Recuerdo que, en la universidad, teníamos un profe de cine (Narrativa audiovisual, creo que se llamaba la asignatura), que durante un trimestre se empeñó en enseñarnos a escribir una película a base de explicarnos su estructura: igual que quien dice introducción-desarrollo-desenlace cuando habla de una novela, él decía noséqué-nosécuántos-conclusión y que tenía que haber un héroe y un mentor y personajes secundarios y un momento en el que el héroe entraba en un sitio así como muy complicado y tenía que resolver no sé qué y ganar, al final.
Bullshit.
Vulcano, de Max Besora, es todo sitio complicado y nada de personajes secundarios. Tampoco hay mentor ni puta falta que hace. Ni noséqué ni nosécuántos ni cosas resueltas... No sé por qué les he empezado contando esto del profe de Narrativa audiovisual. Puede que, después de acabar de leerlo, me haya dado por buscar una mesa de mimbre bajo la que todo sea un poco menos explosivo, un poco menos subjetivo, un poco menos... bah, cobarde que es una.
Nada de personajes secundarios: Besora se las apaña para que desaparezcan a la primera de cambio. Hay un pueblo, hay una montaña que resulta que es un volcán, hay la policía y la radio diciéndole a todo el mundo que se vaya porque eso está a punto de petar. Y todo el mundo se va. Y el prota se queda: no le van a sacar de casa ahora que por fin ha encontrado un rato para releer "Sota el volcà", de Lowry, eso dice. Yo no he leído "Sota el volcà", de Lowry, pero dicen por ahí que va de un descenso a los infiernos en medio de un delirio alcohólico. El descenso del prota de Besora pasa en un delirio de lentejas y garbanzos en conserva y cigarrillos Almogàvers (muchos) que enciende con las chispas que el volcán ha escupido a su balcón. Está también el perro -por lo visto, en "Sota el volcà" también hay un perro-; un Mefistófeles que aquí se llama Petaner y que acaba por largase también.
Y ya está. No les parecerá poco, ¿no? Porque resulta que el volcán que está fuera, pasa a estar dentro y va petando cuando le da la gana y cada vez que peta lo deja todo un poco más arrasado. Y solo al final final final pasa que hay un momento que es pura epifanía al estilo Malick (referencia fácil estos días), para en seguida, al final final final final, acabar convertiéndose todo en conclusión, un poco, sí, pero de aquellas conclusiones que a nadie le gustan: ... un dia t'encastaran una pedra a la cara i cauràs i ja no t'aixecaràs. Els veïns de Sant Pancraci et criticaran tot passant l'escombra perquè un dia cauràs i ja no t'aixecaràs, la impaciència es tornarà resignació i els gossos devoraran el teu cadàver al mig d'una avinguda deserta perquè un dia cauràs i ja no t'aixecaràs, el món sensible serà guillotinat i l'esperit deixarà de ser un suport quan totes les artèries es coagulen dins el teu cos i les venes rebenten en minúscules explosions dins teu mentre proves de curar-te les ferides com si tinguessis un do de déu prô aquí no hi ha ni déu ni do perquè un dia cauràs i ja no t'aixecaràs, els déus domèstics et faran adéu amb la mà i buscaràs la meta sense que existeixi un camí, perquè un dia cauràs corglaçat i ja no t'aixecaràs, palmaràs esclafat, bufetejat, aniquilat en solitud.
Ah, Besora está por todas partes en esta novela. Por ejemplo, para que se hagan una idea, todo pasa a este ritmo:
Joder, que ahora, releyendo, no sé si ha quedado lo suficientemente claro: ¡es un novelón! Te deja pensando en monstruos propios y ajenos; te deja queriendo meterte en la cama a intentar dormir abrazándote las rodillas; te deja un VULCANO VULCANO VULCANO VULCANO VULCANO a modo de pitido en los oídos; te deja, te abandona a tu suerte, ahí te quedas con tus Almogàvers, esperando a ver si esta es, por fin, la vez en la que ya no puedes levantarte.
divendres, 30 de setembre del 2011
dijous, 29 de setembre del 2011
¿Saben aquel momento en el que te lees un libro del tirón, miras al reloj y ves que son las once de la noche y piensas qué bien que son ya las once de la noche porque lo único que quiero ahora es no ver a nadie ni hablar con nadie sino meterme en la cama a dormirla?
Vulcano: Ha petao.
Vulcano: Ha petao.
Imagínense: a usted le da por hacer una película. La escribe o coge un libro y lo guioniza, busca dinero para rodarla de la manera que sea: tira de fortuna personal, de amigos ricos, de subvenciones del Ministerio... lo que sea. Contrata a un equipo, se pone ropa cómoda, como de explorador si hace falta (¿por qué coño hacen eso los equipos de rodaje? ¿por qué? ¿¡¿por qué?!? ¿Para compensar que luego, si les dan un premio, van a ir de esmoquin o con escote bañera? ¿No podrían ser un poco más coherentes? ¿eh?... Olvídenlo, no importa), se pasa tres meses rodándola, otro tanto montándola. Se la confía a una distribuidora. Ve como la distribuidora consigue colocarla en unas cuantas salas, ve como cada semana van disminuyendo primero el número de pases después el número de salas en los que se puede ver. Ve cómo los medios le hacen más o menos caso. Ve cómo Boyero pone a parir su película y, de rebote, sugiere que usted podría retirarse. Le cae un premio. Se pone el esmoquin (¡arg!) para ir a recoger el premio. Le dan dos. Se pone el mismo esmoquin pero otra corbata (ñi) para ir a recoger el segundo premio. Y entonces le llaman del Col·lectiu Gai i Lèsbic para decirle que usted es un gran tipo y que, como nunca le podrán estar lo suficientemente agradecidos por todo lo que está haciendo por su asociación, lo que han pensado es que podría pasarse el viernes a dar una charla sobre su película y la opresión que durante años ha vivido la comunidad gaylesbitrans y lo injusto que es el mundo para con ellos. ¿Cómo?, se extraña usted. Ellos le dicen que, bueno, que saben de buena tinta que usted es gay, que el secretario lo tiene en su página de contactos, que si no se acuerda de que hace unos días estuvieron "chateando" (y hacen las comillas con la voz así como quien las hace con los dedos) "alegremente" (voz de comillas otra vez) a las cuatro de la mañana. Y usted responde que vale, que sí, que le pilló un calentón aquel día y se conectó pero que ni usted ha vivido ni ha tenido que superar esa opresión de la que hablan porque sus padres eran muy progres y vivían en Ibiza ni la película toca para nada el tema este. Ellos le responden que ya, pero que usted sigue siendo gay y además catalán, como ellos, y que les ayudaría mucho que se apuntara al asunto, que no le van a poder pagar pero las cervezas en el col·lectiu le irán gratis de por vida y que pondrán una foto suya en la portada del número de su revista del mes que viene con el cartel de su película de fondo photoshopeado con una capa de los colores del arco iris.
Y usted les dice que no pero ellos tiran adelante con la portada de la revista.
Meses después, su película es nominada a los Oscar. Le llaman de todos los medios catalanes y de parte del extranjero para entrevistarle. No sabe cómo, Boris Izaguirre se camela a su secretaria, la Montse, su mariliendre desde el instituto, para que le reserve un día enterito de su agenda para hacer un reportaje que se titulará "24 horas en la vida de un director: El arco iris tras la `cámara". No puede decir no. Llega el día. Desayunan en el Schilling, comen en el restaurante Kitchen by Axel y acaban la noche en una fiesta organizada en su honor en el Col·lectiu, que ha forrado literalmente el bar con reproducciones 2x2 de su portada (de usted) de su revista (de ellos).
Se despierta al día siguiente con el secretario con quien estuvo chateando aquella vez (y con quien decidió no quedar aquella noche porque no le acababa de tal). No se acuerda de casi nada. Le duele mucho la cabeza. Se va a casa.
Una semana después, la noche antes de los Oscar, su secretaria, la Montse, le llama a la habitación de su hotel en Los Ángeles para avisarle de que están pasando por la tele el reportaje que le hizo Boris Izaguirre.
