Aprovecho que han colgado en Núvol la crónica de la mesa redonda en la que participé hace unos días para
explicar alguna de las cosas que quise decir aquel día.
(Nota: yo siempre hablo de libros, pero aplíquese todo a cine, teatro, danza, arte, tecnología, ciencia... qué se yo.)
(Nota: yo siempre hablo de libros, pero aplíquese todo a cine, teatro, danza, arte, tecnología, ciencia... qué se yo.)
Bernat Ruiz empezó contando cómo los medios se gastaban los medios (juas) en dar informaciones irrelevantes del tipo: el Barça se ha subido a un avión. Y efectivamente, en las imágenes retransmitidas por una unidad móvil que habían enviado al aeropuerto (cosa que cuesta un pastón in-de-cen-te) se veía con toda nitidez cómo unos cuantos señores se subían a un avión. Como veía que el discurso iba a tirar de nuevo por la eterna contraposición libros-fútbol en los medios, esperé mi turno de palabra para decir que no, que por ahí no; que ya estaba ese tema; que sí, que el fútbol domina en la tele a saco, pero creo que repetir sin parar que en la tele hay mucho fútbol es como decir que unos señores se están subiendo a un avión y meter imágenes que enseñan cómo los señores se suben al avión.
Yo, desde que hace unos meses petó la
cosa de la falta de cultura en los medios, le llevo dando vueltas a
la idea de que (ya lo decía hace un par de entradas en este blog)
una de las maneras de que las cosas estén en la cabeza de la gente
es que las cosas salgan por la tele o por la radio; así, en este
orden: lo que sale en los medios acaba en las cabezas. Parece en
cambio que, en la carrera por conseguir audiencia, la tortilla se ha
dado la vuelta y ahora los medios funcionan al revés: vamos a darle
a la gente más de eso que ya tiene en la cabeza, esto es, vamos a
seguir el camino fácil, a explotar la veta, sin darse cuenta de que
fueron ellos, los medios, los que crearon esa veta. Por eso dije en
la mesa redonda que parecía que los que deciden los contenidos ya no
eran conscientes de su responsabilidad primera que, dicho sea de
paso, también es su poder.
Conté que la gente funciona, se mueve,
por aficiones y que nadie nace con una afición programada; que si
alguien, en su vida, no tiene ninguna referencia de que existe la
ornitología, aunque vea de vez en cuando un pajarito, es muy poco
probable que se aficione a prestarles interés; que tiene que haber
un contacto directo con alguien que le explique cuatro cosas con un
poco de profundidad sobre el pajarito en cuestión para que en su
cabeza se despierte la curiosidad. Dije que lo mismo pasaba con el
fútbol: si uno nace en una casa sin tele en la que nadie habla de
fútbol y, por lo que sea, va a parar a un grupo de amigos cero
aficionados, es muy difícil que le surjan de la nada las ganas de
ver un partido, de saber qué es un penalty o de enterarse del nombre
del seleccionador nacional. Pasa que en las casas propias hay teles y
en las de los amigos también. Y que en las teles hablan de fútbol,
hablan de fútbol sin parar, de hecho; y es éste y no otro el motivo
por el que se cuentan por miles las personas que sin haber jugado al
fúbol en su vida ni tener ninguna intención de hacerlo, te pueden
recitar de memoria los últimos cuatro goles del Barça, decirte de
dónde es tal jugador que acaban de fichar o contarte cómo han
quedado distribuidos los equipos en el último sorteo de la Eurocopa.
Fue después de decir más o menos todo
esto cuando planteé en la mesa redonda que si sabíamos que tanto
fútbol en la tele había provocado todo este conocimiento y toda
esta afición, no podríamos plantear esto como un punto
de partida para los libros; que si no era lógico pensar que aumentando el tiempo que los medios les
dedican a los libros acabaríamos teniendo una sociedad llena de
gente que, a lo mejor no leía tanto pero que sabría perfectamente
quién es Hemingway, cómo escribía, sobre qué temas, de dónde
era, por qué fue importante, con qué otros escritores se relacionó;
y que llegado el momento, cuando tuvieran un hijo, igual que ahora
cogen y le compran un balón, le comprarían también un libro.
Mi intención, no sé si lo conseguí, era recordar que tienen que ser los medios los generadores de audiencias y denunciar que lo que están haciendo ahora es simplemente ir detrás de una audiencia ya generada hace años, o sea, que no están haciendo su trabajo, que están eludiendo una responsabilidad.
Era eso, sí: una denuncia como una casa, la que estaba haciendo yo ahí en la mesa redonda. Y no había ningún representante de los medios entre el público para escucharla; ¿se necesita alguna prueba más para ver a qué nivel está eludiendo esta gente su responsabilidad?