanas a un campo municipal que hay cerca de Sant Cugat, a practicar. Dice que solo le cobran 86 euros al año por lanzar todas las bolas que le dé la gana y que él coge un hierro del cinco, por ejemplo, y un montón de bolas, se planta en un sitio determinado con los pies un poco separados y venga a darle una vez y otra y otra hasta que llega un momento en el que no está pensando ni en el gesto que hace ni en cuánto dobla las rodillas ni en qué ángulo tiene sujeto el palo. Y es entonces cuando le salen los mejores golpes, cuando las bolas empiezan a ir a parar más o menos al mismo sitio y cuando él puede anticipar dónde van a caer y siente que domina el juego.
Otra cosa es que te pongan el agujero delante, dice también mi hermano, ahí es cuando te das cuenta de que no tienes ni puñetera idea. Se va al fondo de la tienda, coloca la pila de camisas en su sitio y vuelve.
Y eso es lo que te está pasando a ti con toda esta historia del libro, concluye.
Suena J-Lo y la ropa de invierno es mucho más complicada de perfilar que la de verano.
Cuando hay fútbol, no entra en la tienda ni el tato.
Macson, I'm back.
Hay un señor en la calle que toca el clarinete -la flauta, según mi hermano, que está de él hasta las narices-. Es Navidad y repite sin parar un villancico. Yo tengo en la cabeza todo el día el Welcome to the Jungle, de Guns and Roses; Martí lo puso ayer por la noche en casa y gritamos toda la letra de pe a pa, como si no hubiera pasado nada en los últimos 20 años, como si nadie hubiera abierto ese cajón del cerebro en todo este tiempo.
Enredando, enredando, se adulteran los recuerdos. Olvidándolos, se mantiene su literalidad.
Había olvidado cómo se hacían los tíquets-regalo, cómo se metían los arreglos en caja y cómo se marcaban las devoluciones. He acertado a hacerlo todo de nuevo a la primera. La gente, en cambio, los clientes, me han parecido más grises que nunca porque los recordaba mucho más interesantes. A la que pasen unos cuantos días de contacto con ellos, volveré a olvidarlos y me los podré volver a mirar con fascinación.
A mi hermano -mi jefe estos días-, en cambio, lo tengo tan asimilado que no lo pienso desde que nació, así que sea en la tienda, sea en casa, sea comiendo llom rostit en el restaurante de la calle que sube del Monestir, nunca, nunca, me decepciona.
Ha cogido una pila de jerseys del fondo de la tienda, los ha puesto en la mesa, los ha desdoblado todos y ha comenzado a doblarlos de uno en uno mientras me habla de algo que no tiene nada que ver ni con los jerseys ni con la tienda ni con nada de lo que me hubiera hablado antes. Dice que, haciendo el mismo movimiento e imprimiendo la misma fuerza en el golpe, con un hierro del siete mandas la bola a una determinada distancia, con uno del seis la mandas un poco más lejos y con uno del cinco más lejos aún. Que si quieres mandarla a tomar por el culo, hay que coger una madera. Mi hermano se ha apuntado a un curso de golf y va todas las semanas a un campo municipal que hay cerca de Sant Cugat, a practicar. Dice que solo le cobran 86 euros al año por lanzar todas las bolas que le dé la gana y que él coge un hierro del cinco, por ejemplo, y un montón de bolas, se planta en un sitio determinado con los pies un poco separados y venga a darle una vez y otra y otra hasta que llega un momento en el que no está pensando ni en el gesto que hace ni en cuánto dobla las rodillas ni en qué ángulo tiene sujeto el palo. Y es entonces cuando le salen los mejores golpes, cuando las bolas empiezan a ir a parar más o menos al mismo sitio y cuando él puede anticipar dónde van a caer y siente que domina el juego.
Otra cosa es que te pongan el agujero delante, dice también mi hermano, ahí es cuando te das cuenta de que no tienes ni puñetera idea. Se va al fondo de la tienda, coloca la pila de camisas en su sitio y vuelve.
Y eso es lo que te está pasando a ti con toda esta historia del libro, concluye.
Suena J-Lo y la ropa de invierno es mucho más complicada de perfilar que la de verano.
