A veces echo MUCHO de menos a gente a quien no debería echar de menos NADA.
y es que me da, me da, me da... me da rabia. Me llaman MAL el nombre!!!
Apa, me voy a votar.
diumenge, 28 de novembre del 2010
Del Oeste seguían llegando mensajes de inmovilidad de la tropa enemiga: pasaba un día, -no se mueven-; pasaba otro, -siguen ahí pero no avanzan-; pasaba otro... El Presidente empezaba a impacientarse y, a la cuarta noche desde su orden de relajación, después de tres noches de recuperar el tiempo perdido con su esposa, un poco porque físicamente no daba mucho más de sí, un poco porque empezaba a estar muy mosca, acabó comentándole a la primera dama lo raro del asunto. -¿La sombra no crece? -preguntó la primera dama- ¿La otra vez que vinieron, no fueron perdiendo muchos barcos por el camino? -...
Esta foto que aparece hoy en El Periódico está tomada en aguas coreanas, pero igual podía haber sido tomada hace cosa de un mes en el interior de mi cabecita. A veces creo que imagino cosas que acabarán pasando y no las sé interpretar hasta que, unos días después, el periódico me da la solución al enigma.
(O eso o es que he visto muchas películas).
dissabte, 27 de novembre del 2010
El que dura una campaña electoral es el tiempo que marca un periodo de mirarse únicamente el ombligo. Y cuando uno se mira el ombligo, pierde toda perspectiva de la situación. Y cuando uno pierde la perspectiva de la situación, se vuelve de un localismo insoportable. Y el localismo que se queda en localismo no va a ninguna parte.
Miren, yo soy navarra. Navarra no se mira el ombligo: Navarra sabe qué es y cuando se sabe qué, el único camino es el de tirar p'alante. Al lado está Euskadi. Euskadi también se mira el ombligo y, encima, para más inri, a Euskadi se le va el tiempo tirando del bracito de Navarra y haciéndole gestos con la cabeza para que también le mire el ombligo, a él, a Euskadi. Pero a Navarra, ni puta falta que le hace mirarle el ombligo a nadie porque, insisto, Navarra sabe qué es.
Esta última campaña electoral catalana ha sido bochornosa. Ha sido un "¡mírame a mí!", "¡No! ¡No! ¡Mírame a mí!" Y quien más alto, claro y patéticamente ha gritado esto ha sido Artur Mas el famoso día del cara a cara sí, cara a cara no. "Mira, ahí tenemos las cámaras, vamos a hacerlo delante de todo el mundo, ahora", le dijo al bobalicón de Montilla. Yo oí esto y pensé dos cosas:
Primero: Este señor no tiene ni idea de cómo funciona TV3: que los cámaras estén ahí no quiere decir que los cámaras estén para ti.
Segundo: Este señor se piensa que todo el mundo está ahí para mirarle el ombligo.
"Ahora no, pero si quieres, el miércoles o el jueves sí", respondió el bobalicón de Montilla; otro que no tiene ni idea de cómo funciona TV3 ni de lo poco interesada que está la gente en mirarle el ombligo.
En fin, que ni para uno ni para el otro. Vaya dos soplagaitas.
A mí lo que me sabe mal es ver la ilusión con la que algunos esperan el cambio. ¿Se acuerdan de aquellos momentos que parecieron tan fundamentales en la historia política de este país? Pues guarden bien el recorte del periódico de aquel día porque eso es todo lo que les quedará de ellos.
Suerte que hay cosas mucho más importantes que todo esto. Suerte que existen Ramón el perro, Iñaki Perurena, Wagner, Pasternak, Joan Riambau, la editorial Labreu, Quim Torra, Eduardo Mendoza y Messi, ¿por qué no?, sí: Messi también.
Miren, yo soy navarra. Navarra no se mira el ombligo: Navarra sabe qué es y cuando se sabe qué, el único camino es el de tirar p'alante. Al lado está Euskadi. Euskadi también se mira el ombligo y, encima, para más inri, a Euskadi se le va el tiempo tirando del bracito de Navarra y haciéndole gestos con la cabeza para que también le mire el ombligo, a él, a Euskadi. Pero a Navarra, ni puta falta que le hace mirarle el ombligo a nadie porque, insisto, Navarra sabe qué es.
Esta última campaña electoral catalana ha sido bochornosa. Ha sido un "¡mírame a mí!", "¡No! ¡No! ¡Mírame a mí!" Y quien más alto, claro y patéticamente ha gritado esto ha sido Artur Mas el famoso día del cara a cara sí, cara a cara no. "Mira, ahí tenemos las cámaras, vamos a hacerlo delante de todo el mundo, ahora", le dijo al bobalicón de Montilla. Yo oí esto y pensé dos cosas:
Primero: Este señor no tiene ni idea de cómo funciona TV3: que los cámaras estén ahí no quiere decir que los cámaras estén para ti.
Segundo: Este señor se piensa que todo el mundo está ahí para mirarle el ombligo.
"Ahora no, pero si quieres, el miércoles o el jueves sí", respondió el bobalicón de Montilla; otro que no tiene ni idea de cómo funciona TV3 ni de lo poco interesada que está la gente en mirarle el ombligo.
En fin, que ni para uno ni para el otro. Vaya dos soplagaitas.
A mí lo que me sabe mal es ver la ilusión con la que algunos esperan el cambio. ¿Se acuerdan de aquellos momentos que parecieron tan fundamentales en la historia política de este país? Pues guarden bien el recorte del periódico de aquel día porque eso es todo lo que les quedará de ellos.
Suerte que hay cosas mucho más importantes que todo esto. Suerte que existen Ramón el perro, Iñaki Perurena, Wagner, Pasternak, Joan Riambau, la editorial Labreu, Quim Torra, Eduardo Mendoza y Messi, ¿por qué no?, sí: Messi también.
divendres, 26 de novembre del 2010
1. El programa de ayer fue mítico.
2. Hacer la audiencia que hicimos, casi a las 12 de la noche con una entrevista de más de 40 minutos en ruso, subtitulada, devuelve un poco la fe en el género humano al más pintado.
3. El sueño de todo periodista debe parecerse bastante a esto de, en el momento en el que todo el mundo está pendiente de otra cosa, ser capaz de ofrecer algo que no tiene nada que ver, ni está de actualidad rabiosa, ni tiene el morbo insano de otras cosas, y ver que la gente lo sabe apreciar.
