« L'amour, c'est tout attendre, ne rien exiger. Et si rien ne vient, alors il faut se détourner ou... mourir », affirmait, il y a quelques mois, Robert Misrahi. Le philosophe venait de perdre son épouse Colette, après plus de soixante ans de vie commune.
Copiado vilmente de aquí. No he tenido otra: No puedo estar más de acuerdo.
divendres, 29 d’octubre del 2010
Hay una cosa referente a la manera de entender el tiempo -el paso del tiempo, quiero decir- que los que vivimos fuera experimentamos de una manera muy peculiar, que lo tengo yo hablado con otra gente que vive fuera también.
Nuestra vida se compone de una acumulación de años sucesivos, como la vida de todo chichipichichi, pero entre años, o entre épocas, no sé, hay una especie de túneles de recorrido inverso inmediato. Es difícil de explicar. A ver si con un ejemplo... Yo hace once años que no vivo en Pamplona. Tengo un acento catalán que mata. Cuando vuelvo a Pamplona, es poner un pie allá y recuperar el acento pamplonica al instante (aunque bien es verdad que alguna L nasal me delata la catalanidad adquirida), es como retroceder una década en el habla; por el túnel del habla.
Y no sólo hay el túnel del habla, existe el túnel de la amistad también y éste es muy bestia: Éste se salta a la torera no sólo el tiempo sino también el espacio.
Hoy viene Susana.
Susana y yo hace años que vivimos en ciudades diferentes.
De jovencitas, vivíamos a escasos cien metros de distancia, ella era ultratímida y yo era una descarada (tenía una jeta yo de jovencita que me la pisaba). Esto era en Pamplona: nuestros padres se conocían y mi hermano era amigo de un vecino suyo, así que, cuando yo iba a cenar a casa de Susana, yo o mi hermano sacábamos la cabeza por el patio de luces y hablábamos a gritos de un piso a otro. La cosa acababa siendo como cenar todos juntos: mi hermano, su amigo y yo. Susana también, pero ella se moría un poco de la vergüenza pensando en encontrarse después a su vecino en el ascensor.
Años después, yo me vine a vivir a Barcelona y Susana se fue a vivir a Manchester y luego a Londres. Y entonces, creo yo, empezamos a tener una amistad más condensada. Condensada porque hablábamos poco, así que no hablábamos de tonterías. Y nos veíamos poco, así que cuando nos veíamos era porque realmente nos necesitábamos. Al menos yo.
Recuerdo un cumpleaños, hace cuatro años. Yo, con mis amigos, soy muy gallina clueca: ¿que quedo para tomar un café con un amigo y camino de la cafetería me encuentro con cinco más?, acabamos siendo siete en el bar. Pues bien, aquel año yo no quería encontrarme con nadie, quería más bien meterme debajo de una piedra a esperar a que pasara el día. Acabé, por miedo a que alguien viniera, levantara la piedra y me encontrara, haciendo las maletas y yéndome a pasar el día a Manchester, con Susana y con Gemma, otra amiga que vive allá (por cierto, hoy también viene Gemma). Por el camino sólo recogí a Nuria, mi hermana, y me la llevé para allá también. Fue el mejor fin de semana de todo aquel año y probablemente del año que le siguió.
Cuando dos o tres amigos que viven lejos se reúnen, es como regresar a un estadio anterior, como si todo lo que hubiera pasado durante el tiempo que no se han visto, no existiera y uno tuviera que recrearlo para explicárselo a los otros. Y cuando uno recrea las cosas que le han pasado, esas cosas suenan diferentes, pierden un poco su gravedad y acaban adquiriendo la importancia subjetiva que realmente merecen.
Así que hoy vienen Susana y Gemma y yo estoy ya en plan mujer-bala, lista para el disparo de cañón que me hará aterrizar en ese sitio de las cosas realmente importantes. Y lo mejor es que voy a hacer de gallina clueca y entre las tres vamos a intentar llevarnos para allá a algunos amigos de aquí. De momento, Jaume se viene a comer, esta noche, seguramente, nos iremos de copas con Ferran y con Xavi. Y ya se está horneando una castañada con unos cuantos más.
Este finde va a ser la bomba.
Nuestra vida se compone de una acumulación de años sucesivos, como la vida de todo chichipichichi, pero entre años, o entre épocas, no sé, hay una especie de túneles de recorrido inverso inmediato. Es difícil de explicar. A ver si con un ejemplo... Yo hace once años que no vivo en Pamplona. Tengo un acento catalán que mata. Cuando vuelvo a Pamplona, es poner un pie allá y recuperar el acento pamplonica al instante (aunque bien es verdad que alguna L nasal me delata la catalanidad adquirida), es como retroceder una década en el habla; por el túnel del habla.
Y no sólo hay el túnel del habla, existe el túnel de la amistad también y éste es muy bestia: Éste se salta a la torera no sólo el tiempo sino también el espacio.
Hoy viene Susana.
Susana y yo hace años que vivimos en ciudades diferentes.
De jovencitas, vivíamos a escasos cien metros de distancia, ella era ultratímida y yo era una descarada (tenía una jeta yo de jovencita que me la pisaba). Esto era en Pamplona: nuestros padres se conocían y mi hermano era amigo de un vecino suyo, así que, cuando yo iba a cenar a casa de Susana, yo o mi hermano sacábamos la cabeza por el patio de luces y hablábamos a gritos de un piso a otro. La cosa acababa siendo como cenar todos juntos: mi hermano, su amigo y yo. Susana también, pero ella se moría un poco de la vergüenza pensando en encontrarse después a su vecino en el ascensor.
Años después, yo me vine a vivir a Barcelona y Susana se fue a vivir a Manchester y luego a Londres. Y entonces, creo yo, empezamos a tener una amistad más condensada. Condensada porque hablábamos poco, así que no hablábamos de tonterías. Y nos veíamos poco, así que cuando nos veíamos era porque realmente nos necesitábamos. Al menos yo.
Recuerdo un cumpleaños, hace cuatro años. Yo, con mis amigos, soy muy gallina clueca: ¿que quedo para tomar un café con un amigo y camino de la cafetería me encuentro con cinco más?, acabamos siendo siete en el bar. Pues bien, aquel año yo no quería encontrarme con nadie, quería más bien meterme debajo de una piedra a esperar a que pasara el día. Acabé, por miedo a que alguien viniera, levantara la piedra y me encontrara, haciendo las maletas y yéndome a pasar el día a Manchester, con Susana y con Gemma, otra amiga que vive allá (por cierto, hoy también viene Gemma). Por el camino sólo recogí a Nuria, mi hermana, y me la llevé para allá también. Fue el mejor fin de semana de todo aquel año y probablemente del año que le siguió.
Cuando dos o tres amigos que viven lejos se reúnen, es como regresar a un estadio anterior, como si todo lo que hubiera pasado durante el tiempo que no se han visto, no existiera y uno tuviera que recrearlo para explicárselo a los otros. Y cuando uno recrea las cosas que le han pasado, esas cosas suenan diferentes, pierden un poco su gravedad y acaban adquiriendo la importancia subjetiva que realmente merecen.
Así que hoy vienen Susana y Gemma y yo estoy ya en plan mujer-bala, lista para el disparo de cañón que me hará aterrizar en ese sitio de las cosas realmente importantes. Y lo mejor es que voy a hacer de gallina clueca y entre las tres vamos a intentar llevarnos para allá a algunos amigos de aquí. De momento, Jaume se viene a comer, esta noche, seguramente, nos iremos de copas con Ferran y con Xavi. Y ya se está horneando una castañada con unos cuantos más.
Este finde va a ser la bomba.
dimarts, 26 d’octubre del 2010
Más minutos musicales
Esta canción, caprichos de la memoria, me recuerda a una habitación de hotel en Tabriz, con baño compartido y con tabricino arrugando el morro al enterarse del barrio en el que estábamos alojados.