Cuando hay fútbol, no entra en la tienda ni el tato.
Macson, I'm back.
dimecres, 7 de desembre del 2011
Siempre va bien, una vez has vuelto, repasar en qué no has pensado mientras estabas fuera, para ver qué es y qué no es importante (a un nivel muy subjetivo).
Tirando a lo grande, Catalunya, por ejemplo, allá, como si no existiera.
Es una trampa: Catalunya no ha desaparecido: me he dado cuenta cuando he llegado a casa y me he puesto a leer el Ara, que tampoco lo había leído estos días porque allá tampoco existe, entendiendo en ese mismo momento el porqué de la actitud tan mesiánica de algunos.
Pero bueno, la cosa es que uno relativiza que da gusto.
Y no se crean que es una cuestión de distancia o de estar de vacaciones, simplemente. Mi madre, por ejemplo, allá está existiendo tanto últimamente, que duele.
Y no deja de doler, por mucho que ponga tierra de por medio.
Tirando a lo grande, Catalunya, por ejemplo, allá, como si no existiera.
Es una trampa: Catalunya no ha desaparecido: me he dado cuenta cuando he llegado a casa y me he puesto a leer el Ara, que tampoco lo había leído estos días porque allá tampoco existe, entendiendo en ese mismo momento el porqué de la actitud tan mesiánica de algunos.
Pero bueno, la cosa es que uno relativiza que da gusto.
Y no se crean que es una cuestión de distancia o de estar de vacaciones, simplemente. Mi madre, por ejemplo, allá está existiendo tanto últimamente, que duele.
Y no deja de doler, por mucho que ponga tierra de por medio.
dissabte, 3 de desembre del 2011
Miren qué me pasa siempre que me voy, que no es una cosa que pase a menudo: antes de irme yo, vienen a mí un montón de cosas. Por ejemplo, voy hoy y me levanto con esta canción en la cabeza:
Esta vez ha sido esta pero podría haber sido, que ya me ha pasado otras veces, perfectamente esta otra:
O esta otra:
¿Se van haciendo a la idea del delirio que supone la cosa?
Pues aún hay más: también tengo en la cabeza a la Gopegui, a Millás, a Baroja (bien, este último nunca se ha ido) y a Vila-Matas (este último, en vez de irse, vino más: fue como un anticipo entonces). Pero no es que me vengan a la cabeza los nombres de esta gente, no: también visualizo los libros y el lugar exacto que ocupan en la estantería de mi habitación, que mi madre no los ha tocado desde entonces más que para quitarles el polvo. También viendo todo esto en mi cabeza, me veo a mí misma tirada en la cama mientras suena todo lo primero y leo todo lo segundo.
Y no solo eso: ahora mismo, en vez de pensar que esta noche llamaré a Antonio, a Gaby, a Jaume o a Víctor, pienso que llamaré a Cristina, a Aurora, a Ana y a Juli. En vez de pensarme dentro del metro, me pienso cruzando la Vuelta del Castillo, y en vez de en la Diagonal, pienso en Pío XII.
¿Ven cómo no son solo cuatro horas de ida? ¿Ven cómo son muchos años y mucha gente y muchos libros y mucha música de ida?
Pues hasta luego, hasta dentro de mil cosas. Me gustará saber de ustedes aunque los oiré así como muy de lejos. Nos vemos a la vuelta.
Esta vez ha sido esta pero podría haber sido, que ya me ha pasado otras veces, perfectamente esta otra:
O esta otra:
¿Se van haciendo a la idea del delirio que supone la cosa?
Pues aún hay más: también tengo en la cabeza a la Gopegui, a Millás, a Baroja (bien, este último nunca se ha ido) y a Vila-Matas (este último, en vez de irse, vino más: fue como un anticipo entonces). Pero no es que me vengan a la cabeza los nombres de esta gente, no: también visualizo los libros y el lugar exacto que ocupan en la estantería de mi habitación, que mi madre no los ha tocado desde entonces más que para quitarles el polvo. También viendo todo esto en mi cabeza, me veo a mí misma tirada en la cama mientras suena todo lo primero y leo todo lo segundo.