4. Te echo de menos, fillde.
2. Hacer la audiencia que hicimos, casi a las 12 de la noche con una entrevista de más de 40 minutos en ruso, subtitulada, devuelve un poco la fe en el género humano al más pintado.
3. El sueño de todo periodista debe parecerse bastante a esto de, en el momento en el que todo el mundo está pendiente de otra cosa, ser capaz de ofrecer algo que no tiene nada que ver, ni está de actualidad rabiosa, ni tiene el morbo insano de otras cosas, y ver que la gente lo sabe apreciar.
4. Te echo de menos, fillde.
dimecres, 24 de novembre del 2010
diumenge, 21 de novembre del 2010
Veo este titular: "Guardiola acaba con Lillo" y pienso ¿Don de? y me hago mucha gracia.
Y así... Rollo supersimple.
Y así... Rollo supersimple.
dissabte, 20 de novembre del 2010
dimarts, 16 de novembre del 2010
Mi madre no recuerda a qué hora nací.
Una vez se lo pregunté y me dijo: "No sé. Por la tarde. ¡No, no, no, espera! Por la tarde fue tu hermano; tú, por la mañana. O al revés". Yo dije: "Joé, mamá..." y me puse a pensar otra cosa porque, total, no creo que quisiera saberlo para nada crucial; para lo del ascendente del horóscopo, a lo mejor, o para estar muy atenta a ver si el día de mi cumpleaños, en el momento justo en el que nací, notaba algo como el vientecito que levanta una página de un libro que te pasa rozando las narices o un pequeño "click" de bolita que llegara al otro lado del ábaco. En fin. Tampoco es importante: mi sobrina nació un día (como todo el mundo) y recuerdo que fue como si estuviera todo el día naciendo. Y de hecho lo estuvo: se hizo eterno, pero fue una eternidad de unos nervios de felicidad aquí en el estómago y en los músculos faciales, que podría haber estado naciendo una semana entera y yo habría acabado andando un metro por encima del suelo ("No te jode...", diría mi hermana si leyera esto). Mi otra sobrina nació de noche; me acuerdo porque mi madre me llamó por teléfono a las tantas de la madrugada y creo que, a no ser que tenga otra sobrina a esas horas, será la única vez en mi vida que me despierte de madrugada porque suena el teléfono, sabiendo que llamaban para decirme algo bueno.
No me acuerdo para nada de qué hora era exactamente cuando nacieron ninguna de mis dos sobrinas.
En cambio sí que me acuerdo de la hora exacta a la que llamó mi hermano la noche en que murió mi abuela: mi hermano estaba en Estados Unidos, en casa no sabíamos aún que mi abuela había muerto. Yo oí el teléfono, miré el reloj y vi que eran las 3:50. Mi hermano sólo preguntó si estábamos todos bien. Le dijeron que sí. Por la mañana llamó mi tía para decirnos que mi abuela se había muerto esa madrugada.
Así que yo, que también me acuerdo de las horas exactas a las que pasaron otras cosas bastante terribles, me había hecho un poco a la idea de que uno recuerda hora exacta de las cosas malas porque, coincidiendo con una cosa mala, siempre pasan otras cosas así, misteriosas, que te hacen quedarte con el dato.
Y estaba dándole vueltas a todo esto -por lo de mi cumpleaños, ya saben, y lo de no saber a qué hora exacta nací- cuando he vuelto a coger el "Humano, demasiado humano" para, en el aforismo 255, encontrarme de nuevo con el viejo Fried diciéndome "Tú, idiota, ¿quieres dejar de pensar sandeces?" aunque de forma más sutil. Así, en concreto:
"Se opina que lo simultáneo está conectado. Un pariente muere en la distancia al mismo tiempo que nosotros soñamos con él, ¡por tanto...! Pero innumerables parientes mueren sin que nosotros soñemos con ellos. Es lo mismo que sucede con los náufragos que hacen votos: luego no se ven en el templo los exvotos de los que perecieron (...). Este género de superstición se encuentra de forma refinada en historiadores y reseñadores de culturas, que suelen tener una especie de hidrofobia a toda coincidencia sin sentido, en la que tan rica es sin embargo la vida de los individuos y de los pueblos".
Y yo, que hoy soy más vieja pero igual de pava, claro, he pensado: "Uuuuuhh, qué coincidencia encontrarme con esto justo ahoraaaaa..."
Una vez se lo pregunté y me dijo: "No sé. Por la tarde. ¡No, no, no, espera! Por la tarde fue tu hermano; tú, por la mañana. O al revés". Yo dije: "Joé, mamá..." y me puse a pensar otra cosa porque, total, no creo que quisiera saberlo para nada crucial; para lo del ascendente del horóscopo, a lo mejor, o para estar muy atenta a ver si el día de mi cumpleaños, en el momento justo en el que nací, notaba algo como el vientecito que levanta una página de un libro que te pasa rozando las narices o un pequeño "click" de bolita que llegara al otro lado del ábaco. En fin. Tampoco es importante: mi sobrina nació un día (como todo el mundo) y recuerdo que fue como si estuviera todo el día naciendo. Y de hecho lo estuvo: se hizo eterno, pero fue una eternidad de unos nervios de felicidad aquí en el estómago y en los músculos faciales, que podría haber estado naciendo una semana entera y yo habría acabado andando un metro por encima del suelo ("No te jode...", diría mi hermana si leyera esto). Mi otra sobrina nació de noche; me acuerdo porque mi madre me llamó por teléfono a las tantas de la madrugada y creo que, a no ser que tenga otra sobrina a esas horas, será la única vez en mi vida que me despierte de madrugada porque suena el teléfono, sabiendo que llamaban para decirme algo bueno.
No me acuerdo para nada de qué hora era exactamente cuando nacieron ninguna de mis dos sobrinas.
En cambio sí que me acuerdo de la hora exacta a la que llamó mi hermano la noche en que murió mi abuela: mi hermano estaba en Estados Unidos, en casa no sabíamos aún que mi abuela había muerto. Yo oí el teléfono, miré el reloj y vi que eran las 3:50. Mi hermano sólo preguntó si estábamos todos bien. Le dijeron que sí. Por la mañana llamó mi tía para decirnos que mi abuela se había muerto esa madrugada.
Así que yo, que también me acuerdo de las horas exactas a las que pasaron otras cosas bastante terribles, me había hecho un poco a la idea de que uno recuerda hora exacta de las cosas malas porque, coincidiendo con una cosa mala, siempre pasan otras cosas así, misteriosas, que te hacen quedarte con el dato.
