dijous, 1 de setembre del 2016

Llevamos una semana buscando y sumando minutos dedicados a la cultura en la radio pública como quien busca monedas debajo de los cojines del sofá a ver si sumadas dan para comprar un libro, un disco o una entrada para el teatro con descuento del TresC. O sea, llevamos unos días haciendo bastante el pena.

De un simple vistazo a la programación de Catalunya Ràdio que se acaba de presentar, uno, si busca la cultura, se encuentra con que está dispersa, que es lo mismo que estar por todo sin estar en ningún sitio. Saül Gordillo, el director de la casa, lo llama transversalidad; yo lo llamo dispersión y mi madre me daría un guantazo por tener la habitación hecha una leonera.

En realidad, lo que le ha pasado a la radio es lo mismo que le ha pasado al sector editorial: ¿recuerdan cuando Edicions 62 era una empresa con entidad propia? Pues ahora lo que queda de 62 son sellitos dispersos por todo el edificio de Planeta de la avenida Diagonal; tan dispersos que un día yo llamé preguntando por uno de ellos y la telefonista me contestó que ese sello no era de la casa; tuve que convencerla de que preguntara, que ya iba a ver como sí; indagó un poco, lo encontró y por fin me pasó con el editor.

Pasa con la transversalidad que siempre amenaza disolución. El sector editorial ha reaccionado alucinantemente rápido a todo esto; prácticamente al mismo tiempo que la literatura se 'transversalizaba' dentro del grande, fuera empezaron a salir un montón de pequeños que, publicando libros de calidad, en relativamente poco tiempo se han hecho con un trozo del pastel o sea del público lector (que, para que me entiendan allá, vendría a ser lo mismo que el oyente). Hablo de editoriales como L'Altra (le llueven los premios últimamente), Raig Verd (publica a la última premio Nobel), Les Males Herbes (hay gente que viene a la librería pidiéndonos "el último de Males Herbes", sin saber cuál es. Y se lo compran).

Estoy hablando de iniciativa privada, lo sé, pero ¿no dicen que el gran error de la radio pública es acabar copiando los contenidos y formas más salchicheros de la privada? ¿No podrían tener el acierto de aprender de sus errores también?

Una de las cosas que apuntaba en mi ristra de tuits inicial era que Catalunya Ràdio tiene en plantilla a gente muy capacitada para hacer buenos programas culturales; el delito es que a muchos los tienen arrinconados haciendo de redactores, colaboradores o ni eso en programas que no tienen nada que ver; que los han transversalizado también, o sea, atomizado y dispersado con la excusa de que no daban las audiencias que tenían que dar. Lo que pasó en el sector editorial privado es que tenían allá dentro editores de mucha calidad a quienes se les empezaron a imponer títulos y a coartar por aquí y por allá en pos de unos resultados de ventas absolutamente desproporcionados, que es exactamente lo mismo que se hace en la radio cuando a un programa cultural se le impone un colaborador famosete con el único objetivo de aumentar la audiencia a un nivel que, de todas maneras, nunca se alcanzará. Algunos de los mejores editores optaron por irse de la casa grande y montarse el chiringuito por su cuenta: ellos han demostrado que esta iniciativa funciona. Sabiendo esto, ¿no es tonto que una entidad con gente preparada dentro opte por ir por el mismo camino equivocado expulsando los buenos contenidos? Por los contenidos, no pasa nada: ahora cualquiera en casa se monta un podcast; la poca vista de Catalunya Ràdio es que alguno de esos podcasts lo petará y entonces ahí llegará cualquier privada, más rápida y con más pasta que ellos, para hacer una oferta e incorporarlo a su programación. Y luego, la pública ¿qué? Pues a seguir perdiendo oyentes y a ponerse a copiar otra vez, que, por lo que demuestra, últimamente viene a ser lo único que sabe hacer.

Llevamos ya unos cuantas temporadas de estrategia de "transversalidad". A lo mejor, como experimento, al principio de la transformación digital, de la aceleración de la sociedad, etc., etc., esto tuvo un poco de sentido. Ahora, habiéndose demostrado lo contrario en otros sectores, que se siga con esta práctica en los medios (sobre todo en los públicos) empieza a ser simplemente pura negligencia.

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