Y no solo eso: ahora mismo, en vez de pensar que esta noche llamaré a Antonio, a Gaby, a Jaume o a Víctor, pienso que llamaré a Cristina, a Aurora, a Ana y a Juli. En vez de pensarme dentro del metro, me pienso cruzando la Vuelta del Castillo, y en vez de en la Diagonal, pienso en Pío XII.
¿Ven cómo no son solo cuatro horas de ida? ¿Ven cómo son muchos años y mucha gente y muchos libros y mucha música de ida?
Pues hasta luego, hasta dentro de mil cosas. Me gustará saber de ustedes aunque los oiré así como muy de lejos. Nos vemos a la vuelta.
divendres, 2 de desembre del 2011
Sesiones inventadas #3
Resulta que ahora estaba intentando salvar a mi padre, que era el último hombre sobre la faz de la tierra del que yo pensaba que necesitaba salvación.
Siempre que llego, Mar me abre la puerta y me dice: siéntate un momento, ahora te llamo. Entonces oigo que ordena papeles en su despacho o que se mete en otro sitio y vuelve a salir. A veces oigo que tira de la cadena. Vuelve a aparecer y me dice: pasa.
-¿Qué tal?
-Creo que estaba intentando salvar a mi padre.
-¿De qué?
-De él mismo.
-Háblame de tu padre.
-Típico modelo de padre trabajador que nunca estaba en casa, que salía en las conversaciones solo para ser el modelo a seguir -mira cuánto trabaja tu padre- o a temer -ya verás cuando vuelva tu padre-. Le teníamos miedo cuando estaba a punto de aparecer si habíamos hecho algo mal, y nos moríamos de ganas de que llegara si habíamos hecho algo bien. Y no fallaba: en el primer caso, bronca al canto, en el segundo, aprobación contenida: es de los que piensa que hacer las cosas bien es lo normal y no un mérito. Más adelante me di cuenta de que no era feliz.
-¿Por qué?
-Porque me lo dijo un día comiendo: me habría gustado no haberos descuidado tanto.
-¿Cómo te lo tomaste?
-Como un triunfo. Pocos días antes le había obligado a decirme que estaba orgulloso de mí.
-¿?
-No paraba de decirme que mi vida era un desastre, según sus parámetros.
-¿Qué parámetros?
-Tener una familia, un trabajo estable, una casa un coche... Acabé saltando: le expliqué bien lo que tenía, por qué hacía así las cosas y, sobre todo le expliqué bien que era feliz así, y más sobre todo aún, que no me había sido fácil conseguirlo ni me estaba siendo fácil mantenerlo: él valora mucho la cosa esta del sacrificio y del trabajo para conseguir lo que quieres y le dije que ser como soy conllevaba sacrificios también. Que era una lucha constante contra el dejarme ir por lo que se esperaba de mí, entre otras cosas por lo que él esperaba de mí. Le dije que era feliz pero que era muy cansado y que cada vez que iba a comer a casa con ellos, me era imposible librarme de la idea de él como juez nada imparcial y en mi contra. Y que ya que no me podía librar de esta idea, ayudaría un poco ver un mínimo reconocimiento por su parte. Pocos días después me llamó para que comiéramos juntos, solos, y me dijo eso: que lamentaba habernos descuidado tanto y que estaba orgulloso de los nosotros, mis hermanos y yo, aunque no fuéramos como él había pensado que seríamos.
-Y tú te lo tomaste como un triunfo.
-También me emocioné, pero fue un poco un triunfo, sí: era la primera vez que un padre aleccionador reconocía que una hija le daba una lección, y encima la reconocía desde la experiencia: todas las lecciones que él nos daba contaban con la ventaja de nuestra poca experiencia. Fue como demostrarle que él no tenía la verdad absoluta. Me dio un poco de pena también porque se le veía triste. Había sacrificado mucho por el trabajo, se había olvidado o había reprimido partes de su vida por darnos todo lo material que necesitábamos: el fin era justo pero los medios a veces eran crueles para nosotros, pero sobre todo para él.
-Y ahora, ¿está recuperando todo eso?