Mientras tanto, lo no musical ya viene, ya viene. La cosa va por aquí: Un país, atacado por mar por el Oeste cuando tiene toda su flota (treinta fragatas y un submarino) desplegada en el Este. La historia tiene algo de Fitzcarraldo, de muralla china, de dictador centroamericano, de mujeres clarividentes, de Gila y de lo coñazo que es la guerra cuando te pilla mirando para el lado que no es. Ya les digo: no sé en qué acabará todo esto si acaba en algo.
Esta canción, caprichos de la memoria, me recuerda a una habitación de hotel en Tabriz, con baño compartido y con tabricino arrugando el morro al enterarse del barrio en el que estábamos alojados.
Mientras tanto, lo no musical ya viene, ya viene. La cosa va por aquí: Un país, atacado por mar por el Oeste cuando tiene toda su flota (treinta fragatas y un submarino) desplegada en el Este. La historia tiene algo de Fitzcarraldo, de muralla china, de dictador centroamericano, de mujeres clarividentes, de Gila y de lo coñazo que es la guerra cuando te pilla mirando para el lado que no es. Ya les digo: no sé en qué acabará todo esto si acaba en algo.
dilluns, 25 d’octubre del 2010
divendres, 22 d’octubre del 2010
Leo en La Vanguardia que en los últimos años se está poniendo de moda el Repairing.
Superada la urticaria que me produce el nombre que le han puesto al asunto (qué cutre, cuánto de chiste de no saber inglés y cuánto de TE damos las gracias por volar con nosotros. ¡Arg!) me leo el decá(+1)logo de la cosa:
1-Haz que los objetos tengan una vida más larga
2-Las cosas tienen que ser diseñadas para poder ser reparadas
3-Reparar no significa reemplazar
4-No rompas el objeto o el producto, hazlo más fuerte
5-Reparar es una oportunidad creativa
6-Reparar va más allá de las modas
7-Reparar significa descubrir
8-No sólo se tiene que reparar en momentos de crisis, también en tiempos de bonanza económica
9-Cuando reparas algo, aquello se convierte en único
10-Reparar te ofrece más independencia de la tecnología
11-Puedes reparar cualquier cosa, incluso una bolsa de plástico
Y me viene a la cabeza la historia de un enano manufacturado en China y distribuido por todo el mundo en grandes almacenes, cuya única misión fuera la de hacer feliz a la gente. La gente es como es, claro, y cuando el enano se rompe y deja de hacerles el servicio, lo tira al contenedor de orgánica. Pero el enano tiene un dispositivo de autopropulsión y está programado para, al accionarlo, salir disparado del contenedor marrón y volver con su antiguo dueño con la esperanza de que a) lo repare o b) lo recicle como objeto decorativo. Triste, ¿eh?, lo mal aprovechado que acaba el enano de pie de lámpara, de muñequito de los achuchones desesperados o de juguete para el gato...
Todo eso me ha venido a la cabeza y no ha tardado en mezclarse ahí con mi obsesión de estos últimos días: la taxidermia, ya lo saben. ¿No sería la taxidermia la forma definitiva del repairing (puaj! puaj!)? Cumple los once preceptos: repásenlos ustedes mismos. Mi favorito es el número 6: "La taxidermia va más allá de las modas", el 8 y el 10 me parecen prescindibles y cogidos por los pelos, pero también encajan.
En fin, un día igual les cuento en qué acaban todas estas investigaciones mías sobre el disecado (que es una técnica que da como resultado un cierto tipo de taxidermia) y demás. De momento sólo les dejo con un sonido: el ruidito que debe de hacer al abrirse y cerrarse el cajón en el que se guardan los ojos de vidrio en el taller de un taxidermista.
Superada la urticaria que me produce el nombre que le han puesto al asunto (qué cutre, cuánto de chiste de no saber inglés y cuánto de TE damos las gracias por volar con nosotros. ¡Arg!) me leo el decá(+1)logo de la cosa:
1-Haz que los objetos tengan una vida más larga
2-Las cosas tienen que ser diseñadas para poder ser reparadas
3-Reparar no significa reemplazar
4-No rompas el objeto o el producto, hazlo más fuerte
5-Reparar es una oportunidad creativa
6-Reparar va más allá de las modas
7-Reparar significa descubrir
8-No sólo se tiene que reparar en momentos de crisis, también en tiempos de bonanza económica
9-Cuando reparas algo, aquello se convierte en único
10-Reparar te ofrece más independencia de la tecnología
11-Puedes reparar cualquier cosa, incluso una bolsa de plástico
Y me viene a la cabeza la historia de un enano manufacturado en China y distribuido por todo el mundo en grandes almacenes, cuya única misión fuera la de hacer feliz a la gente. La gente es como es, claro, y cuando el enano se rompe y deja de hacerles el servicio, lo tira al contenedor de orgánica. Pero el enano tiene un dispositivo de autopropulsión y está programado para, al accionarlo, salir disparado del contenedor marrón y volver con su antiguo dueño con la esperanza de que a) lo repare o b) lo recicle como objeto decorativo. Triste, ¿eh?, lo mal aprovechado que acaba el enano de pie de lámpara, de muñequito de los achuchones desesperados o de juguete para el gato...
Todo eso me ha venido a la cabeza y no ha tardado en mezclarse ahí con mi obsesión de estos últimos días: la taxidermia, ya lo saben. ¿No sería la taxidermia la forma definitiva del repairing (puaj! puaj!)? Cumple los once preceptos: repásenlos ustedes mismos. Mi favorito es el número 6: "La taxidermia va más allá de las modas", el 8 y el 10 me parecen prescindibles y cogidos por los pelos, pero también encajan.
En fin, un día igual les cuento en qué acaban todas estas investigaciones mías sobre el disecado (que es una técnica que da como resultado un cierto tipo de taxidermia) y demás. De momento sólo les dejo con un sonido: el ruidito que debe de hacer al abrirse y cerrarse el cajón en el que se guardan los ojos de vidrio en el taller de un taxidermista.
dimarts, 19 d’octubre del 2010
La vida estaba llena de problemas, aunque en Barcelona, en aquellos años, la vida era maravillosa y a los problemas los llamábamos sorpresas.
-Los detectives salvajes. Roberto Bolaño.
A mí sí que me ha pasado una cosa maravillosa: A cien páginas de acabar este libro de aquí arriba, justo en el momento en el que se encendía el piloto rojo de "Ve empezando a buscar otra lectura", cae en mis manos un sobre con mi nombre escrito, en el interior del cual me encuentro un libro con unas chicas pistoleras en la portada.
Esto sí que es una sorpresa, no en el sentido de problema sino en el sentido de ¡¡¡yippie!!!
Ahora Bolaño me quema y el diablo me llama.
-Los detectives salvajes. Roberto Bolaño.
A mí sí que me ha pasado una cosa maravillosa: A cien páginas de acabar este libro de aquí arriba, justo en el momento en el que se encendía el piloto rojo de "Ve empezando a buscar otra lectura", cae en mis manos un sobre con mi nombre escrito, en el interior del cual me encuentro un libro con unas chicas pistoleras en la portada.
Esto sí que es una sorpresa, no en el sentido de problema sino en el sentido de ¡¡¡yippie!!!
Ahora Bolaño me quema y el diablo me llama.
dilluns, 18 d’octubre del 2010
Totalmente desvelada, a las 5 de la mañana, me he puesto a mirar manuales de taxidermia. Y entre que aún no ha amanecido, el silencio este tan desubicado (que aún sin ser de día, esto sigue siendo el centro de Barcelona) y el tono tan técnico y aséptico de las explicaciones que he ido encontrando sobre maneras de cortar, abrir, vaciar, rellenar y substituir, han hecho que una sensación de ilegalidad y de estar en la mente de un asesino extremadamente escrupuloso me haya acompañado hasta ahora que ya está empezando a amanecer.
En el noble arte de la taxidermia se trabaja sobre animales ya muertos. Pero si un día de éstos se presentan por sorpresa en mi casa y les abro con un delantal de charcutero puesto, no sé, corran.