Al día siguiente, the Oscar goes for you. Usted sube al escenario, se acerca al micro y, sin saber cómo ni por qué, entre el agradecimiento a su madre y el agradecimiento a la Montse, se le cuela un gràcies al Col·lectiu. Y en ese momento piensa que ya está: ya es usted el héroe gay que todo el mundo andaba necesitando en Catalunya.
Lo mejor de todo, lo que no imagina, es que usted ha sido el último en enterarse.
(Cambien gay por catalán -o, simplemente, inviertan el orden de importancia en el texto de estos calificativos- y arco iris por senyera, y tienen de resultado lo que están haciendo aquí con Villaronga).
Y usted les dice que no pero ellos tiran adelante con la portada de la revista.
Meses después, su película es nominada a los Oscar. Le llaman de todos los medios catalanes y de parte del extranjero para entrevistarle. No sabe cómo, Boris Izaguirre se camela a su secretaria, la Montse, su mariliendre desde el instituto, para que le reserve un día enterito de su agenda para hacer un reportaje que se titulará "24 horas en la vida de un director: El arco iris tras la `cámara". No puede decir no. Llega el día. Desayunan en el Schilling, comen en el restaurante Kitchen by Axel y acaban la noche en una fiesta organizada en su honor en el Col·lectiu, que ha forrado literalmente el bar con reproducciones 2x2 de su portada (de usted) de su revista (de ellos).
Se despierta al día siguiente con el secretario con quien estuvo chateando aquella vez (y con quien decidió no quedar aquella noche porque no le acababa de tal). No se acuerda de casi nada. Le duele mucho la cabeza. Se va a casa.
Una semana después, la noche antes de los Oscar, su secretaria, la Montse, le llama a la habitación de su hotel en Los Ángeles para avisarle de que están pasando por la tele el reportaje que le hizo Boris Izaguirre.
Al día siguiente, the Oscar goes for you. Usted sube al escenario, se acerca al micro y, sin saber cómo ni por qué, entre el agradecimiento a su madre y el agradecimiento a la Montse, se le cuela un gràcies al Col·lectiu. Y en ese momento piensa que ya está: ya es usted el héroe gay que todo el mundo andaba necesitando en Catalunya.
Lo mejor de todo, lo que no imagina, es que usted ha sido el último en enterarse.
(Cambien gay por catalán -o, simplemente, inviertan el orden de importancia en el texto de estos calificativos- y arco iris por senyera, y tienen de resultado lo que están haciendo aquí con Villaronga).
dimecres, 28 de setembre del 2011
Supongo que la premisa es: hacia el futuro como si no hubiera ayer. Por eso, la tinta que se intuye es sólo la que simula manchar la pantalla; el primer libro que se ve está destrozado, repartido ordenadamente por un bosque, como si nadie antes lo hubiera leído; Crepúsculo engancha, al pobre Billy Bones, en cambio, más le hubiera valido llamarse Jack Sparrow y/o dejarse crecer los colmillos y ni por esas... Por eso, si se habla de Sagarra, se hace en el Teatre Romea, que aún muestra signos vitales de actividad de temporada, y no en el Ateneu, donde llenar la cosa de referencias televisivas hubiera parecido un sacrilegio.
Al nuevo programa de libros del 33 no se le puede juzgar en referencia a antiguos programas de libros del 33: ha despegado, va por libre, ha hecho lo que ellos creen que es un salto hacia adelante, lo que pasa es que la largura del cable del cargador de batería sólo le ha dado para lo que le ha dado y el tirón del final del salto le ha hecho perder por el camino cualquier cosa relacionada con... los libros, con leer: si incluso Màrius Serra parecía encantado de descubrir el audiolibro moderno que supone el libro electrónico: que si 'ja no cal llegir', que si 'et poses els cascos i te'l llegeixen'. Visca.
Bueno, ya tenemos otro para la colección. Se publicitará en facebook y en twitter y tendrá a muchos amigos esperándole con el bocata preparado cuando lleguen... ¿a la biblioteca?... quiten, quiten: mejor a la gasolinera del pueblo, y a muchas editoriales enfadadas porque, ya no los libros, la web que se ve en pantalla no es la suya, ¡que siempre es la de 62, hostia!
Pues nada, bienvenidos. Y ahora, si me disculpan, yo... a mis cositas, que son otras.
Al nuevo programa de libros del 33 no se le puede juzgar en referencia a antiguos programas de libros del 33: ha despegado, va por libre, ha hecho lo que ellos creen que es un salto hacia adelante, lo que pasa es que la largura del cable del cargador de batería sólo le ha dado para lo que le ha dado y el tirón del final del salto le ha hecho perder por el camino cualquier cosa relacionada con... los libros, con leer: si incluso Màrius Serra parecía encantado de descubrir el audiolibro moderno que supone el libro electrónico: que si 'ja no cal llegir', que si 'et poses els cascos i te'l llegeixen'. Visca.
Bueno, ya tenemos otro para la colección. Se publicitará en facebook y en twitter y tendrá a muchos amigos esperándole con el bocata preparado cuando lleguen... ¿a la biblioteca?... quiten, quiten: mejor a la gasolinera del pueblo, y a muchas editoriales enfadadas porque, ya no los libros, la web que se ve en pantalla no es la suya, ¡que siempre es la de 62, hostia!
Pues nada, bienvenidos. Y ahora, si me disculpan, yo... a mis cositas, que son otras.
dimarts, 27 de setembre del 2011
dilluns, 26 de setembre del 2011
dissabte, 24 de setembre del 2011
divendres, 23 de setembre del 2011
Continúa el càsting del català que portarà al poble cap a la victòria (sempre!).
Ho veuen? Necessitem herois. Anem tant a la deriva com la solterona que tot sospirant per un nòvio, qui sigui, veu senyals de possible felicitat compartida amb qualsevol que, potser accidentalment (o no... hmmm!), fa un pas endavant i creua amb ella una mirada. Que sí, que ho ha vist, que s'han mirat, i vés que com és possible que no s'hi hagués fixat abans?
Ara és Puyal, que ha pujat a un balcó i ha dit la seva d'aquella manera tan elegant, amb aquell somriure i essent, a sobre, tan culé de cor! Però Cabré encara puja a l'alça, que la novel·la dóna per a molt i espera't que facin la peli, talk about revaluation.
Necessitem herois, talk about desperation també, posin-se una bona camisa i somriguin, que mai no se sap.
Ho veuen? Necessitem herois. Anem tant a la deriva com la solterona que tot sospirant per un nòvio, qui sigui, veu senyals de possible felicitat compartida amb qualsevol que, potser accidentalment (o no... hmmm!), fa un pas endavant i creua amb ella una mirada. Que sí, que ho ha vist, que s'han mirat, i vés que com és possible que no s'hi hagués fixat abans?
Ara és Puyal, que ha pujat a un balcó i ha dit la seva d'aquella manera tan elegant, amb aquell somriure i essent, a sobre, tan culé de cor! Però Cabré encara puja a l'alça, que la novel·la dóna per a molt i espera't que facin la peli, talk about revaluation.
Necessitem herois, talk about desperation també, posin-se una bona camisa i somriguin, que mai no se sap.
Tengo tendencia a tomarme en serio todo lo que hago, entonces, si lo que hago es organizar una sesión de presentación de los libros e la editorial dedicados la autoestima, pues también, me lo tomo en serio.
Situación: Presentación de los libros de la editorial en la que trabajo, dedicados a la autoestima.
Sitio: Fnac La Maquinista.
Pregunta lanzada por la psicóloga que presentaba el tema: ¿Qué te hace sentirte bien?
Respuestas de la gente: 1) Prepararme una buena comida. 2) Ver felices a mis hijos. 3) Que mi jefe me felicite. 4) Que la gente a mi alrededor sea feliz.
Como me lo tomo en serio, ya se lo he dicho, yo escuchaba con atención mientras pasaba esto e iba pensando bueno, sí, esas cosas hacen feliz, cierto, a mí también.
Me he ventilado el acto como quien se ventila las tres horas que trabaja por la tarde. Haremos más, en una librería más especializada con mucho más público. Genial, tenemos proyectos, la cosa triunfa.