Y estaba dándole vueltas a todo esto -por lo de mi cumpleaños, ya saben, y lo de no saber a qué hora exacta nací- cuando he vuelto a coger el "Humano, demasiado humano" para, en el aforismo 255, encontrarme de nuevo con el viejo Fried diciéndome "Tú, idiota, ¿quieres dejar de pensar sandeces?" aunque de forma más sutil. Así, en concreto:
"Se opina que lo simultáneo está conectado. Un pariente muere en la distancia al mismo tiempo que nosotros soñamos con él, ¡por tanto...! Pero innumerables parientes mueren sin que nosotros soñemos con ellos. Es lo mismo que sucede con los náufragos que hacen votos: luego no se ven en el templo los exvotos de los que perecieron (...). Este género de superstición se encuentra de forma refinada en historiadores y reseñadores de culturas, que suelen tener una especie de hidrofobia a toda coincidencia sin sentido, en la que tan rica es sin embargo la vida de los individuos y de los pueblos".
Y yo, que hoy soy más vieja pero igual de pava, claro, he pensado: "Uuuuuhh, qué coincidencia encontrarme con esto justo ahoraaaaa..."
Todos los años llega esta fecha y a mí más que mirar hacia atrás y hacer recuentos, me da por mirar adelante y cagarme del vértigo. Yo creo en aquello de "lo mejor está por llegar" incluso sin haber estado mal antes -fíjense ustedes en el mérito que tiene eso-. Porque mal, mal, yo no he estado, y cuando me ha parecido que sí, era siempre porque me lo había buscado yo sola. Así que me da un poco de miedo el imaginarme ese próximo mejor: tan bien rodeada estoy y me tienen tan sujeta en el bien por defecto que las veces que he conseguido pasar del bien por defecto al mejor han coincidido con las veces que me he zafado de todos y he echado a correr como una atolondrada hacia algún pico de felicidad vislumbrado. Y después del pico, claro, viene el descalabro pero es que sin el descalabro no me habría quedado ni una triste cicatriz que me recordara lo feliz que he sido antes, durante la ascensión.
(Y todo este rollo para decirles que mañana es mi cumpleaños. Qué paciencia me tienen...)
(Y todo este rollo para decirles que mañana es mi cumpleaños. Qué paciencia me tienen...)
dilluns, 15 de novembre del 2010
diumenge, 14 de novembre del 2010
"La maleta", de Dovlatov, tiene algo de tristeza monumental en choque continuo contra el mundo absurdo (¿cuál no lo es?) que le tocó vivir al protagonista, o sea, al autor.
No sé si no estuve lo suficientemente atenta en la presentación que los Labreus montaron en el (H)original el otro día o si, simplemente, no llegaron a explicarlo así; da igual, mejor que no me enterara, porque la sensación de descubrir hacia el cuarto cuento que Dovlatov iba efectivamente, historia a historia, haciendo o deshaciendo, que es lo mismo, una maleta, fue impagable.
Me gustaría tener aquí a mano el libro para reproducir alguno de los fragmentos, pero ya lo he hecho rular: lo tiene mi amigo Jordi, así que no me queda otra que tirar del recuerdo. Y resulta que el que más presente tengo es el cuento en el que se pregunta qué le mantenía unido a su mujer, explica qué puede ofrecer una mujer a un escritor ruso y acaba explicando cómo una mujer abandona a un escritor ruso. Y todo el rato el partido, el exilio y aquella tristeza que decía, sobrevolando la relación, sobrevolando la historia y sobrevolando todo el libro, que es el libro de alguien muy muy escéptico, muy muy de déjate de hostias y déjame vivir como mejor sepa.
Un día, hace unos meses, apunté en una libreta que, cuando uno pasa unas horas dentro de una tienda de ropa mirando los montones de jerseys, camisetas y pantalones, acaba teniendo la sensación de que está en la habitación de alguien que tiene una maleta por hacer; aquel día sólo pudo hacerme volver a la realidad ver las etiquetas enganchadas a cada prenda: aquellas cosas no tenían recuerdos. En "La maleta", las cosas no tienen etiquetas y cada una tiene una historia de frío, de vodka y de esperpento detrás. Una historia de será todo esto lo que me lleve y Rusia, entonces, ya podrá olvidarse de mí que yo no, yo no podré podré dejar de ser quien me ha hecho Rusia.
No sé si no estuve lo suficientemente atenta en la presentación que los Labreus montaron en el (H)original el otro día o si, simplemente, no llegaron a explicarlo así; da igual, mejor que no me enterara, porque la sensación de descubrir hacia el cuarto cuento que Dovlatov iba efectivamente, historia a historia, haciendo o deshaciendo, que es lo mismo, una maleta, fue impagable.
Me gustaría tener aquí a mano el libro para reproducir alguno de los fragmentos, pero ya lo he hecho rular: lo tiene mi amigo Jordi, así que no me queda otra que tirar del recuerdo. Y resulta que el que más presente tengo es el cuento en el que se pregunta qué le mantenía unido a su mujer, explica qué puede ofrecer una mujer a un escritor ruso y acaba explicando cómo una mujer abandona a un escritor ruso. Y todo el rato el partido, el exilio y aquella tristeza que decía, sobrevolando la relación, sobrevolando la historia y sobrevolando todo el libro, que es el libro de alguien muy muy escéptico, muy muy de déjate de hostias y déjame vivir como mejor sepa.
Un día, hace unos meses, apunté en una libreta que, cuando uno pasa unas horas dentro de una tienda de ropa mirando los montones de jerseys, camisetas y pantalones, acaba teniendo la sensación de que está en la habitación de alguien que tiene una maleta por hacer; aquel día sólo pudo hacerme volver a la realidad ver las etiquetas enganchadas a cada prenda: aquellas cosas no tenían recuerdos. En "La maleta", las cosas no tienen etiquetas y cada una tiene una historia de frío, de vodka y de esperpento detrás. Una historia de será todo esto lo que me lleve y Rusia, entonces, ya podrá olvidarse de mí que yo no, yo no podré podré dejar de ser quien me ha hecho Rusia.
divendres, 12 de novembre del 2010
No existe nada más patético que una lucha entre desiguales. Ojo, entre desiguales, digo; no entre contendientes que tienen y saben utilizar distintas armas.