-Bueno, sigue siendo el mismo pero vemos que escucha de otra manera. Que escucha, de hecho. Pero la cosa es que he reconocido su comportamiento en otros y me produce una tristeza tremenda.
-E intentas salvarlos, como a tu padre.
-Sí.
-Pero ves que a tu padre le ha costado años darse cuenta de su error y que no ha podido hacerlo hasta que tú le has demostrado que merecías un cierto respeto.
-Sí.
-Estás repitiendo con otros la lucha que has tenido siempre con tu padre, para sacarlos del que según tú es su error por un lado y para ganarte su respeto por otro.
-Creo que sí.
-¿Hasta qué punto es responsabilidad tuya esto?
-¿Que me respeten?
-No. Que sean felices según tus parámetros.
-...
-Decías, se lo dijiste a tu padre, que era muy cansada esta lucha.
-Sí.
-Y que ayudaría que no te lo pusiera tan difícil. Le explicaste tus parámetros para ser feliz, que no tenían nada que ver con los suyos.
-Es que él mismo reconoció que sus parámetros no habían servido de gran cosa.
-¿Crees que nunca fue feliz tu padre, según sus parámetros?
-No, sí, seguro que le sirvieron durante un tiempo, si no supongo que se lo habría replanteado todo antes.
-¿Durante cuánto tiempo? ¿Cuándo tuvísteis aquella conversación comiendo?
-Hace tres o cuatro años.
-¿Cuántos años debía de tener entonces? ¿Sesenta?
-Por ahí.
-¿No crees que fue un poco una lección de vida más que una que tú le dabas?
-Yo ayudé un poco, creo, también.
-¿Es tu responsabilidad ayudar a la gente a ver la vida según tus parámetros porque a ti te funcionan? ¿No era esta esa lucha que te cansaba tanto?
-...
Resulta que ahora estaba intentando salvar a mi padre, que era el último hombre sobre la faz de la tierra del que yo pensaba que necesitaba salvación.
Siempre que llego, Mar me abre la puerta y me dice: siéntate un momento, ahora te llamo. Entonces oigo que ordena papeles en su despacho o que se mete en otro sitio y vuelve a salir. A veces oigo que tira de la cadena. Vuelve a aparecer y me dice: pasa.
-¿Qué tal?
-Creo que estaba intentando salvar a mi padre.
-¿De qué?
-De él mismo.
-Háblame de tu padre.
-Típico modelo de padre trabajador que nunca estaba en casa, que salía en las conversaciones solo para ser el modelo a seguir -mira cuánto trabaja tu padre- o a temer -ya verás cuando vuelva tu padre-. Le teníamos miedo cuando estaba a punto de aparecer si habíamos hecho algo mal, y nos moríamos de ganas de que llegara si habíamos hecho algo bien. Y no fallaba: en el primer caso, bronca al canto, en el segundo, aprobación contenida: es de los que piensa que hacer las cosas bien es lo normal y no un mérito. Más adelante me di cuenta de que no era feliz.
-¿Por qué?
-Porque me lo dijo un día comiendo: me habría gustado no haberos descuidado tanto.
-¿Cómo te lo tomaste?
-Como un triunfo. Pocos días antes le había obligado a decirme que estaba orgulloso de mí.
-¿?
-No paraba de decirme que mi vida era un desastre, según sus parámetros.
-¿Qué parámetros?
-Tener una familia, un trabajo estable, una casa un coche... Acabé saltando: le expliqué bien lo que tenía, por qué hacía así las cosas y, sobre todo le expliqué bien que era feliz así, y más sobre todo aún, que no me había sido fácil conseguirlo ni me estaba siendo fácil mantenerlo: él valora mucho la cosa esta del sacrificio y del trabajo para conseguir lo que quieres y le dije que ser como soy conllevaba sacrificios también. Que era una lucha constante contra el dejarme ir por lo que se esperaba de mí, entre otras cosas por lo que él esperaba de mí. Le dije que era feliz pero que era muy cansado y que cada vez que iba a comer a casa con ellos, me era imposible librarme de la idea de él como juez nada imparcial y en mi contra. Y que ya que no me podía librar de esta idea, ayudaría un poco ver un mínimo reconocimiento por su parte. Pocos días después me llamó para que comiéramos juntos, solos, y me dijo eso: que lamentaba habernos descuidado tanto y que estaba orgulloso de los nosotros, mis hermanos y yo, aunque no fuéramos como él había pensado que seríamos.