Luego me he ido al concierto de Astrud y el Col·lectiu Brossa. He estado con Miquel -le he contado a Miquel el proyecto de web-, he estado con Víctor -he quedado con Víctor en que si no nos vemos mañana, nos llamamos-, con Gabi -le había dicho a Gabi que si no ha visto nunca a los Astrud con el Col·lectiu Brossa, los tenía que ver, y he visto que Gabi, durante el concierto se lo pasa bomba-, le he dicho a Jordi y a Gabi que no me acompañaran a casa; he comprado un paquete de tabaco en un kiosco de la Rambla y he rajado de la clavada que te meten con alguien que estaba esperando para comprar otro; he vuelto a casa caminando sola por la calle Sant Pau; he rechazado al paki que, si no le compraba una cerveza, me decía que por lo menos le dejara acompañarme a casa; he esquivado a dos o guiris borrachos en busca de un polvo de útima hora; me he acordado, cuando he llegado a casa, de que no había cenado, y me he calentado las albóndigas que había hecho este mediodía, que he tenido un rato; me las he comido viendo el rosal que tengo en el balcón mientras he pensado que hoy le he dicho a mi jefe que mañana me cojo la mañana libre porque esta noche me iba a un concierto que acabaría tarde; he visto que no es tan tarde y he pensado que me despertaré pronto y podré pasarme la mañana acabándome el libro de Bauçà, que llevo unos días esperando pillar el rato libre para leerme "L'escarcellera" del tirón: eso me sube a mí la autoestima.
Soy una paria. Estoy condenada.
Situación: Presentación de los libros de la editorial en la que trabajo, dedicados a la autoestima.
Sitio: Fnac La Maquinista.
Pregunta lanzada por la psicóloga que presentaba el tema: ¿Qué te hace sentirte bien?
Respuestas de la gente: 1) Prepararme una buena comida. 2) Ver felices a mis hijos. 3) Que mi jefe me felicite. 4) Que la gente a mi alrededor sea feliz.
Como me lo tomo en serio, ya se lo he dicho, yo escuchaba con atención mientras pasaba esto e iba pensando bueno, sí, esas cosas hacen feliz, cierto, a mí también.
Me he ventilado el acto como quien se ventila las tres horas que trabaja por la tarde. Haremos más, en una librería más especializada con mucho más público. Genial, tenemos proyectos, la cosa triunfa.
Luego me he ido al concierto de Astrud y el Col·lectiu Brossa. He estado con Miquel -le he contado a Miquel el proyecto de web-, he estado con Víctor -he quedado con Víctor en que si no nos vemos mañana, nos llamamos-, con Gabi -le había dicho a Gabi que si no ha visto nunca a los Astrud con el Col·lectiu Brossa, los tenía que ver, y he visto que Gabi, durante el concierto se lo pasa bomba-, le he dicho a Jordi y a Gabi que no me acompañaran a casa; he comprado un paquete de tabaco en un kiosco de la Rambla y he rajado de la clavada que te meten con alguien que estaba esperando para comprar otro; he vuelto a casa caminando sola por la calle Sant Pau; he rechazado al paki que, si no le compraba una cerveza, me decía que por lo menos le dejara acompañarme a casa; he esquivado a dos o guiris borrachos en busca de un polvo de útima hora; me he acordado, cuando he llegado a casa, de que no había cenado, y me he calentado las albóndigas que había hecho este mediodía, que he tenido un rato; me las he comido viendo el rosal que tengo en el balcón mientras he pensado que hoy le he dicho a mi jefe que mañana me cojo la mañana libre porque esta noche me iba a un concierto que acabaría tarde; he visto que no es tan tarde y he pensado que me despertaré pronto y podré pasarme la mañana acabándome el libro de Bauçà, que llevo unos días esperando pillar el rato libre para leerme "L'escarcellera" del tirón: eso me sube a mí la autoestima.
Soy una paria. Estoy condenada.
dijous, 22 de setembre del 2011
Ustedes no llevan mis cuentas. Les explico una: Mis amigos más antiguos de Barcelona se remontan, como mucho, a hace más o menos 10-12 años. No es nada teniendo en cuenta que todo chichipichichi de mi edad tiene un grupete de colegas a quienes conocen desde aprendieron a silbar por el agujero del primer diente de leche caído.
De esto, de que yo no tenga fotos con amigos desdentados, es culpa el esquizofrénico nomadismo laboral del Sr. Sucunza y el hecho de que, en las mudanzas, siempre hay cosas que o se quedan o se dejan atrás.
Cuando se lleva este tipo de vida, uno se da cuenta muy rápido de que los amigos van y vienen por un proceso muy parecido al de la selección natural. Primero es una cosa inconsciente: yo apenas pasaba del año cuando hicimos la primera gran migración (Burgos-Sant Feliu, creo). Tengo recuerdos cero de aquello. Luego vino Sant Feliu-Peralta y luego Peralta-Pamplona. Para esta última, a mis 12 años, fui yo misma quien llenó las cajas con las cosas de mi habitación y sí que recuerdo que, igual que era consciente de que ya no necesitaría aquella muñeca roñosa a la que había cortado el pelo y le había pintado cosas en la cara, era consciente que ya no necesitaría ver más a alguna gente que se quedaba en el pueblo. A los 12 años, uno tiende al tremendismo, me recuerdo en mi cuarto haciendo una lista mental de gente y pensando a este, este y este, no los voy a volver a ver y me da igual, a este, igual tampoco, pero le escribiré y le llamaré cuando vengamos algún fin de semana. Suena duro, dicho así, pero en realidad todos lo hacemos de una manera más sutil para con nosotros mismos: todos nos hemos ido alguna vez a algún sitio y hemos guardado en una agenda las direcciones de unos sí, las de otros no.
Después de Peralta-Pamplona, vinieron cuatro mudanzas más. Me dejo de líos, no les doy detalles: la cuenta final, en resumen, es que el sitio en el que más tiempo seguido he vivido es Barcelona: casi 13 años de estarme quieta físicamente pero con el vicio mental de seguir dejando atrás cosas en las mudanzas intacto.
Todo este rollo se lo estoy contando para decirles que ayer estuve tomando unas cervezas con Pau, que es uno de mis más viejos amigos aunque siempre nos hayamos conocido con la dentadura entera, uno de los pocos que no solo han sobrevivido a todas mis mudanzas mentales de la última década sino que, en la mayoría de ellas, me ha ayudado a decidir qué metía y qué no metía en la caja; hasta me ha obligado a veces, a dejar cosas fuera, cuando yo era incapaz de ver que no las necesitaría más.
Hay una foto así de absurda de aquellas cervezas de ayer.
Y las que vendrán, morena).
Gracias Pau.
De esto, de que yo no tenga fotos con amigos desdentados, es culpa el esquizofrénico nomadismo laboral del Sr. Sucunza y el hecho de que, en las mudanzas, siempre hay cosas que o se quedan o se dejan atrás.
Cuando se lleva este tipo de vida, uno se da cuenta muy rápido de que los amigos van y vienen por un proceso muy parecido al de la selección natural. Primero es una cosa inconsciente: yo apenas pasaba del año cuando hicimos la primera gran migración (Burgos-Sant Feliu, creo). Tengo recuerdos cero de aquello. Luego vino Sant Feliu-Peralta y luego Peralta-Pamplona. Para esta última, a mis 12 años, fui yo misma quien llenó las cajas con las cosas de mi habitación y sí que recuerdo que, igual que era consciente de que ya no necesitaría aquella muñeca roñosa a la que había cortado el pelo y le había pintado cosas en la cara, era consciente que ya no necesitaría ver más a alguna gente que se quedaba en el pueblo. A los 12 años, uno tiende al tremendismo, me recuerdo en mi cuarto haciendo una lista mental de gente y pensando a este, este y este, no los voy a volver a ver y me da igual, a este, igual tampoco, pero le escribiré y le llamaré cuando vengamos algún fin de semana. Suena duro, dicho así, pero en realidad todos lo hacemos de una manera más sutil para con nosotros mismos: todos nos hemos ido alguna vez a algún sitio y hemos guardado en una agenda las direcciones de unos sí, las de otros no.
Después de Peralta-Pamplona, vinieron cuatro mudanzas más. Me dejo de líos, no les doy detalles: la cuenta final, en resumen, es que el sitio en el que más tiempo seguido he vivido es Barcelona: casi 13 años de estarme quieta físicamente pero con el vicio mental de seguir dejando atrás cosas en las mudanzas intacto.