Hoy me ha venido a la cabeza una escena que presencié hace años en la librería de debajo de mi casa en Pamplona: El librero le cobraba el periódico a una señora, entró otra señora, no dijo ni mu. El librero le saludó con un jovial "buenos días Señora Tal, ¿cómo está hoy?" La Señora Tal dejó unas monedas encima del mostrador y se fue con su periódico, sin abrir la boca. La otra clienta le dijo al librero: "Vaya carácter. Eres demasiado educado y simpático con ella". El librero contestó: "Ella es antipática, yo no y no pienso empezar a serlo por su culpa". Yo pensé: "Joder, eso sí que es una declaración de principios".
Me lo tomé como toda una lección de vida. ¿Qué quieren que le haga? A veces vas a comprar un libro y vuelves a casa sin libro debajo del brazo (no compré nada aquel día) pero con una buena dosis de material rumiable en el subconsciente. Me pasé unas cuantas semanas dándole vueltas a ese asunto y aún hoy, ya lo ven, me viene a la cabeza de vez en cuando.
Primero pensé en la relación del librero y la señora borde (que era del barrio y debía de pasar por allá todos los días a comprar el Diario de Navarra) como en una especie de resistencia pasiva estilo Gandhi por parte del librero, pero en seguida rechacé esta idea: lo del librero era de todo menos pasivo. La Señora Tal, con sus refunfuños y su mala leche tirando las monedas sobre el mostrador, debía de odiar al librero un poquito más cada día que pasaba, cada vez que escuchaba su alegre "¿cómo se encuentra hoy?". El librero debía gozarla y sonreirse por dentro cada vez que la veía entrar, coger el periódico y acercarse al mostrador haciendo puntería con las monedas en la mano.
La Señora Tal iba haciendo cada día un poquito más de mala leche. El librero se apuntaba una pequeña satisfacción personal con cada "buenos días" sonriente que le dejaba ir.
Él se reafirmaba en su forma de ser alegre. Ella se reafirmaba en su disgusto y malestar con el mundo.
Yo creo que tenemos un ganador.
Mentiría si dijera que no he aplicado nunca esta maliciosa -en el fondo, lo es- técnica en mis relaciones con algunas personas y que no he disfrutado haciéndolo. Me siento menos mala si pienso que la alegría y la educación son cosas que pueden utilizarse pero fingirse no, fingirse no se pueden.
Hoy me ha venido a la cabeza una escena que presencié hace años en la librería de debajo de mi casa en Pamplona: El librero le cobraba el periódico a una señora, entró otra señora, no dijo ni mu. El librero le saludó con un jovial "buenos días Señora Tal, ¿cómo está hoy?" La Señora Tal dejó unas monedas encima del mostrador y se fue con su periódico, sin abrir la boca. La otra clienta le dijo al librero: "Vaya carácter. Eres demasiado educado y simpático con ella". El librero contestó: "Ella es antipática, yo no y no pienso empezar a serlo por su culpa". Yo pensé: "Joder, eso sí que es una declaración de principios".
Me lo tomé como toda una lección de vida. ¿Qué quieren que le haga? A veces vas a comprar un libro y vuelves a casa sin libro debajo del brazo (no compré nada aquel día) pero con una buena dosis de material rumiable en el subconsciente. Me pasé unas cuantas semanas dándole vueltas a ese asunto y aún hoy, ya lo ven, me viene a la cabeza de vez en cuando.
Primero pensé en la relación del librero y la señora borde (que era del barrio y debía de pasar por allá todos los días a comprar el Diario de Navarra) como en una especie de resistencia pasiva estilo Gandhi por parte del librero, pero en seguida rechacé esta idea: lo del librero era de todo menos pasivo. La Señora Tal, con sus refunfuños y su mala leche tirando las monedas sobre el mostrador, debía de odiar al librero un poquito más cada día que pasaba, cada vez que escuchaba su alegre "¿cómo se encuentra hoy?". El librero debía gozarla y sonreirse por dentro cada vez que la veía entrar, coger el periódico y acercarse al mostrador haciendo puntería con las monedas en la mano.
La Señora Tal iba haciendo cada día un poquito más de mala leche. El librero se apuntaba una pequeña satisfacción personal con cada "buenos días" sonriente que le dejaba ir.
Él se reafirmaba en su forma de ser alegre. Ella se reafirmaba en su disgusto y malestar con el mundo.
Yo creo que tenemos un ganador.
Mentiría si dijera que no he aplicado nunca esta maliciosa -en el fondo, lo es- técnica en mis relaciones con algunas personas y que no he disfrutado haciéndolo. Me siento menos mala si pienso que la alegría y la educación son cosas que pueden utilizarse pero fingirse no, fingirse no se pueden.
dijous, 11 de novembre del 2010
Ayer Cesc contaba la historia de un japonés que cogía muestras de agua de un estanque, las congelaba, las miraba por el microscopio y según la disposición de sus partículas, etiquetaba los recipientes que la contenían: en una etiqueta escribía "Amor", por ejemplo, en otra "paciencia"...
Yo le pregunté: ¿Con qué criterio? Él me dijo: Por la disposición de las partículas.
Luego, el japonés, cambiaba las palabras de las etiquetas: donde había escrito amor, escribía odio. Al cabo de dos horas, miraba el agua de nuevo por el microscopio y veía que la disposición de las partículas había cambiado. La conclusión a la que llegaba era que el agua cambiaba según la palabra que había escrito en el rótulo: el objeto del trabajo era demostrar la influencia de las palabras sobre la materia.
Yo le dije: Y no será que el agua, embotellada, si primero la congelas y después la dejas ahí, simplemente cambia porque han pasado dos horas.
Joder, dijo él, es alucinante cómo una historia según quien la cuente, parece totalmente creíble o no. A él, la historia del japonés y el agua se la había contado Mireia, y dice que mientras se la contaba, todo le parecía muy alucinante. Entonces me la contaba a mí y yo con la ceja levantada y él con la sensación de que estaba diciendo tonterías.
Y ¿saben qué? Me sentí mal. Podíamos haber estado ahí todos encantados con la historia del japonés y el agua, pensando "guau, lo voy a probar en cuanto llegue a casa, pero no con agua, lo voy a probar conmigo misma: me voy a poner una etiqueta en la frente que diga "alegría", por ejemplo, esperar dos horas y ver qué pasa". Pero no, ahí estaba yo escéptica perdida y sintiéndome aguafiestas total hasta el punto que me dejó de importar que me tuviera que ir para casa a actualizar el blog del programa, cosa que llevaba retrasando un buen rato.
Cogí los bártulos, me despedí de todos y me fui.