-Y tú te lo tomaste como un triunfo.
-También me emocioné, pero fue un poco un triunfo, sí: era la primera vez que un padre aleccionador reconocía que una hija le daba una lección, y encima la reconocía desde la experiencia: todas las lecciones que él nos daba contaban con la ventaja de nuestra poca experiencia. Fue como demostrarle que él no tenía la verdad absoluta. Me dio un poco de pena también porque se le veía triste. Había sacrificado mucho por el trabajo, se había olvidado o había reprimido partes de su vida por darnos todo lo material que necesitábamos: el fin era justo pero los medios a veces eran crueles para nosotros, pero sobre todo para él.
-Y ahora, ¿está recuperando todo eso?
-Bueno, sigue siendo el mismo pero vemos que escucha de otra manera. Que escucha, de hecho. Pero la cosa es que he reconocido su comportamiento en otros y me produce una tristeza tremenda.
-E intentas salvarlos, como a tu padre.
-Sí.
-Pero ves que a tu padre le ha costado años darse cuenta de su error y que no ha podido hacerlo hasta que tú le has demostrado que merecías un cierto respeto.
-Sí.
-Estás repitiendo con otros la lucha que has tenido siempre con tu padre, para sacarlos del que según tú es su error por un lado y para ganarte su respeto por otro.
-Creo que sí.
-¿Hasta qué punto es responsabilidad tuya esto?
-¿Que me respeten?
-No. Que sean felices según tus parámetros.
-...
-Decías, se lo dijiste a tu padre, que era muy cansada esta lucha.
-Sí.
-Y que ayudaría que no te lo pusiera tan difícil. Le explicaste tus parámetros para ser feliz, que no tenían nada que ver con los suyos.
-Es que él mismo reconoció que sus parámetros no habían servido de gran cosa.
-¿Crees que nunca fue feliz tu padre, según sus parámetros?
-No, sí, seguro que le sirvieron durante un tiempo, si no supongo que se lo habría replanteado todo antes.
-¿Durante cuánto tiempo? ¿Cuándo tuvísteis aquella conversación comiendo?
-Hace tres o cuatro años.
-¿Cuántos años debía de tener entonces? ¿Sesenta?
-Por ahí.
-¿No crees que fue un poco una lección de vida más que una que tú le dabas?
-Yo ayudé un poco, creo, también.
-¿Es tu responsabilidad ayudar a la gente a ver la vida según tus parámetros porque a ti te funcionan? ¿No era esta esa lucha que te cansaba tanto?
-...
dijous, 1 de desembre del 2011
Primero levantarse pronto y ahora no hacer puente o, si lo haces, ser consciente de la perturbación que puede causar toda una semana de fiesta, o dos o tres días al principio o al final, en un país con la economía ya perturbada, justo unos días antes de Navidad. Y ser consciente también de la incoherencia que supone hacer vacaciones cuando tanta gente no tiene trabajo. La fiesta de la demagogia. Demagogia, sí.
Ayer hablaba precisamente de esto con un colaborador de este diario. Yo explicaba qué no me gustaba y él estaba de acuerdo conmigo cuando le respondía que no me mola nada este tono aleccionador, este tenemos que ser así y asá para triunfar como país. Pues aquí está de nuevo de buena mañana el tonete seamos ciudadanos concienciados que ayer hacía que se me calentara la Moritz en las manos a base de dar explicaciones, a base de torcer el morro, a base de decir ya, ya, cuando el otro concluía: bueno, a mí me pagan cada mes y eso es lo que me importa.