Todo este rollo se lo estoy contando para decirles que ayer estuve tomando unas cervezas con Pau, que es uno de mis más viejos amigos aunque siempre nos hayamos conocido con la dentadura entera, uno de los pocos que no solo han sobrevivido a todas mis mudanzas mentales de la última década sino que, en la mayoría de ellas, me ha ayudado a decidir qué metía y qué no metía en la caja; hasta me ha obligado a veces, a dejar cosas fuera, cuando yo era incapaz de ver que no las necesitaría más.
Hay una foto así de absurda de aquellas cervezas de ayer.
Y las que vendrán, morena).
Gracias Pau.
dimecres, 21 de setembre del 2011
Durante un rato, no ha pasado ningún coche. Solo llegaba de la calle el sonido de voces, de puertas que se abrían y se cerraban, de un canario y de unas ruedas de maleta, que deben de sonar un poco como las de los carretones de entonces. Yo estaba leyendo "Aurora roja", de Baroja".
Imaginen la decepción cuando, en una casa cercana, se ha puesto a sonar un teléfono.
Imaginen la decepción cuando, en una casa cercana, se ha puesto a sonar un teléfono.
"También puede suceder que ya no la ames."
Ingrid: o com diu en Minchi: "Cuando Azúa teoriza sobre el subidón, recuerdo a los makineros, que son el pueblo elegido porque no piden más"
Ingrid: o com diu en Minchi: "Cuando Azúa teoriza sobre el subidón, recuerdo a los makineros, que son el pueblo elegido porque no piden más"
dimarts, 20 de setembre del 2011
Cenas/Cines
(la cosa se pone fea)
He visto en internet un anuncio que prometía unas vaciones de escándalo en un hotel monísimo y bien de precio. He reservado una habitación con unas vistas espectaculares a la montaña, he llenado la maleta con bañadores, toallas y bronceador; he colocado el fueraborda en el remolque, he enganchado el remolque al coche y venga para Jaca a pasar el veranito. http://www.blogger.com/img/blank.gif
Imaginen mi sorpresa cuando, después de media hora dando vueltas por el pueblo, no he encontrado la playa por ningún lado.
En el hotel me han pedido disculpas y me han dado un vale para otro de la misma cadena en Salou. Vaya hijos de puta, cómo me han hecho perder el tiempo.
(Se conoce que en los cines de Cornellà, si les dices, te dejan fumar).
(la cosa se pone fea)
He visto en internet un anuncio que prometía unas vaciones de escándalo en un hotel monísimo y bien de precio. He reservado una habitación con unas vistas espectaculares a la montaña, he llenado la maleta con bañadores, toallas y bronceador; he colocado el fueraborda en el remolque, he enganchado el remolque al coche y venga para Jaca a pasar el veranito. http://www.blogger.com/img/blank.gif
Imaginen mi sorpresa cuando, después de media hora dando vueltas por el pueblo, no he encontrado la playa por ningún lado.
En el hotel me han pedido disculpas y me han dado un vale para otro de la misma cadena en Salou. Vaya hijos de puta, cómo me han hecho perder el tiempo.
(Se conoce que en los cines de Cornellà, si les dices, te dejan fumar).
dilluns, 19 de setembre del 2011
Dicen en Pequod que, a veces, entre los libros que les vienen en lotes, de pisos que vacían, hay volúmenes de autoayuda; que los guardan dentro y que, si alguien les pregunta por ellos, los sacan y los venden, claro que sí.
Pequod es una librería pequeñita en la calle Milà i Fontanals, 59, en la que se venden novedades de editoriales también pequeñas y libros de segunda mano. Consu, la librera, se hace un lío con el datáfono casi cada vez que cobra con tarjeta: dice le sale la totalización cada dos por tres y la va guardando sin saber muy bien qué hacer con ella. Si le hablas de Caldwell, te dice que le encanta que en sus historias haga siempre tanto calor; si le pides "Mi madre es un pez", de cuenta que David Martín Copé pasó a verle el otro día; si le dices que la primera vez que leíste a Carson McCullers era verano, llovía y estabas trabajando en una tienda muerta del asco porque no entraba nadie, te dice ay, pobre... y te consuela ¿Se imaginan? Es como entrar en un sitio en el que te conocen un poco de siempre y supieran en seguida de qué o quién estás hablando.
Yo digo que larga vida a Pequod, que tiene nombre de ballenero, y a su capitana, que cuando te vas, te despide con un que lo pases bien en el cine. Lo pasé muy bien en el cine, sí. Lo pasé muy bien aquella tarde.
Pequod es una librería pequeñita en la calle Milà i Fontanals, 59, en la que se venden novedades de editoriales también pequeñas y libros de segunda mano. Consu, la librera, se hace un lío con el datáfono casi cada vez que cobra con tarjeta: dice le sale la totalización cada dos por tres y la va guardando sin saber muy bien qué hacer con ella. Si le hablas de Caldwell, te dice que le encanta que en sus historias haga siempre tanto calor; si le pides "Mi madre es un pez", de cuenta que David Martín Copé pasó a verle el otro día; si le dices que la primera vez que leíste a Carson McCullers era verano, llovía y estabas trabajando en una tienda muerta del asco porque no entraba nadie, te dice ay, pobre... y te consuela ¿Se imaginan? Es como entrar en un sitio en el que te conocen un poco de siempre y supieran en seguida de qué o quién estás hablando.
Yo digo que larga vida a Pequod, que tiene nombre de ballenero, y a su capitana, que cuando te vas, te despide con un que lo pases bien en el cine. Lo pasé muy bien en el cine, sí. Lo pasé muy bien aquella tarde.
diumenge, 18 de setembre del 2011
Del momento en el que alguien se te cruza en el camino y piensas, ah, era eso.
Ayer compartí trayecto de metro, un par de paradas nada más y de casualidad, con Pau Urgell.
Pau Urgell acaba de publicar un libro, "El collidor de vesc", que yo no me habría leído si su editor, Jordi Quer, no me hubiera ofrecido participar un poquito en su lanzamiento: necesitaban a alguien que les echara una mano con la promoción en Barcelona y yo, en ese momento, pasaba por allí.
Llevo semanas enviando mails con sinopsis y cubiertas adjuntadas, ya he hablado casi todo lo que tenía que hablar de este libro y no voy a volver sobre el tema aquí pero sí voy a hablar de Pau Urgell.
Dos paradas de metro no dan para mucho: intercambio de saludos, que si te quedas en Barcelona hoy, que si sí, voy a dormir a casa de mi primo. Hablamos un poquito del libro, de un par de detalles que a mí me gustaron y que él, confesó, dudaba de si funcionarían o no en la historia. Entonces le pregunté ¿estás contento? Me dijo que sí, que mucho, y que lo estaría igual aunque no le hubieran publicado el libro. Y me lo dijo con una alegría en los ojos que yo me puse contenta también. Y en ese momento, me vino a la cabeza la imagen de Josep Cots sentado en la caseta de Club Editor, leyendo el libro de Pau con una medio sonrisa en la cara, ajeno a que Pau estaba diez metros más allá. Y la de Jordi exultante, diciéndome: mira, Cots está leyendo el libro y hace un momento nos hemos mirado y me ha hecho la señal de muy bien con el pulgar.
Pau ayer firmaba en la Fira del Llibre Català. No hubo avalancha de gente, no hubo cola de fans delante de la caseta, no hubo fotos de admiradores con el autor, lo único que hubo fue lo único que debería haber y que no sé cómo ni en qué momento pasó a ser relegado a un segundo plano, ahí, detrás de los pimpampums de subnormalidad mediática: lo único que hubo fue un escritor (Pau) contento de haber acabado una historia, un editor (Jordi) que ha querido apostar a muerte por esa historia y un lector (Cots) que la estaba disfrutando.
Era el círculo perfecto, no hacía falta nada más. Era eso, en serio.
Ayer compartí trayecto de metro, un par de paradas nada más y de casualidad, con Pau Urgell.
Pau Urgell acaba de publicar un libro, "El collidor de vesc", que yo no me habría leído si su editor, Jordi Quer, no me hubiera ofrecido participar un poquito en su lanzamiento: necesitaban a alguien que les echara una mano con la promoción en Barcelona y yo, en ese momento, pasaba por allí.