Yo le pregunté: ¿Con qué criterio? Él me dijo: Por la disposición de las partículas.
Luego, el japonés, cambiaba las palabras de las etiquetas: donde había escrito amor, escribía odio. Al cabo de dos horas, miraba el agua de nuevo por el microscopio y veía que la disposición de las partículas había cambiado. La conclusión a la que llegaba era que el agua cambiaba según la palabra que había escrito en el rótulo: el objeto del trabajo era demostrar la influencia de las palabras sobre la materia.
Yo le dije: Y no será que el agua, embotellada, si primero la congelas y después la dejas ahí, simplemente cambia porque han pasado dos horas.
Joder, dijo él, es alucinante cómo una historia según quien la cuente, parece totalmente creíble o no. A él, la historia del japonés y el agua se la había contado Mireia, y dice que mientras se la contaba, todo le parecía muy alucinante. Entonces me la contaba a mí y yo con la ceja levantada y él con la sensación de que estaba diciendo tonterías.
Y ¿saben qué? Me sentí mal. Podíamos haber estado ahí todos encantados con la historia del japonés y el agua, pensando "guau, lo voy a probar en cuanto llegue a casa, pero no con agua, lo voy a probar conmigo misma: me voy a poner una etiqueta en la frente que diga "alegría", por ejemplo, esperar dos horas y ver qué pasa". Pero no, ahí estaba yo escéptica perdida y sintiéndome aguafiestas total hasta el punto que me dejó de importar que me tuviera que ir para casa a actualizar el blog del programa, cosa que llevaba retrasando un buen rato.
Cogí los bártulos, me despedí de todos y me fui.
dimecres, 10 de novembre del 2010
Me encanta el momento en el que, después de haber pedido yo que me envíen un montón de cosas de trabajo por mail, abro mi cuenta, me las encuentro todas (o casi todas) ahí y me dedico a ir abriendo correos para contestar nada más:
Gracias!
Isabel
Me encanta.
Lo hago muy rápido y, cuando acabo de contestar al último, aún me estoy sonriendo un rato.
Lo cuento porque lo acabo de hacer. Y lo que les decía: aún estoy sonriendo.
Qué tontería.
Gracias!
Isabel
Me encanta.
Lo hago muy rápido y, cuando acabo de contestar al último, aún me estoy sonriendo un rato.
Lo cuento porque lo acabo de hacer. Y lo que les decía: aún estoy sonriendo.
Qué tontería.
Hoy, volviendo a casa del trabajo, he pasado por delante del colegio que hay en la Ronda de Sant Pau y he visto que a uno de los raquíticos árboles que hay delante le han puesto tres tablones de madera (de conglomerado, más bien) blancos, formando un prisma triangular a su alrededor. En los tablones hay escrito esto: "Espacio reservado para campaña electoral". Y me he preguntado si estará regulado qué se puede y qué no se puede colgar delante de un colegio: piensen que son lugares de paso por lo menos cuatro veces al día para chavales altamente impresionables, en edad de crecer. Además, la entrada y la salida del colegio son momentos muy delicados: imagínense los nervios que llevan encima los pobrecicos diez minutos antes de ver al profe que siempre les suspende; al director, con el que tienen un asunto pendiente desde la última gamberrada o a la chati con la que hace una hora escasa estaban soñando que hacían las mayores cochinadas que su mente puede llegar a imaginar. Imagínense sus nervios, digo, no las cochinadas que han soñado. ¿Sí? ¿Siguen leyendo?
Entonces me he puesto a hacer mentalmente esta lista de cosas que, según las normas de esta sociedad en que vivimos, son muy chungas de hacer delante de un colegio si, quien las hace, es un señor o señora que pasa por ahí:
-Repartir caramelos (o lo que sea)
-Darles collejas a los niños más pequeños
-Mear en la puerta
-Ponerse a cantar a grito pelado
-Pedirles dinero a los niños para irte de viaje (aunque luego te lo gastes en otra cosa)
-Venderles lotería o camisetas o lo que sea a los niños para irte de viaje (ídem que el paréntesis anterior)
-Reírte de la madre de uno de los niños
-Reírte de la profesora de matemáticas que en ese momento sale por la puerta
-Pegarle un balonazo en la cara a la profesora de matemáticas que en ese momento sale por la puerta
-Levantarles las faldas a las niñas
-Repartir flyers para una fiesta que habrá este fin de semana
-Darse el lotazo con tu novio o con tu novia a la vista de todos
-Fumarse un porro
Ahora repasen la lista pensando que todo eso no lo hace un señor o una señora que pasa por ahí en el momento en el que salen los niños sino que lo hace uno de esos niños. Es más, imagínense que son ustedes el niño que lo hace, todo eso; todo, lo hacen ustedes que ahora son un niño que sale del colegio. Imagínense también que quien les juzga no es la sociedad sino sus compañeros de clase: los otros niños que están saliendo ahora con usted por la puerta del colegio...
... Enhorabuena: se acaban de convertir ustedes en unos héroes juveniles (imaginarios, imaginarios...).
Ah, y Artur Mas (o Montilla o quien sea que acabe colgado en el arbol electoral): te van a pintar unos bigotazos y te van a caer una de escupitajos a partir de mañana, que como pases por la Ronda de Sant Pau un día de éstos vas a afrontar con otro ánimo la reunión de constitución de la Conselleria d'Educació.
Entonces me he puesto a hacer mentalmente esta lista de cosas que, según las normas de esta sociedad en que vivimos, son muy chungas de hacer delante de un colegio si, quien las hace, es un señor o señora que pasa por ahí:
-Repartir caramelos (o lo que sea)
-Darles collejas a los niños más pequeños
-Mear en la puerta
-Ponerse a cantar a grito pelado
-Pedirles dinero a los niños para irte de viaje (aunque luego te lo gastes en otra cosa)
-Venderles lotería o camisetas o lo que sea a los niños para irte de viaje (ídem que el paréntesis anterior)
-Reírte de la madre de uno de los niños
-Reírte de la profesora de matemáticas que en ese momento sale por la puerta
-Pegarle un balonazo en la cara a la profesora de matemáticas que en ese momento sale por la puerta
-Levantarles las faldas a las niñas
-Repartir flyers para una fiesta que habrá este fin de semana
-Darse el lotazo con tu novio o con tu novia a la vista de todos
-Fumarse un porro
Ahora repasen la lista pensando que todo eso no lo hace un señor o una señora que pasa por ahí en el momento en el que salen los niños sino que lo hace uno de esos niños. Es más, imagínense que son ustedes el niño que lo hace, todo eso; todo, lo hacen ustedes que ahora son un niño que sale del colegio. Imagínense también que quien les juzga no es la sociedad sino sus compañeros de clase: los otros niños que están saliendo ahora con usted por la puerta del colegio...