En el noble arte de la taxidermia se trabaja sobre animales ya muertos. Pero si un día de éstos se presentan por sorpresa en mi casa y les abro con un delantal de charcutero puesto, no sé, corran.
diumenge, 17 d’octubre del 2010
Notas sueltas del fin de semana
-He vuelto a pasar por la calle Aurora (era la calle Aurora, no la de la Cera, como había explicado en otro sitio) a ver si volvía a ver al señor con la gallina. No estaban. Igual salen a tomar la fresca sólo por la noche. Luego volveré a pasar: daba gusto ver a esa gallina tan oronda y también la orondez de satisfacción de la cara del señor; qué orgulloso parecía estar de su gallina. Estoy segura de que si le tiro un poco de la lengua, una de dos: o me explica historias maravillosas de su gallina o me dice con todo el aplomo (y la razón) del mundo: "Nena, ¿qué hay de raro en que un señor tenga una gallina?"
-En un momento de debilidad, una amiga dice que le da coraje pensar que a su exnovio le va tan bien. Le digo que lo de tenerle mucha rabia a alguien pasa siempre por imaginarse (y pongo mucho énfasis en la palabra imaginarse) que a ese alguien todo le va muy bien. Es un juego muy vicioso el de los vencidos. Apunto en la libreta "Nadie puede tener una relación de tú a tú con alguien mientras uno de los dos piense que el otro le debe un sentirse mal".
-He vuelto a pasar por la calle Aurora (era la calle Aurora, no la de la Cera, como había explicado en otro sitio) a ver si volvía a ver al señor con la gallina. No estaban. Igual salen a tomar la fresca sólo por la noche. Luego volveré a pasar: daba gusto ver a esa gallina tan oronda y también la orondez de satisfacción de la cara del señor; qué orgulloso parecía estar de su gallina. Estoy segura de que si le tiro un poco de la lengua, una de dos: o me explica historias maravillosas de su gallina o me dice con todo el aplomo (y la razón) del mundo: "Nena, ¿qué hay de raro en que un señor tenga una gallina?"
-En un momento de debilidad, una amiga dice que le da coraje pensar que a su exnovio le va tan bien. Le digo que lo de tenerle mucha rabia a alguien pasa siempre por imaginarse (y pongo mucho énfasis en la palabra imaginarse) que a ese alguien todo le va muy bien. Es un juego muy vicioso el de los vencidos. Apunto en la libreta "Nadie puede tener una relación de tú a tú con alguien mientras uno de los dos piense que el otro le debe un sentirse mal".
Etiquetes de comentaris:
Notas
divendres, 15 d’octubre del 2010
Mueran los ilustradores de personajitos cabezones (esa especie de mangas mal digeridos, de mejillas sonrosadas y ojos grandes con pupilitas vibrantes y en permanente estado de humefacción -me la he inventado esta última palabra-...).
Detalle, denme detalle; nada de fondos difuminados residuo de la época no superada de pintura con dedos de la guardería.
Dadme más libros de Einar Turkowski!
Uy, pero miren, ¡si hay uno nuevo y dentro de un mes es mi cumpleaños!
¡Gracias!
Detalle, denme detalle; nada de fondos difuminados residuo de la época no superada de pintura con dedos de la guardería.
Dadme más libros de Einar Turkowski!
Uy, pero miren, ¡si hay uno nuevo y dentro de un mes es mi cumpleaños!
¡Gracias!
dimecres, 13 d’octubre del 2010
Ni me acordaba pero claro, hay cosas que no hacen falta recordarlas porque están aquí siempre, a todas horas, te las meten por los ojos y por las orejas, son titulares en todos los periódicos y tendrías que ser ciego, sordo, autista, niño burbuja o preso incomunicado para no enterarte.
Los mineros. Los mineros están saliendo de la mina con cuentagotas. Treinta y tres gotitas de sangre, sudor y lágrimas siendo succionadas más que escupidas de un agujero en el suelo. Cada hora aproximadamente sale uno encapsuladito y con gafas de sol y se encuentra de narices con el presidente de Chile (imagínense que son ustedes el presidente de Chile.... No, hoy no les voy a hacer esto, qué horror ser el presidente de Chile hoy) listo para soltarles la frasecita: "Bienvenido a su patria", "Bienvenido al exterior", "La superficie le recibe con los brazos abiertos", "El país se alegra de que vuelva a estar con nosotros"... y así hasta treinta y tres. Y venga besos y abrazos y venga "le presento a mi señora" y venga "ah, sí, por cierto, ahí está la suya también".
En fin, que criticable lo es todo esto, y mucho: empezando por el anuncio que te meten cuando conectas con la CBS desde El País ("El show comenzará en 15 segundos", dice la frasecita con la que arranca la cuentaatrás de la duración de la publi: el "show", dice) y acabando por el artículo "Cómo sobrevivir a los medios" que publican en El País mismo. Sin olvidarnos de la orla con las fotos de los treinta y tres, que han colgado en la portada misma de la web del diario, en su esquina superior derecha, que, por formato, a mí ahora me recuerda al cuadro de los concursantes de Gran Hermano que ponen en la web de Telecinco, pero que antes, hace años, me hubiera referido directamente a los carteles que pedían el reagrupamiento de los presos, los que rezaban "Presoak Etxera", que pegaban en la pared de Curia con Navarrería.
Sí: criticables lo son las formas, pero efectivas también, que a mí me han conseguido arrancar una lagrimita cuando el supositorio extraíble en el que Juan Illanes hacía su particular viaje de vuelta del centro de la tierra ha asomado la punta, y eso que estaba recién levantada y aún no tenía yo la percepción a pleno rendimiento.
Y que lleve yo un rato repensándome si entro a degüello a criticar esas formas... Porque claro, el fondo es bueno, que al final están consiguiendo sacar a esos treinta y tres del ídem. Pero es que las formas... esas formas... Es la eterna cuestión al final: la de si el fin justifica o no los media.
Los mineros. Los mineros están saliendo de la mina con cuentagotas. Treinta y tres gotitas de sangre, sudor y lágrimas siendo succionadas más que escupidas de un agujero en el suelo. Cada hora aproximadamente sale uno encapsuladito y con gafas de sol y se encuentra de narices con el presidente de Chile (imagínense que son ustedes el presidente de Chile.... No, hoy no les voy a hacer esto, qué horror ser el presidente de Chile hoy) listo para soltarles la frasecita: "Bienvenido a su patria", "Bienvenido al exterior", "La superficie le recibe con los brazos abiertos", "El país se alegra de que vuelva a estar con nosotros"... y así hasta treinta y tres. Y venga besos y abrazos y venga "le presento a mi señora" y venga "ah, sí, por cierto, ahí está la suya también".
En fin, que criticable lo es todo esto, y mucho: empezando por el anuncio que te meten cuando conectas con la CBS desde El País ("El show comenzará en 15 segundos", dice la frasecita con la que arranca la cuentaatrás de la duración de la publi: el "show", dice) y acabando por el artículo "Cómo sobrevivir a los medios" que publican en El País mismo. Sin olvidarnos de la orla con las fotos de los treinta y tres, que han colgado en la portada misma de la web del diario, en su esquina superior derecha, que, por formato, a mí ahora me recuerda al cuadro de los concursantes de Gran Hermano que ponen en la web de Telecinco, pero que antes, hace años, me hubiera referido directamente a los carteles que pedían el reagrupamiento de los presos, los que rezaban "Presoak Etxera", que pegaban en la pared de Curia con Navarrería.
Sí: criticables lo son las formas, pero efectivas también, que a mí me han conseguido arrancar una lagrimita cuando el supositorio extraíble en el que Juan Illanes hacía su particular viaje de vuelta del centro de la tierra ha asomado la punta, y eso que estaba recién levantada y aún no tenía yo la percepción a pleno rendimiento.