Llevo semanas enviando mails con sinopsis y cubiertas adjuntadas, ya he hablado casi todo lo que tenía que hablar de este libro y no voy a volver sobre el tema aquí pero sí voy a hablar de Pau Urgell.
Dos paradas de metro no dan para mucho: intercambio de saludos, que si te quedas en Barcelona hoy, que si sí, voy a dormir a casa de mi primo. Hablamos un poquito del libro, de un par de detalles que a mí me gustaron y que él, confesó, dudaba de si funcionarían o no en la historia. Entonces le pregunté ¿estás contento? Me dijo que sí, que mucho, y que lo estaría igual aunque no le hubieran publicado el libro. Y me lo dijo con una alegría en los ojos que yo me puse contenta también. Y en ese momento, me vino a la cabeza la imagen de Josep Cots sentado en la caseta de Club Editor, leyendo el libro de Pau con una medio sonrisa en la cara, ajeno a que Pau estaba diez metros más allá. Y la de Jordi exultante, diciéndome: mira, Cots está leyendo el libro y hace un momento nos hemos mirado y me ha hecho la señal de muy bien con el pulgar.
Pau ayer firmaba en la Fira del Llibre Català. No hubo avalancha de gente, no hubo cola de fans delante de la caseta, no hubo fotos de admiradores con el autor, lo único que hubo fue lo único que debería haber y que no sé cómo ni en qué momento pasó a ser relegado a un segundo plano, ahí, detrás de los pimpampums de subnormalidad mediática: lo único que hubo fue un escritor (Pau) contento de haber acabado una historia, un editor (Jordi) que ha querido apostar a muerte por esa historia y un lector (Cots) que la estaba disfrutando.
Era el círculo perfecto, no hacía falta nada más. Era eso, en serio.
dissabte, 17 de setembre del 2011
Aquello que dicen de que uno siempre acaba escribiendo sobre sí mismo, puede que sea verdad: puede que en la entrada anterior, hablando de la peli de Malick, haya acabado hablando sobre mí. Ahí me tienen, por si no lo habían notado, con las decepciones y los miedos al aire, expuesta como en pocas ocasiones.
Lo de estos días ha sido protestar por protestar.
La nena aquí llevándose las manos a la cabeza por cosas tan idiotas como que una editorial, que es una empresa, venda su producto como sea, a pesar de que el producto no sea para tanto. La nena ofendida, refunfuñando por los rincones la pérdida de tiempo que ha supuesto leer aquello, ir al cine a ver aquello. Disgustarse por disgustarse, buscar motivos de desdicha donde no los hay, olvidarse de que no son esas cosas las que duelen realmente, que lo que realmente duele es lo bello, lo bueno, la cosa de calidad. Y el resto es miseria.
Ayer vi "El árbol de la vida".
Miren. Malick es un tío que empieza una película enseñándote una casa y la gente que vive dentro, de una manera tan preciosa que te hace dudar si has entrado en el cine o si te ha cogido de sopetón del cuello para llevarte a dar una vuelta por el lado bonito de la vida. Luego, cuando ya te tiene en sus manos, te cuela un rato largo de cosas grandes y pequeñas, hasta aburrirte: el muy mamón es consciente de que te has entregado a él de forma incondicional y se toma la manga cuando tú le has dado la mano y llevas ya un rato medioenfadada con él por eso, cuando decide volver a la casa del principio para soltarte una plegaria, una oración de misario avant la lettre que acaba en un amén, pero que antes de acabar te ha desnudado, te ha señalado con el dedo gritando mira qué pequeño eres, mira qué miserias, ¿te acuerdas de la colección de estampitas de cosas grandes y pequeñas que te he hecho ver antes? Pues era para que vieras que tú estás en la categoría de las pequeñas. Y lo peor es que llegas ahí, a lo microscópico, cuando lo que estabas pensando, pobre idiota, es que estabas poniendo todos los medios para avanzar hacia lo grande.
La peli de Malick te deja así: alucinada porque has visto una cosa grande, y destrozada porque tú estás abocada a hacer cosas pequeñas, ya puedes dejarte las cejas intentando ver la manera de dejar de ser ínfima, ya puedes dejarte el tiempo intentado ser un poquito mejor.
La nena aquí llevándose las manos a la cabeza por cosas tan idiotas como que una editorial, que es una empresa, venda su producto como sea, a pesar de que el producto no sea para tanto. La nena ofendida, refunfuñando por los rincones la pérdida de tiempo que ha supuesto leer aquello, ir al cine a ver aquello. Disgustarse por disgustarse, buscar motivos de desdicha donde no los hay, olvidarse de que no son esas cosas las que duelen realmente, que lo que realmente duele es lo bello, lo bueno, la cosa de calidad. Y el resto es miseria.
Ayer vi "El árbol de la vida".
Miren. Malick es un tío que empieza una película enseñándote una casa y la gente que vive dentro, de una manera tan preciosa que te hace dudar si has entrado en el cine o si te ha cogido de sopetón del cuello para llevarte a dar una vuelta por el lado bonito de la vida. Luego, cuando ya te tiene en sus manos, te cuela un rato largo de cosas grandes y pequeñas, hasta aburrirte: el muy mamón es consciente de que te has entregado a él de forma incondicional y se toma la manga cuando tú le has dado la mano y llevas ya un rato medioenfadada con él por eso, cuando decide volver a la casa del principio para soltarte una plegaria, una oración de misario avant la lettre que acaba en un amén, pero que antes de acabar te ha desnudado, te ha señalado con el dedo gritando mira qué pequeño eres, mira qué miserias, ¿te acuerdas de la colección de estampitas de cosas grandes y pequeñas que te he hecho ver antes? Pues era para que vieras que tú estás en la categoría de las pequeñas. Y lo peor es que llegas ahí, a lo microscópico, cuando lo que estabas pensando, pobre idiota, es que estabas poniendo todos los medios para avanzar hacia lo grande.
La peli de Malick te deja así: alucinada porque has visto una cosa grande, y destrozada porque tú estás abocada a hacer cosas pequeñas, ya puedes dejarte las cejas intentando ver la manera de dejar de ser ínfima, ya puedes dejarte el tiempo intentado ser un poquito mejor.
divendres, 16 de setembre del 2011
Esto no es una crítica a un libro
Empecé a leer "Jo confeso", de Jaume Cabré, hace cuatro días. Al segundo, en la página 200, se me caía de las manos.
200 páginas en dos días; no es que yo lea rápido, es que "Jo confesso" se lee rápido. Miren, una editorial hoy día no puede estar tan convencida de que un tocho de 1.000 páginas va a llegar al gran público si ese tocho no es de los que se leen rápido. La cosa es así. No tenemos paciencia ni tiempo, de hecho, conocedor seguramente de esta falta de paciencia, Cabré ha hecho un libro lleno de zappings -no olviden que es experto en el tema tele- y, precisamente por la falta de tiempo, yo lo he abandonado al segundo día. Si lo hubiera cogido otra semana, aún, pero es que esta no podía permitírmelo: ya se me habían ido dos horas al garete con la peli de Almodóvar.
"Jo confesso" enchancha rápido: empieza con un niño traumatizado por su padre y con un seminarista enamorado de una moza.
"Jo confesso" toca temas que resuenan a actualidad polemiquilla. Sentencias del tipo "Els homes no habiten un país, habiten una llengua" (p. 30) o "ja no ens creiem els que diuen que salvaran el país" (p.125) o una primera aparición en escena del Barça (p.113) aseguran la empatia del lector con uno u otro personaje. Perfecto.
