Miren, estamos en un impass parecido, pero a gran escala, mucho más bestia y mucho más salvaje, del que debió producirse con la popularización del teléfono y con la de la televisión.
A gran escala, porque tanto uno (el teléfono) como la otra (la televisión), en un primer estadio estuvieron reservados a gente de alto poder adquisitivo, o sea, a gente en el poder, o sea, pasaron primero por la manos de quienes podían controlarlos, luego controlar la información que por ellos se difundía. El teléfono, además, no era tan peligroso: establecía una comunicación interpersonas conocidas, así que tenía algo de no validez oficial lo que por este se decía: algo de cotilleo que viaja más rápido, pero cotilleo al fin y al cabo. La tele, en cambio, y antes la radio, aun en su calidad de transmisoras de información de masas, tenían restringido el emisor a unos pocos con posibles, a unos pocos que podían tener la información, más más que menos, controlada.
Ahora, con internet, los móviles inteligentes y la cosa esta de llevar cada uno una camarita encima (dios, qué anticuados han quedado el zapatófono del Superagente 86 o de Mortadelo y la camarita escondida en el boli de Bond, James Bond), todo el mundo puede ser emisor de información. No estoy diciendo nada nuevo, creo que en el CCCB se han inventado una cátedra sobre esto.
¿A quién ha dejado turulato esto, en pleno impass de por dónde tiramos ahora? Al poder, claro, que se encuentra con que saca una lista de ministros y al día siguiente todo el mundo sabe que el de medio ambiente dijo hace un tiempo que el plan hidrológico se aplicaba por sus cojones, que el de economía estaba en Lehman, que la de sanidad se apellida Mato y que ha puesto a una andaluza en trabajo, justo después de la entrevista con Cayetanito, que también llegó al inmenso receptor por banda ancha, casi en tiempo real.
¿Que hace el poder mientras no encuentra la manera de controlar todo esto? Mirar para otro lado, hacer como que la cosa no existe, meter a los mossos en la universidad y confiar en que, a mayor información y mayor rapidez en la propagación de sus infamias de otro tiempo (que ahora se conocen y antes no), la gente vaya de cabreo en cabreo pero, al cuarto cabreo, ya no se acuerde del primero ni del segundo y el tercero esté en vías de ser olvidado también.
Ahora metemos a los indignados en la cárcel (y la gente: OOOH!!!), ahora montamos una pista de patinaje en pça. Catalunya (y la gente: ARG!!!), ahora metemos a los Mossos en la universidad (y la gente: NOOO!!!) y ahora montamos una ministrada como de tebeo (y la gente: HALA!!!). ¿Os acordáis de que metimos a los indignados en la cárcel? (y la gente: sí, sí, pero no despistes el tema: Arias Cañete estuvo con Fraga en Alianza Popular: qué bestia!!!!). Y así. Y como si nada. Y ellos con sus métodos de siempre y nosotros cada vez más cabreados por todo y por nada y sin acabar de saber muy bien por qué, bueno sí: por todo, que es como si no fuera por nada y que es como no saber muy bien por qué.
Y así. Nada ha cambiado y la turulatez del poder ante esto se queda en el sustito de que todo el mundo te mire un rato hasta que en seguida empiece a mirar para otro lado. Yo soy un poco pesimista: yo no veo la manera de encauzar toda esta información hacia una práctica efectiva de cambio provechoso para la sociedad. Somos muchos y cada uno de una madre, a ver quién es el guapo que organiza todo esto cuando la capacidad de organizar siempre queda restringida también a los pocos que andan en el poder.
Estem venuts, nois.
"meter a los mossos en la universidad" podría ser el contrarrefrán a "tomar la telefónica"
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