Y que lleve yo un rato repensándome si entro a degüello a criticar esas formas... Porque claro, el fondo es bueno, que al final están consiguiendo sacar a esos treinta y tres del ídem. Pero es que las formas... esas formas... Es la eterna cuestión al final: la de si el fin justifica o no los media.
¡¡¡¡¡¡¡¡AAAAARRRRRGGGGGGGHHHHH!!!!!!!!!
(uf)
Por suerte, estas cosas suelen caer por su propio peso. Miren, la última pregunta y su respuesta (nótense el gran instinto editorial de la chick en cuestión):
¿Existen libros malos?
No. Cada libro aporta algo.
(uf)
Por suerte, estas cosas suelen caer por su propio peso. Miren, la última pregunta y su respuesta (nótense el gran instinto editorial de la chick en cuestión):
¿Existen libros malos?
No. Cada libro aporta algo.
dimarts, 12 d’octubre del 2010
Vaya ruina de agresión.
Imagínense que son ustedes el presidente de los Estados Unidos.
Se levantan por la mañana, se visten de sport y salen de su casa (blanca) a darse un bañito de masas. Lo normal. Vuelven a casa, se calzan las pantuflas y se sientan en su sofá a verse en las noticias... ¡Pero bueno! Pero, pero... ¡¡¡si me han agredido!!!, piensan. Cogen el teléfono y llaman al jefe de seguridad. El jefe de seguridad dice que sí, que él también lo acaba de ver en el telediario y que ya están investigando qué libro era, que sí, que de acuerdo que era un libro de bolsillo pero que lo importante aquí es saber QUÉ libro de bolsillo era. Lo dice para consolarles, porque a ustedes, los presidentes de los Estados Unidos, les hace pupita en la autoestima que, para una vez que les agreden, les agredan de una manera tan patética, tan falta de puntería y con tanta escasez de medios. Porque ustedes están convencidos que igual que una sociedad tiene los políticos que se merece, un político debería tener los atentados que se merece también, y ustedes se merecen mucho más que esto. Y se encuentran de repente nostálgicos perdidos de aquella gloriosa época de los magnicidios que desataban guerras, tan europeos aquellos magnicidios y aquellas guerras... Y se sienten de nuevo a la zaga de Europa. Y a punto están de echar mano al bote de prozac, cuando el jefe de seguridad se presenta en su casa (blanca) vestido de gala, para decirles in person, porque la ocasión lo merece, que no se piensen que están tratando aquí con un simple incidentito de nada, que la NASA, con sus aparatejos de ampliación absoluta de la imagen, han repasado frame por frame el vuelo del libro y que, de bolsillo sí que era, pero también era nada más y nada menos que un ejemplar de "La broma infinita", de Foster Wallace, y que con estos datos se puede hablar ya oficialmente, más que del Incidentito del Libro de Bolsillo, de un Librodebolsillogate con todas las letras, que son bastantes.
Y el jefe de seguridad les dice todo esto en posición de firmes por esas cosas del protocolo, cuando en realidad desearía decírselo abrazándoles, dándoles palmaditas en la espalda y susurrando a sus oídos "congratulations, dear President", que son muchos años de conocerse y esto es un triunfo para los dos.
Imagínense que son ustedes el presidente de los Estados Unidos.
Se levantan por la mañana, se visten de sport y salen de su casa (blanca) a darse un bañito de masas. Lo normal. Vuelven a casa, se calzan las pantuflas y se sientan en su sofá a verse en las noticias... ¡Pero bueno! Pero, pero... ¡¡¡si me han agredido!!!, piensan. Cogen el teléfono y llaman al jefe de seguridad. El jefe de seguridad dice que sí, que él también lo acaba de ver en el telediario y que ya están investigando qué libro era, que sí, que de acuerdo que era un libro de bolsillo pero que lo importante aquí es saber QUÉ libro de bolsillo era. Lo dice para consolarles, porque a ustedes, los presidentes de los Estados Unidos, les hace pupita en la autoestima que, para una vez que les agreden, les agredan de una manera tan patética, tan falta de puntería y con tanta escasez de medios. Porque ustedes están convencidos que igual que una sociedad tiene los políticos que se merece, un político debería tener los atentados que se merece también, y ustedes se merecen mucho más que esto. Y se encuentran de repente nostálgicos perdidos de aquella gloriosa época de los magnicidios que desataban guerras, tan europeos aquellos magnicidios y aquellas guerras... Y se sienten de nuevo a la zaga de Europa. Y a punto están de echar mano al bote de prozac, cuando el jefe de seguridad se presenta en su casa (blanca) vestido de gala, para decirles in person, porque la ocasión lo merece, que no se piensen que están tratando aquí con un simple incidentito de nada, que la NASA, con sus aparatejos de ampliación absoluta de la imagen, han repasado frame por frame el vuelo del libro y que, de bolsillo sí que era, pero también era nada más y nada menos que un ejemplar de "La broma infinita", de Foster Wallace, y que con estos datos se puede hablar ya oficialmente, más que del Incidentito del Libro de Bolsillo, de un Librodebolsillogate con todas las letras, que son bastantes.
Y el jefe de seguridad les dice todo esto en posición de firmes por esas cosas del protocolo, cuando en realidad desearía decírselo abrazándoles, dándoles palmaditas en la espalda y susurrando a sus oídos "congratulations, dear President", que son muchos años de conocerse y esto es un triunfo para los dos.
dilluns, 11 d’octubre del 2010
Hoy hace mucho viento.
Estaba yo hace un momento sentada en el sofá y he oído como algo se rompía contra el suelo, en la calle. He salido al balcón y he visto que mi ficus no estaba en su sitio. He pensado, mientras me asomaba: ¿Le habrá dado a alguien?; pero qué raro que no se haya oído barullo y exclamaciones de susto; mierda, era la única planta que me aguantaba viva; y pero ¿dónde ha caído? (por este orden). Entonces he recordado que después de comer, había puesto el ficus en la fregadera para regarlo. He ido a la cocina, he cogido el ficus y lo he puesto en el balcón.
Una de dos: o en mi fuero interno deseo que el ficus caiga a la calle arrastrado por el viento o el encargado del montaje (en sentido cinematográfico) de mi vida lo está haciendo todo al revés.
Y esto último no es la primera vez que lo sospecho.
Estaba yo hace un momento sentada en el sofá y he oído como algo se rompía contra el suelo, en la calle. He salido al balcón y he visto que mi ficus no estaba en su sitio. He pensado, mientras me asomaba: ¿Le habrá dado a alguien?; pero qué raro que no se haya oído barullo y exclamaciones de susto; mierda, era la única planta que me aguantaba viva; y pero ¿dónde ha caído? (por este orden). Entonces he recordado que después de comer, había puesto el ficus en la fregadera para regarlo. He ido a la cocina, he cogido el ficus y lo he puesto en el balcón.
Una de dos: o en mi fuero interno deseo que el ficus caiga a la calle arrastrado por el viento o el encargado del montaje (en sentido cinematográfico) de mi vida lo está haciendo todo al revés.
Y esto último no es la primera vez que lo sospecho.