... Enhorabuena: se acaban de convertir ustedes en unos héroes juveniles (imaginarios, imaginarios...).
Ah, y Artur Mas (o Montilla o quien sea que acabe colgado en el arbol electoral): te van a pintar unos bigotazos y te van a caer una de escupitajos a partir de mañana, que como pases por la Ronda de Sant Pau un día de éstos vas a afrontar con otro ánimo la reunión de constitución de la Conselleria d'Educació.
dimarts, 9 de novembre del 2010
Dos descubrimientos que me tienen corazoncogida esta tarde:
Uno:
(lo han grabado Manolo, Genís y los chicos del Col·lectiu Brossa para la revista Go).
Y dos:
Cito: "Así como los huesos, carnes, intestino y vasos sanguíneos están encerrados en una piel que hace sorportable el aspecto del hombre, así envuelve la vanidad las emociones y pasiones del alma: es la piel del alma". De Nietzsche, claro.
¿Lo habéis leído? ¡¡LA PIEL DEL ALMA!!
Uno:
ENDIRECTO ASTRUD - WAAAU.TV from WAAAU.TV on Vimeo.
(lo han grabado Manolo, Genís y los chicos del Col·lectiu Brossa para la revista Go).
Y dos:
Cito: "Así como los huesos, carnes, intestino y vasos sanguíneos están encerrados en una piel que hace sorportable el aspecto del hombre, así envuelve la vanidad las emociones y pasiones del alma: es la piel del alma". De Nietzsche, claro.
¿Lo habéis leído? ¡¡LA PIEL DEL ALMA!!
Un poco de dietario.
Fin de semana.
Me he pasado el fin de semana metida en casa, sin tener nada que hacer y haciendo un poco de todo. Mis gatos, encantados de utilizarme como radiador.
Fui a una expo el domingo, pero habría sido como no ir a nada, no hacer nada, no sacar nada de nada, si no fuera por el libro con el que volví a casa: "Humano, demasiado humano", de Nietzsche, ya lo conté por aquí.
También fui espectadora de la cosa papal sin inmutarme prácticamente por nada de lo que estaba pasando ahí fuera y sí sorprendiéndome de lo que estaba pasando aquí adentro: de mi no sorpresa.
También sabía que había alguna fiesta en marcha el sábado por la noche pero, días antes, había decidido no ir aunque me invitaran. No me sorprendió que no me invitaran: lo que sí que me sorprendió fue lo poco que me importó que no lo hicieran.
De estos días de, para unos, exaltación espiritual al ver pasar a toda velocidad por Pau Claris a un Papa metido en una jaula, y de, para otros, exaltación de la amistad proclamada a pleno grito al paso por la calle Carretes, yo sólo rescato al Nietzsche de "Humano, demasiado humano" y al Bauçà de "El canvi".
Y me quedo pensando en que, desde hace unos meses, estoy instalada en unos niveles del juego del live and let die que rayan lo maquiavélico.
Puede que lo del live and let die tenga algo de pretencioso, de acuerdo, pero piensen que quiere decir exactamente lo mismo que su contrario: desaparece y deja vivir.
Fin de semana.
Me he pasado el fin de semana metida en casa, sin tener nada que hacer y haciendo un poco de todo. Mis gatos, encantados de utilizarme como radiador.
Fui a una expo el domingo, pero habría sido como no ir a nada, no hacer nada, no sacar nada de nada, si no fuera por el libro con el que volví a casa: "Humano, demasiado humano", de Nietzsche, ya lo conté por aquí.
También fui espectadora de la cosa papal sin inmutarme prácticamente por nada de lo que estaba pasando ahí fuera y sí sorprendiéndome de lo que estaba pasando aquí adentro: de mi no sorpresa.
También sabía que había alguna fiesta en marcha el sábado por la noche pero, días antes, había decidido no ir aunque me invitaran. No me sorprendió que no me invitaran: lo que sí que me sorprendió fue lo poco que me importó que no lo hicieran.
De estos días de, para unos, exaltación espiritual al ver pasar a toda velocidad por Pau Claris a un Papa metido en una jaula, y de, para otros, exaltación de la amistad proclamada a pleno grito al paso por la calle Carretes, yo sólo rescato al Nietzsche de "Humano, demasiado humano" y al Bauçà de "El canvi".
Y me quedo pensando en que, desde hace unos meses, estoy instalada en unos niveles del juego del live and let die que rayan lo maquiavélico.
Puede que lo del live and let die tenga algo de pretencioso, de acuerdo, pero piensen que quiere decir exactamente lo mismo que su contrario: desaparece y deja vivir.
diumenge, 7 de novembre del 2010
Esta mañana he ido a ver a CaixaForum una exposición de arte español de los 50 y 60. "Humano, demasiado humano", le han puesto de título, en referencia al libro de Nietzsche. Cogida por los pelos totalmente, esta relación. Explican que como este libro fue el que denotó la brusca ruptura de Nietzsche con el Romanticismo, el título le iba al pelo a la expo porque también las obras expuestas -de Saura, de Tàpies, de Picasso...- rompen radicalmente con todo lo anterior. Blandir este argumento de "a Nietzsche lo que es de Nietzsche" es como no blandir absolutamente nada, y créanme que el gesto de blandir si no se está blandiendo nada resulta de lo más ridículo. Inténtenlo delante del espejo y verán: parecerán unos travoltas bailando sin música en el lavabo de su casa.
Saliendo de Casarramona, después del regustillo a fiasco que me ha dejado la exposición, he entrado en la tienda y me he ido con "Humano, demasiado humano", el libro entero en dos volúmenes y no sólo el título debajo del brazo. He llegado a casa, he comido con mi vecino, he subido a mi piso y me he puesto a leer. Dos horas después ya había conseguido reafirmarme en que la gente se toma muy a la ligera esto de coger un título de aquí y una idea de allá para intentar darle una cierta unidad o un cierto sentido a cosas que, por sí mismas, no lo tendrían tanto.
