Estaba escribiendo una cosa en castellano y me ha salido, así, de carrerilla, la palabra traspuar. Me la he mirado desconfiada; a veces me pasa que escribo palabras que me salen del tirón y, en cuanto acabo de ponerles la última letra, me chirrían: Paro los dedos, me reclino en la silla y me las miro de reojo. Me voy al DRAE: Traspuar no consta. Me voy al DIEC: Ahí está; resulta que es catalán. (Quiere decir empapar, rezumar) y me paso un buen rato pensando en qué momento mi cabeza ha asimilado (aunque no del todo, ya les he dicho que me ha chirriado) como castellana aquella palabra.
Pienso en una conversación que tuvimos una vez con Ferran y con Xavi sobre el bilingüismo. Si yo fuera bilingüe, que no lo soy, tendría las dos lenguas guardadas en dos compartimentos estancos del cerebro, sería capaz de activar uno o activar el otro sin ningún tipo de problema ni tiempo ni espacio para la transición. Hablaría igual en uno que en otro idioma y, sobre todo, sería capaz de escribir al mismo nivel tanto en uno como en otro idioma. No lo soy; está claro que me traspúan las palabras y los conceptos más en una dirección que en la otra, por la pared que teóricamente separaría a esas dos estancias cerebrales de cuya existencia dudo tanto -¿No será sólo una con el potipoti ahí montado, la barreja, el mogollón de términos a la espera de que la lengua vaya cogiéndolos y escupiéndolos a medida que transcurre la conversación sin pararse a pensar demasiado con quién ni dónde está hablado?- (Recuerdo aquí carcajadas de mis amigos de Pamplona a cada patada mía involuntaria al diccionario pamplonica, tan traspuante también de términos y sintaxis euskaldunes).
En fin. Desbarro a las 7:30 de la mañana. Todo esto no es más que otro ejemplo de las cosas que tengo por partida doble y que, por lo tanto, tengo a medias. Otro día les cuento otra mucho más lúdica y morbosita que la cuestión esta del lenguaje. O no: Igual sólo me estoy haciendo la interesante ahora. Ya veremos.
A mi como bilingûe me acomplejaba el no tener las lenguas partidas como un plato de esos de TV-dinner, hablo un castellano con modismos y giros y perífrasis (sobre todo perífrasis del verbo "hacer"+ SUSTANTIVO) del catalán, y un catalán simétricamente lleno de cosicas y proverbios del castellano.
ResponEliminaAhora me parece bien esa lengua coma ocho que hablo. Aceptarse siempre empieza por entender que dos partes de uno en realidad suman uno coma ocho, no?