dilluns, 25 d’abril del 2011



Javier inmortalizó el momento en el que, en anunciando él que se iba al váter, servidora veía claro que no volvería jamás y Víctor, haciendo gala de su facilidad para entrar en mode warp speed mental en lo que a asimilación de tragedias se refiere, se ponía directamente a rezar por su alma.

(Más de doce horas después, ni Víctor ni servidora nos hemos visto con suficientes agallas para comprobar si el Javier que volvió del váter era realmente él o se trataba de un -glups- aparecido).
A continuación, una broma interna de aquellas de nos reímos dos y el resto no sabéis qué ha pasado.

Va:



(Del no podérmela quitar de la cabeza desde el viernes por la tarde)

diumenge, 24 d’abril del 2011

Semana Santa 2011: Media Pamplona en Carretes Street.

(y de repente, reconocer el idioma, captar las ideas a la primera, descubrir que estás de acuerdo con casi todo lo que oyes, ver que la filosofía de vida por la que, después de comer, no queda otra que tomarse una copa y sacar las cartas para jugar al mus, es la tuya y no otra, y sentirte en casa, pensando que hacía mucho tiempo que no te sentías en casa, y acabar dudando demasiado antes de responder que no cuando te preguntan ¿no volverías a Pamplona?)

(Y pensar que has respondido que no por pura pose y cabezonería).

Glups.

(Aunque también es verdad que hemos estado la mayoría del rato pedos perdidos).

(Por un lado, tengo ganas de que se vayan para que este decalage deje de ser tan evidente).

dimecres, 20 d’abril del 2011

Hoy

(o el día en que me mandaron un mail de la Editorial Minúscula diciendo que les habían devuelto una carta que me habían enviado a casa, a la dirección correcta, con la excusa de que ahí no vivía yo, y yo empecé a sospechar que estaba desapareciendo, que es una cosa muy poco original de sospechar pero muy literaria: o, de tan literaria, muy poco original. ¿Acaba la literatura con la originalidad de las cosas? Me estoy liando. Me lío, luego existo; igual no estoy desapareciendo del todo, buf, menos mal).
Estaba escribiendo una cosa en castellano y me ha salido, así, de carrerilla, la palabra traspuar. Me la he mirado desconfiada; a veces me pasa que escribo palabras que me salen del tirón y, en cuanto acabo de ponerles la última letra, me chirrían: Paro los dedos, me reclino en la silla y me las miro de reojo. Me voy al DRAE: Traspuar no consta. Me voy al DIEC: Ahí está; resulta que es catalán. (Quiere decir empapar, rezumar) y me paso un buen rato pensando en qué momento mi cabeza ha asimilado (aunque no del todo, ya les he dicho que me ha chirriado) como castellana aquella palabra.

Pienso en una conversación que tuvimos una vez con Ferran y con Xavi sobre el bilingüismo. Si yo fuera bilingüe, que no lo soy, tendría las dos lenguas guardadas en dos compartimentos estancos del cerebro, sería capaz de activar uno o activar el otro sin ningún tipo de problema ni tiempo ni espacio para la transición. Hablaría igual en uno que en otro idioma y, sobre todo, sería capaz de escribir al mismo nivel tanto en uno como en otro idioma. No lo soy; está claro que me traspúan las palabras y los conceptos más en una dirección que en la otra, por la pared que teóricamente separaría a esas dos estancias cerebrales de cuya existencia dudo tanto -¿No será sólo una con el potipoti ahí montado, la barreja, el mogollón de términos a la espera de que la lengua vaya cogiéndolos y escupiéndolos a medida que transcurre la conversación sin pararse a pensar demasiado con quién ni dónde está hablado?- (Recuerdo aquí carcajadas de mis amigos de Pamplona a cada patada mía involuntaria al diccionario pamplonica, tan traspuante también de términos y sintaxis euskaldunes).

En fin. Desbarro a las 7:30 de la mañana. Todo esto no es más que otro ejemplo de las cosas que tengo por partida doble y que, por lo tanto, tengo a medias. Otro día les cuento otra mucho más lúdica y morbosita que la cuestión esta del lenguaje. O no: Igual sólo me estoy haciendo la interesante ahora. Ya veremos.

dimarts, 19 d’abril del 2011

(El lamento del martes).

Cuando una vive rodeada de gente fascinada por lo que hace y, además, tiene cierta tendencia a empatizar hasta con el cyclamen del balcón, la vida acaba siendo como la del gato que decide ir a comer y, en el camino hacia el plato, se le cruza, volando, una polilla: El plato y el hambre siguen ahí, pero ya no hay otra cosa que perseguir a la polilla, y ¿ustedes han visto cómo vuela una polilla, tan sin rumbo? Pues una venga a lanzar zarpazos, soñando que vuela con ella.

Hay demasiadas polillas en el mundo.

No sé si ustedes entienden lo frágil que se vuelve todo al vivir en tan constante estado de fascinación.

dilluns, 18 d’abril del 2011

En palabras nada armónicas, las cosas, tal como están puestas en la Tierra, están mal puestas. Los ciervos procrean a unos kilómetros de donde una manada de felinos comienzan a sentir vacío el estómago, los tiburones se acercan lo suficiente a las focas que juegan dentro del mar y les desgarran esa piel tan dura y lisa, y los autos pasan sobre el cuerpo de un perro despedazado en el carril del periférico. Perros y periféricos en el mismo sitio, eso sí que es una miseria.-Hotel DF. Guillermo Fadanelli.