"Jo confesso" es un libro para pasar un buen rato, sí, pero ¿elevarlo a la categoría de buena literatura? A mí se me cayeron un poco los cojones al suelo (oops) cuando oí aquello de Cabré para Nobel. ¿De qué estamos hablando aquí? ¿De literatura o de fer país? Si hablamos de literatura, permítanme decirles que en la academia sueca se van a pegar una hartada de reírse si un día de estos se les pasa por la cabeza tener a Cabré en consideración para el premio. Si la cuestión es que en la academia sueca, aunque sea por la risa que da, suene un par de veces por los pasillos la palabra Catalunya, muy bien hecho, tú, endavant les atxes, ya lo dicen que, bien o mal, lo importante es que hablen de uno. No sé, igual les funciona: un amigo tiene la teoría de que Woody Allen siempre ha sido tan malo como con "Vicky, Cristina, Barcelona"; la prueba es que nadie lo tragaba en Nueva York cuando hacía pelis en Manhattan igual que nadie lo tragó en Barcelona cuando hizo la peli en el Parc Güell, pero en el primer caso todo el mundo hablaba de Manhattan y en el segundo todo el mundo hablaba de Barcelona. ¿Se trata de eso lo de Cabré Nobel? Porque de literatura no se trata, ya se lo digo.
Creo que en Catalunya, en cuanto a ser o no una nación, hemos llegado a un punto en el que nos creemos que lo tenemos tan cerca que cualquier cosa nos bastaria. Y no. A mí no me da la gana de conformarme con un loquesea heredero de todos los vicios y mamoneos políticos, económicos y culturales (y está habiendo mucho mamoneo cultural con Cabré) de los vecinos. Para eso, me quedo como estoy. Yo soy nouvinguda y no tengo interiorizado el sentimiento del expolio que parece que guía a muchos, así que no me basta con la forma ni con el nombre. Si Catalunya acaba siendo un país, a mí me gustaría que fuera un país que mejorara lo presente.
Mi amigo, ya se lo he contado otras veces, me llama ilusa, sí.
Empecé a leer "Jo confeso", de Jaume Cabré, hace cuatro días. Al segundo, en la página 200, se me caía de las manos.
200 páginas en dos días; no es que yo lea rápido, es que "Jo confesso" se lee rápido. Miren, una editorial hoy día no puede estar tan convencida de que un tocho de 1.000 páginas va a llegar al gran público si ese tocho no es de los que se leen rápido. La cosa es así. No tenemos paciencia ni tiempo, de hecho, conocedor seguramente de esta falta de paciencia, Cabré ha hecho un libro lleno de zappings -no olviden que es experto en el tema tele- y, precisamente por la falta de tiempo, yo lo he abandonado al segundo día. Si lo hubiera cogido otra semana, aún, pero es que esta no podía permitírmelo: ya se me habían ido dos horas al garete con la peli de Almodóvar.
"Jo confesso" enchancha rápido: empieza con un niño traumatizado por su padre y con un seminarista enamorado de una moza.
"Jo confesso" toca temas que resuenan a actualidad polemiquilla. Sentencias del tipo "Els homes no habiten un país, habiten una llengua" (p. 30) o "ja no ens creiem els que diuen que salvaran el país" (p.125) o una primera aparición en escena del Barça (p.113) aseguran la empatia del lector con uno u otro personaje. Perfecto.
"Jo confesso" es un libro para pasar un buen rato, sí, pero ¿elevarlo a la categoría de buena literatura? A mí se me cayeron un poco los cojones al suelo (oops) cuando oí aquello de Cabré para Nobel. ¿De qué estamos hablando aquí? ¿De literatura o de fer país? Si hablamos de literatura, permítanme decirles que en la academia sueca se van a pegar una hartada de reírse si un día de estos se les pasa por la cabeza tener a Cabré en consideración para el premio. Si la cuestión es que en la academia sueca, aunque sea por la risa que da, suene un par de veces por los pasillos la palabra Catalunya, muy bien hecho, tú, endavant les atxes, ya lo dicen que, bien o mal, lo importante es que hablen de uno. No sé, igual les funciona: un amigo tiene la teoría de que Woody Allen siempre ha sido tan malo como con "Vicky, Cristina, Barcelona"; la prueba es que nadie lo tragaba en Nueva York cuando hacía pelis en Manhattan igual que nadie lo tragó en Barcelona cuando hizo la peli en el Parc Güell, pero en el primer caso todo el mundo hablaba de Manhattan y en el segundo todo el mundo hablaba de Barcelona. ¿Se trata de eso lo de Cabré Nobel? Porque de literatura no se trata, ya se lo digo.
Creo que en Catalunya, en cuanto a ser o no una nación, hemos llegado a un punto en el que nos creemos que lo tenemos tan cerca que cualquier cosa nos bastaria. Y no. A mí no me da la gana de conformarme con un loquesea heredero de todos los vicios y mamoneos políticos, económicos y culturales (y está habiendo mucho mamoneo cultural con Cabré) de los vecinos. Para eso, me quedo como estoy. Yo soy nouvinguda y no tengo interiorizado el sentimiento del expolio que parece que guía a muchos, así que no me basta con la forma ni con el nombre. Si Catalunya acaba siendo un país, a mí me gustaría que fuera un país que mejorara lo presente.
Mi amigo, ya se lo he contado otras veces, me llama ilusa, sí.
dilluns, 12 de setembre del 2011
Esta tarde me ha dado así como un arranque y he pensado: voy ahora mismo a comprarme el libro del Cabré. Entonces me ha llegado por mail este link publicitario del Lidl (estoy apuntada a la newsletter del Lidl porque es el único sitio, que yo sepa, en Barcelona en el que venden buttermilk, que es un ingrediente fundamental para el frosting de las cupcakes. -¿Qué? ¿Cómo se han quedado?-).
Recibir ese mail en ese momento ha sido como si me soltaran un gran 'que no, tonta, ¿qué te vas a ir a comprar el libro del Cabré? Haz mejor cualquier otra cosa que implique la utilización de una herramienta de aire comprimido y el resultado, pase lo que pase, será o más práctico -si la cosa va bien- o más espectacular -si la cosa acaba en urgencias'.
Así que, de momento, no me he comprado el libro del Cabré.
Pero yo noto que tengo que hacerlo, comprármelo y leérmelo, porque, como le he dicho a Abel luego tomando una cerveza: me estoy cargando de tantos prejuicios que, conociéndome como me conzoco, si no me lo compro y lo leo, voy a acabar soltando aquí una rajada sin ton ni son sobre lo que me parece, y solo me parece, que es el asunto. Y no es plan, oye, que a lo mejor estoy equivocada y resulta que lo que soy es una sospechosa (agente, no paciente), y me estoy dejando llevar por la conspiranoia así sin más.
Me he puesto muy nerviosa, tengo esa tendencia, ya ven, así que cuando he llegado a casa, me he tenido que poner el último episodio de la primera temporada de Torchwood, que se titula El fin del mundo, en el que se abre una superbrecha en el tiempo en la zona de Cardiff (UK). Y es que, quieran que no, una brecha que se abre en el tiempo y amenaza con acabar con the world as we know it, es de ese tipo de cosas que ayudan bastante a relativizar a Cabré, a las herramientas de aire comprimido, a las cupcakes y a lo que sea.
He dormido como una bendita.
Recibir ese mail en ese momento ha sido como si me soltaran un gran 'que no, tonta, ¿qué te vas a ir a comprar el libro del Cabré? Haz mejor cualquier otra cosa que implique la utilización de una herramienta de aire comprimido y el resultado, pase lo que pase, será o más práctico -si la cosa va bien- o más espectacular -si la cosa acaba en urgencias'.
Así que, de momento, no me he comprado el libro del Cabré.
Pero yo noto que tengo que hacerlo, comprármelo y leérmelo, porque, como le he dicho a Abel luego tomando una cerveza: me estoy cargando de tantos prejuicios que, conociéndome como me conzoco, si no me lo compro y lo leo, voy a acabar soltando aquí una rajada sin ton ni son sobre lo que me parece, y solo me parece, que es el asunto. Y no es plan, oye, que a lo mejor estoy equivocada y resulta que lo que soy es una sospechosa (agente, no paciente), y me estoy dejando llevar por la conspiranoia así sin más.
Me he puesto muy nerviosa, tengo esa tendencia, ya ven, así que cuando he llegado a casa, me he tenido que poner el último episodio de la primera temporada de Torchwood, que se titula El fin del mundo, en el que se abre una superbrecha en el tiempo en la zona de Cardiff (UK). Y es que, quieran que no, una brecha que se abre en el tiempo y amenaza con acabar con the world as we know it, es de ese tipo de cosas que ayudan bastante a relativizar a Cabré, a las herramientas de aire comprimido, a las cupcakes y a lo que sea.