Entonces he pensado en el Papa, ¿qué le voy a hacer? aún no se ha ido... El Papa hoy ha hecho algo peor que coger un título y ponérselo por solideo; el Papa, lo que hoy ha hecho, ha sido coger un algo que suena bien y que puede gustar a un sesenta por ciento de la población por lo menos, para presentarlo como idea suya, o sea, de la Iglesia, de la Iglesia de ahora, más concretamente (la Iglesia de antes -ay, la Iglesia de antes...- no pensaba así). El Papa ha dicho en su homilía en la Sagrada Família: "la Iglesia aboga por adecuadas medidas económicas y sociales para que la mujer encuentre en el hogar y en el trabajo su plena realización".
Vamos a jugar.
"El Partido Socialista aboga por adecuadas medidas económicas y sociales para que la mujer pueda encontar en el hogar y en el trabajo su plena realización".
"El Partido Popular aboga por adecuadas medidas económicas y sociales para que la mujer pueda encontrar en el hogar y en el trabajo su plena realización".
Sí, suena más creíble en un contexto de mítin socialista. Una vez comprobado esto, me pregunto:
¿Qué hace el Papa haciendo política en una homilía? O peor: ¿qué hace el Papa haciendo política socialista en una homilía?
Es igual, el caso es que la ha hecho. Y ¿han visto ustedes cómo haciéndola se ha sacado de la manga y ha hecho suyo (de la Iglesia) el anhelo de algo que desde hace unos años se viene reclamando como derecho fundamental?
Creo que no descubro nada si digo aquí que todo está cortado siguiendo el patrón de la mismiiiiita demagogia con la que los políticos diseñan sus promesas preelectorales. Piensen por ejemplo en los "queremos asegurar el bienestar de los jubilados y para eso vamos a subir las pensiones" y similares que van saliendo de vez en cuando en los periódicos.
Lo que está claro también es que las alusiones a la fe, a la que tanto se acudía en los sermones (en los de antes, cuando todavía los sermones no necesitaban acudir a la política, digo), ha desaparecido bastante del mapa. Y es que a lo mejor (y se me ponen los pelos de punta escribiendo esto) la Iglesia ha caído en que Nietzsche que, ahora sí, viene a cuento, no estaba tan equivocado cuando afirmaba en (qué casualidad) "Humano, demasiado humano": "El pensamiento profundo puede estar muy lejos de la verdad. Si del sentimiento profundo se descuentan los elementos del pensamiento mezclados con él, queda el sentimiento intenso y éste no garantiza respecto al conocimiento nada más que a sí mismo, tal como la fe intensa no prueba más que su intensidad, no la verdad de lo creído".
Aunque ¿ha querido alguna vez la Iglesia probar la verdad de lo creído? No, creo que tampoco.
Ay, creo que hoy todo me resulta demasiado vago.
Sepan que todos los "sólo" así, acentuados, y todos los pronombres demostrativos también acentuados que han aparecido en este texto, los he escrito con la misma pasión e intención con la que me fumaré un cigarro en un bar el 1 de enero de 2011.
Saliendo de Casarramona, después del regustillo a fiasco que me ha dejado la exposición, he entrado en la tienda y me he ido con "Humano, demasiado humano", el libro entero en dos volúmenes y no sólo el título debajo del brazo. He llegado a casa, he comido con mi vecino, he subido a mi piso y me he puesto a leer. Dos horas después ya había conseguido reafirmarme en que la gente se toma muy a la ligera esto de coger un título de aquí y una idea de allá para intentar darle una cierta unidad o un cierto sentido a cosas que, por sí mismas, no lo tendrían tanto.
Entonces he pensado en el Papa, ¿qué le voy a hacer? aún no se ha ido... El Papa hoy ha hecho algo peor que coger un título y ponérselo por solideo; el Papa, lo que hoy ha hecho, ha sido coger un algo que suena bien y que puede gustar a un sesenta por ciento de la población por lo menos, para presentarlo como idea suya, o sea, de la Iglesia, de la Iglesia de ahora, más concretamente (la Iglesia de antes -ay, la Iglesia de antes...- no pensaba así). El Papa ha dicho en su homilía en la Sagrada Família: "la Iglesia aboga por adecuadas medidas económicas y sociales para que la mujer encuentre en el hogar y en el trabajo su plena realización".
Vamos a jugar.
"El Partido Socialista aboga por adecuadas medidas económicas y sociales para que la mujer pueda encontar en el hogar y en el trabajo su plena realización".
"El Partido Popular aboga por adecuadas medidas económicas y sociales para que la mujer pueda encontrar en el hogar y en el trabajo su plena realización".
Sí, suena más creíble en un contexto de mítin socialista. Una vez comprobado esto, me pregunto:
¿Qué hace el Papa haciendo política en una homilía? O peor: ¿qué hace el Papa haciendo política socialista en una homilía?
Es igual, el caso es que la ha hecho. Y ¿han visto ustedes cómo haciéndola se ha sacado de la manga y ha hecho suyo (de la Iglesia) el anhelo de algo que desde hace unos años se viene reclamando como derecho fundamental?
Creo que no descubro nada si digo aquí que todo está cortado siguiendo el patrón de la mismiiiiita demagogia con la que los políticos diseñan sus promesas preelectorales. Piensen por ejemplo en los "queremos asegurar el bienestar de los jubilados y para eso vamos a subir las pensiones" y similares que van saliendo de vez en cuando en los periódicos.
Lo que está claro también es que las alusiones a la fe, a la que tanto se acudía en los sermones (en los de antes, cuando todavía los sermones no necesitaban acudir a la política, digo), ha desaparecido bastante del mapa. Y es que a lo mejor (y se me ponen los pelos de punta escribiendo esto) la Iglesia ha caído en que Nietzsche que, ahora sí, viene a cuento, no estaba tan equivocado cuando afirmaba en (qué casualidad) "Humano, demasiado humano": "El pensamiento profundo puede estar muy lejos de la verdad. Si del sentimiento profundo se descuentan los elementos del pensamiento mezclados con él, queda el sentimiento intenso y éste no garantiza respecto al conocimiento nada más que a sí mismo, tal como la fe intensa no prueba más que su intensidad, no la verdad de lo creído".
Aunque ¿ha querido alguna vez la Iglesia probar la verdad de lo creído? No, creo que tampoco.
Ay, creo que hoy todo me resulta demasiado vago.
Sepan que todos los "sólo" así, acentuados, y todos los pronombres demostrativos también acentuados que han aparecido en este texto, los he escrito con la misma pasión e intención con la que me fumaré un cigarro en un bar el 1 de enero de 2011.
dissabte, 6 de novembre del 2010
Esto sería Jesús entrando en Jerusalén:
Esto sería Benedicto entrando en Barcelona:
Y los iPhones de este domingo serán como los ramos de aquel otro.