A mí me pagan cada mes y eso es lo que me importa, me comentaba después en el fumadero un editor de una editorial pequeña que le respondía una editora de una editorial grande, cuando le reclamaba responsabilidades y le pedía cuentas por haber publicado a este o a este otro. Caca escrita, más que literaria, que es lo con lo que se consiguen grandes ventas en librerías, editada por alguien que sabe perfectamente distinguir entre la una y la otra y que sabe perfectamente también que por la otra, por la literaria de verdad, no le pagarían lo que le pagan ni estaría trabajando en una editorial grande y no en una gran editorial. Te juro que cada vez entiendo más a Vallcorba, que está más Acantilado que nunca, me decía el pequeñoeditor: en Catalunya no se puede competir editando calidad porque si editas calidad no llegas ni a pagar el alquiler de una habitación en un piso compartido, me decía no con estas palabras el pequeñoeditor de la bilis desatada, al que de nada le sirve que la gran editorial piense en sus autores -para robárselos a golpe de talón y después exprimirlos hasta que les salga un best seller-, mientras pone a su plantilla a grabar el lipdub de Navidad.
Las luces de Navidad las enciendo mientras pienso en la gente que lo pasará mal estas fiestas porque no tienen dinero, dicen que dijo Trias ayer apretando el interruptor de la monstruosa iluminación que acompañará a las noches de este mes en Barcelona, empezando por la primera: por la shopping night, venga a coloringos en la shopping night todos pensando en quien no tiene con qué comprar.
Venga a cogerse puente todos pensando en quien no tiene trabajo, venga a cantar todos por el pasillo de los dos pisos de la editorial pensando en los pobrecicos editores que publican buena literatura, venga a pasearse todos visa en mano por paseo de Gràcia pensando en quien también paseará, pero por el Dia, cupones de descuento en ristre.
¿Han entendido ya la lección? ¿Son ya ciudadanos concienciados? Muy bien: ahora que ya se nos han visto los valoes, todos a hacer país.
Ayer hablaba precisamente de esto con un colaborador de este diario. Yo explicaba qué no me gustaba y él estaba de acuerdo conmigo cuando le respondía que no me mola nada este tono aleccionador, este tenemos que ser así y asá para triunfar como país. Pues aquí está de nuevo de buena mañana el tonete seamos ciudadanos concienciados que ayer hacía que se me calentara la Moritz en las manos a base de dar explicaciones, a base de torcer el morro, a base de decir ya, ya, cuando el otro concluía: bueno, a mí me pagan cada mes y eso es lo que me importa.
A mí me pagan cada mes y eso es lo que me importa, me comentaba después en el fumadero un editor de una editorial pequeña que le respondía una editora de una editorial grande, cuando le reclamaba responsabilidades y le pedía cuentas por haber publicado a este o a este otro. Caca escrita, más que literaria, que es lo con lo que se consiguen grandes ventas en librerías, editada por alguien que sabe perfectamente distinguir entre la una y la otra y que sabe perfectamente también que por la otra, por la literaria de verdad, no le pagarían lo que le pagan ni estaría trabajando en una editorial grande y no en una gran editorial. Te juro que cada vez entiendo más a Vallcorba, que está más Acantilado que nunca, me decía el pequeñoeditor: en Catalunya no se puede competir editando calidad porque si editas calidad no llegas ni a pagar el alquiler de una habitación en un piso compartido, me decía no con estas palabras el pequeñoeditor de la bilis desatada, al que de nada le sirve que la gran editorial piense en sus autores -para robárselos a golpe de talón y después exprimirlos hasta que les salga un best seller-, mientras pone a su plantilla a grabar el lipdub de Navidad.
Las luces de Navidad las enciendo mientras pienso en la gente que lo pasará mal estas fiestas porque no tienen dinero, dicen que dijo Trias ayer apretando el interruptor de la monstruosa iluminación que acompañará a las noches de este mes en Barcelona, empezando por la primera: por la shopping night, venga a coloringos en la shopping night todos pensando en quien no tiene con qué comprar.
Venga a cogerse puente todos pensando en quien no tiene trabajo, venga a cantar todos por el pasillo de los dos pisos de la editorial pensando en los pobrecicos editores que publican buena literatura, venga a pasearse todos visa en mano por paseo de Gràcia pensando en quien también paseará, pero por el Dia, cupones de descuento en ristre.
¿Han entendido ya la lección? ¿Son ya ciudadanos concienciados? Muy bien: ahora que ya se nos han visto los valoes, todos a hacer país.
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