He dormido como una bendita.
diumenge, 11 de setembre del 2011
dissabte, 10 de setembre del 2011
Jo, pel meu compte, només voldria mossegar-li la boca, la llengua, una part així. Ara..., ¿com hi arribaré? Em cansaré molt abans. De moment, no tinc cap estratègia a punt. Confio, sí, en certs principis, repasso certes modalitats prestigioses, m'enganyo com un diplomàtic qualsevol. I això que encara no ha esclatat la guerra. Copso, però, moviments de tropes, telefonades seques. Anit vaig decidir de declarar-m'hi inapte. No seria una peça valuosa dins un combat significatiu. Sé que la sang no em circula amb la fluïdesa necessària i un bon combatent ha de saber aguantar les explosions de prop i caminar per la neu. Qualsevol lluitaria millor que jo, llançaria amb més eficàcia les granades,manipularia els morters amb més esment. Sento que aquestes reflexions no em són fàcils d'acceptar, però són molts ja els anys de meditació i malenconia. Així, a la batalla que m'espera practicaré el despreniment i no pas la defensa aferrissada. Cauré dins els fossats sense armes. Seré aterrat seguidament. Carrer Marsala. Miquel Bauçà.
Al día siguiente de la patética y grosera entrevista de Manel Fuentes a Vicenç Navarro en Catalunya Ràdio, el diario Ara publicó una de esas entrevistas-perfiles sumamente complacientes que firma Bibiana Ballbè dedicada, oh, sorpresa, precisamente a Manel Fuentes.
Si uno iba al link de la entrevista en cuestión, justo encima del titular, encabezando la página, aparecía, oh, sorpresa otra vez, un banner de lado a lado (que es como suelen aparecer normalmente los banners), de publicidad pagada por Catalunya Ràdio, con un Manel Fuentes sonrientíííísimo: la viva imagen de la alegría de vivir encarnada en una gran cara de vengan a escucharme, que soy de confianza y bien majo.
La cosa es que en la entrevista-perfil no se mencionaba para nada el desbarajuste radiofónico (supongo que estaba redactada con anterioridad) y Manel Fuentes acababa retratado como una persona con la que uno se iría a tomar todos los cafés del mundo y a la que uno le acabaría suplicando que no se limitara a hacer un programa sólo matinal: que lo hiciera todo el día, hombre, 7/24 nonstop del mejor profesional de la radio que ha parido este país.
La cosa es que, poco después de escuchar yo la entrevista y ponerme a redactar esta entrada, una periodista del Ara me dijo que seguía mi blog porque le había hablado de él una amiga común. A mí esto me hizo ilusión, fue muy agradable, en serio, pero también me hizo pensar coño, ¿cuelgo o no cuelgo ahora esta entrada que tengo medio preparada?
Total, que ya está colgada, porque este es mi blog y nadie me paga: ni yo misma me pago, así que me ha parecido que sería muy flagrante y bastante gratuito por mi parte sucumbir tan fácil a la autocensura.
(Sirva de pequeño homenaje a aquellos que históricamente sí que se han tenido que callar la boca).
Si uno iba al link de la entrevista en cuestión, justo encima del titular, encabezando la página, aparecía, oh, sorpresa otra vez, un banner de lado a lado (que es como suelen aparecer normalmente los banners), de publicidad pagada por Catalunya Ràdio, con un Manel Fuentes sonrientíííísimo: la viva imagen de la alegría de vivir encarnada en una gran cara de vengan a escucharme, que soy de confianza y bien majo.
La cosa es que en la entrevista-perfil no se mencionaba para nada el desbarajuste radiofónico (supongo que estaba redactada con anterioridad) y Manel Fuentes acababa retratado como una persona con la que uno se iría a tomar todos los cafés del mundo y a la que uno le acabaría suplicando que no se limitara a hacer un programa sólo matinal: que lo hiciera todo el día, hombre, 7/24 nonstop del mejor profesional de la radio que ha parido este país.
La cosa es que, poco después de escuchar yo la entrevista y ponerme a redactar esta entrada, una periodista del Ara me dijo que seguía mi blog porque le había hablado de él una amiga común. A mí esto me hizo ilusión, fue muy agradable, en serio, pero también me hizo pensar coño, ¿cuelgo o no cuelgo ahora esta entrada que tengo medio preparada?
Total, que ya está colgada, porque este es mi blog y nadie me paga: ni yo misma me pago, así que me ha parecido que sería muy flagrante y bastante gratuito por mi parte sucumbir tan fácil a la autocensura.
(Sirva de pequeño homenaje a aquellos que históricamente sí que se han tenido que callar la boca).
divendres, 9 de setembre del 2011
Si en el momento en que un editor te dice que se ha leído un cuento tuyo en el metro a ti te da un vahído por visualizar ese cuento impreso en papel en manos de un editor, es que estamos ante un caso inequívoco de pusilanimidad extrema. Sí: la mía.
(Al editor no le ha gustado el cuento, por cierto, y yo estoy aún medio mareada).
(Al editor no le ha gustado el cuento, por cierto, y yo estoy aún medio mareada).
dijous, 8 de setembre del 2011
Yo me eduqué en castellano. ¿Qué quieren? Es lo que se llevaba o se obligaba a llevar en Pamplona en los 70. Me vine a Barcelona poco antes del 2000. Ya ven: veintimuchos años de escolarización, universitación y entorno castellano 100%, excepto unas diez horas a la semana durante tres cursos, de entorno, digamos, 30% euskara (tirando a lo alto; pobre irakasle, mira que lo intentaba...).
Total, que llego a Barcelona. Sigo teniendo el entorno familiar castellano (mis padres y hermanos vinieron a vivir aquí también), me apunto a clases de catalán sin que nadie me obligue y decido buscarme un entorno de amistades también catalán, porque sí, por aprovechar para aprender otro idioma que me parecía asequible. Me pongo a trabajar en la Guía del ocio. La Guía del ocio está escrita en castellano y mis compañeros de trabajo, catalanes la mayoría, me hablan siempre en castellano. Al cabo de unos años me voy a trabajar a Barcelona Televisió; a un programa de libros. Uno de los colaboradores fijos habla en castellano -¡habla de El Quijote en castellano!- todas las semanas, en directo. Al cabo de unas temporadas, nos vamos todos a trabajar a TV3, otro programa de libros. El realizador es un señor de Bilbao que habla en castellano. Sigue en el equipo el colaborador fijo que hablaba de El Quijote en Barcelona Televisió. A menudo hacemos las reuniones en castellano.
Yo, con este entorno que les he definido -familiar 100% castellano y laboral y de amigos pongámosle un fifty-fifty catalán-castellano-, para ese momento en TV3, leía ya en catalán, hablaba fluidamente en catalán, me comunicaba en catalán a diestro y siniestro, sin esfuerzo con todo interlocutor catalán que se me pusiera delante.
No me ha dado por escribir -digo escribir de Escribir no de mandar mensajes o apuntar cosas- en catalán porque me produce pudor, igual que me produce vergüenza ajena a veces leer ciertas cosas "Escritas" en castellano por gente que fue escolarizada en castellano.
Lo que quiero decirles es que ser escolarizado en un idioma no implica la imposibilidad de dominar otro, igual que ser inteligente en un idioma no implica la imposibilidad de serlo en otro.
Lo que quiero decirle, señora, es que si su niño no es tan listo en catalán tampoco lo será en castellano ni en chino.
No, en realidad, lo que quiero decirle, señora, es que usted es la imbécil, perdón, la no tan lista, utilizando así a su niño como peón en sus partidas rabiosas contra yo qué sé qué miedos y qué estímulos chusqueros propagandísticos que debe de haber recibido por ahí, desde cualquier emisora de radio. Y que, por si no se ha dado cuenta, usted no está defendiendo el derecho de su hijo a aprender un idioma sino que usted, con sus manías, está intentando privar a su hijo de la posibilidad de aprender dos desde pequeño.
Eso quería decirle, señora.