¿Lo ven? Todo es cosa de la evolución del Pop, que ha ido, como todo, en paralelo a la de la técnica.
Y a mí es como si se me estuviera metiendo dentro un biruji raro por aquello del "en qué nos hemos convertido", aunque le veo una cierta lógica, no crean, pero es que se trata más bien de una lógica de la decadencia.
Esto sería Benedicto entrando en Barcelona:
Y los iPhones de este domingo serán como los ramos de aquel otro.
¿Lo ven? Todo es cosa de la evolución del Pop, que ha ido, como todo, en paralelo a la de la técnica.
Y a mí es como si se me estuviera metiendo dentro un biruji raro por aquello del "en qué nos hemos convertido", aunque le veo una cierta lógica, no crean, pero es que se trata más bien de una lógica de la decadencia.
divendres, 5 de novembre del 2010
El 4 de abril de 2010, nuestro amigo Benedicto en su sermón de Pascua, lanzó unas palabrejas en guaraní desde el balcón del Vaticano.
El 17 de marzo de 2009, en una misa celebrada durante su visita a Camerún, hizo parte de la homilía en ewondo (¿en qué?; en ewondo, es un idioma; ¿de dónde?; de Camerún; ¿el Papa estuvo en Camerún en 2009?; Sí, salió por la tele).
El domingo, 7 de noviembre, en Barcelona, nuestro amigo Benedicto hablará en catalán. El momento será captado por unas cuantas cámaras de tv3; la señal la recogerá un camión aparcado en la calle Sicília, por ejemplo, que la rebotará a un satelitito que la mandará a Sant Joan Despí o a Collserola, no sé, desde donde se la pasarán a un pepinazo de satélite que la esmicolarà (o sea, la desmenuzará) y la hará caer en el aparato receptor de un señor que en su casa habla en ewondo (¿en qué?) y que estará mirando la tele en ese momento. ¿Qué se habrá perdido por el camino? El catalán: el señor verá por su tele una misa en la que antes se habrá hablado en latín y después en español; el señor no entendería nada si pudiera oír estos idiomas pero seguramente lo que estará oyendo sea la voz en off en camfranglais (¿en qué?) del periodista de turno de la cadena de televisión de máxima audiencia en Camerún. Dicha cadena, por cierto, habrá puesto en el sitio de la mosca de tv3, que nunca llegará a Camerún, por cierto, su propia mosca, claro.
Así que Benedicto XVI, el 7 de noviembre de 2010, habló en catalán (¿en qué?; en catalán, cuando estuvo en Barcelona; ¿estuvo en Barcelona?; sí, lo dieron por la tele).
Olvídense del artificio, de los millones de euros y de los miles de vallas de seguridad (y de las calles cortadas al tráfico, si pueden). Vayamos a la rentabilidad para el catalán del asunto. mmmmmm.... No: no es rentable ni práctico en absoluto. Aquí, lo único práctico acaba siendo, como siempre, el suma y sigue de pequeñas dimensiones, por ejemplo: práctico para el catalán es que la familia Sucunza-Alfonso (la mía, ¡je!) haya aportado tres nuevos catalanohablantes normalizados (cinco, contando a mis dos sobrinas mallorquinas); que Antonio ayer estuviera buscando cursos para sacarse el nivell C y que Susana se quiera apuntar a un curso de catalán en cuanto se venga a vivir de Pamplona a Barcelona (si se acaba viniendo). La familia de filipinos que vive en el piso de al lado también es práctica para el catalán: una niña y un niño escolarizándose en Barcelona.
¿Que venga el papa y suelte un "Germans, som aquí reunits" en la Sagrada Família? Yo no veo dónde está el negocio.
El 17 de marzo de 2009, en una misa celebrada durante su visita a Camerún, hizo parte de la homilía en ewondo (¿en qué?; en ewondo, es un idioma; ¿de dónde?; de Camerún; ¿el Papa estuvo en Camerún en 2009?; Sí, salió por la tele).
El domingo, 7 de noviembre, en Barcelona, nuestro amigo Benedicto hablará en catalán. El momento será captado por unas cuantas cámaras de tv3; la señal la recogerá un camión aparcado en la calle Sicília, por ejemplo, que la rebotará a un satelitito que la mandará a Sant Joan Despí o a Collserola, no sé, desde donde se la pasarán a un pepinazo de satélite que la esmicolarà (o sea, la desmenuzará) y la hará caer en el aparato receptor de un señor que en su casa habla en ewondo (¿en qué?) y que estará mirando la tele en ese momento. ¿Qué se habrá perdido por el camino? El catalán: el señor verá por su tele una misa en la que antes se habrá hablado en latín y después en español; el señor no entendería nada si pudiera oír estos idiomas pero seguramente lo que estará oyendo sea la voz en off en camfranglais (¿en qué?) del periodista de turno de la cadena de televisión de máxima audiencia en Camerún. Dicha cadena, por cierto, habrá puesto en el sitio de la mosca de tv3, que nunca llegará a Camerún, por cierto, su propia mosca, claro.
Así que Benedicto XVI, el 7 de noviembre de 2010, habló en catalán (¿en qué?; en catalán, cuando estuvo en Barcelona; ¿estuvo en Barcelona?; sí, lo dieron por la tele).
Olvídense del artificio, de los millones de euros y de los miles de vallas de seguridad (y de las calles cortadas al tráfico, si pueden). Vayamos a la rentabilidad para el catalán del asunto. mmmmmm.... No: no es rentable ni práctico en absoluto. Aquí, lo único práctico acaba siendo, como siempre, el suma y sigue de pequeñas dimensiones, por ejemplo: práctico para el catalán es que la familia Sucunza-Alfonso (la mía, ¡je!) haya aportado tres nuevos catalanohablantes normalizados (cinco, contando a mis dos sobrinas mallorquinas); que Antonio ayer estuviera buscando cursos para sacarse el nivell C y que Susana se quiera apuntar a un curso de catalán en cuanto se venga a vivir de Pamplona a Barcelona (si se acaba viniendo). La familia de filipinos que vive en el piso de al lado también es práctica para el catalán: una niña y un niño escolarizándose en Barcelona.
¿Que venga el papa y suelte un "Germans, som aquí reunits" en la Sagrada Família? Yo no veo dónde está el negocio.
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