Hay una literatura para cuando estás aburrido. Abunda. Hay una literatura para cuando estás calmado. Ésa es la mejor literatura, creo yo. También hay una literatura para cuando estás triste. Y hay una literatura para cuando estás alegre. Hay una literatura para cuando estás ávido de conocimiento. Y hay una literatura para cuando estás desesperado (...). Tomemos, por ejemplo, un lector medio, un tipo tranquilo, culto, de vida más o menos sana, maduro. Un hombre que compra libros y revistas de literatura. Bien, ahí está. Ese hombre puede leer aquello que se escribe para cuando estás sereno, para cuando estás calmado, pero también puede leer cualquier otra clase de literatura, con ojo crítico, sin complicidades absurdas o lamentables, con desapasionamiento. Eso es lo que yo creo. No quiero ofender a nadie. Ahora tomemos al lector desesperado, aquel a quien presumiblemente va dirigida la literatura de los desesperados. ¿Qué es lo que ven? Primero: se trata de un lector adolescente o de un adulto inmaduro, acobardado, con los nervios a flor de piel. Es el típico pendejo (perdonen la expresión) que se suicidaba después de leer el Werther. Segundo: es un lector limitado. ¿Por qué limitado? Elemental, porque no puede leer más que literatura desesperada o para desesperados, tanto monta, monta tanto, un tipo o un enjendro incapaz de leerse de un tirón En busca del tiempo perdido, por ejemplo, o La montaña mágica (en mi modesta opinión, un paradigma de la literatura tranquila, serena, completa) o, si a eso vamos, Los miserables o Guerra y paz (...). Otrosí: los lectores desesperados son como las minas de oro de California: ¡Más temprano que tarde se acaban! ¿Por qué? ¡Resulta evidente! No se puede vivir desesperado toda una vida, el cuerpo termina doblegándose, el dolor termina haciéndose insoportable, la lucidez se escapa en grandes chorros fríos. El lector desesperado (más aún el lector de poesía desesperado, ése es insoportable, créanme) acaba por desentenderse de los libros, acaba ineluctablemente convirtiéndose en desesperado a secas. ¡O se cura! Y entonces, como parte de su proceso de regeneración, vuelve lentamente, como entre algodones,como bajo una lluvia de píldoras tranquilizantes fundidas, vuelve, digo, a una literatura escrita para lectores serenos, reposados, con la mente bien centrada. A eso se le llama (y si nadie le llama así, yo le llamo así) el paso de la adolescencia a la edad adulta.
Roberto Bolaño. Los detectives salvajes.
Sí: por fin (así como recién caída del guindo) estoy leyendo (bien) a Bolaño. Y ¿saben aquellos que descubren al Barça y, de repente, son los más culés o aquellos que dejan de fumar y, de repente, son los más talibanes del antitabaquismo? Pues en este plan estoy. Se me preparen.
Roberto Bolaño. Los detectives salvajes.
Sí: por fin (así como recién caída del guindo) estoy leyendo (bien) a Bolaño. Y ¿saben aquellos que descubren al Barça y, de repente, son los más culés o aquellos que dejan de fumar y, de repente, son los más talibanes del antitabaquismo? Pues en este plan estoy. Se me preparen.
diumenge, 10 d’octubre del 2010
Caleidoscopio roto.
Podría ser el título de la peor novela de la historia (acabaría siendo un bestseller y adaptada a serial de televisión, seguramente), pero de momento sólo es una cosa que yo tengo ahora mismo en casa: un caleidoscopio roto.
Mi gato tiene la manía o el instinto, no sé -porque nunca sé si mi gato las cosas que hace, las hace porque no puede evitar hacerlas o simplemente por tocarme las pelotas- de subirse al escritorio y pasearse por toda su superficie empujando con su pata, hasta que caen al suelo, todas las cosas pequeñas que encuentra en su camino. Luego, cuando tiene la superficie despejada, no crean que se tumba y se pega una siesta estirado todo lo largo que es, no: él salta al suelo también y busca cualquier otro rincón para ponerse a dormir.
No sé por qué tengo un caleidoscopio en casa (igual que no sé por qué tengo un gato, dos, de hecho, en casa). Cuando lo compré, vivía en otro piso y allí lo tenía al lado de la cama, en un estante clavado a la pared que hacía las veces de mesilla de noche. Me mudé, y el caleidoscopio vino conmigo. Ahora su sitio es una esquina del escritorio. Mi gato ya lo había tirado otras veces al suelo pero nunca, hasta hoy, se había roto. ¿Han visto ustedes alguna vez un caleidoscopio roto? Es la gran decepción. Es un tubo de cartón, un poliedro triangular con las paredes interiores forradas de espejo, dos círculos de plástico transparente y siete piececitas de plástico de colores que, tiradas por el suelo, no hacen ni pizca de gracia: te dan ganas de barrerlas y tirarlas a la basura antes que de volverlas a poner dentro del triángulo de espejos.
Cuando lo he visto todo ahí, desparramado, primero he pensado en el holismo (¡ah, qué gran bofetada de la realidad me supuso aquel experimento en primera persona!), luego he pensado en las ilusiones ópticas, en cómo, siendo tan tontitas ellas, consiguen causarnos una cierta sorpresa (tan tontitos somos nosotros también); y luego, en el carisma de ciertas personas, que aparecen y absorben tu atención y te enredan y te enganchan y te fascinan, hasta que te empiezas a fijar en los detalles y la fascinación se convierte en compadecimiento y, claro, he pensado en Gastby (Dios, pobre desgraciado) y en Britney Spears y en El Pequeño Ruiseñor, paradigmas todos del juguete roto. Y he vuelto a pensar en el holismo, pero esta vez en un holismo revertido; de fuera a dentro. Un retroholismo que en vez de hacerte decir "fíjate, parece increíble el buen resultado que da la suma de estas cuatro cositas tontas", te hace decir "fíjate, lo mucho que parece y en realidad está hecho de nada". Me ha interrumpido el despertador, ayer se me olvidó apagarlo, menos mal porque estaba a punto caer en el error tan mío de aplicar a mi persona todo esto que estaba pensando.
Una de dos: o aprendo a excluirme como objeto de mis divagaciones mentales sobre cualquier tema (¡tanto yo, yo y yo!) o doy a mis gatos en adopción.
Podría ser el título de la peor novela de la historia (acabaría siendo un bestseller y adaptada a serial de televisión, seguramente), pero de momento sólo es una cosa que yo tengo ahora mismo en casa: un caleidoscopio roto.
Mi gato tiene la manía o el instinto, no sé -porque nunca sé si mi gato las cosas que hace, las hace porque no puede evitar hacerlas o simplemente por tocarme las pelotas- de subirse al escritorio y pasearse por toda su superficie empujando con su pata, hasta que caen al suelo, todas las cosas pequeñas que encuentra en su camino. Luego, cuando tiene la superficie despejada, no crean que se tumba y se pega una siesta estirado todo lo largo que es, no: él salta al suelo también y busca cualquier otro rincón para ponerse a dormir.
No sé por qué tengo un caleidoscopio en casa (igual que no sé por qué tengo un gato, dos, de hecho, en casa). Cuando lo compré, vivía en otro piso y allí lo tenía al lado de la cama, en un estante clavado a la pared que hacía las veces de mesilla de noche. Me mudé, y el caleidoscopio vino conmigo. Ahora su sitio es una esquina del escritorio. Mi gato ya lo había tirado otras veces al suelo pero nunca, hasta hoy, se había roto. ¿Han visto ustedes alguna vez un caleidoscopio roto? Es la gran decepción. Es un tubo de cartón, un poliedro triangular con las paredes interiores forradas de espejo, dos círculos de plástico transparente y siete piececitas de plástico de colores que, tiradas por el suelo, no hacen ni pizca de gracia: te dan ganas de barrerlas y tirarlas a la basura antes que de volverlas a poner dentro del triángulo de espejos.
Cuando lo he visto todo ahí, desparramado, primero he pensado en el holismo (¡ah, qué gran bofetada de la realidad me supuso aquel experimento en primera persona!), luego he pensado en las ilusiones ópticas, en cómo, siendo tan tontitas ellas, consiguen causarnos una cierta sorpresa (tan tontitos somos nosotros también); y luego, en el carisma de ciertas personas, que aparecen y absorben tu atención y te enredan y te enganchan y te fascinan, hasta que te empiezas a fijar en los detalles y la fascinación se convierte en compadecimiento y, claro, he pensado en Gastby (Dios, pobre desgraciado) y en Britney Spears y en El Pequeño Ruiseñor, paradigmas todos del juguete roto. Y he vuelto a pensar en el holismo, pero esta vez en un holismo revertido; de fuera a dentro. Un retroholismo que en vez de hacerte decir "fíjate, parece increíble el buen resultado que da la suma de estas cuatro cositas tontas", te hace decir "fíjate, lo mucho que parece y en realidad está hecho de nada". Me ha interrumpido el despertador, ayer se me olvidó apagarlo, menos mal porque estaba a punto caer en el error tan mío de aplicar a mi persona todo esto que estaba pensando.