Total, que llego a Barcelona. Sigo teniendo el entorno familiar castellano (mis padres y hermanos vinieron a vivir aquí también), me apunto a clases de catalán sin que nadie me obligue y decido buscarme un entorno de amistades también catalán, porque sí, por aprovechar para aprender otro idioma que me parecía asequible. Me pongo a trabajar en la Guía del ocio. La Guía del ocio está escrita en castellano y mis compañeros de trabajo, catalanes la mayoría, me hablan siempre en castellano. Al cabo de unos años me voy a trabajar a Barcelona Televisió; a un programa de libros. Uno de los colaboradores fijos habla en castellano -¡habla de El Quijote en castellano!- todas las semanas, en directo. Al cabo de unas temporadas, nos vamos todos a trabajar a TV3, otro programa de libros. El realizador es un señor de Bilbao que habla en castellano. Sigue en el equipo el colaborador fijo que hablaba de El Quijote en Barcelona Televisió. A menudo hacemos las reuniones en castellano.
Yo, con este entorno que les he definido -familiar 100% castellano y laboral y de amigos pongámosle un fifty-fifty catalán-castellano-, para ese momento en TV3, leía ya en catalán, hablaba fluidamente en catalán, me comunicaba en catalán a diestro y siniestro, sin esfuerzo con todo interlocutor catalán que se me pusiera delante.
No me ha dado por escribir -digo escribir de Escribir no de mandar mensajes o apuntar cosas- en catalán porque me produce pudor, igual que me produce vergüenza ajena a veces leer ciertas cosas "Escritas" en castellano por gente que fue escolarizada en castellano.
Lo que quiero decirles es que ser escolarizado en un idioma no implica la imposibilidad de dominar otro, igual que ser inteligente en un idioma no implica la imposibilidad de serlo en otro.
Lo que quiero decirle, señora, es que si su niño no es tan listo en catalán tampoco lo será en castellano ni en chino.
No, en realidad, lo que quiero decirle, señora, es que usted es la imbécil, perdón, la no tan lista, utilizando así a su niño como peón en sus partidas rabiosas contra yo qué sé qué miedos y qué estímulos chusqueros propagandísticos que debe de haber recibido por ahí, desde cualquier emisora de radio. Y que, por si no se ha dado cuenta, usted no está defendiendo el derecho de su hijo a aprender un idioma sino que usted, con sus manías, está intentando privar a su hijo de la posibilidad de aprender dos desde pequeño.
Eso quería decirle, señora.
dimecres, 7 de setembre del 2011
Anecdotario tontorrón (qué risa)
El otro día, me compro un libro y, de camino a casa, entro en el súper y, al salir, suena la alarma. Le explico a la cajera que seguramente es el libro que me acabo de comprar, lo pasamos entre las barras y sí: suena. Desde entonces, he entrado tres veces más en el súper y, las tres veces, cuando ha sonado la alarma, la cajera me ha mirado con cara de susto, le he enseñado el libro, se ha reído y me ha hecho un gesto con la cabeza para que salga tranquila.
Cada vez que enseño el libro, la cajera ve a este señor en actitud de ¿¡¿qué pasa?!? mirándole desde la portada:
Es mi salvoconducto Bauçà.
El otro día, me compro un libro y, de camino a casa, entro en el súper y, al salir, suena la alarma. Le explico a la cajera que seguramente es el libro que me acabo de comprar, lo pasamos entre las barras y sí: suena. Desde entonces, he entrado tres veces más en el súper y, las tres veces, cuando ha sonado la alarma, la cajera me ha mirado con cara de susto, le he enseñado el libro, se ha reído y me ha hecho un gesto con la cabeza para que salga tranquila.
Cada vez que enseño el libro, la cajera ve a este señor en actitud de ¿¡¿qué pasa?!? mirándole desde la portada:
Es mi salvoconducto Bauçà.
diumenge, 4 de setembre del 2011
divendres, 2 de setembre del 2011
dijous, 1 de setembre del 2011
Es curioso cómo cuando uno ha aprendido un idioma de mayor -un idioma de vocabulario parecido al de su idioma materno-, hay ciertas cosas que jamás, jamás, en una conversación corrida, dirá en este idioma nuevo. Son nombres aprendidos de pequeño, de cosas que, también de pequeño, probablemente le alucinaron o le dieron mucho miedo.
Por ejemplo: yo nunca seré capaz de decir cotxe de bombers, brau o policia.
Por ejemplo: yo nunca seré capaz de decir cotxe de bombers, brau o policia.
En aquella casa estaba tentado de creer en cosas como el amor, el amor recíproco de pareja que infunde a las paredes cierto calor, un calor suave que se transmite a los futuros ocupantes y les insufla la paz del alma. Visto así, bien habría podido creer en los fantasmas, en cualquier cosa. El mapa y el territorio. Michel Houellebecq.
Diu el Martí: M'agrada perquè quan parlo amb vosaltres parlem de literatura catalana i castellana, fins i tot anglosaxona. Hi ha gent amb qui no: hi ha gent que només parla d'una cosa o d'una altra.
Ayer por la tarde quedé con él en un bar del que nunca recuerdo el nombre, al que puede llegarse siguiendo indicaciones de gymcama (hay una forma mucho más sencilla de encontrarlo, claro, pero esta nos gusta más). Nos dijimos hola y nos intercambiamos papeles, literalmente: yo le di el Ara del domingo y él me dio un fanzine que se llama Organización! Él me habló de veinte poetas encerrados en una casa y yo le hablé de un proyecto del que todavía no sabe nada ni mi madre. Ni yo, casi, sé nada. Él quiso estar ya en el año que viene. Yo quise haber estado en Portugal de espía, esta última semana. Él me interrogó sobre Torchwood y sobre Una espia en la casa de l'amor. Yo le pregunté por un grupito de gente que me tiene intrigada a la par que repelida. Y resultó que compartíamos un poco también la repulsión.
Todo esto pasó en una hora.
Está bien que aparezca gente nueva últimamente, sobre todo está bien que apareciera gente nueva ayer, que fue un día en el que quienes están en proceso de desaparición desaparecieron un poquito más y quien había aparecido de repente un rato antes de encontrarme con Martí, lo había hecho sin venir a cuento y solo para darme una información cargadita de malas intenciones (malas intenciones muy absurdas, por cierto).
Porque ayer, señores, todo apuntaba a que iba a ser un mal día. Yo me había despertado con un dolor de cabeza de los de antes, de los que te hacen repasar mentalmente y haciendo así con los dedos cuántas cervezas te has tomado la noche anterior y, una vez ves que no han sido tantas, te dejan intentando adivinar qué pudo ser si no fue la cerveza. Sí, ayer pudo haber sido un mal día como una casa. Y me lo toreé de encima. Y ya pueden venir más como ese.
Qué arte, tú.
Ayer por la tarde quedé con él en un bar del que nunca recuerdo el nombre, al que puede llegarse siguiendo indicaciones de gymcama (hay una forma mucho más sencilla de encontrarlo, claro, pero esta nos gusta más). Nos dijimos hola y nos intercambiamos papeles, literalmente: yo le di el Ara del domingo y él me dio un fanzine que se llama Organización! Él me habló de veinte poetas encerrados en una casa y yo le hablé de un proyecto del que todavía no sabe nada ni mi madre. Ni yo, casi, sé nada. Él quiso estar ya en el año que viene. Yo quise haber estado en Portugal de espía, esta última semana. Él me interrogó sobre Torchwood y sobre Una espia en la casa de l'amor. Yo le pregunté por un grupito de gente que me tiene intrigada a la par que repelida. Y resultó que compartíamos un poco también la repulsión.
Todo esto pasó en una hora.
Está bien que aparezca gente nueva últimamente, sobre todo está bien que apareciera gente nueva ayer, que fue un día en el que quienes están en proceso de desaparición desaparecieron un poquito más y quien había aparecido de repente un rato antes de encontrarme con Martí, lo había hecho sin venir a cuento y solo para darme una información cargadita de malas intenciones (malas intenciones muy absurdas, por cierto).
Porque ayer, señores, todo apuntaba a que iba a ser un mal día. Yo me había despertado con un dolor de cabeza de los de antes, de los que te hacen repasar mentalmente y haciendo así con los dedos cuántas cervezas te has tomado la noche anterior y, una vez ves que no han sido tantas, te dejan intentando adivinar qué pudo ser si no fue la cerveza. Sí, ayer pudo haber sido un mal día como una casa. Y me lo toreé de encima. Y ya pueden venir más como ese.
Qué arte, tú.
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