Dietario de la tienda. Día 7.
He trabajado muchos más días que siete en la tienda, a mis pies pongo por testigo. Lo que pasa es que he llegado al punto ese tan guay en el que escribo cuando me da la gana, cuando me provoca hacerlo y por gusto, que es básicamente en lo que consiste la libertad del escritor -no hay yugo más pesado que el tener que entregar algo para el viernes- y el motivo por el que un escritor no puede, repito, no puede vivir de escribir, Lucía, no puede, ¿entiendes, Lucía? Esto no es una fábrica de salchichas, esto no se paga por horas, esto no tiene horario ni fecha en el calendario, que es como el amor esto. Búscate un trabajo para pagarte el alquiler, que decías que tenías que hacerlo como si fuera un castigo, tía, y después escribe. O pide una subvención, si no te importa vivir del Estado como si fueras una minusválida o una familia numerosa toda en ti misma. Y para de lloriquear porque no has nacido de una saga de ricos, coño, que lo siguiente que vas a decir es que qué fácil que lo tiene el Cayetanito para meterse con los jornaleros andaluces.
Cada vez me parezco más a Sostres pero sin pasta.
Dietario de la tienda. Día 7, decía: de los regalos.
Fíjense que en su momento no me hizo demasiada gracia pero ahora digo bien alto: el mejor regalo que me han hecho nunca ha sido un cursillo de reparación de bicicletas. ¿Por qué? Pues primero: porque quien me lo regaló se había fijado en que yo acababa de comprarme una bicicleta y sabía que yo era una manitas que no me asustaba de un destornillador así como así. Segundo, porque quien me lo regaló, vino a buscarme al trabajo e hizo el cursillo conmigo. Y tercero, porque luego me llevó a cenar, bien, no me llevó: fuimos los dos en bici hasta un restaurante, en el que acabamos la velada entre risas, hablando de bicis y de mil cosas, como siempre hacemos, y, como siempre, seguramente, hablé yo más que él (ya suele pasarme esto), y él se rió y él probablemente me dijera, no me acuerdo, o pensara 'piensas demasiado', y yo probablemente, no me acuerdo, le dijera 'pues habla tú, cuénta algo, cuéntame de tu trabajo, por ejemplo, que no me cuentas nunca de tu trabajo', y él: 'es que es aburrido', y yo: '¿estás de broma? ¡Pero si te dedicas a salvar el mundo!. Y cosas así.Y por eso y porque ahora sé poner parches en ruedas pinchadas y equilibrar los frenos de una bici, es el mejor regalo de mi historia.
Y no crean que es que haya gente que sea mejor que otra haciendo regalos, es porque hay gente que quiere de una manera, fijándose, y gente que más que querer, va con el calendario, igual que los escritores que no quieren buscarse un trabajo si hace falta, Lucía, ¿ves?
Entra una chica en la tienda. Viene a pagar dos bufandas que ni siquiera ha desdoblado. Me dice: mira, he decidido que, a mis hermanos, lo mismo para los dos, si no les gusta, que lo cambien. Ahora me faltan mis hermanas, ¿se te ocurre algo?
Esta tiene entrega el sábado. Esta no tiene ni idea de que sus hermanos, a lo mejor, se acaban de comprar una bicicleta ni que sus hermanas, igual, están a punto de regalarles un cursillo de reparación.
¿Les he dicho que ha entrado en la tienda a las 20: 40? Cerramos a las 20.30. A las 20:40, ha entrado la tía.
Ah, pero la tal Lucía, escribe?
ResponEliminaYa no, dice.
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