dimecres, 11 de desembre del 2013

La entrada de blog de Jair Domínguez sobre Bibiana Ballbè, publicada tiempo después del artículo de Bernat Dedéu sobre ella misma, es el equivalente al artículo de Jordi Soler sobre la independencia, publicado meses después del de Vargas Llosa sobre el mismo tema.

Me podrán decir: hombre, no compares el tema con el otro TEMA, pero relativicen un poco para un lado o para el otro; ambos son temas que pueden importar nada o importar mucho. Aunque parezca que el segundo, el de la independencia, tenga que ser fundamental, hay gente a quien le importa tres pimientos y, aunque hablando del primero, la cultura, parezca que estemos hablando de una cosa que le importa a un determinado sector y punto, oigan, estamos hablando de la CULTURA, y más radical que eso...

Pero de lo que estoy hablando aquí es de dos partes en conflicto y de cómo se aborda ese enfrentamiento.

Cojan los artículos más o menos iniciales, los que vinieron con el estallido mediático de ambos asuntos. Tenemos por un lado a Vargas Llosa diciendo cosas como que parece mentira que el nacionalismo sea ahora un tema importante cuando no es más que un dogma de fe que se han sacado de la manga los que ahora mandan; que cuando él estuvo aquí, no conoció a un solo independentista catalán; que todo esto de la secesión no es más que una "construcción artificial" justificada solo por los tiempos difíciles que ahora vive España, a quien se presenta injustamente como "país opresor". Cojan ahora el de Bernat Dedéu (no he copiado mal el link, es que han borrado el artículo; van a tener que conformarse con los extractos del mismo que publicó Núvol aquí), dice en resumen que lo que nos está pasando con lo del Santa Mònica no es más que "el síntoma de una castración cultural masculina", que nos molesta que el fenómeno Bibiana se haya hecho con el "monopolio de la seducción cultural"; lo reduce todo a una especie de envidia que no sólo los hombres, sino también las "mujeres masculinizadas" sienten en el momento en que "una niña mona les roba el monopolio del acceso a la cultura".

Uno puede leer estas dos cosas y escribir artículos de respuesta diciendo que vale, que gracias por el psicoanálisis pero que no, que ni el tema de la independencia lo marca lo fea que es España ni el tema de la cultura va de lo feas que somos nosotras. Acaba convirtiéndose la cosa en algo que fa de mal discutir, en detrimento nuestro, que pataleando, insistiendo en que no hablábamos de eso, acabamos pareciendo monas (de simias, no de guapas) enfadadas y, de cara a la galería, perdemos toda credibilidad.

Total, que si nos quedamos en este punto, en este nivel miserable de conflicto, la cosa no va más allá de la conclusión: los independentistas son tontos y los antibibianistas son feos, y ambos están enfadados por eso, no porque tengan un punto más fuerte de argumentación (si lo tuvieran).

Entonces llegan más artículos. Y va pasando el tiempo y llegan más. Y cuando uno ya está harto de volver sobre el tema para demostrar que la cosa no es tan pueril como nos la pintaban al principio, aún llegan dos artículos más -el de Soler, aquí, y el de Jair Domínguez, aquí- que demuestran que a los del otro bando ya les va bien quedarse en el punto básico de la discusión inicial. Entonces es el momento en el que uno tiene dos opciones: desesperarse porque todo esto empieza a ser una especie de repetitivo darse cabezazos contra la pared o reconocer la mediocridad de ciertos columnistas a la hora de hablar de ciertos temas, decidir obviarlos (que debe de ser de las cosas peores que se les puede hacer a los columnistas) y tirar para adelante.

Al final, como dice un amigo, este es un momento maravilloso en el que todo el mundo, por fin, está enseñando las cartas, se está poniendo en su sitio. Y de qué manera, oigan; añado yo.

1 comentari:

  1. ¿Todavía leen al sr. Vargas? Yo dejé de leerlo desde hace más de veinte años.

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