Una de dos: o aprendo a excluirme como objeto de mis divagaciones mentales sobre cualquier tema (¡tanto yo, yo y yo!) o doy a mis gatos en adopción.
dissabte, 9 d’octubre del 2010
Miren que sueño más extraño:
Estaba en una ciudad que a veces era Milán y a veces era Venecia, paseando con un antiguo jefe. Nos encontrábamos con una chica rubia que hablaba catalán y que a mí me sonaba muchísimo: la conocía de vista. Mi antiguo jefe me decía: Mira, ésta es fulanita. Y, mira qué cosa más extraña: es cristiana. Yo preguntaba: ¿pero cristiana católica? Y ella contestaba, con gran cara de orgullo, que sí. Yo decía: Bueno, vaya cosa, yo originariamente también lo era, pero hace tiempo que dejé de creer en esas cosas. Y le preguntaba si practicaba a rajatabla. Me contestaba que sí y yo pensaba (porque ya había caído de qué me sonaba: conocía a su novio): anda que su novio debe de estar encantado, vamos... Eso era lo único que pensaba yo.
Después me acordaba de Unamuno. Cuando yo tenía unos 14 años, en clase de literatura, en una de esas lecciones que los libros de literatura de BUP dedican a las biografías de los escritores, leí que Unamuno había tenido una crisis de fe. La biografía de Unamuno presentaba un antes y después de la crisis de fe. Me quedé fascinada por la idea: yo nunca había oído de la existencia de ese tipo de crisis que ahí, escrita en el libro de literatura, no sé si voluntaria o involuntariamente por parte del autor de esa entrada, sonaba a momento de gran liberación para Unamuno. De gran liberación una vez superado el gran desconcierto que produce una crisis en primera instancia.
Entonces, en mi sueño, me preguntaba si esa pobre chica rubia había oído alguna vez de la crisis de fe de Unamuno y me planteaba si se lo tenía que explicar o no.
Me he despertado en el momento en que decidía que no, mejor no se lo explicaba y que se jodiera.
Estaba en una ciudad que a veces era Milán y a veces era Venecia, paseando con un antiguo jefe. Nos encontrábamos con una chica rubia que hablaba catalán y que a mí me sonaba muchísimo: la conocía de vista. Mi antiguo jefe me decía: Mira, ésta es fulanita. Y, mira qué cosa más extraña: es cristiana. Yo preguntaba: ¿pero cristiana católica? Y ella contestaba, con gran cara de orgullo, que sí. Yo decía: Bueno, vaya cosa, yo originariamente también lo era, pero hace tiempo que dejé de creer en esas cosas. Y le preguntaba si practicaba a rajatabla. Me contestaba que sí y yo pensaba (porque ya había caído de qué me sonaba: conocía a su novio): anda que su novio debe de estar encantado, vamos... Eso era lo único que pensaba yo.
Después me acordaba de Unamuno. Cuando yo tenía unos 14 años, en clase de literatura, en una de esas lecciones que los libros de literatura de BUP dedican a las biografías de los escritores, leí que Unamuno había tenido una crisis de fe. La biografía de Unamuno presentaba un antes y después de la crisis de fe. Me quedé fascinada por la idea: yo nunca había oído de la existencia de ese tipo de crisis que ahí, escrita en el libro de literatura, no sé si voluntaria o involuntariamente por parte del autor de esa entrada, sonaba a momento de gran liberación para Unamuno. De gran liberación una vez superado el gran desconcierto que produce una crisis en primera instancia.
Entonces, en mi sueño, me preguntaba si esa pobre chica rubia había oído alguna vez de la crisis de fe de Unamuno y me planteaba si se lo tenía que explicar o no.
Me he despertado en el momento en que decidía que no, mejor no se lo explicaba y que se jodiera.
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Unamuno
divendres, 8 d’octubre del 2010
Si Mario Vargas Llosa fuera como yo, hace treinta años se habría cagado en el día en que se metió en el embolao de aceptar la propuesta de una editorial de escribir los prólogos de los 25 títulos de su nueva entonces colección de narrativa del siglo XX. Eso es lo primero que he pensado cuando esta tarde he cogido el Dublineses de James Joyce de esa colección que les decía y me he encontrado (no me acordaba) con que Vargas Llosa firma el prólogo.
Lo segundo que he pensado es que Mario Vargas Llosa no es para nada como yo.
Y lo tercero que he pensado, cuando he visto que el prólogo estaba fechado un 17 de noviembre y, cuando he visto también que en una de las fotos que incluye esa edición, Joyce tiene una mirada que me recuerda muchísimo a la de mi amigo Iñaki, es en cómo hay cosas (y personas) que nada más aparecer, por tres detalles tontos como éstos, te dan la impresión de que encajan a la perfección en ese momento de tu vida y te acaban de convencer de que se tienen que quedar.
He cogido Dublineses esta tarde porque estaba aburrida, lo tenía en la estantería al alcance de la mano y estos últimos días, hemos hablado de este libro en el trabajo. Sin más. Cuando he llegado al final del prólogo, sólo por haber visto la foto, la firma y la fecha del prólogo, ya estaba convencida de que no iba a levantar el culo del sofá hasta la hora de la cena. Ahí tienen un ejemplo: tres datos del libro, ajenos en realidad a las historias que se cuentan en el libro, y el libro debía quedarse conmigo.
Bueno, todo esto de antes es un desvarío mío. Yo en realidad quería hablar de Mario Vargas Llosa.
Si tienen alguna duda sobre si Vargas Llosa se merecía o no el Nobel de literatura, lo único que tienen que hacer es conseguir una edición de La ciudad y los perros (por decir alguno) y ponerse poquito a poquito a leer desde la primera página. No piensen en lo que saben de Vargas Llosa, simplemente, pónganse a leer. Que no se les vaya la cabeza pensando si Vargas Llosa se cagó en todo cuando se dio cuenta de que no era uno, no, eran 25 los prólogos que tenía que escribir; o recordando aquel discurso suyo de político en balcón; o ni siquiera pensando en el repiqueteo de su máquina de escribir, si tomaría café entre desplazamiento y desplazamiento de carro...
Pensar que lo que hacía o dejaba de hacer; lo que pensaba o dejaba de pensar políticamente Mario Vargas Llosa mientras escribía La ciudad y los perros o cualquier otra, enturbia o llega a colarse de alguna manera en su literatura, es una gilipollez. Ése es el gran rasgo de la literatura impecable de Mario Vargas Llosa. Ése es el gran rasgo de la literatura por la literatura. Lo demás es literatura comercial, literatura denuncia, literatura de "mira qué listo soy" o de "mira cuántas cosas sé".
Así que no piensen en todo eso mientras leen pero no se olviden tampoco de que Mario Vargas Llosa no se ha privado de hacer nada de todo eso que ha hecho (amar, meterse en política, viajar...) además de escribir.
Por todo esto pienso que es merecidísimo el Nobel que le han dado a Mario Vargas Llosa.
Lo segundo que he pensado es que Mario Vargas Llosa no es para nada como yo.
Y lo tercero que he pensado, cuando he visto que el prólogo estaba fechado un 17 de noviembre y, cuando he visto también que en una de las fotos que incluye esa edición, Joyce tiene una mirada que me recuerda muchísimo a la de mi amigo Iñaki, es en cómo hay cosas (y personas) que nada más aparecer, por tres detalles tontos como éstos, te dan la impresión de que encajan a la perfección en ese momento de tu vida y te acaban de convencer de que se tienen que quedar.
He cogido Dublineses esta tarde porque estaba aburrida, lo tenía en la estantería al alcance de la mano y estos últimos días, hemos hablado de este libro en el trabajo. Sin más. Cuando he llegado al final del prólogo, sólo por haber visto la foto, la firma y la fecha del prólogo, ya estaba convencida de que no iba a levantar el culo del sofá hasta la hora de la cena. Ahí tienen un ejemplo: tres datos del libro, ajenos en realidad a las historias que se cuentan en el libro, y el libro debía quedarse conmigo.
Bueno, todo esto de antes es un desvarío mío. Yo en realidad quería hablar de Mario Vargas Llosa.
Si tienen alguna duda sobre si Vargas Llosa se merecía o no el Nobel de literatura, lo único que tienen que hacer es conseguir una edición de La ciudad y los perros (por decir alguno) y ponerse poquito a poquito a leer desde la primera página. No piensen en lo que saben de Vargas Llosa, simplemente, pónganse a leer. Que no se les vaya la cabeza pensando si Vargas Llosa se cagó en todo cuando se dio cuenta de que no era uno, no, eran 25 los prólogos que tenía que escribir; o recordando aquel discurso suyo de político en balcón; o ni siquiera pensando en el repiqueteo de su máquina de escribir, si tomaría café entre desplazamiento y desplazamiento de carro...
Pensar que lo que hacía o dejaba de hacer; lo que pensaba o dejaba de pensar políticamente Mario Vargas Llosa mientras escribía La ciudad y los perros o cualquier otra, enturbia o llega a colarse de alguna manera en su literatura, es una gilipollez. Ése es el gran rasgo de la literatura impecable de Mario Vargas Llosa. Ése es el gran rasgo de la literatura por la literatura. Lo demás es literatura comercial, literatura denuncia, literatura de "mira qué listo soy" o de "mira cuántas cosas sé".
Así que no piensen en todo eso mientras leen pero no se olviden tampoco de que Mario Vargas Llosa no se ha privado de hacer nada de todo eso que ha hecho (amar, meterse en política, viajar...) además de escribir.
Por todo esto pienso que es merecidísimo el Nobel que le han dado a Mario Vargas Llosa.
dimecres, 6 d’octubre del 2010
Miren el título de esta noticia que les linko. Ahora, miren el subtítulo.
Acaban ustedes de leer la sublimación del donde dije digo, digo Diego. ¡Qué bonito! Y en un diario de información general. A mí me parece maravilloso. Es como si titularan: "El barça ganará la próxima Champions. (N. del A.: no me hagan caso: la puede ganar cualquier otro que no sea el Barça)".
Y ahora, miren otro ejemplo de cómo funcionan los medios: el Nobel de literatura, como han visto en el artículo del link, se da mañana jueves, día, en principio, de emisión del único programa de libros de TV3. Ah, pero no: justamente este jueves, día de la entrega del Nobel de literatura, no hay único programa de libros de TV3 porque este mes de octubre, la programación de TV3 está dedicada a un país: Ecuador, y en lugar del programa de libros, TV3 ha programado un especial sobre Ecuador. Entonces ustedes piensan: "Hombre, tal como están las cosas en Ecuador, también es normal que decidan dedicarle un poco de tiempo extra...". Aaaah, pero tampoco: el programa en cuestión no es un informativo sobre la situación política del país, sino que consta de un reportaje en el que una ecuatoriana que vive en Barcelona explica cómo con el dinero que ha ganado aquí se ha podido comprar una casa en Quito, y de la proyección de una película de realización ecuatoriana que explica la odisea de dos jóvenes que van de viaje en bus y, cuando se estropea el bus, deciden seguir haciendo autoestop.
No sé. Por lo menos esto se traduce en una semana tranquila para mí, que bastante bien me viene con el trancazo que llevo.
Vuelvo a la lectura.
Acaban ustedes de leer la sublimación del donde dije digo, digo Diego. ¡Qué bonito! Y en un diario de información general. A mí me parece maravilloso. Es como si titularan: "El barça ganará la próxima Champions. (N. del A.: no me hagan caso: la puede ganar cualquier otro que no sea el Barça)".
Y ahora, miren otro ejemplo de cómo funcionan los medios: el Nobel de literatura, como han visto en el artículo del link, se da mañana jueves, día, en principio, de emisión del único programa de libros de TV3. Ah, pero no: justamente este jueves, día de la entrega del Nobel de literatura, no hay único programa de libros de TV3 porque este mes de octubre, la programación de TV3 está dedicada a un país: Ecuador, y en lugar del programa de libros, TV3 ha programado un especial sobre Ecuador. Entonces ustedes piensan: "Hombre, tal como están las cosas en Ecuador, también es normal que decidan dedicarle un poco de tiempo extra...". Aaaah, pero tampoco: el programa en cuestión no es un informativo sobre la situación política del país, sino que consta de un reportaje en el que una ecuatoriana que vive en Barcelona explica cómo con el dinero que ha ganado aquí se ha podido comprar una casa en Quito, y de la proyección de una película de realización ecuatoriana que explica la odisea de dos jóvenes que van de viaje en bus y, cuando se estropea el bus, deciden seguir haciendo autoestop.
No sé. Por lo menos esto se traduce en una semana tranquila para mí, que bastante bien me viene con el trancazo que llevo.
Vuelvo a la lectura.
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Protesto.
dimarts, 5 d’octubre del 2010
Este dibujo es de Brieva. Brieva se copia de mi madre. A mi madre, si le dices: "Hoy he dormido mal", te contesta: "No. Eres demasiado joven para dormir mal". Tema zanjado. Seguro que mi madre se copia de otros; seguro que mi abuela o así le decía cosas como las que ella me dice a mí y seguro que mi abuela también se copiaba de otros y esos otros de otros y los otros de otros y los otros de otros...
He copiado el dibujo del Tumblr de Víctor (éste). La gracia de Tumblr, el motivo por el que Tumblr engancha, es porque puedes seguir el camino de las cosas hasta que llegan primero a tu abuela, luego a tu madre y luego a ti. Lo que pasa es que el camino a la inversa no puede completarse nunca por una cuestión de tiempo: la gente, hace millones de años, no colgaba cosas en Tumblr, así que te encuentras con que todas las cosas han aparecido hace, como mucho, un par o tres de años. En la vida ocurre un poco lo mismo y también por una cuestión de tiempo: yo puedo preguntarle a mi madre si mi abuela le decía también de manera tan categórica si ella podía haber dormido mal o no pero, si mi madre me dice que sí, no puedo ir a mi abuela a preguntarle si mi bisabuela también se lo decía a ella porque mi abuela está muerta (ahí tienen la cuestión de tiempo; tiempo que se acaba, no que empieza tarde, en esta ocasión).
Otro problema que comparten Tumblr y la vida es que al final es uno quien elige por dónde alargar la línea y uno, cogiendo y alargando, puede despistarse mucho. Se puede ir estirando una línea siniestra, por ejemplo, y de repente, en un día tonto, a uno le da por meter un Hello Kitty y seguir a partir de entonces tirando por el color rosa. Y al día siguiente, sigue con el rosa y, al siguiente, más, para de repente darse cuenta que ha perdido totalmente la línea siniestra, a su abuela, a su madre y a todos los que vinieron antes de todos sus antepasados. Y adiós coherencia.
En este punto estoy un poco. Despistada perdida pero sin poder parar de estirar. Supongo que lo han notado. Lo bueno es que he estado en Pamplona y eso siempre me funciona como reset. Así que ya tengo medio ubicadas mis referencias de siempre. Ya vuelvo ¿ves que bien?.
Gracias por su paciencia.
dilluns, 4 d’octubre del 2010
Me acabo de dar cuenta: Me estoy haciendo una vida a base de las palabras de las que habla Ángel Gabilondo en la introducción a su libro "Menos que palabras", o sea, de palabras "a las que no les basta con decir lo que dicen y buscan siempre decir más, incluso de más (...)". Palabras que "no llegan a ser nunca palabras rotundas, sustanciales, ni del todo plenas. Y no simplemente por lo que les falta, sino por el faltar que ofrecen".
Sí, eso es lo que me pasa y lo que me provoca el andar permanentemente dispuesta a soltar la muletilla "es como si algo me faltara", que no es sino la formulación de una esperanza secreta más que de una frustración. Y a veces todo esto me parece una filosofía de vida de lo más odiosa, pero es que no sabría vivir de otra manera. ¿Se imaginan llegar al punto del "ya lo he conseguido todo"? Tengo un amigo que, el año pasado, tuvo esa sensación y a punto estuvo de mandarlo todo a la mierda para empezar de nuevo. Yo vi lo que sufrió e intenté animarle diciéndole cosas como: "¿No ves que no tienes nada y además, en el caso de tenerlo, podrías perderlo en cualquier momento?" Acabamos él dándose cuenta de que así era -eso le animó muchísimo- y yo totalmente convencida de que él era de los míos.
Vivan las palabras (y las cosas) que -Gabilondo dixit- no es que digan poco, es que dicen lo poco. Vivan los conceptos inventados in extremis para poder obviar que era ahí donde parecía encontrarse el límite. Vivan los burros como mi amigo y yo, que no aceptamos una vida carente de zanahorias.
Sí, eso es lo que me pasa y lo que me provoca el andar permanentemente dispuesta a soltar la muletilla "es como si algo me faltara", que no es sino la formulación de una esperanza secreta más que de una frustración. Y a veces todo esto me parece una filosofía de vida de lo más odiosa, pero es que no sabría vivir de otra manera. ¿Se imaginan llegar al punto del "ya lo he conseguido todo"? Tengo un amigo que, el año pasado, tuvo esa sensación y a punto estuvo de mandarlo todo a la mierda para empezar de nuevo. Yo vi lo que sufrió e intenté animarle diciéndole cosas como: "¿No ves que no tienes nada y además, en el caso de tenerlo, podrías perderlo en cualquier momento?" Acabamos él dándose cuenta de que así era -eso le animó muchísimo- y yo totalmente convencida de que él era de los míos.
Vivan las palabras (y las cosas) que -Gabilondo dixit- no es que digan poco, es que dicen lo poco. Vivan los conceptos inventados in extremis para poder obviar que era ahí donde parecía encontrarse el límite. Vivan los burros como mi amigo y yo, que no aceptamos una vida carente de zanahorias.
dissabte, 2 d’octubre del 2010
Aviso pamplonicas: el domingo estaré por allá. Vamos en manada: somos 6. Llegaremos por la mañana y nos iremos el lunes también por la mañana. El plan es pasarnos todo el día poniéndole al mal tiempo buena cara y paraguas y comiéndonos todos los pintxos que encontremos por el camino, en los sitios de siempre. Ahí iremos, buscando pintxos de txistorra como quien va buscando setas, que yo me conozco dónde crecen y vosotros también, así que salid a encontrarnos al camino o llamadme al móvil y si no hay cobertura es que estamos en el Otano.
Nuestra ruta es: Logroño-Iruña (pasando por Barañain y por cerca de Buñuel y Fustiñana). Ya, qué tontería, pero ¿habéis visto cuántos sitios con ñ? Esto en Catalunya no hay.
Venga, goazen!
Nuestra ruta es: Logroño-Iruña (pasando por Barañain y por cerca de Buñuel y Fustiñana). Ya, qué tontería, pero ¿habéis visto cuántos sitios con ñ? Esto en Catalunya no hay.
Venga, goazen!
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Del blog como cosa práctica
divendres, 1 d’octubre del 2010
Imaginen que son ustedes la corista de Nacho Vegas desde hace un montón de tiempo. Que han ido con él de gira en la furgoneta, que le han tenido que aguantar unos colocones de muerte, que se han convertido en el blanco de todo tipo de objetos arrojadizos alguna vez que él no ha podido salir a cantar y les ha tocado a ustedes ir al micro y decir que no hay concierto... Que se han pasado quince años, por ejemplo, siendo su chica para todo, (dato importante a continuación) cuando no había otra.
Ahora imagínense que un día les llama Nacho Vegas y les dice: "Oye, que me he enrollado con Cristina Rosenvinge y voy a grabar un disco con ella y ya no te necesito ni para los coros ni para nada".
Y ustedes se quedan de pasta de boniato con el teléfono haciendo "pip-pip-pip" en la mano, asimilando la información que acaban de recibir.
Entonces hacen un escaner mental hasta localizar y aislar a la individua Cristina Rosenvinge en la memoria. Y empiezan a recuperar mentalmente todas las referencias que tienen de este personaje. Recuerdan que era rubia, con boquita de piñón permanentemente pintada de rojo, que llevaba botas y chupa de cuero así como de chica dura y que cantaba en los ochenta con un tío que tenía las orejas muy grandes. Y les viene a la cabeza aquella canción que ponían en todas las fiestas y que todo el mundo se sabía, ustedes también, y que cuando la ponían todo el mundo, ustedes también, hacían ¡¡¡UUUUHH!! y daban un saltito porque les encantaba. Pero ahora les irrita, Cristina Rosenvinge, les irrita muchísimo y quieren cogerle el sombrerito aquel ridículo que llevaba en aquel videoclip de la cancioncita de marras y encasquetárselo hasta las orejas.
Pero párense a pensar un momento. ¿Por qué odian tanto ahora a Cristina Rosenvinge si antes gritaban de alegría cada vez que salía por la tele? La odian tanto porque ahora Cristina Rosenvinge folla, le hace los coros y le aguanta la cabeza en el váter a Nacho Vegas, que es exactamente lo que ustedes han hecho durante quince años. Cristina Rosenvinge se ha convertido en ustedes. Ahora ustedes pueden ser cualquier otra cosa pero Cristina Rosenvinge sólo puede ser ustedes ergo si ustedes odian a Cristina Rosenvinge, ¡ustedes se odian a ustedes mismos!
Yo creo que en los celos hay mucho de odiarse a uno mismo.
Ya está. No sé. Es una cosa que se me ha ocurrido mientras hacía tortillas de patatas.
Ahora imagínense que un día les llama Nacho Vegas y les dice: "Oye, que me he enrollado con Cristina Rosenvinge y voy a grabar un disco con ella y ya no te necesito ni para los coros ni para nada".
Y ustedes se quedan de pasta de boniato con el teléfono haciendo "pip-pip-pip" en la mano, asimilando la información que acaban de recibir.
Entonces hacen un escaner mental hasta localizar y aislar a la individua Cristina Rosenvinge en la memoria. Y empiezan a recuperar mentalmente todas las referencias que tienen de este personaje. Recuerdan que era rubia, con boquita de piñón permanentemente pintada de rojo, que llevaba botas y chupa de cuero así como de chica dura y que cantaba en los ochenta con un tío que tenía las orejas muy grandes. Y les viene a la cabeza aquella canción que ponían en todas las fiestas y que todo el mundo se sabía, ustedes también, y que cuando la ponían todo el mundo, ustedes también, hacían ¡¡¡UUUUHH!! y daban un saltito porque les encantaba. Pero ahora les irrita, Cristina Rosenvinge, les irrita muchísimo y quieren cogerle el sombrerito aquel ridículo que llevaba en aquel videoclip de la cancioncita de marras y encasquetárselo hasta las orejas.
Pero párense a pensar un momento. ¿Por qué odian tanto ahora a Cristina Rosenvinge si antes gritaban de alegría cada vez que salía por la tele? La odian tanto porque ahora Cristina Rosenvinge folla, le hace los coros y le aguanta la cabeza en el váter a Nacho Vegas, que es exactamente lo que ustedes han hecho durante quince años. Cristina Rosenvinge se ha convertido en ustedes. Ahora ustedes pueden ser cualquier otra cosa pero Cristina Rosenvinge sólo puede ser ustedes ergo si ustedes odian a Cristina Rosenvinge, ¡ustedes se odian a ustedes mismos!
Yo creo que en los celos hay mucho de odiarse a uno mismo.
Ya está. No sé. Es una cosa que se me ha ocurrido mientras hacía tortillas de patatas.
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